El grupo que fundó el “chamamé tropical” y subía a los escenarios con los rostros pintados, regresó con versiones de temas famosos
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Los Cau fueron (y ahora vuelven a ser) los Kiss del chamamé tropical, porque así se los conoció cuando surgieron, a principios de los ochenta. Pero también habrá que decir que es el grupo que se atrevió a aquello que el resto nunca antes se había animado. Su historia lo confirma, desde la pintura en la cara que evocaba al grupo neoyorquino de hard rock, mundialmente famoso, hasta situaciones desopilantes que atravesaron las primeras décadas de carrera, con éxitos rotundos, especialmente en los ochenta, que le valieron cinco discos de oro y tres de platino. El regreso a los escenarios, hace un par de años y el lanzamiento de covers de Babasónicos y Maluma los pone, otra vez, en movimiento.
“Verdaderamente es una nueva etapa, con estos temas nuevos para nosotros y para nuestra historia de 45 años. Somos creadores de un estilo, el chamamé tropical. Es todo muy nuevo”, dice Víctor Morel, miembro fundador del conjunto. Don Víctor, que hoy tiene 72 años, era un muchacho de 27 cuando dejó el rock y la música melódica que tocaba en fiestas privadas para abrazar un proyecto al que pocos se le animaron. De hecho, de los músicos que integraban el grupo Base Fundamental fue el único que aceptó la convocatoria de un productor para pintarse la cara como Gene Simmons, de Kiss, y salir con su timbaleta a ponerle un toque “tropical” al chamamé. En poco tiempo consiguió al resto de los músicos para grabar el primer disco.
Nacido en Merlo, provincia de Buenos Aires y criado en Lomas de Zamora, Víctor es hijo de inmigrantes paraguayos. De ahí que, aunque la música de Creedence y los Rolling Stones era la que lo apasionaba, seguramente la polca paraguaya también se haya colado en ese estilo chamamecero tropical, con güiro, bajo, guitarra eléctrica y timbaletas, que tallaron Los Caú en sus primeras producciones discográficas.
“Con Base Fundamental tocábamos un bloque con temas de Creedence, Deep Purple y Los Rolling Stones, con una voz que cantaba muy bien en inglés. Y con el tiempo se sumó Antonio Ríos, con el que hacíamos otro bloque melódico. Con Antonio fuimos al colegio juntos. Pero un día nos escucha el productor Américo Cardinale, cuando tocamos en un hotel importante de Constitución. Él quería un chamamé más arriba, no tradicional. Esa fue su propuesta.
–Pero hasta ese momento nunca habían tocado chamamé...
–No. Y el único que aceptó fui yo. El resto de la banda no. Me fui del grupo y le dije a Don Américo que yo no tenía problemas. En ese momento él era productor discográfico del sello Irupé. Fui consiguiendo a los músicos, como Marcelo Videla, gran acordeonista. Salió la primera placa y como todavía no teníamos a todos los integrantes, la tapa del disco apareció con la imagen de una pareja bailando.
–¿Cómo fueron esos primeros años?
–Nos decían que tirábamos abajo al chamamé. Que lo estábamos difamando. Nada que ver. La gente, luego, se enganchó mucho. Siempre se respetó a los autores de la música. Buscamos los tradicionales, obviamente, los chamamés más movidos.
–¿Por qué el rechazo? ¿Por escuchar una timbaleta?
–¿Y estos, de donde salieron?, decían. Y no nos pasaban los temas en la radio.
–¿Cómo se impusieron?
–De a poco. Incluso costaba conseguir integrantes que se pintaran la cara. A algunos les daba vergüenza.
–Hubo otros hechos para los que se necesitaba perder la vergüenza y apelar al humor. Cuando hicieron Los Caú en Obras, que no era el estadio para shows, o una sesión fotográfica vestidos de sodados, pero la discográfica consideró que no era el mejor momento, en tiempos de alzamientos carapintadas. O su encuentro con los músicos de Kiss.
–Muchas cosas nos sorprendieron en ese tiempo, también tocando. Íbamos a Santiago del Estero y no dormíamos más de dos horas por día, por la cantidad de shows que teníamos. Quizás tocábamos en un lugar a la noche y, para la época de carnaval, teníamos otro show en un festival que se hacía de día. A Santiago del Estero le estamos muy agradecidos por su apoyo incondicional.
–¿Pudieron tocar en Corrientes, cuna chamamecera?
–Tocamos una vez en Sauce y fue una experiencia muy emocionante. Porque, primeramente, no querían saber nada, y la gente que nos contrató no sabía que iba a pasar con el público tradicional. Pero se animaron a llevarnos. Y fue todo muy bien, no sé si fue por la expectativa, porque en aquel momento sonábamos mucho y estábamos en televisión. Por ejemplo, un sábado estábamos tocando en Bariloche y el domingo teníamos que tomar un avión y volver a Buenos Aires para estar en Feliz Domingo, donde tocábamos siempre. En caso de Sauce, Corrientes, tuvo mucha expectativa, y hasta se contrató más seguridad, por las dudas. Yo apenas subí al escenario dije que no íbamos a embarrar al chamamé, todo lo contrario. Solo le dimos un estilo más arriba para que también lo acepte la juventud. Fue una muy buena experiencia. Ahora esperamos volver a Corrientes este verano.
–Cuénteme la anécdota de Los Caú en Obras...
–Íbamos a sacar un disco. Era una época donde estaba muy de moda tocar en Obras. Todas las bandas tocaban ahí. Esta fue una idea de los productores, estos que con el tiempo luego hicieron el sello Leader Music. Al tiempo de que la pegaron con Los Caú, fundaron esta compañía. Un día Kuky Pumar, presidente del sello, nos dice que fuéramos a la casa que estaba todavía construyendo. “Comemos un asado y luego ustedes se maquillan, se ponen mamelucos y hacemos fotos con herramientas”. Así salió Los Caú en Obras. La que no salió fue la de las fotos que hicimos en un cuartel. Pero en ese momento estaba el tema de los carapintadas. Fue una lástima, pero se corría riesgo de tener problemas. Solo quedaron las fotos de recuerdo.
–¿Qué pasó en los noventa, ya sin su productor, Américo?
–Seguimos haciendo bailes, aunque no tuvimos tanta difusión. Ya Leader Music tenía otros artistas y se escuchaban otros estilos con los que se facturaba más.
–En el último tiempo estuvo alejado de los escenarios por un accidente, ¿cierto?
–Sí. Cruzando una avenida, en Lomas de Zamora (Hipólito Yrigoyen y Boedo). Me levantó un auto, mientras cruzaba en el semáforo, con la luz a mi favor. Según el conductor, no me vio. Me rompió los dos brazos, las piernas y un hombro. Tengo más clavos que una ferretería. Con eso estuve cinco años. Pasó hace siete u ocho años. Después vino la pandemia.
–Y volvió a tocar...
–Sí, cuando no tengo algún evento el fin de semana no sé qué hacer. La banda, con el accidente y la pandemia, se disolvió. Pero un día me vino a visitar Fernando Silva (uno de los guitarristas históricos del grupo). Me preguntó si quería volver. Y volvimos. Primero hicimos un disco que me grabó uno de mis hijos. Porque ellos, Omar y Damián, también son músicos, comenzaron en el grupo Ráfaga. Ellos antes de eso tocaban conmigo. Damián tiene una sala de grabación en la casa y una vez me dijo: “Dale, déjate de embromar, vení a grabar un disco”. Y así salió el disco de Víctor Caú.
–¿Cómo fue lo del programa El Rayo y la segunda visita de Kiss?
–A nosotros no se nos hubiera ocurrido jamás, pero la gente del programa El Rayo quiso que fuéramos para una juntada. Esteban Prol, que era el conductor, fue nuestro traductor de inglés. Uno de ellos le preguntó a Esteban si nosotros habíamos salido primero. Y luego gritaron Los Caú, muy fuerte. No me lo olvido más, la única banda de la Argentina que tuvo esa posibilidad.
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