Luciano Supervielle, el joven maravilla
Cabeza creativa de Bajofondo, presentó su proyecto solista con beats de tango, rock, hip-hop y melancolía pop
Acústico, recital de Luciano Supervielle, en el Festival de Tango. Músicos: Javier Casalla, violín; Martín Ferrés, bandoneón; Gabriel Casacuberta, bajo y contrabajo; Gustavo Antuña, guitarrista, y Martín Ibarburu, batería. Teatro 25 de Mayo. Miércoles 18.
Nuestra opinión: muy bueno
Luciano Supervielle está sentado al piano, pero a su alrededor hay teclados, máquinas para el sampleo y vinilos para hacer scratching . Entre la modernidad y el clasicismo, el músico ofreció su plan solista bajo el paraguas del colectivo rioplatense Bajofondo. De hecho, Gabriel Casacuberta, Javier Casalla y Martín Ferrés forman parte nuclear de la banda que capitanea Gustavo Santaolalla, otro de los que se sumó como invitado "sorpresa" para un gran final de concierto.
El pianista y compositor montevideano mostró un cuerpo de canciones originales y atractivas, que habían acompañado su interesante debut y otras composiciones que aparecerán en su futuro segundo disco, en el que confirma la búsqueda de una estética propia, elegante y acústica.
Supervielle, una de las cabezas creativa de Bajofondo, es una extensión ramal de esa fuerza sónica. Su manera gestual en el piano es tan sutil como sus beats rítmicos, que generan como un campo magnético de atracción alrededor de sus melodías, pequeños pasajes instrumentales y pulsos con decibeles más intensos, que invitan al trip sonoro.
Su concepción estética, ligada a lo rioplatense y al tango por extensión, tiene a la vez un link con la canción pop uruguaya y sofisticada de un autor como Franny Glasse, otro de los invitados de la noche, y de cierto interés por el sonido de cámara que desarrolla en varios pasajes con Javier Casalla, en contrapuntos climáticos de violín y piano.
El otro aire musical que sobrevuela tiene que ver con su pertenencia a una generación, que, del otro lado de la orilla, también escuchó a Charly García. Será por el pulso decididamente urbano y esos aromas tangueros, que Luciano no duda en incorporar a las atmósferas melanco de sus canciones algún sampler de Sui Generis, como el eco de un recuerdo adolescente; o de versionar a Charly en "No soy un extraño", pero en francés, con una voz queda que recuerda a Benjamín Biolay. "Nosotros le avisamos que lo que hacemos no es tango. Cualquier queja es al director del festival", se ataja Supervielle, al principio del concierto. Sin embargo, por momentos, su grupo suena a esos cuartetos bien marcados y ajustados de la Guardia Vieja, nada más que con batería, bajo eléctrico y otros usos de la tecnología como efectos y samplers ; o se deja llevar por la cadencia ralentadísima del trip hop para darle densidad al paisaje urbano que lo rodea, que no deja de ser absolutamente tanguero y actual. Esa oscuridad y melancolía tan propia del género como de la música de Supervielle, que complementa con elementos del funk, el jazz, el hip- hop y la canción, le sirven al creador uruguayo para construir su universo sónico.
En piezas como "Pulso" y "Centrojá", en las que las frases se van repitiendo obsesivamente como en un rasgo piazzolliano, Supervielle va tirando del carretel para encontrar otros senderos de percepción de lo rioplatense, con sus humores, códigos culturales y cierto estado de ánimo. Es la misma dirección que lo lleva a explorar ya con el sello Bajofondo del cual forma parte, la intensidad y el intercambio con el rock (impresionante el cruce entre la escala pentatónica y el fraseo del bandoneón en "La puerta", en la que se luce Bárbara Palacios como una PJ Harvey tanguera) y el encuentro con el hip- hop en el hit de su disco debut "Miles de pasajeros", en el que sube Santaolalla para cantar la milonga como el Tom Waits criollo Daniel Melingo.
Todo lo que podría sonar a una extraña mixtura de laboratorio en Supervielle y el resto de los Bajofondo suena orgánico y natural, como si el rock, el hip- hop, la canción y el tango siempre hubieran ido de la mano. Y para esta generación es así.
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