La banda cordobesa desembarcó en México gracias a Los Auténticos Decadentes y ya es un fenómeno en el país del Norte a la altura de sus padrinos; son los 12 mismos desde el secundario, cuando arrancaron hace ya 24 años
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CÓRDOBA.- Son una docena arriba y abajo del escenario porque se mueven como grupo. A tal punto se manejan de esa forma que en una agencia de marketing un psicólogo les terminó haciendo terapia grupal. Los Caligaris llevan 24 años juntos con una estabilidad envidiable para la Argentina: son los mismos hoy que los que arrancaron. Nunca se separaron, nunca ninguno decidió que le iría mejor como solista. Armaron la banda cuando estaban en el secundario, casi como un juego y después de todo este tiempo llenan estadios en diferentes ciudades de Latinoamérica. En México –a donde desembarcaron apadrinados por Los Auténticos Decadentes- son furor. Y también son profetas en su tierra.
Agustín Cuadrado, Armando Mansilla, Diego Pampiglione, Gabriel Garita Onandía, Juan Carlos Taleb, Lautaro Bartoli, Federico Zapata, Marcos Ozzamis, Mariano Baigorria, Martín Pampiglione, Ramiro Ambrosi y Valentín Scagliola forman esta banda, que mezcla ritmos de todo tipo en shows que tienen aires de circo y divierten a chicos y grandes. La última incorporación del grupo fue Mariana Pellegrino.
Scagliola, el tecladista, cuenta que en el barrio le dicen “Caligaris” como si ese fuera su apellido. Es lo que terminó pasando, un poco, con todos.
Caligaris es, en realidad, el nombre del payaso cuya leyenda se relataba en el circo de los Hermanos Muñoz, de donde provienen los hermanos Pampiglione. La historia que fue pasando de unos a otros dice que el payaso murió mientras estaba en escena, pero decidió disimular su agonía entre piruetas. “Cuando tuvimos que bautizar la banda, decidimos homenajearlo, quedarnos con esa idea de divertir hasta el final –apunta Diego Pampiglione-. Y es verdad que ya casi es un apellido, somos más que amigos, hermanos”.
Para la entrevista con LA NACION la banda está en la sala de ensayo, en estos tiempos se dedican a componer. Preparan nuevas canciones, quieren sacar un adelanto de su nuevo disco en setiembre y, completo, presentarlo el año que viene. Esperan festejar sus 25 años con shows en vivo. Quieren viajar, volverse a subir a los escenarios. “Esa es la vida del músico y es la que queremos recuperar. Todo este tiempo hemos grabado, hecho entrevistas, streaming y en el verano coqueteamos de nuevo con la gente mientras se pudo”, resume Martín Pampiglione. Para la vuelta, admiten, todavía no tienen un show diseñado.
Es “temporada de canciones”, afirman y coinciden en definir esa búsqueda como estar “al frente de un precipicio y pensar: ‘ahora qué hago’”. Componen, también, colectivamente, trabajan sobre las sesiones, colaboran, van haciendo arreglos. “No hay una fórmula”, aporta Taleb, quien reconoce que con el paso de los años fue “mejorando el olfato”.
Es que “Nadie es perfecto” –un gran éxito que lograron con su primer disco de 2002- no fue, para ellos, una “apuesta” a que llegaría al público. “Era un chiste que hacíamos en los asados. La metimos en el disco dos semanas antes de terminar. No tiene casi arreglos”, se sincera Scagliola sobre la historia del “Negro Cara e Pipa”.
“Nunca nos separamos porque en la banda cada uno se expresa como quiere, tiene la posibilidad de aportar lo que haría si fuera solista –retoma Martín Pampiglione-. Somos amplios en lo musical, así que los aportes son bienvenidos, somos democráticos, todo lo resolvemos entre todos. Hemos crecido juntos y también aprendimos a ordenarnos”.
Hace unos años fueron a una agencia a diseñar un flyer y llegaron todos juntos –”somos raros en nuestro accionar”, reconocen- y entre los que trabajaban en el lugar había un psicólogo que les preguntó si habían hecho terapia. Hicieron sesiones individuales, subgrupales y todos juntos. Además de la experiencia “enriquecedora”, la historia dio nombre al disco “Circología” (que en un principio se iba a llamar Pscircología). “No somos muchos, no somos pocos, pero estamos todos locos”, cantan ahí.
Escenarios y amistad
Por México ya realizaron más de 15 giras, celebraron sus 20 años en el Palacio de los Deportes de ese país (hicieron u DVD en vivo con ese concierto) y ya les es costumbre llenar el Auditorio Nacional. Realizaron giras por Europa y por Estados Unidos; les va muy bien en Nicaragua, Costa Rica, Guatemala, Paraguay, Bolivia, Chile y Ecuador. Disfrutan del contacto con otros artistas, sea compartiendo shows o espacios comunes en festivales. Para tocar junto a otros “siempre tiene que haber una conexión, onda, pero a veces hay gustos personales que nos damos”, sostienen.
La primera vez que se presentaron en México fue en una gira con “Los Deca” –como ellos llaman a Los Auténticos Decadentes-. “Iban multitudes. La segunda tocamos para menos, la tercera eran 200 y a los dos años estuvimos 13 horas firmando autógrafos”, describe Diego Pampiglione. Las 13 horas fueron exactamente ese número. La pandemia llegó después de un gran 2019, con giras por México, Chile, Colombia, Costa Rica y Estados Unidos.
Mencionan que usaron “cientos de horas de colectivo” tratando de descubrir por qué entraron con “tanta fuerza” en México. No lograron descubrirlo, pero sí tienen la hipótesis de que el rock latinoamericano “de Chile hacia arriba” tiene más mezcla del folklore de cada país, “es más caliente, con instrumentos tradicionales latinos... un poco como Los Deca”.
Martín, el otro Pampiglione, añade que los mexicanos los reciben “con los brazos abiertos. Es difícil de rotularlo”, dice aunque subraya que en el resto de los países tienen “mucha aceptación, mucho cariño”. Están convencidos de que aunque son una fusión de ritmos –ya se “acomodaron” y ahora no mezclan “varios en la misma canción”- tienen “identidad argentina y cordobesa”. En el escenario hablan de “alfajores, chinchulín y fernet” y usan la camiseta celeste y blanca con la cara del payaso que los representa impresa.
“Para el de afuera el esterotipo argentino es la gente de Buenos Aires –indica Taleb-, así que cuando nos marcan que no hablamos igual contamos que somos de Córdoba”. Y lo demuestran con algunos modismos tradicionales de la provincia. Insisten en que las giras les permiten “aprender y crecer” y se autodefinen como una “banda movediza, curiosa, inquieta”.
Hasta el cuarto disco mezclaban los ritmos sin una lógica clara, era un “mejunje de todo pero después logramos ordenarnos un poco más”. Los Caligaris juran que en la banda no todos opinan “lo mismo sobre cada tema”, pero que se llevan “muy bien” porque siempre encuentran espacio para divertirse. En definitiva, de eso se trata la esencia de esta banda que mixtura pasión por la música, la cultura clown y el pícaro humor cordobés.
“Es un trabajo, por supuesto, pero nos divertimos a tal punto que el año pasado, en plena pandemia, nos disfrazamos e hicimos lo nuestro porque extrañábamos. Esto es lo que somos. Tuvimos momentos malos, malísimos, buenos y muy buenos, pero siempre estamos pechando del mismo carro”.
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