Bob Dylan cumple 80 años y lo celebramos con 80 de sus mejores canciones
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¿Dónde queda Duluth, una ciudad de nombre cerrado como la noche de 85 mil habitantes? El dato no es muy relevante sino fuera porque allí nació un 24 de mayo de 1941 Robert Allen Zimmerman, lo que viene a decir que hoy Bob Dylan está cumpliendo 80 años.
Con un seudónimo que nunca fue del todo revelado, acompañado de una voz nasal a contramano de lo melodioso, guitarra acústica y armónica, Dylan editó su primer álbum en marzo de 1962 abriendo de una patada la puerta para que la música pop cambiara para siempre. Son seis décadas de giras y grabaciones las que lo traen íntegro, en su nivel artístico más alto, de vocero generacional a Premio Nobel de Literatura, hasta nuestros días.
Ayer nomás, en marzo de 2021, con la pandemia ya desparramada por todo el mundo, estrenaba en las plataformas de streaming (un formato de ciencia ficción para la tecnología de su juventud) una canción épica de 17 minutos llamada “Murder Most Foul” en la que la historia contemporánea de los Estados Unidos y la de la cultura pop se fundían con las escrituras de Shakespeare. Dylan le dio a la música pop un aliento narrativo impensado que empujó a los Beatles a expandir la frontera de lo que podía decirse en una canción y su influencia en la cultura de la segunda mitad del siglo XX es comparable a la de Andy Warhol o Federico Fellini. Aquí se eligieron 80 de sus grandes creaciones entre himnos generacionales, canciones de amor y devoción, visiones y el propio inventario de su vida y carrera. A seguir soplando en el viento porque la ruta nunca termina...
Himnos: canciones de protesta y manifiestos generacionales
1. “Blowin’ In The Wind” (The Freewheelin’ Bob Dylan, 1963). Clara y fresca, la voz de un Bob Dylan que apenas pasaba los veinte años abre un nuevo camino para la música popular al acercar la vibración anónima del folk a la cultura pop. Un éxito en las voces de Peter, Paul and Mary que lo definió como “el” autor de su generación, aunque el joven Dylan delegaba en el viento las respuestas para las nueve preguntas (empezando por la eterna “¿Cuántos caminos tiene que transitar un hombre para ser llamado hombre?”) que escribió de un tirón inspirado en un himno contra la esclavitud llamado “No more auction block” (escuchar su versión en vivo en The Bootleg Series).
2. “Masters of War” (The Freewheelin’ Bob Dylan, 1963). “Esta guitarra mata fascistas”, llevaba escrito el instrumento del trovador Woody Guthrie a principios de los años 40. En “Masters of War”, Dylan, su heredero pop, pone en música y palabras un sentimiento antibélico que no podría caracterizarse como pacifista sino que es pura enjundia al punto de desearles la muerte a las cabezas del complejo militar-industrial. Encrespado, siguiendo el rasgueo monótono de dos acordes, Dylan canta una letanía que tiene a la inminencia de la catástrofe nuclear como marco.
3. “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” (The Freewheelin’ Bob Dylan, 1963). Sobre la misma plataforma y en el mismo disco, Dylan escribía su mayor himno de protesta que llegaría intacto a nuestros días en la interpretación de una de sus mayores discípulas, Patti Smith. Es la voz de un hombre joven de poco más de veinte años que se alza con la autoridad de un profeta (“¿Poeta o Profeta?”, se preguntaba la edición argentina de un vinilo suyo, en 1966) ante la inminencia del apocalipsis. Siete minutos de advertencia severa (“Me he adentrado diez mil millas en la boca de un cementerio y sé que la lluvia que va caer va a ser fuerte”) sobre esa lluvia que no tiene la forma de una precipitación sino de una catástrofe de la que no se vuelve.
4. “The Times They Are A-Changin’” (The Times They Are A-Changin’, 1964). A solo dos meses y días del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, el tercer álbum de Dylan lo posiciona como el “spokesman for a generation” (vocero generacional) por los versos que deja caer en esta canción que también da nombre al álbum. Con la cadencia de un bardo y el característico sonido callejero de su armónica (que replica desdibujada la melodía) Dylan estampa un friso de época: “Vengan escritores y críticos que profetizan con sus plumas/mantengan los ojos abiertos porque la oportunidad no se repetirá/El ahora perdedor será el que gane después/porque los tiempos están cambiando”. Bíblico.
5. “Chimes Of Freedom” (Another Side of Bob Dylan, 1964). Lo que empezó como un breve poema en torno a la conmoción por el asesinato de Kennedy terminó como una de las mejores letras de Dylan poniéndole a eso de que “los tiempos están cambiando” una imaginería visual en la intersección de la poesía beat y la canción folk. Los “tañidos de libertad” abrían los ojos del poeta que describía: “Destellando por los guerreros cuya fuerza no es para luchar/destellando por los refugiados en el inerme camino de la huida y por cada uno de los desvalidos soldados en la noche y nosotros contemplamos los repiques de libertad llameando”.
6. “Tombstone Blues” (Highway 61 Revisited, 1965). El country-rock bien pudo empezar con esta canción donde el sonido acústico se entrevera con las intervenciones agudas de la guitarra eléctrica de Michael Bloomfield. Queda claro que así como hay una poesía hay un sonido Dylan, sobre todo cuando en el puente se advierte el órgano acuoso de Al Kooper. Una topadora que se prende fuego en sus palabras: alegorías sobre la violencia de poder donde Juan el Bautista es puesto a torturar y Jack el Destripador tiene un cargo en la Cámara de Comercio. Adiós al cantautor de Greenwich Village, bienvenido el flamígero poeta de la contracultura.
7. “Ballad of a Thin Man” (Highway 61 Revisited, 1965). Al Kooper, que establece un contrapunto de órgano con el piano con el que el mismo Dylan abre la canción, dijo alguna vez que “Ballad of a Thin Man” era lo más sofisticado que se había grabado en el sexto álbum del bardo. La letra recuerda a un hito de la historieta argentina: Las puertitas del Señor López, que publicaba la revista Humor a fines de los 70. López quedaba atrapado en un mundo incomprensible y lo mismo le pasaba al Jones de Dylan, retrato de un burgués perdido en la nueva sensibilidad de la contracultura. “Algo está pasando y usted no sabe de que se trata, ¿O acaso lo sabe Mr Jones?”
8. “Like a Rolling Stone” (Highway 61 Revisited, 1965). El cuento de los 60 bien puede empezar con el disparo de la banda que rezuma toda la época en un murmullo sónico (la complicidad eterna de Al Kooper y Michael Bloomfield). Más aún, Dylan eligió la forma atávica “Había una vez…” para inicialar la letra que, como la de “Blowin’ in the wind”, traía preguntas incómodas en el inolvidable estribillo: “¿Qué se siente, estar sin una casa, como un completo desconocido, como un canto rodado?”. Todo lo que está tocado y cantado en esta, la canción más emblemática de toda la discografía de Dylan, parece estar sucediendo ahora una y otra vez, cada vez que se le da play. Es pasado, presente y futuro de la cultura pop.
9. “Forever Young” (Planet Waves, 1974). Grabada con The Band, “Forever Young” viene en dos velocidades: slow y fast. Dylan hizo público que estaba escrita para su hijo Jesse pero es imposible no advertir aquí una suerte de balance de los años que fueron entre el verano del amor y el derrumbe de una generación entera en Vietnam. La instrumentación es exquisita (el arreglo de mandolina superpuesto a las guitarras) y Dylan deja caer otro de sus slogans inoxidables: “Acaso tengas una raíz fuerte para cuando los vientos cambien de rumbo”. Muy versionada también con mención especial para el cover que hicieron The Pretenders con una inmejorable Chrissie Hynde.
10. “Hurricane” (Desire, 1976). Rubin “Hurricane” Carter fue un boxeador negro condenado a cadena perpetua por un presunto triple homicidio cometido en 1966. Dylan tomó partido por su inocencia y organizó dos conciertos en su beneficio además de escribir esta canción junto al director de teatro Jacques Levy. “Esta es la historia del Huracán/El hombre al que culparon las autoridades/por algo que nunca hizo/lo pusieron en una celda de prisión/pero pudo haber sido el campeón del mundo”, cantaba, contaba Dylan en su regreso a la protesta pura. En 1988, el boxeador fue declarado inocente y murió en 2014.
11. “I Shall Be Released” (The Bootleg Series Vol 1-3, 1991). Uno de sus mayores clásicos en vivo representa la simple declaración de un preso ansiando su libertad. No es este el Dylan surrealista de “Gates of Eden” o “Visions of Johanna” sino uno que, según el testimonio de Allen Ginsberg, estaba en la búsqueda de una comunicación más directa. Grabada con The Band en 1967 para el álbum Basement Tapes fue editada primero por el grupo en el memorable Music From Big Pink como un góspel etéreo de inflexiones country. Un himno tiempo completo de puro Dylan, sin diluir.
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12. “Song to Woody” (Bob Dylan, 1962). Tan pronto como le fue posible, Dylan dejó claro que su maestro era Woody Guthrie (1912-1967), de quien había tomado la antorcha de la canción folk (del pueblo) como mecanismo de justicia y denuncia o protesta. Para homenajearlo en su primer álbum, el joven Bob recurrió a una de sus estrategias artísticas básicas y modélicas: la apropiación. Aquí montó su elegía (“Oye Woody te escribí una canción sobre un mundo que parece estar muriendo y todavía no nació”) sobre una vieja tonada (“1913 Massacre”) de Guthrie. David Bowie ocupó su lugar cuando le escribió “Song for Bob Dylan” en el álbum Hunky Dory, diez años después.
13. “Corrina, Corrina” (The Freewheelin’ Bob Dylan, 1963): Parte de la maestría del joven Dylan estaba en su capacidad para traducir a la lingua franca del pop voces y fantasmas de un pasado mítico de la canción rural. La melodía de “Corrina, Corrina” se había escuchado más o menos de la misma manera en grabaciones viejas de Blind Lemmon Jefferson, Chet Atkins y Big Joe Turner, quienes la habían incorporado a su vez del songbook primigenio del country y los blues. Dylan la entiende como una melodía silvestre de rock and roll e incorpora por primera vez una batería en su módico botiquín de guitarra, voz y armónica.
14. “The Lonesome Death Of Hattie Carroll” (The Times They’ re A-Changin, 1964). En una especie de canción-cuento que signaría el estilo de Dylan (“Hurricane”, diez años más tarde), el trovador folk tomó la historia de Hattie Carroll, una mujer negra de Baltimore, madre de nueve hijos, quien había sido asesinada a golpes por un blanco que pasó seis meses en la cárcel hasta ser absuelto por falta de evidencia. Dylan altera algunos datos de la historia porque le interesa menos la crónica que dejar grabada una metáfora sobre las diferencias raciales y de clase en los Estados Unidos. Murder Ballad y audio cuento, todo en uno.
15. “Maggie’s Farm” (Bringing It All Back Home, 1965). La conversión de Dylan a la electricidad que terminó en escándalo en el Festival de Newport empezaba, sin embargo, montada sobre la vieja tonada folk “Down on Penny’s Farm” que denunciaba los malos tratos de un patrón. Llegó mucho más rockera al álbum y así es como la conoció, entre tantos otros, el joven Obama que la usó como estímulo en su iPod durante la elección de 2008. “Debo tener 30 canciones de Dylan en el iPod pero mi favorita en tiempo de elecciones es ‘Maggie’s Farm’”, le dijo a Rolling Stone entonces.
16. “Highway 61 Revisited” (Highway 61 Revisited, 1965). Lanzada por el soplido de un silbato de policía sugerido por el productor Bob Johnston en lugar de la armónica, es aquí donde lo sacro y lo profano se funden en un boogie alucinado en el que Dios y Abraham son puestos a recorrer la ruta 61 que une Minnesota, el estado donde Dylan nació en la remota Duluth, con New Orleans al Sur.
17. “Subterranean Homesick Blues” (Bringing it all back Home, 1965). Su pirotecnia de aliento beatnik-surrealista es la que termina el trabajo que habían empezado Jack Kerouac y Chuck Berry y es en esa intersección donde Dylan se vuelve tan poderoso y único. Los textos sagrados de la joven América se estaban escribiendo On the Road…La canción es vértigo puro, un rock and roll erudito que quita el aliento de solo intentar seguir la letra (Dylan lo llevaría a una suerte de video clip legendario en el que deja caer palabras como en un scrabble).
18. “John Wesley Harding” (John Wesley Harding, 1967). “John Wesley Harding fue un amigo de los pobres” canta Dylan acerca de un legendario bandido del siglo XIX en el que atribuye virtudes novelescas como aquella de que “nunca lastimó a un hombre honesto”. Es una evocación arquetípica y apócrifa del oeste aproximada a la que Borges hiciera de los cuchilleros. Al auténtico Wesley Harding se le achacaban unas 40 muertes incluida la de un sheriff que lo llevaría a la cárcel por 16 años. Grabada en Nashville con la compañía de Kenny Buttrey (batería) y Charlie Mc Coy (bajo) es pura mitología western acompasada por una música de austeridad franciscana.
19. “I Dreamed I Saw Saint Agustine” (John Wesley Harding, 1967). El martirologio de San Agustín es traspolado por Dylan en esta balada a la historia de Joe Hill contada por décadas en un standard de la música popular rural estadounidense. Se trataba de un defensor de los derechos laborales y trovador acusado de homicidio doble que, acorde a la leyenda, fue ejecutado en público. “Soñé que veía a San Agustín/Vivo, con un aliento ardiente/Y soñé que estaba entre los que lo condenaron a muerte/Y me desperté enojado/Tan solo y aterrorizado”. Una mitología reemplazada por otra para fundar una nueva y propia.
20. “Romance in Durango” (Desire, 1976). “No llores mi querida, Dios nos vigila/Agárrame querida” se le escucha cantar a dúo con Emmylou Harris en su único estribillo en español en una canción que tiene al largo desierto en diapositivas que evocan la América colonial arropadas por sonoridades tex-mex (acordeón, trompetas). La travesía, siempre, está en las palabras: “Más allá de las ruinas aztecas y los fantasmas de nuestra gente/el golpe de los cascos suena como castañuelas contra las piedras/Por las noches sueño con las campanas en el pueblo y veo la cara ensangrentada de Ramón”.
21. “Blind Willie McTell” (The Bootleg Series Vol 1-3, 1991). Una canción en la que Dylan rinde homenaje a Blind Willie McTell (1898-1959), un bluesman que acaso inspiró también su concepto de “Never Ending Tour” con una vida errante que mantuvo hasta las últimas consecuencias. Quedó afuera de Infidels, lo que es curioso porque está por encima del nivel del álbum producido por Mark Knopfler. Esta versión de piano y guitarra se cuenta, por lejos, entre lo mejor que Dylan haya compuesto y grabado en una década difícil para él como los 80. “Viajé por el este de Texas donde muchos mártires cayeron y solo puedo decir una cosa, nadie canta el blues como Blind Willie Mc Tell”, canta él.
22. “Jim Jones” (Good As I Been To You, 1992). Entre Under The Red Sky y Time Out of Mind, Dylan volvió al principio: dos discos enteros de versiones de tonadas folk arcaicas con la compañía mínima de guitarra y armónica. “Jim Jones at Botany Bay” es una balada australiana del siglo XIX que narra la épica de un convicto en viaje desde Gran Bretaña a Oceanía y que los Bushwackers recuperaron en 1974. Dylan, que se había atribuido el arreglo tuvo que reconocer el crédito al australiano Mick Slocum, aunque la original datada hacia 1830 perdió su forma en los Estados Unidos entrado el siglo XX.
23. “Nettie Moore” (Modern Times, 2006). “Caminaría a través del fuego ardiente/si supiera que al otro lado estás vos, nena” canta Dylan en otro ejemplo mayúsculo de apropiación y reescritura. En este caso tomando algunas de las ideas originales de “Gentle Nettie Moore” una tonada de 1857 adjudicada a Marshall Pike y James Lord Piermont que transformó en una suerte de diario de gira de un cantante que es él y no. Un puente entre el siglo XIX y el XXI, que ningún otro músico popular fue capaz de construir. Como todo el álbum, la canción es pura nocturnidad sincopada en un golpe de tambor seco que opera como una especie de sentencia.
24. “Pay in Blood” (Tempest, 2012). “Se llama tradición y es de lo que me ocupo”, explicaba Dylan a Rolling Stone acerca de esta canción en la que encarna una voz pérfida montada en un riff que los Stones ya hubieran querido tener en los últimos veinte años o más. Sin una referencia explícita, “Pay in Blood” se ocupa del sustrato mafioso de la política norteamericana y del gangsterismo como parte del contrato social del país. Tal la sustancia de un álbum como Tempest que abría su sexta década como artista. Las guitarras de Charlie Sexton y Stu Kimball construyen una pared de electricidad añosa, vintage.
25. “Murder Most Foul” (Rough and Rowdy Ways, 2020). En plena pandemia llegó la noticia sobre una nueva canción de Bob Dylan anticipando su nuevo álbum. No solo era material de estudio flamante sino que duraba 17 minutos, lo más largo que hubiera grabado jamás. Como en el principio de su discografía Dylan volvía sobre el asesinato de Kennedy como mito y trauma de la historia moderna de los Estados Unidos y el mundo pero entremezclado con los textos de Shakespeare (“Murder Most Foul” está escrito en la escena quinta del primer acto de Hamlet) y una suerte de disección histórica de la música popular y la cultura pop de los últimos sesenta años.
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26. “Rainy Day Women #12 & 35” (Blonde on Blonde, 1966). El asombroso álbum doble abría con esta marcha paródica en la que el estribillo “Everybody must get stoned” parece aludir al hedonismo de la contracultura (“Todos deberían estar colocados”), cuando en realidad se trata de un texto bíblico (los Proverbios) apropiado para la causa narrativa del ya entonces ícono pop. Se escucha extravagante y fellinesca con esa instrumentación como de banda militar, desarrapada idea del productor Bob Johnston (Leonard Cohen, Simon & Garfunkel), héroe anónimo por detrás de este estridente número 2 del ranking.
27 “All Along The Watchtower” (John Wesley Harding, 1967). No sólo Jimi Hendrix hizo suya esta canción a los seis meses de que fuera editada sino que ejecutó en ella uno de sus solos más inspirados e inalcanzables. Dylan la había escrito en el parate de su accidente de motocicleta en julio de 1966, cuando se dedicó por completo a la vida doméstica. La versión de Hendrix (que cambió para siempre la forma en que Dylan la había grabado) se asocia a Vietnam, pero Dylan parece haber adaptado un texto del Antiguo Testamento para escribirla: El Libro de Isaías.
28 “Knockin’ on Heaven’s Door” (Patt Garrett & Billy The Kid, 1973). Acaso la canción más versionada de Dylan (se cuentan 62 que van de Television a Guns N’ Roses pasando por Abril Lavigne, Siouxsie and The Banshees y Brian Ferry) fue compuesta para el western (una obsesión cultural americana) de Sam Peckinpah y en su simpleza refleja el sentimiento de un forajido sin escape. “Madre pon mis armas en el suelo que no puedo usarlas más/ es como golpear las puertas del cielo”. Un clásico en (muy) pocas palabras para su verborragia narrativa.
29. “Where are you Tonight? (Journey Through Dark Heat)” (Street Legal, 1978). La conversión al cristianismo que quedaría plasmada en el álbum Slow Train Coming sería la base conceptual de una trilogía completada con Saved y Shot of Love y ya estaba anunciada en el cierre de Street Legal, un álbum que ganó elegancia con el paso del tiempo. Dylan lidera una suerte de big band rocker (coros, percusión, vientos, órgano) que le sirve como plataforma para su mensaje: “Hay una penumbra de diamante blanco/en el lado oscuro de esta habitación/Y un camino que conduce a las estrellas/Si no crees que este dulce paraíso tiene un precio/Recuérdame mostrarte las cicatrices”.
30. “Gotta Serve Somebody” (Slow Train Coming, 1979). En su primer álbum confesional, Dylan sonaba a tono con los artistas de su generación (el Clapton de Slowhand) pero su narrativa se parecía más a la de un Bob Marley, al punto que incorporaría el reggae como insumo. Lo suyo, claro, no era el esoterismo rastafari pero canciones como “Gotta Serve Somebody”, un blues suave muy FM, daban cuenta del compromiso que cualquier vida tenía que asumir. “Puedes ser el embajador de Inglaterra o Francia (…) pero tienes que servir a alguien”, se le oye cantar en una letra arquetípica que recuerda al “No Pibe” de Manal (que Dylan jamás escuchó, claro).
31. “Man Gave Name To All The Animals” (Slow Train Coming, 1979). El hit de este álbum venía en tiempo de reggae justo para cuando Bob Marley y sus Wailers conquistaban el mundo y la influencia de la música jamaiquina era notoria en la new wave, de The Clash a Blondie. Puede no ser la letra más inspirada de Dylan pero para muchos fue la puerta de entrada a su universo y una de las canciones suyas que más sonaron en la radio argentina. En parte por la versión de Los Parchís que cambiaba por completo el sentido del tema: “Dios dio nombre a los seres”. La base es casi igual, ojo.
32. “Jokerman” (Infidels, 1983). En su salida del cristianismo, Dylan deja escrito un testimonio ambiguo acerca de su propia mitología y la realización del cielo y el infierno en la tierra también en tiempo de reggae. El video que parece editado por un amateur acompaña la letra con una iconografía que va del arte renacentista (el Cristo de Mantegna) al moderno (Picasso); ídolos de la Mesopotamia; flashes de la II Guerra Mundial; una imagen de los Kennedy asesinados y Martin Luther King, Hitler y Reagan. Entremezclado con eso, lo vemos a Dylan cantar todo de blanco y en un álbum de fotos de todas su épocas.
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33. “Don’t Think Twice, It’s Alright” (The Freewheelin’ Bob Dylan, 1963). La ruptura con Suze Rotolo, el primer gran amor de su vida, le inspiró esta balada tocada en el estilo folk de fines de los 50 que, a la vez, establece un patrón musical para la obra posterior de artistas como Simon & Garfunkel. En las notas del álbum, el joven Dylan se encarga de negar que sea una canción de amor pero es más que obvio que detrás de ese arpegiado y armónica silvestres hay un corazón roto. “Cuando mires por la ventana ya no estaré” le canta a la chica de tapa del álbum que murió en 2011. El amor en tiempos de Greenwich Village.
34 “It ain’t me Babe” (Another Side of Bob Dylan, 1964): “Decís que estás buscando a alguien/que te prometa nunca partir/Uno que cierre los ojos por vos/que cierre su corazón y que muera por vos y más también” canta el joven Bob a un amor que no puede corresponder (acaso menos una mujer en particular que un tipo de amor romántico en retirada). En un paso de soft war con The Beatles, remata las estrofas con un “No, No, No” opuesto al “Yeah, Yeah, Yeah” de “She Loves You”.
35. “All I Really Want to Do” (Another Side of Bob Dylan, 1964). En su primer ejercicio de desplante, el joven Dylan abría su esperado cuarto álbum con una canción irónica (donde imitaba el estilo de Jimmy Rodgers) que contradecía las expectativas sobre el vocero generacional. Aquí las mismas herramientas, voz nasal y contrapunto con una armónica desprolija, solo están al servicio de una lista de cosas que no haría para ganarse el corazón de una chica. Casi una anti-canción de amor.
36. “One Too Many Mornings” (The Times They Are-A Changin’, 1964). Una de las canciones inspiradas por su relación con Suzie Rotolo que más transformaciones atravesó. La original, que es casi un recitado apenas modulado (el arpegio de guitarra muy atrás, apenas audible) devino un rock garaje vibrante en la gira eléctrica del 66 con The Hawks y, luego, fue casi apropiado por Johnny Cash (es que parece escrita para esa voz) que grabó cuatro versiones diferentes.
37. “Love Minus Zero/No Limit” (Bringing It All Back Home, 1965). “Mi amor habla como el silencio/sin ideales ni violencia/no tiene que explicar que es sincera y sin embargo es verdadera como el hielo, como el fuego” arranca Dylan en esta elegía luminosa que fue un hit en la voz de Scott Walker. Las estrofas no llevan a ningún estribillo pero cada una de ellas tiene el mismo impacto. Cerca de la perfección acá: “Algunos hablan del futuro/mi amor habla suave/ella sabe que no hay éxito como el fracaso y que el fracaso no es ningún éxito”.
38. “Queen Jane Approximately” (Highway 61 Revisited, 1965). El estilo de Blonde on Blonde es anticipado de alguna manera en la canción más melodiosa y elegante de un disco de necesaria aspereza. Los despechados versos: “Ahora que todos esos payasos que contrataste han muerto en la batalla o en vano/¿Vendrías a verme Reina Jane?”. Es leyenda que se le atribuye el protagonismo a Joan Baez y su ambigua relación con Dylan. Pero el auteur desautorizó cualquier interpretación de un plumazo cuando, con la salida del álbum, explicó que “Queen Jane es un hombre”.
39. “One of Us Must Know (Sooner or Later)” (Blonde on Blonde, 1966). El crescendo de piano que acompaña el estribillo es uno de los momentos más memorables del pop y le sirvió a Elvis Costello para construir una carrera. Dylan estira la última vocal y todo se derrumba o estalla como en una celebración para volver a replegarse hasta el próximo climax. Hay algo erótico en la estructura de esta canción que le llevó nueve horas de estudio y que no funcionó como simple aunque contribuyó a la magia de este álbum único en el que Dylan vibra en technicolor. Una memorable canción de adiós.
40. “I Want You” (Blonde on Blonde, 1966). Más callejera, como ejecutada por un organito de feria, esta maravilla expresa el mood 66 de la cultura pop con la claridad plana de una obra de Warhol. Dylan toma una lugar común de la canción pop (ese “I Want You” tan transitado) para rodearlo de una carga que le da al deseo un espesor bastante más denso que la melodía que parece hecha como silbando en la bañera (¿soplando en el viento?). “Los saxofones plateados dicen que debería rechazarte/las campanas rotas y los cuernos descoloridos/soplan en mi cara con desprecio/pero no es así, no nací para perderte/Te deseo”.
41. “Leopard-Skin Pill-Box Hat” (Blonde on Blonde, 1966). Acaso el nombre más estrámbotico para un blues en el estilo Chicago, en el que las palabras parecen caerse de la estructura hasta que la guitarra de Robbie Robertson arrasa con un zumbido de motosierra. Los despechados versos acerca de un glamoroso sombrero de piel de leopardo se cree que fueron dirigidos hacia la bella Edie Sedgwick, musa de Warhol que aparece en el arte interno del disco y que murió en 1971. El spokesman negó cualquier relación a Rolling Stone: “Debo haber visto una foto del sombrero en la vidriera de una tienda”. Nah…
42 “Absolutely Sweet Marie” (Blonde on Blonde, 1966). Un riff de órgano sostiene una métrica estilo Motown en la que Dylan clava esta pancarta: “Para vivir fuera de la ley tenés que ser honesto”. La carta de amor de un ex presidiario que va dejando destellos descarnados (“Te esperé cuando estabas medio enfermo/te esperé cuando me odiabas/¿Dónde estás esta noche dulce María?”) tardó veinte años en ser tocada en vivo y en 1993 fue grabada por George Harrison en vivo en el Madison Square Garden. Rock de garaje que anticipó la new wave.
43. “Girl From The North Country” (Nashville Skyline, 1969). La primera versión fue grabada para The Freewheelin Bob Dylan en 1963, pero es en el dueto posterior con Johnny Cash donde alcanza mayor vuelo. Más reposada y con el contraste de dos voces en contrapunto que se unen en la tercera estrofa creando un unísono que a esta altura es parte de la historia mítica de los Estados Unidos. Nostalgias de un amor perdido con locación en Canadá: “Mandale recuerdos a alguien que vive allí/ella fue una vez mi verdadero amor”.
44. “Lay, Lady, Lay” (Nashville Skyline, 1969). La intro donde se funden el órgano Hammond, el rasgueo de la guitarra acústica y la percusión es también memoria pop absoluta. La canción más sensual en un disco en el que Dylan baja el tono de su voz evitando los agudos nasales de sus primeras obras tiene reflexiones memorables sobre el amor: “Quedate mujer al lado de tu hombre/Para qué esperar más tiempo a que el mundo funcione/Hasta que amanezca déjame ver que lo hiciste sonreír/sus ropas están sucias pero sus manos limpias y vos sos lo mejor que habrá visto”.
45. “If Not For You” (New Morning, 1970). Acaso más conocida en Argentina por la versión que George Harrison hiciera en el triple All Thing Must Pass, el original de Dylan abría el álbum que seguía a Self-Portrait, el álbum más criticado de su carrera. Una canción de sincero agradecimiento a su mujer Sara Lownds sin metáforas ni alegorías: “Si no fuera por vos/nena, ni siquiera sería capaz de encontrar la puerta/ni siquiera podría ver el piso/viviría triste y enojado, si no fuera por vos”.
46. “You’re A Big Girl Now” (Blood On The Tracks, 1975). No hay dudas de que con Blood On The Tracks Dylan estableció además de una marca muy alta de su discografía un canon para el álbum de divorcio (Face Value, de Phil Collins, por ejemplo). La separación definitiva de su mujer Sara dejó, literalmente, sangre en los surcos del disco. Nunca se lo había escuchado así, tan angustiado, cantando cosas como “espero que me oigas cantar entre estas lágrimas”. Fiel a su costumbre, el bardo desalentaría toda lectura biográfica en las notas de su box set Biograph (1985): “Es como si creyeran que Laurence Olivier es Hamlet”. Y sí.
47. “Idiot Wind” (Blood on the tracks, 1975). No hay ninguna otra canción (no solo en el repertorio de Dylan sino en todo el pop) que empiece así: como si la cornisa fuese el lugar más seguro desde donde mirar el mundo. No hay melodía sino furia desencadenada que se derrama sobre el objeto entero de este álbum que es el desamor hacia Sara y que en esta canción adquiere el filo de una navaja. Es imposible escuchar “Idiot Wind” sin sentirse incómodo (“Un viento idiota sopla cada vez que movés la boca/Es una maravilla que todavía sepas respirar”). El mismo Bob se ocupa del órgano Hammond del que arranca olas emotivas dignas de una pintura de Hokusai.
48. “If You See Her, Say Hello” (Blood on the tracks, 1975). El álbum alcanza su punto más doloroso en esta pieza introducida por un suave rasguido de guitarra con un fondo apenas audible de órgano que le dan una cualidad ultrasensible al primer verso: “Si la ves dile hola/ella debería estar en Tanger/es la ciudad cruzando las aguas, no muy lejos de acá/Dile de mi parte que estoy bien aunque las cosas van un poco lentas/Podría pensar que la he olvidado/No le digas que es así”. Dylan utiliza el recurso de un interlocutor para llegar hacia su ex amante en un ejercicio de fantasía que remata con un bellísimo arreglo de guitarras. De lo más sutil que haya grabado sin perder nervio.
49. “Tangled up in Blue” (Blood On The Tracks, 1975). El álbum abría con esta canción grabada en Minneapolis con tres guitarras entreveradas, ninguna en plan solista, envueltas en la tristeza tal como dice su título. Fragmentos del discurso amoroso roto parecieran mezclarse aquí con una mirada retrospectiva sobre sus aventuras hasta llegar a ocupar un lugar protagónico en la cultura pop. El tiempo presente y el pasado se mimetizan en una perfecta imagen (norte)americana: “Llevamos ese coche lo más lejos que pudimos y lo abandonamos lejos en el oeste”.
50. “Shelter from the Storm” (Blood On The Tracks, 1975). Hacia el final del álbum, Dylan toma su forma acústica más clásica para reflexionar sobre un amor roto en el que, como remata en cada uno de los versos, encontraba “refugio de la tormenta”. El sentimiento se resume en esta línea: “Ahora hay una pared entre nosotros/Algo se ha perdido/Di todo por sentado y sólo pensar que todó comenzó en una mañana ya olvidada/Entra, dijo ella, te daré refugio de la tormenta”.
51. “Sara” (Desire, 1976): Entre la operación a corazón abierto de Blood on The Tracks y el definitivo divorcio en 1977, Dylan se deshace de alegorías y metáforas para, en tiempo de vals, hablarle directo a su mujer. “Sara, amarte es lo único de lo que nunca me arrepentiré”, le canta en esta serenata en la que hay memorias de vacaciones con los hijos de la pareja, postales de un viaje a Portugal (“donde tomamos ron blanco”) y descripciones propias de su imaginería: “Esfinge de Escorpio con un vestido de percal”.
52. “Sweetheart Like You” (Infidels, 1983). La línea misógina del Hollywood clásico (“¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este?”) reconvertida por Dylan en una canción con dedicatoria incierta (“Una chica como tú debería estar en su casa, allí es donde perteneces/Cuidando a alguien que de veras te ame/que nunca te haga daño/¿Cuánto tiempo más de abuso vas a tolerar?”). Los hermeneutas de Dylan encuentran aquí una metáfora sobre su despedida del cristianismo comparando a la protagonista con la imagen de Jesús corrompida por la Iglesia. Como fuera, es un soft-rock sentido con un precioso solo del ex stone Mick Taylor.
53. “Most of the Time” (Oh Mercy, 1989): Atmosférica y morosa, como si hubiera sido grabada a lo largo de un sueño, Daniel Lanois le dio a lo que era una balada folk un cuerpo sónico acorde al grano que la voz de Dylan iba cobrando hacia fines de los 80. Es el advenimiento de Bob-Yeneche (por nuestro Polaco del tango), un crooner partido que sacaría provecho de cada sílaba con el paso de los años. Aquí en la forma de un amante que se resiste a olvidar: “Ni siquiera recuerdo como se sentían sus labios en los míos/la mayor parte del tiempo”.
54. “She’s Your Lover Now” (The Bootleg Series Volumes 1-3, 1991): El amor dicho desde los celos y la posesión saca al Dylan más caústico en este temazo que quedó afuera del doble Blonde on Blonde. Tiene el sonido característico del 66 y algunos de los pasajes más ácidos del trovador que parecen sacados de un guion de Allen (Woody, no Ginsberg). Oigan la rima que armó para ponerle los puntos al nuevo de su ex: “Vos que te sentás y pedís un cenicero, ¿Por qué no me lo alcanzás?/Veo tu beso en su mejilla cada vez que habla”. “Reach” y “speech”, así se saca el diablo de adentro Dylan y también, de paso, inventa un poco a Eminem.
55. “Make you Feel my Love” (Time Out Of Mind, 1997). Treinta años después, Bob es un galán maduro con la voz cascada por el tiempo y una precisión láser para las palabras. Esta balada al piano que anticipa su adoración por Sinatra (plasmada en dos discos de covers) lo tiene cantando en un registro memorable que eriza la piel. Es el amor como refugio final, la única certeza posible: “Cuando caiga el atardecer y aparezcan las primeras estrellas/Y no haya nadie allí para secarte las lágrimas/Podría abrazarte por un millón de años/Para hacerte sentir mi amor”.
Visiones: canciones proféticas, elegías surrealistas
56. “Gates of Eden” (Bringing It All Back Home, 1965). En el lado B de “Like a Rolling Stone”, Dylan se despacha con una memorable proclama acústica acerca de las promesas del paraíso. “Ningún sonido se ha escuchado saliendo de las puertas del edén”, se le escucha en el cierre de la primera estrofa. La canción bien podría tener lugar en su sección dedicada a los asuntos de la fe pero las imágenes son tan poderosas que trae de regreso la mejor verba surrealista (“La Madonna negra en motocicleta/Reina gitana sobre dos ruedas”) para actualizarla en el contexto de la contracultura. El final de El Gran Pez (Tim Burton) parece una puesta en escena de este casting espeluznante.
57. “Mr Tambourine Man” (Bringing it All Back Home, 1965): El mayor y mejor ejemplo de The Byrds como traductores psicodélicos de Dylan está en la versión que hicieron de este original acústico convirtiéndolo en éxito (y usándolo para nombrar su primer álbum) tres meses después de que su autor la editara. Con la versión de The Byrds quedó definida la idea de un folk-rock y la primera respuesta sólida a la invasión inglesa protagonizada por The Beatles. Claro que detrás estaba el texto de Dylan capaz de traficar elementos de poesía inusuales en un hit para la radio: “Llévame en un viaje sobre tu giratorio barco mágico/Mis sentidos están desnudos, mis manos no pueden sentir los apretones”.
58. “Desolation Row” (Highway 61 Revisited, 1965). Hasta que los Stones no grabaron “Going Home” como cierre del álbum Aftermath, ninguna canción pop había llegado a los once minutos. Dylan lo hizo un año antes corriendo otro límite para la música popular. Si ya había demostrado que los textos podían salir de la matriz azucarada de las baladas o la autocelebración del rock and roll como baile y aun de la crónica social del folk, aquí era capaz de desafiar la temporalidad de una canción que se suponía dirigida a un mercado joven. La imagen de Einstein tocando el violín eléctrico es memorable, un atajo único entre la literatura y el pop.
59. “Stuck Inside of Mobile With The Memphis Blues” (Blonde on Blonde, 1966). Siete minutos de emoción pura con el Dylan más seductor de todo Blonde on Blonde lo que es muchísimo decir ya. Un soplido de armónica dispara la canción hacia el vértigo con la ansiosa expectativa del turf y se suceden imágenes en cascada (“Bueno, Shakespeare está en el callejón con sus zapatos puntiagudos y sus cascabeles hablando con una chica francesa”) mientras el mismo Dylan se pregunta “¿Oh madre cuando terminará esto?” Imitarlo es condenarse al fracaso inmediato.
60. ″Visions of Johanna” (Blonde on Blonde, 1966). Dentro de la cumbre que representa Blonde on Blonde hay consenso entre los dylanitas en que “Visions of Johanna” es la pieza maestra del arte de Bob Dylan aunque más difícil es ponerse de acuerdo en lo que estas “visiones de Johanna” significan. La canción fue escrita durante un masivo apagón en Nueva York e iba a llamarse “Seems like a freeze-out” pero terminó grabándose con este título en la sesión definitiva en Nashville. De todos modos la atmósfera de la Gran Manzana lo impregna todo en este rally impresionista que deja caer sentencias memorables como “Mona Lisa debió sentir melancolía por la ruta se nota en el modo que sonríe”.
61. “Tough Mama” (Planet Waves, 1974). Grabada con The Band en noviembre de 1973, este rockazo a grito pelado muestra la influencia que Dylan tuvo en una escena con la que no es tan asociado: el glam. Más allá de que Bowie le dedicara un tema y que el guitar hero Mick Ronson se sumara a su banda en 1975, quienes más lo tomaron como inspiración fueron los Mott The Hoople (“Tough Mama” bien podría ser una canción de ellos), a su vez influencia decisiva para The Clash. Todos los caminos llevan a Bob aunque hacer de este brevario de poesía beat un rock and roll sea difícil de imitar.
62. “Tears of Rage” (The Basement Tapes, 1975): La Biblia y Shakespeare como textos fundantes que abonan la narrativa de Dylan aparecen cruzados en esta adaptación de King Lear para los años de Vietnam. Una balada desgarradora que se había escuchado antes como apertura de Music From Big Pink. Co-escrita entre Dylan y el tecladista de The Band, Richard Manuel, tardaría siete años en darse a conocer en la voz del “spokesman” donde todo suena un poco más álgido: “Lágrimas de rabia/lágrimas de dolor/¿Por qué debo hacer siempre el papel del ladrón?/Ven aquí ahora, sabes que estamos solos y la vida es breve”.
63. “Changing of the Guards” (Street Legal, 1978). Con un sonido que recuerda a la E-Street Band de Springsteen (o todo lo que el grupo de New Jersey tomó del Dylan eléctrico) la apertura de Street-Legal es impetuosa y cada estrofa está cargada de una imaginería memorable y absurda: “Señores, dijo, no necesito su organización, he lustrado sus zapatos, he movido sus montañas y tengo sus cartas marcadas/Pero el Edén está ardiendo así que prepárense para la eliminación o sus corazones deberán tener el coraje para el cambio de guardia”. Un simple que no rankeó abierto a múltiples interpretaciones por los dylanólogos. “Cambia de significado cada vez que la canto”, los desalentó Bob en 1978.
Crónicas: canciones de ruta, rock and roll y autobiográficas
64 “My Back Pages” (Another Side of Bob Dylan, 1964). La primera canción en la que Dylan reflexiona sobre su propio pasado que se remontaba a... ¡1962! Así, como si hubieran pasado dos décadas en dos años, el bardo se sacaba de encima el peso de ser un “spokesman”. La idea de “otro lado de Bob Dylan” apuntaba en todo a eso. Y esta canción acústica lo dejaba claro: “Era tanto más viejo entonces, soy mucho más joven ahora”. Los Byrds no solo la convirtieron en pop eléctrico sino que tomaron la idea para llamar a su cuarto álbum Younger than Yesterday (Más joven que ayer).
65. “It’s All Over Now, Baby Blue” (Bringing it All Back Home, 1965). Una canción cargada de un especial simbolismo ya que es la que Dylan eligió tocar como respuesta al abucheo que su banda eléctrica recibió en Newport ese mismo año. Solo con la guitarra acústica y la armónica tal como la grabó en el álbum (con apenas el agregado de un bajo). Es una canción de despedida donde la “baby blue” no es otra cosa que su propio lugar en la escena folk a la que estaba abandonando. Otra canción replicada hasta el infinito: de The Byrds a Echo & The Bunnymen.
66. “Just like Tom Thumb’s Blues” (Highway 61 Revisited, 1965.: Una crónica sobre la fronteriza ciudad mexicana de Juárez, hoy uno de los epicentros de la narcoviolencia y el femicidio, allá lejos en el amanecer de la cultura pop y cargada por el barniz alegórico de la verba dylaniana. Lo ominoso se decía entonces así: “Dulce Melinda/los campesinos la llaman la diosa de la tristeza/Habla bien inglés y te invita a subir a su habitación/Cuidado de no ir con ella demasiado pronto/Toma tu voz y te deja aullando a la luna”. Nada de blues, de todos modos.
67. “4th Time Around” (Blonde on Blonde, 1966). ¿Es una indirecta a los Beatles esta canción con una melodía y letra que parece una parodia de Norweggian Wood que acusab, a su vez, la influencia del bardo en Lennon y McCartney? Como si Dylan estuviera afirmando que aquella balada folk de Rubber Soul al fin y al cabo también era una obra suya. Rolling Stone especuló después con que en la portada de John Wesley Harding se veían las cuatro caras de The Beatles disimuladas en un árbol así como el Dylan de 1965 aparecía en el collage de Sargeant Pepper. Mucho después, Dylan le dedicaría a Lennon la sentida “Roll on John”, en Tempest.
68 “Just like A Woman” (Blonde on Blonde, 1966). Una de las baladas más ensoñadas que haya escrito Dylan no es precisamente una declaración de amor sino un recuento elaborado de las turbulencias de cualquier amor verdadero. Hay quienes señalan, otra vez, a Edie Sedgwick como inspiradora de estos versos pero no hay nada cierto en ello. Lo que es concreto es el fantástico balance entre la banda y la voz que subyuga al punto de embriagar y hacer cantar el estribillo (“Ella hace el amor como una mujer y le duele como a una mujer pero se quiebra como una niña pequeña”) con una naturalidad pasmosa.
69. “Positively 4th Street” (Bob Dylan Greatest Hits, 1967). Editada como simple en la prodigiosa cosecha de 1965 es una reflexión de Dylan sobre el lugar que empezaba a ocupar en la cultura pop y una suerte de mecanismo de autodefensa frente a la fama y los celos del éxito. Tiene el mood de Blonde on Blonde con versos que salen de su boca como dardos: “Quisiera que por una vez te pusieras en mis zapatos”. Treinta años después Charly García grabó una versión como Casandra Lange en el álbum en vivo Estaba En Llamas Cuando Me Acosté.
70. “Tonight I’ll Be Staying Here With You” (Nashville Skyline, 1969). Una oda a la domesticidad después de cinco años ininterrumpidos de giras y shows. En 1969 Dylan le confesaba a Jan Wenner: “Me tiró abajo. Pasé tiempo usando drogas, cualquier cosa…No quería llevar más ese estilo de vida”. Se le nota hasta en el sosiego de la voz; lejos del ímpetu de la trilogía Highway 61 Revisited, Bringing it All Back Home y Blonde on Blonde; envuelto en el sonido ensoñado de la guitarra slide. Se volvería una favorita durante la gira Rolling Thunder Revue de 1976.
71. “Going, Going, Gone” (Planet Waves, 1974). La colaboración entre Dylan y The Band alcanza su Everest en esta canción de aliento suicida a través del contrapunto entre la desesperación de la letra y las intervenciones de la guitarra de Robbie Robertson. “He llegado a un lugar donde el sauce no se dobla/no hay mucho para decir/estoy en el punto más alto del final” comenzaba Dylan seguido por el ulular de Robertson que transforma cada frase en un sonido único (emojis eléctricos). No sería raro que siete años después el punk Richard Hell la incorporase a su repertorio y hubiera brillado en el unplugged de Nirvana también.
72. “One more cup of cofee (Valley Below)” (Desire, 1976). Uno de los puntos más altos del álbum gracias al embriagador violín de Scarlet Rivera (novia fake de Paul Stanley en el ¿documental? de la gira Rolling Thunder Review) y la segunda voz de Emmylou Harris que lleva el estribillo muy arriba. Una canción gitana absoluta que el trovador compuso en un bar del Village luego de una estadía en el sur de Francia donde conoció, según su propio relato, a un hombre con veinte esposas y más de cien hijos. La canción transmite la sensación de ese encuentro seductor y peligroso.
73. “Isis” (Desire, 1976). En las escenas de la gira Rolling Thunder Review vemos a un Dylan maquillado de base blanca como si se preparase para un ritual chamánico en el Amazonas. Es una de las pocas imágenes del cantautor en modo performer agitando los brazos como aspas para dar cuenta de la letra, una alegoría de su reencuentro con Sara que pareciera arrancada de las aventuras de Tolkien en Lord of the Rings. Es una canción demoledora que no da respiro ni tiene descarga en estribillo alguno. “Isis” la “chica mística” que lo vuelve loco no es otra que la madre de sus hijos de la que pronto se estaría separando y que estaba en el estudio, del otro lado del vidrio, mientras esta suerte de Odisea era grabada.
74 “Señor (Tales of Yankee Power)” (Street Legal, 1978). “Señor, señor”, arranca a cantar Dylan así en un español de yanqui perdido en algún punto ciego del mapa. Y en efecto, según lo puso el mismo trovador, la canción le fue inspirada por un extraño hombre que vio en un viaje en tren de México a San Diego. “Debería tener como 150 años... Sus ojos ardían y le salía humo de las fosas nasales”. Aquella visión inspiró este rock mid tempo en el lado 2 de Street Legal caracterizado por la línea de saxo, el coro femenino que era una novedad para Dylan y un fraseo de guitarra garaje, casi new wave, a cargo de Billy Cross.
75. “Highlands” (Time out of Mind, 1997). El cierre del álbum número 30 con el que empieza su período tardío que lleva ya casi 25 años de canciones crepusculares y shows enmarcados en esa estrategia llamada “Never Ending Tour”. Una estructura de blues clásica en loop en la que el artista de 56 años ve su vida pasar en una panorámica de 16 minutos en la que saluda a Neil Young y reflexiona amargamente sobre la inminencia de la muerte. Daniel Lanois es aquí su Phil Espectro: una producción que marcará el sonido de Dylan como fantasma de sí mismo hasta hoy.
76. “Not Dark Yet” (Time Out of Mind, 1997). Otro momento memorable del advenimiento del Dylan tardío arrancado con pericia por Lanois. El sonido reverbera en la marcha morosa de una canción que es la quintaesencia de este álbum, uno de los mejores de toda la discografía de Dylan. Las palabras y el sonido hacen unísono en este punto: “Se que parece que me estoy moviendo pero estoy detenido en un mismo lugar”. El bardo parece avisorar el final de sus días (“No se hace la noche todavía pero estoy acercándome”) mientras el ensamble se arrastra dejando a cada paso huellas profundas del sueño (musical) americano. Poco antes de la salida del disco Dylan sería hospitalizado por una afección cardíaca pero todavía no llegó la noche para él.
77. “Things Have Changed” (Wonder Boys, 2000). Antes del Nobel, Dylan ganó un Oscar a la Mejor Canción Original por este shake senior insinuante cuya letra amarga parece la contracara de “The Times They Are A-Changin”. Así, su participación en esta película de Curtis Hanson inscribió su nombre en esa proyección del mito (norte)americano que ha sido Hollywood. Hanson también dirigió el clip de la canción convirtiendo a un Dylan tahúr en un ente que flota entre realidad y ficción entremezclado en las escenas de la película (Michael Douglas toma su rol al final). Casi desespera oírlo cantar: “La gente está loca y los tiempos son extraños/Solía importarme pero las cosas han cambiado”.
78. “Mississippi” (Love and Theft, 2001): Sheryl Crow (¿se acuerdan?) la grabó antes de que Dylan la incluyera en otro de los muy buenos discos de su etapa tardía. Es una canción ejecutada con maestría por una banda que se volvió su Guardia Suiza y que lo acompaña en una suerte de bitácora sobre el paso del tiempo donde la voz se le quiebra a punto de astilla. “Cada paso que damos caminamos sobre la línea/mis días están numerados, como los tuyos/El tiempo se acumula, luchamos pero estamos encerrados y no hay escape”. Suena fatalista y lo es pero la música trasunta otro sentimiento.
79. “When I Paint my Masterpiece” (Another Self Portrait, 2013). Bitácora de una estrella pop entre giras, habitaciones de lujo, tiempo perdido y falta de inspiración encontró su lugar como out take en el segundo volumen de grandes éxitos editado en 1971. Producida por Leon Russell tiene la calidez de un góspel tocado en el piano convirtiendo lo que para muchos fue genérico en otra joya de autor. “Dando la vuelta al mundo en una góndola sucia para volver pronto a la tierra de la Coca Cola!”. La saudade en clave pop.
80. “I Contain Multitudes” (Rough and Rowdy Ways, 2020): El último álbum de Dylan a la fecha, en el comienzo de la segunda década del siglo XXI, abre con esta maravilla dicha en el borde del silencio y en el límite de lo cantado y recitado. El acompañamiento subraya la epopeya de haber llegado íntegro y en un nivel artístico notable a su disco de estudio número treinta y nueve. La cita a Walt Whitman (“Contengo multitudes” de su poemario Canto A Mi Mismo) es directa pero también hay espacio aquí para William Blake y “los chicos malos británicos” conocidos como los Rolling Stones.
Producción y textos: Fernando García. Edición: Sebastián Espósito
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