Los cinco momentos del show de Miguel Bosé en el teatro Gran Rex
El icono español ofreció a sala llena un concierto brillante, tras 17 años sin visitar la Argentina
Tras una prolongada ausencia de los escenarios porteños, Miguel Bosé se presentó anoche en un teatro Gran Rex a sala llena. El artista, una leyenda del pop español, desplegó a lo largo de dos horas un repaso de sus cuarenta años de historia musical con una muy buena puesta visual y performática junto a su banda de diez músicos, que lo acompaña en el tour Estaré .
Un buen comienzo: El artista abrió el concierto con una energía sonora entre el post punk, la new wave y el electro pop. Canciones como "Sereno", "Duende" y "Nena" ofrecieron la combinación perfecta para un comienzo que marcó el tono de la noche: un buen despliegue visual en las luces que ayudó a crear distintas atmósferas. Hombres y mujeres vestidos de negro que caminan como en una pasarela o se cruzan en diagonales a la manera de una puesta de danza-teatro y el aire performático que le imprime Miguel Bosé, en el centro de la escena, a cada uno de los movimientos de sus manos con aire flamenco y la plasticidad de su cuerpo. Al final de la trilogía de canciones el artista exclamó: "¡¡Por fin, por fin!!. Lo que ha costao. Son 17 años. Pero finalmente aquí estamos para celebrar algo que hemos construido entre todos", dijo el artista mientras recibía la primera ovación del público, que sonaba a bienvenida, después de tanto tiempo de ausencia en la Argentina.
Moderno y popular. Acunado entre grandes artistas del siglo veinte, empapado de los sonidos modernos de la new wave inglesa, la influencia indirecta de David Bowie y el drama de la ópera italiana, el cantante elaboró un paladar sofisticado que lo contrapesa con sus letras originales de amor fou y su afinidad con las melodías pop, como lo demuestra en canciones como "Aire soy". Mientras que en temas electro pop como "Amo", el músico revela la esencia de su misterio: "Amo aquello que no veo pero intuyo" (una frase que podría pertenecer a Fernando Ruiz Díaz de Catupecu Machu). La intensidad emocional de sus letras alterna entre el juego de seducción, la ambigüedad sexual y el lado oscuro de las relaciones en "Mirarte", donde refleja su herencia torera y flamenca: "Tirar pa'lante hasta que el corazón aguante. Sin que me importe nada, ni nadie, hasta que duela".
Un buen guión. Para Miguel Bosé un concierto no es sólo un repaso de sus canciones, sino la construcción de un universo artístico, donde la performance tiene tanto peso en la interpretación como las propias canciones. El artista plantea una puesta que trabaja sobre una dinámica bien teatral, apoyado en las tres pantallas led del fondo de escenario. A veces las pantallas funcionan como una instalación de video del MOMA, o como marco para generar puntos de fuga entre la parada de los músicos. También, juega con las asimetrías de los desniveles en el escenario, o puede ponerse barroco para quedarse estático junto a su grupo de músicos en el medio del escenario y representar con luces y sombras la estética de los pintores renacentistas. La neutralidad del color negro en el vestuario de Miguel Bosé y sus músicos, funciona como el contraste perfecto para una puesta lumínica, con distintas paletas de colores, que ayudan a completar el clima épico, intimista o nocturno de las canciones.
Himnos del corazón. "Por encima de todo lo que sepais de mí, quiero decirles que soy un hombre de paz". En ese momento Bosé, se corre del personaje misterioso y enigmático, que le regala miradas seductoras al público antes de darse la vuelta y juega con la tensión sexual de sus fans, para mostrar su rostro de hombre humanitario y más político, alineado a distintas causas sociales. "No quiero un mundo de muros, sino con puentes. Quiero decirle a la gente: "tu casa es mi casa". Porque nos necesitamos todos", dice como prólogo de la canción "Nada particular", un tema escrito en el '92, dedicado a los refugiados y desplazados por las guerras. Para el tema sube el músico argentino Nicolás Sorín, director musical de su reciente proyecto MTV Unplugged, que se sumó en los teclados para este tema y "No hay corazón que valga la pena", que, también, parece dedicada de forma indirecta a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos.
Clásicos de clásicos. "Cuando una canción suena vuelva despertar todo aquello que generó en su momento. No me hago responsable de todo lo que les pueda sucedar ahora", dice como antesala a un repaso nostálgico por sus primeras canciones con las que iniciaba su romance más inocente con el público: "Morir de amor", "Linda", "Hojas secas", "Superman" y "Don Diablo". También la lista se alterna con temas nuevos como "Estaré", una balada dedicada a sus hijos que se convertirá en un clásico de su repertorio, o himnos que lo instalaron como esa pieza clave del pop español, donde se desliza con sofisticación, modernidad y gusto popular, en "Como un lobo", la sugerente "Morena mía", la épica "Si tu no vuelves" (uno de los puntos más altos de la noche"), "Gulliver" y la dupla de temas que alimentan la fantasía de su personaje más sexual en "Bambú" y "Amante bandido". Elige para despedirse del público "Te amaré", una canción de amor clásica, como un aria de ópera. "Es una carta de amor que no escribí para nadie, pero que ahora recibirán todos ustedes", dijo el músico antes de prometer que no dejará pasar tantos años antes de regresar. Por la respuesta de la gente, la promesa se hará realidad.
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