Hay especiales dedicados a discos de Axel Krygier, Kevin Johansen, Lisandro Aristimuño, Ana Prada, Martín Buscaglia y Diane Denoir y Eduardo Mateo
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Al momento de celebrar no hacen faltan números redondos. Hoy se puede decir que hace algo más de veinte años nació el sello discográfico Los Años Luz que, a lo largo de esas dos décadas construyó un exquisito catálogo discográfico. Fue en 1999 cuando Nani Monner Sans y Javier Tenenbaum, inspirados en una película de Alain Tanner, fundaron el sello y concretaron este proyecto dedicado a la música popular independiente en el sentido más amplio de sus formas y estéticas.
Nada mejor que celebrar la publicación de un disco y el esfuerzo de un sello en tiempos donde la idea de álbum se desvanece y se imponen los artistas de uno o dos hits. El festejo es un podcast, con el periodista Humphrey Inzillo como anfitrión, donde muchos músicos hablan de sus primeros discos. Los Años Luz Podcast ya está disponible en Spotify. Echale Semilla, de Axel Krygier; The Nada, de Kevin Johansen; Azules Turquesas, de Lisandro Aristimuño; Soy Pecadora, de Ana Prada; Somos libres, de Martín Buscaglia; Inéditas, de Diane Denoir y Eduardo Mateo. Estas son algunas de las producciones en las que se ha puesto la lupa.
“Además de una garantía de calidad, Los Años Luz ha sido también una fuente inagotable de alegrías. La clave está en el amor y el buen gusto (una expresión tan subjetiva como pertinente) con los que Nani y Javier modelaron su catálogo. Una curaduría melómana, elegante, ecléctica y caprichosa desde su génesis”, sostiene Inzillo.
Cada episodio repasa la historia del álbum en la voz de sus protagonistas, y también incluye testimonios del músico Alejandro Terán, el periodista Fernando Sánchez (Kevin Johansen), la cantora Liliana Herrero (Lisandro Aristimuño), la cantautora uruguaya Florencia Núñez (Ana Prada), el productor Javier Tenenbaum (Martín Buscaglia) y el musicólogo y crítico Guilherme de Alencar Pinto (Diane Denoir y Eduardo Mateo).
“Hoy se respira viento sur/ ese que nace del frío/ Horno de barro calienta el sol/ de los lugares perdidos/ Vuelve la calma de tu voz/ con la corriente del río/ Manto de cielo sobre el tendal/ teje tu nombre y el mío”.
Eso cantaba Lisandro Aristimuño en su primer disco, Azules turquesas (2004). El cantor patagónico había llegado desde Viedma a Buenos Aires y comenzaba a mostrar sus canciones para hacerse un lugar en la escena porteña. Así lo recuerda en el podcast: “Este es un disco que quiero un montón. Es como un hijo. Sin ese no hubieran venido los demás. Lo grabamos en tres días en un estudio que tenían en Buenos Aires unos amigos del Valle Medio de Río Negro. Básicamente grababan bandas de reggae pero como me vieron tocar en un barcito de Palermo me ofrecieron, de onda, tres días de estudio gratis. Más o menos lo tenía armado en maquetas y pudimos lograrlo. Salí a repartir discos con mi teléfono y mi email escrito en fibra. Jorgela Argañarás me recomendó que lo llevara a Los Años Luz y a las pocas semanas me escribieron y me dijeron que les había encantado el disco y que me querían ver en vivo. Cuando salió fue una felicidad tremenda”.
Un dato de la trastienda
El tema que terminó dándole título al álbum (”Azules turquesas”) surgió en el último día de grabación. Aristimuño lo tenía en su computadora pero consideraba que no era para ese disco que estaba grabando. A último momento el destino del tema cambió. “Siempre tuve una conexión fuerte con esa gama de colores”, dice el cantautor.
Liliana Herrero agrega sobre este disco: “Cuando Azules turquesas llegó a mis manos me impactó. Había una búsqueda explicita de algo novedoso, había tecnología e instrumentos comunes. Al mismo tiempo lo escuchaba y decía, ‘esto no es un universalismo tonto’. Acá hay algo que proviene de un lugar, que tiene un territorio y la voz preciosa de Lisandro. Eso es una conjunción sorprendente. Acá hay algo que, al menos a mí, me movilizó”.
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