La historia del aprendiz metalúrgico que endureció el sonido del rock nacional
“Papo: 18 años, argentino, soltero, primera guitarra, cítara, canta, eventual metalúrgico, imitador”, reza la gacetilla de prensa de CBS fechada en julio de 1968 que daba a conocer a Los Abuelos de La Nada, la banda fundada por Miguel Abuelo y Pipo Lernoud. La nota de prensa registra el apodo de Norberto Aníbal Napolitano –con una sola p– y ya orienta sobre su origen: fueron los Talleres Metalúrgicos Napolitano, con sede en La Paternal, donde Pappo aprendió el amor por los “fierros”. La guitarra llegó después, a los 8 años y dentro del costumbrismo barrial que a fines de los 50 incorporó las lecciones de guitarra a las miras de progreso. Pero el verdadero flash apareció a los 14 años y de manera furtiva: “Lo que me impulsó a tocar fue la viola de un vecino. Fue la primera eléctrica que tuve en mis manos. Se la robé, y le prometí que se la iba a pagar y después me mudé a otro barrio, y nunca más me vio”, confesó Pappo a la revista Canta Rock en julio de 1984.
Mientras “La balsa” de Los Gatos corría en las radios con un efecto de contagio instantáneo y La Cueva de la Avenida Pueyrredón era la sede de los náufragos del beat local, Pappo observaba la escena naciente formando grupos efímeros como Los Buitres o mostrándose en los primeros encuentros hippies en Plaza Francia cada vez que le pasaban una guitarra criolla. “Supimos de la existencia de Pappo a través de la recomendación de Héctor ‘Pomo’ Lorenzo, ambos eran amigos y vecinos. A Pomo ya lo habíamos integrado a Los Abuelos de La Nada”, cuenta el poeta y periodista Pipo Lernoud sobre los inicios de la banda pionera del rock psicodélico argentino, que fichó al guitarrista cachorro luego de verlo tocar en la plaza de Recoleta. “Era impresionante, hacía los solos de Clapton y Hendrix con una criolla desvencijada; lo más notable de Pappo es que practicaba y practicaba, y sin formación previa podía reproducir cualquier solo de guitarra.” La escuela de Pappo se basó en los intercambios de vinilos, y en ese ida y vuelta quedó marcado para siempre por Blues Breakers with Eric Clapton, el disco de John Mayall & The Bluesbreakers, la Biblia del blues blanco británico en la que Clapton se convirtió en Dios y Pappo no tardó mucho en erigirse en uno de sus mejores discípulos.
Pappo no participó de la grabación del lado A del simple debut de Los Abuelos (fue Claudio Gabis el que tocó en “Diana divaga”), pero sí en el lado B, en “Tema en flu sobre el planeta”. Para el segundo registro en formato de simple de Los Abuelos de La Nada, todas las guitarras ya pertenecen a Pappo aunque esas grabaciones permanecieron inéditas durante años: las canciones “Estoy aquí parado, sentado y acostado” y “Lloverá” fueron recuperadas por el periodista Alfredo Rosso e incluidas en el primer volumen del compilado 30 años de rock nacional en 1996. La versión encontrada de “Lloverá” sólo registra la parte instrumental, pero a pesar de la ausencia vocal de Miguel Abuelo, la grabación sigue siendo un documento único para acercarse al estilo que se volverá leyenda: la guitarra de Pappo salpica toques psicodélicos muy en la frecuencia dominante del planeta Hendrix.
Esa primera etapa de Los Abuelos de la Nada no alcanzó a cumplir un año de vida. El comienzo del fin lo provocó la compañía discográfica que, sin autorización previa, recortó a menos de tres minutos la edición de “Diana divaga”. La versión original tenía los climas psicodélicos de la época (campanas, ruidos agrietados, ecos espaciales) y la que terminó en el simple se adaptaba mucho más a las pautas de difusión radial. Miguel Abuelo perdió interés en el proyecto de grabar el disco debut y sumó una razón extra para abandonar la banda: “Cada uno tiraba para su lado, por eso antes de terminar el long play que estaba planeado yo me fui, porque me sentía encerrado en el grupo. Eran tiempos de mucha locura”, contó el cantante en una entrevista publicada por el Expreso Imaginario en 1981. “Por otro lado, Pappo quería hacer blues y para mí eso era limitar las posibilidades creativas del grupo.”
Norberto Napolitano tomó la conducción de Los Abuelos durante un breve lapso; el grupo realizó algunos shows televisivos e intentaron convencer a los directivos de CBS para retomar el proyecto del disco. El único registro que sobrevivió de esta segunda etapa de Los Abuelos de La Nada es “La estación”, un blues fundacional con Pappo en la voz que logró colarse en el compilado Mandioca Underground, un disco curado en 1979 por Jorge Alvarez y Pedro Pujó, los dueños del sello Mandioca. Paradójicamente, en ese compilado también aparece Miguel Abuelo con dos temas como solista.
Bromista, testarudo y virtuoso –no sólo en el plano musical–, Pappo vivió las primeras temporadas de la nueva escena joven como un inquieto animador que podía cambiar rápidamente de grupo como de amante. “Todas las chicas llamaban a Pappo, primero porque era un tano apasionado y segundo porque tenía un miembro importante”, dice Lernoud. Con los Abuelos disueltos, el violero formó Engranaje junto a Bocón Frascino (más tarde bajista de Pescado Rabioso) pero todo quedó en nada cuando Carlos Bisso lo invitó a formar parte de Conexión Nº 5, un exitoso conjunto de música beat. “Era un grupo híper conocido, mucho más que cualquier grupo de rock”, dice el guitarrista Héctor Starc, amigo de Pappo. “Representaban al enemigo, los comerciales, pero dentro de todo eran más honestos porque el Negro [Bisso] hacía todos temas soul: Otis Redding, Wilson Pickett, no hacían la basura que proponían Los Náufragos o Trocha Angosta o Pintura Fresca. Eran covers en inglés pero más o menos decentes.” Starc recuerda a un Pappo muy atildado y responsable durante su corta estadía en la banda de moda. “No me olvido más cuando llegaba con la ropita de Conexión Nº 5, trajecito de pana negro, camisa blanca con yabó de la que se le salía por los puñitos todo el encaje.”
Su paso por Conexión duró unos meses y no dejó ninguna grabación. En el verano de 1969, Pappo ya estaba en otro proyecto: como nuevo integrante del sello Mandioca, viajó a Mar del Plata y fue parte de una experiencia comunitaria viviendo en una casa gigante junto a otros artistas del sello y siendo el cuarto Manal por unas cuantas noches. La cosecha en la casa grabadora de Jorge Alvarez permitió el debut solista de Pappo a través de la formidable canción en piano “Nunca lo sabrán”, incluida en el compilado Pidamos peras a Mandioca, de 1970. La banda que lo acompaña está formada por los músicos de Almendra y Pappo les devolvió la atención trabajando como plomo del grupo durante buena parte de 1969. En esos días de encuentros casuales, Pappo también participó como bajista en la grabación de “El oso”, el clásico de Moris, aunque nunca se acreditó su aporte en 30 minutos de vida.
Cuando La Cueva mudó su nombre y mística a la Avenida Rivadavia, Litto Nebbia solía reunir en zapadas interminables a los hermanos Fattoruso, Ricardo Lew y Luis Alberto Spinetta. “A veces caía Pappo y pedía subir a tocar”, recuerda Nebbia, que por aquella época vivía el impasse de Los Gatos. “Ya tocaba tan bien como siempre, especialmente en los solos medio rockeros.” Durante esas noches, se selló la incorporación de Pappo a la banda más importante del rock argentino. “Tocar con Los Gatos era como tocar con Los Beatles”, dice Starc.
“Kay Galifi se había casado en Brasil y no quería volver. Así que cuando hablé con Ciro [Fogliatta], le dije que ya tenía un flaco que tocaba bien. Sólo había que comprarle una viola, porque la que tenía era mala”, dice Nebbia. La guitarra en cuestión era una preciosa Gibson Les Paul negra que Pappo usó durante décadas.
Casi como una leyenda urbana, el mundo Pappo sostiene que Norberto Napolitano le robaba los discos a Nebbia y que tocaba a desgano en Los Gatos por su idea fija de tocar sólo blues, algo que el autor de “El rey lloró” desmiente de plano: “Eso es un invento de Starc. Yo tenía como siempre buenos discos. Raros e inéditos. Le pasaba a Pappo cosas como el primero de Fleetwood Mac con el gran guitarrista Peter Green, o la banda The Electric Flag, que lideraba el inmenso Michael Bloomfield”.
Nebbia llevó a Los Gatos hacia el sonido que pedía ese momento: el poderoso arsenal de Cream fue un espejo de proyección e influencia. “Todos los temas de esos dos álbumes los escribí al momento que armamos la banda. Pappo tocaba lógicamente todos los solos, ya que era lo mejor que hacía. Yo grababa muchas guitarras rítmicas, porque había acordes que Pappo no sabía hacer”, cuenta Nebbia, sobre las grabaciones de Beat Nº 1 (69) y Rock de la mujer perdida (70), los discos en los que Pappo brilla como un guitarrista imaginativo capaz de administrar el nuevo pulso rockero de Los Gatos. Como pieza ejemplar aparece “Mujer de carbón”, el tema que mejor representa su paso por la banda. “Todo fue muy alegre y con gran camaradería, Pappo era muy divertido y ese ritmo que vivíamos era toda una novedad para él.”
En enero de 1970, pappo le dijo a la revista cronopios: “Preferí el cambio porque esto es otra cosa, puedo hacer más lo que yo quiero. Conjunto es una palabra sagrada y yo no estaba en Conexión... No iba a comer con ellos, para mí fue un trabajo solamente. En cambio aquí me siento integrante del grupo. Dejé de hacer recitales y me dedico a Los Gatos. Estoy muy contento porque somos todos iguales. Estamos cortados por la misma tijera.”
Los Gatos giraron por España y se separaron luego de una serie de recitales en el Gran Rex. El guitarrista ya tenía en mente formar un trío de blues y hard-rock. Parte de la saga que dominará la historia de Pappo durante los 70 comenzó a escribirse en Equinox, un boliche de Mar del Plata, cuando usaba los descansos de sus shows con Los Gatos para internarse con dos amigos en largas zapadas. “Tocaba con nosotros el Negro Black Amaya en batería y yo, el bajo, creo que el primer Pappo’s Blues fuimos nosotros tres”, recuerda Starc. El repertorio eran versiones libres de temas de Hendrix, Cream y, muy especialmente, The Spencer Davis Group. Pappo aún no tenía temas propios. “Jamás escuché un tema de él hasta que salió el disco de Pappo’s Blues”, dice Starc.
Alentado por Jorge Alvarez, Pappo descubrió que finalmente podía armar una banda en torno del sonido blusero que tenía en la cabeza desde los primeros tiempos de Los Abuelos. Fue como fundar su propia escuela de pensamiento, una guía para el joven rockero argentino llamada Pappo’s Blues.
Oscar Jalil
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