Los Premios Gardel y un primer paso para recuperar el prestigio
Reivindicación de las mujeres en la historia y el presente de la música Argentina. Federalización de la ceremonia. Valoración del trabajo independiente y autogestionado. Las tres consignas se repetirían como el eje tripartito sobre el cual los Premios Gardel , en su vigésimo primera edición, buscaron su necesaria lavada de cara.
Y nadie mejor que Marilina Bertoldi, la flamante ganadora del Gardel de Oro para poner el foco en la discusión sobre cuánto de este giro fue genuino o fue un mero acto de corrección política: "Es bisagra dependiendo de lo que viene", dijo en conferencia de prensa apenas terminada la entrega: "Sí, porque podemos cumplir ahora con el cupo femenino en los festivales, pero pueden venir otros 19 años sin que ninguna mujer gane un premio como este". Un manto de duda con el que tendrán que convivir los premios organizados por Capif (Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas) luego de años de desentenderse del contexto y abundar en la autocomplaciencia.
Pero la jornada en el Auditorio Ángel Bustelo de la ciudad de Mendoza comenzó mucho antes. "Por primera vez salimos de la Capital Federal", apuntó de entrada Gabriela Radice, co-conductora de la primera mitad de la ceremonia, que fue transimitida sólo por streaming antes de dar paso a la parte central, emitida por TNT para toda Latinoamérica y con la conducción de Iván de Pineda. La federalización de los premios y la búsqueda de una proyección regional, potenciada por la presencia de la cantante brasilera Anitta, se imponían como datos distintivos incluso antes de que haya sido entregada la primera estatuilla. Dentro y fuera del recinto, la decisión de trasladar el evento a otros puntos del país era bien recibida por el público y enfatizada por los artistas. La promesa de que el gesto se transforme en costumbre y las sedes varíen cada año pareció hacerse eco de esas aprobaciones. "Siempre dijimos que los Gardel eran federales", dijo Guillermo Castellani, presidente de Capif, en el escenario. "Hoy son más federales aún".
Con uno de los ejes ya establecidos, el de la valoración de las producciones idenpendientes tuvo sus bemoles. Los Premios Gardel han sido, históricamente, los premios de la industria. Una celebración en la que los sellos discográficos más grandes miden su poder dentro del mercado. Los discursos de Lisandro Aristimuño, Bandalos Chinos y La Delio Váldez enfatizando el valor del trabajo autogestionado aportaron a la discusión, aunque en las ternas más importantes y en los shows en vivo a lo largo de la transmisión, el peso de las denominadas majors (Sony, Warner y Universal) siguió prevaleciendo.
Pero la lucha más grande que tenía que dar la entrega en este intento por volver a ganar prestigio era la de reivindicar el rol de las mujeres en la escena musical argentina. Ahí estuvo puesto el gran foco durante toda la noche. Desde Lali Espósito pidiendo por el aborto legal seguro y gratuito; Miss Bolivia dedicando su premio "a las que ya no están", y Marilina Bertoldi aclarando que "le dieron el premio a una lesbiana" al recibir el Gardel de Oro, el reclamo por parte de las artistas fue, una vez más, claro y evidente. De todos ellos, el de Brenda Martín, bajista de Eruca Sativa, tal vez haya sido el más radical y, por lo tanto, atendible: que las categorías dejen de estar divididas por género masculino y femenino.
A diferencia de años anteriores, el pedido de las artistas sí encontró por parte de Capif una respuesta acorde. Teresa Parodi recibió el premio a la trayectoria; Paula Nenette Pepín (esposa de Atahualpa Yupanqui) fue recordada por su aporte a la música del gran folklorista argentino y todos los shows de la noche contaron, al menos, con una mujer al micrófono. Allí, los cruces también dejaron entrever el peso de la música urbana en el mapa global de la música popular. Primero, el rapero Kódigo se sumó con su freestyle al homenaje a Seru Giran encabezado por Salvapantallas, en uno de los momentos más logrados de la noche. Más tarde, Dak1llah, FMK y Agus Padilla se despacharon con un popurrí de clásicos del rock argentino con Escalandrum como banda de apoyo y Wos, el actual campeón la Batalla de Gallos, improvisó sobre los versos de "Cambia todo cambia", en el tributo a Mercedes Sosa que habían comenzado Víctor Heredia, Luciana Yuri y la ya mencionada Teresa Parodi.
En lo que a premios se refiere, Paulo Londra se convirtió en el artista de trap más premiado con dos estatuillas, una en la categoría Mejor Colaboración de Música Urbana/Trap por "Cuando te besé", junto a Becky G, y la otra a Mejor Canción / Álbum de Música Urbana / Trap por "Adán y Eva". "Gracias a todos los que se tomaron al menos un minuto para entrar a votarme", dijo el cantante cordobés. Casi al mismo tiempo, y sin mención alguna sobre el escenario, lanzaba un nuevo single: "Solo pienso en tí". Menos de 24 horas después, el single había superado las 5 millones de vistas en YouTube. Una de las estrellas más populares de la música actual estrenaba una canción al tiempo que recibía un premio y nadie se daba por enterado durante la transmisión. Un detalle que no es otra cosa que una nueva muestra de cómo la industria corre detrás de las nuevas lógicas de consumo y no siempre logra decodificar el fenómeno.
Pero tampoco es que los Premios Gardel estén del todo en sintonía con estilos más tradicionales. Los nominados en la categoría Mejor Álbum Grupo de Rock eran, de antemano, poco estimulantes. De los cinco contendientes, sólo dos presentaban material original (Discutible, de Babasónicos y el disco epónimo de Vanthra), dos correspondían a reversiones (Fiesta Nacional MTV Unplugged, de Los Auténticos Decadentes y 20 años celebrando, de La Beriso) y el restante era la regrabación de un disco editado hace 30 años (Haciendo cosas raras, de Divididos, titulado 40 dibujos ahí en el piso en su edición original). Cuando todo indicaba que Dárgelos y compañía se llevarían el premio, la votación otorgó un nuevo motivo de dudas cuando se anunció que Divididos se quedaba con el Gardel. Está claro: que el mejor disco de rock de 2018 grabado por un grupo sea uno que fue compuesto hace tres décadas habla mucho peor de los Premios Gardel que del estado del rock en sí.
Otra vez, para entender lo errado de la situación, nada mejor que las palabras de Marilina Bertoldi para hablar de por qué su trabajo Prender un fuego sí merecía el Gardel de Oro: "Para ser considerados buenos discos tienen que haber generado un impacto en algún grupo de personas, idealmente que sean jóvenes, o idealmente, hablar de una temática de la que nadie hable. Y este es el caso. Trae algo nuevo, y lo nuevo en este caso viene de la mano del rock, es el punto en el que se empieza dar la mano con un discurso más interesante".
Con el balance más positivo que se recuerde en muchos años, los Premios Gardel dieron un paso importante por estar a la par del espíritu y las luchas de época. Quedará por ver cuánto de lo logrado en Mendoza se mantiene en el tiempo y así lavar una imagen que viene manchada desde hace tiempo. Lo necesitan los premios pero, sobre todo, lo necesita la música argentina: una fiesta a la altura de las producciones que se replican en todos los rincones del país, que dicen e importan mucho más que lo que puedan decidir tres señores de traje en un escritorio.
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