Los Enanitos Verdes: los 40 años de su primer disco, el respaldo de un consagrado y el “trabajo de enanos” para triunfar en América Latina
Venían de Mendoza y antes de trascender las fronteras tuvieron que hacerse fuertes en Buenos Aires; grabaron su álbum debut en un pequeño sello independiente y enseguida su música empezó a sonar
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“Me siento un elegido porque, de alguna manera, es un milagro haber logrado algo, musicalmente hablando, tan bueno y haber podido, al mismo tiempo, pegar en la gente. Hay muchas bandas que no lograron tocar en el Hollywood Bowl y nosotros tocamos ahí con los Hombres G, donde tocaron los Beatles y muchos de los artistas más importantes de la historia de la música contemporánea. Fue algo increíble y cuando terminamos, en los camarines, la gente que trabaja ahí nos dijo que hacía tiempo no escuchaban cantar al público tan fuerte”.
Esto decía a LA NACIÓN Marciano Cantero en 2019, tres años antes de su muerte, en una gira que su grupo, Los Enanitos Verdes compartió con los españoles Hombres G. En aquella entrevista, previa a otra gira celebratoria de los cuarenta años de la banda, su socio Felipe Staiti agregaba: “Estar ahí y ver las fotos de los Beatles, de Jimi Hendrix, de Tonny Bennett... el Hollywood Bowl tiene una carga histórica muy grande y fue muy emocionante. Como también lo fue tocar en el Radio City de Nueva York o el Staples Center de Los Ángeles, que es como el Hollywood Bowl de estos tiempos, y en donde también se agotaron las entradas”, contaba en aquella charla con este medio.
Todo aquello había ocurrido porque tuvieron una constancia a prueba de fallos. Cuando eran adolescentes fundaron junto al baterista Daniel Piccolo un grupo que se convirtió en el gran aporte mendocino al rock argentino de la década del ochenta, ese que luego se exportó a toda América Latina y al mercado hispanohablante de los Estados Unidos. Cinco años le demandó a la banda poner un álbum en las bateas. En esta tercera década del siglo XXI, a cualquier grupo o solista que le den ese pronóstico desistiría rápidamente. Pero hace cuarenta años podía ser algo razonable para aquellos valientes que confiaban en su música. De más estás decir, por la frase de Cantero que abre estas líneas, que ellos lo estaban.
Llegaron a Buenos Aires y entre julio y agosto de 1984 grabaron en el estudio Del Cielito lo que fue la piedra basal de su carrera, un LP que llevó el nombre de la banda, con una portada que solo decía Enanitos Verdes y mostraba los rostro de sus integrantes. Por entonces eran cuatro: Cantero, Staiti, Piccolo y el guitarrista Sergio Embrioni. ¿Es su mejor disco o uno de los mejores? Seguramente no. Ni la crítica, ni los fans lo ubicarán entre los mejores. Sin embargo, al grupo le alcanzó para colar un par de canciones en las radios y proyectarse a nivel nacional.
La publicación de un primer disco, en ese momento, podía ser consecuencia de varias cosas. El instrumento para plasmar el trabajo independiente de varios años. El paso obligado luego de un boom que se genera a partir de alguna canción o de la buena convocatoria de un artista, con el solo fin de mantener en marcha la maquinaria de un éxito. La suerte de haberle caído en gracia a gente de la industria discográfica que sabe encontrar talentos. Este probablemente haya sido el punto de partida de la grabación. El grupo había sorprendido meses antes en el festival La Falda Rock y ese fue el espaldarazo que necesitaban para comenzar una nueva etapa. Después de todo, hasta ese momento no había sido un cuento de hadas. En su última etapa como trío, el grupo estuvo a punto de disolverse y con el ingreso de Embrioni tomó nuevo impulso.
Tampoco fue que llegaron a Buenos Aires con un cheque en blanco sino con la posibilidad de grabar en el estudio Del Cielito y publicar el álbum por el sello independiente Mordisco. Dejaron la cuestión artística en manos de quienes se encargaron de la producción, Alberto Ohanian y Leo Sujatovich. Quizá por eso el repertorio de doce canciones no estuvo alimentado por los temas que habían tenido cierta predica en Cuyo, durante los comienzos de la banda, sino por un material más nuevo. Entre las excepciones está “Aún sigo cantando”, tema que el grupo traía de sus entrañas y que quedó impreso en el longplay con las voces de Cantero y de David Lebón.
La canción, que terminó siendo un himno del rock mendocino, estaba cargada de nostalgia. Demasiada para unos veinteañeros que poco podían añorar. Pero su sencillez, como la de muchas otras canciones de Los Enanitos Verdes, logró que el grupo cosechara lo que había sembrado hasta ese momento. Fuera poco, fuera mucho, lo importante fue que los mendocinos habían podido dar su primera paso discográfico con una edición nacional y eso les permitió ampliar tanto la difusión de su trabajo como el público.
Si algunos discos son fotografías del momento de un artista o de una época, el debut de Los Enanitos Verdes tiene bastante que ver con esto. El primer tema, “La nena de diecisiete”, tiene ese toque de revival que se podía escuchar en otras bandas, como Los Twist (con su versión de ¿Quién puso el Bomp?, el hit de Barry Mann y Gerry Goffin), pero con una letra de Cantero, que acude al tópico del veinteañero seducido por la chica adolescente.
En la oncena que sigue suenan los rockeros (”La miraba de atrás”, “Gente incoherente”, ”No se metan más”, “Show del calabozo”), los de medio tempo (”Cambiá, volvé”, “Tengo un sueño en mi alma”) y los que van hacia la new wave (“Detrás de las ruinas”). Y había otros que ofrecían una pintura social, como “Comiendo en el plato del perro”. Tiene una frase muy curiosa que pudo haber sido escrita en estos días: “Si cuando voy al kiosco a comprar cigarrillos, la sorpresa de siempre es que el precio aumentó / Si seguimos así vamos a terminar comiendo en el plato del perro”.
“Al principio, en los 80, hacíamos giras de conciertos y de promoción, porque íbamos con el disco abajo del brazo para ver si les interesaba editarlo. Todavía el terreno era muy virgen, mucho más under y todo era a pulmón. Si bien en todos los países había bandas de rock, la Argentina fue el primero en exportarlo”, recordaba Staiti. “Fue un trabajo de enanos, realmente, y también fue como hacer un poco de patria. Pero ahora viéndolo en retrospectiva uno ve que fue un paso necesario para poder estar en el lugar que hoy estamos. Los Enanitos han trascendido las fronteras argentinas para convertirse en una suerte de referente del rock latino, de una identidad que representa, especialmente en los Estados Unidos, a quienes vivimos de este lado del mundo y cantamos en español”.
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