Luciano Pavarotti: "Tosca", en el camino del adiós
El gran tenor conversó con LA NACION antes de subir al escenario de la Opera de Berlín para encarnar a Mario Cavaradossi
BERLIN.- Viernes por la mañana en el tradicional Hotel Adlon, de Berlín. El gran Luciano Pavarotti todavía descansa antes de una última pasada al texto de "Tosca", para la cual le han montado el ensayo en su propia suite. Afuera, el agitado mundo musical berlinés vive una verdadera conmoción aguardando la despedida de este fenómeno absoluto sobre el escenario de la Deutsche Oper Berlin (DOB).
El excepcional tenor ya ha paseado por la ciudad, ha ofrecido una conferencia como único contacto con la prensa y ha marcado (cantando a media voz) su parte en un solo ensayo completo en el teatro. Probablemente, al levantarse haya cantado también "Una furtiva lacrima", para evaluar, como dice hacerlo siempre con esa delicada aria de Donizetti, las condiciones en que se encuentran sus cuerdas vocales.
En una pausa de esa última lectura de las páginas de Puccini, y sólo al final de la tarde, LA NACION contó con el privilegio de una entrevista exclusiva con el dueño de una de las voces más bellas de la historia de la ópera. Amable y lleno de encanto, Luciano Pavarotti expresó su afecto para con el país.
-¿Qué recuerdos conserva de sus visitas a la Argentina? Del Teatro Colón, Buenos Aires, los argentinos...
-Buenos Aires, para mí, es uno de los recuerdos más fuertes que tengo grabados en la memoria, es algo que predomina y que siempre está presente, porque allí viví momentos bellísimos, tanto en el Teatro Colón (donde debutó en 1987 con "La Bohéme") como en las calles de la ciudad. ¡Jamás me olvidaré de la llegada a Buenos Aires con las calles repletas de gente, con carteles dándome la bienvenida! Ni tampoco borraré de mi memoria la experiencia de aquel estupendo concierto que hicimos al aire libre; todo salió fantástico, fue bellísimo. Luego, del Teatro Colón, ¿qué podría decir? Con toda su historia, con los grandes nombres que han pasado por ese escenario, cantantes, directores de orquesta. Si uno piensa que allí estuvieron Toscanini, Maria Callas, Beniamino Gigli, y así se puede seguir nombrando a tantas leyendas... Pero mire, le doy un ejemplo de los recuerdos que conservo: cuando llegué a Buenos Aires, me alojé en un hotel que tenía una mesa en la que alguna vez habían cenado la Callas y Toscanini. Decidí, inmediatamente, comprarme esa mesa y llevármela a Italia. Hoy, ésa es la mesa que tengo en mi casa de Módena.
-¿En qué hotel sucedió esa anécdota, en el Alvear?
-No lo recuerdo exactamente, pero sí, podría ser en el Alvear...
-En su libro "Mi mundo, mi vida", dedica siete páginas a recuerdos de la Argentina, en especial, el impacto que le produjo el Colón y la euforia de la gente que "lo reconocía hasta en los suburbios". ¿Le gustaría volver y recorrer más el país?
-En realidad no he recorrido la Argentina, y por supuesto que me encantaría visitarla mejor, pero antes que nada preferiría volver para cantar y recién después de eso quizá viajar.
-Para octubre está anunciado que ofrecerá un megaconcierto en México y que ésa será su despedida de América latina. Considerando su relación con la Argentina y su tradición lírica, ¿cómo podría despedirse sin incluirla? ¿No consideró volver al Colón?
-En realidad, lo único que hoy tengo en mente es la función de mañana, sólo pienso en esta "Tosca" de Berlín, luego decidiremos cómo continúo. Sin embargo, y como siempre me pregunto a mí mismo por qué no hacer una gira mundial cantando "Tosca", hemos decidido una serie de representaciones en varios teatros del mundo, probablemente siempre con esta misma soprano (la norteamericana Carol Vaness, que a último momento fue reemplazada por la brasileña Eliane Coelho), el mismo barítono (el español Juan Pons) y el mismo director (el israelí Daniel Oren). Con esta gira, que estoy comenzando esta semana, estaré, por ejemplo, en el Met, en la temporada siguiente. ¿El Teatro Colón...? Perfectamente podría ser uno de esos teatros, sí... ¿por qué no? ¡Si tengo recuerdos grandiosos en esa sala!
Sobre este punto añade su asistente que el Tour del Adiós comenzará el 12 de octubre. "Durará hasta la misma fecha en 2005, pero la presentación en el desierto de Mexicali (prevista para un público de 40 mil personas) no será la única aparición de Pavarotti en América latina. De hecho, la gira continúa por Panamá, Perú y Chile, de manera que sería posible incluir a la Argentina, o al menos se estaría todavía a tiempo. ¡Nos divertimos muchísimo y sería fantástico poder regresar con esta despedida!"
-Se ha dicho que no bien cumpla 70 años (2005) se retirará de los escenarios y dejará de cantar "para siempre", que no volverá a cantar "ni siquiera bajo la ducha". ¿Será eso posible?
-Parece que es verdad y que así será... Hasta ahora por lo menos es así.
-¿Le resulta posible imaginar la vida sin el canto? ¿Cómo la imagina?
-¡¡Ayy!! (exclama con alivio) ¿Si me imagino esa vida? La imagino además bellísima, una vida ¡extraordinaria!
-¿A qué se dedicará? ¿Le gustaría dar clase a cantantes jóvenes?
-Me gustaría hacer muchísimas cosas, pero en todo caso de eso hablaré cuando llegue el momento, no ahora. Con respecto a las clases, sí me gustaría, y espero quizá poder hacerlo.
-Hay nombres como Callas, Gigli, Caruso... que han quedado en la historia de la ópera como verdaderas leyendas. ¿Cómo le gustaría ser recordado en las páginas del género y qué imagen desearía que conservaran de usted las próximas generaciones de cantantes?
-Me gustaría que se dijera que yo era un cantante muy profesional. Un tenor que exploró diferentes mundos del canto, comenzando desde "La Sonnambula" de Bellini y llegando hasta el "Otello" de Verdi, siempre gracias a una muy buena técnica de canto, a la que he seguido siendo fiel y continuaré siéndolo hasta el último momento en que cante.
-En la representación popular de la gente más diversa su nombre está considerado como la personificación de la ópera. ¿Qué siente con semejante aceptación del público?
-Principalmente, yo me siento bien cuando canto bien y cuando después de eso el público me aplaude. Me hace muy bien sentir que estoy mereciéndome esos aplausos.
-En alguna oportunidad se refirió a la singular experiencia de cantar bajo la genial batuta de Carlos Kleiber (director argentino-austríaco), en especial con una "Bohéme" en La Scala.
-¿Qué más podría agregar a todo lo que ya se ha dicho de Carlos Kleiber? No se puede decir prácticamente más nada... Carlos es un genio de la música, un director de orquesta absolutamente único, con una sensibilidad fantástica... la lástima es que tiene un solo defecto: que no dirige mucho y, con esa enorme genialidad, él debería darle mucho más al mundo.
-Hablando de recuerdos y de su extensa carrera, ¿qué otros acontecimientos musicales le vuelven siempre a la memoria?
-Ya que hemos mencionado la "Bohéme", me vienen a la mente los recuerdos de la grabación de otra, la "Bohéme" que hicimos con Karajan. Otro acontecimiento musical fantástico fue la "Messa da Requiem" en conmemoración del aniversario de Toscanini, también con Karajan.
-Conociendo el éxito y el triunfo tan de cerca, ¿hay algo por lo que sienta miedo?
-¡Sí! Antes que nada siento mucho miedo cuando debo salir al escenario.
-¿En verdad? Un cantante como Luciano Pavarotti ¿puede temerle al escenario?
-Absolutamente. Yo lo siento siempre y cada vez que debo entrar en escena... hace ya cuarenta y un años que conozco y siento ese miedo. Luego, están los naturales temores de vivir en los tiempos en que vivimos, porque en el mundo de hoy, a la fuerza, uno vive lleno de miedo.
Una "Tosca" memorable
Sábado a la noche, llegado el gran momento. Grandes suspiros en la platea cuando al inicio el director general de la casa salió al escenario para decir: "No he venido a comunicar la mala noticia de que Pavarotti no cantará (lo que se temió por un instante), sino todo lo contrario. Estamos aquí para celebrar una verdadera fiesta de la música... y mientras los políticos están casualmente reunidos para decidir el destino de nuestras óperas, aquí está nuestra respuesta", en referencia a la decisión que el senado anunciará en los próximos días de cuál de las tres salas líricas deberá cerrar sus puertas.
Fuera de ese primer susto, y en el marco de una tradicional puesta de Boleslaw Barlog (del año 69), los espectadores pudieron gozar de ese característico, despejado timbre tenoril de la voz de Pavarotti, cuyo brillo y luminosidad siguen allí, inconfundibles como desde el comienzo. Si bien en varios momentos (sobre todo en el registro medio y donde el rol no lo sufre), el tenor reservó sus fuerzas sobre la base de una experimentada técnica y una articulación muy controlada; la emisión por naturaleza abierta de su sonido le permitió ubicar los agudos en esa posición plena, clara, timbrada, que lo ha hecho tan célebre. Tres o cuatro intervalos mágicos que bien valieron toda la función.
Aplaudido calurosamente desde que entró en este escenario (al que regresa luego de 15 años y sobre el cual alcanzó el récord Guinness de 115 salidas tras una representación histórica de "L´ elisir" en 1988), los berlineses retribuyeron de pie el honor de volver a oír al legendario Cavaradossi, por el que se pagaban hasta 900 euros en el mercado negro.
Tanto en sus dos arias célebres ("Recondita armonia" y "Lucevan le stelle") como en los dúos con Tosca ("Quel occhio al mondo" y "O dolce mani"), donde las expectativas de la audiencia se hicieron altamente perceptibles, no hubo muestras de fatiga ni pérdida de flexibilidad.
Coelho ofreció una Tosca sólida como partner, aunque con unos graves engolados y una presencia sobreactuada que por momentos irritó dentro del tono de la puesta. El aplomo vocal y actoral de Pons se lució en una excelente performance de Scarpia, y Harold Wilson, como Angelotti, comprensiblemente emocionado, trastabilló en el texto de la escena que canta con Pavarotti.
A algunos espectadores les preocupó el hecho de que la orquesta, ocasionalmente, superara el caudal sonoro de los cantantes (hasta hubo alguien en la platea que abucheó al director), aunque es de imaginarse que tal medida de volumen quedó establecida por el propio divo. A otros, dadas las dificultades físicas, les afligía pensar cómo caería Cavaradossi al morir fusilado.
Sea como fuere, aquí bien vale aplicar el criterio del prestigioso director argentino Michael Gielen, que dice: "Cuando uno va a la ópera, a veces se encuentra con que la estrella es el director, otras veces puede ser que sea el régisseur... pero si esa noche quien canta es una leyenda como podría ser la Callas, ¿a quién puede importarle todo lo demás?"
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