Los 50 años de What’s Going On, el disco de Marvin Gaye que cambió la historia de la música negra
El 21 de mayo de 1971, el cantante nacido en Washington, editó un álbum definitorio
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El 1 de abril de 1984, Marvin Gaye se encontraba de regreso en los Estados Unidos y viviendo en la casa de sus padres, tras permanecer por dos años en Europa para evitar el pago de impuestos y tomar distancia de las drogas. Gaye siempre había tenido muy mala relación con su padre, un predicador evangélico que registraba una larga historia de violencia contra su familia. Ese día, el cantante intervino en una discusión marital para defender a su madre. La pelea subió de tono hasta que la mujer buscó refugió en el cuarto de su hijo. Cuando el padre intentó ingresar, Gaye lo empujó hacia afuera y le prohibió la entrada. El hombre volvió con su arma calibre .38 y disparó dos tiros a quemarropa que impactaron de lleno en el pecho de su hijo. Marvin Gaye murió en el acto.
Ante esta escena trágica, es inevitable recordar que su canción más célebre, “What’s Going On” del disco homónimo, crea un vínculo entre la guerra y la vida familiar y apela a una solución a la crisis a través del amor y el entendimiento mutuo entre madres, padres y hermanos. Gaye no podía saber qué tan profético iba a resultar el verso “padre, no tenemos que dejar que el conflicto escale”, sin embargo, tal efecto de anticipación es continuo en este disco, editado el 21 de mayo de 1971, hace exactamente 50 años. What’s Going On es un álbum que Gaye escribió como un comentario urgente acerca de su presente pero, como suele suceder con los clásicos, terminó también reflejando el futuro. En el mundo de hoy resulta tan vigente como en el de las cinco décadas pasadas.
Para 1971, Marvin Gaye era la máxima estrella del sello Motown, un crooner y símbolo sexual interprete de éxitos como “Ain’t No Mountain High Enough” o “Your Precious Love” (ambas a dúo con Tammi Terrell, con quien compartió la primera parte de su carrera) o, ya en solitario, “I’ve Heard It Through The Grapevine”. A pesar de su éxito, al comienzo de la década el cantante estaba pasando por una gran depresión disparada por la prematura muerte de Terrell, quien había pasado los últimos tres años de su vida luchando contra un cáncer para, finalmente, fallecer a los 24 años. La fragilidad de su estado emocional no hizo más que incrementarse por el regreso de su hermano menor Frankie del frente en Vietnam, quien lo confrontó con un detallado relato de primera mano sobre los horrores de la guerra. En medio de este período de sensibilidad extrema, o quizás gracias a él, Gaye encontró la canción que iba a transformar su vida y también la historia de la música negra de su país.
Qué está pasando
En medio de una gira por San Francisco, “Obie” Benson, uno de los integrantes del cuarteto vocal Four Tops, fue testigo de una brutal represión a manifestantes pacifistas en People’s Park. “La policía empezó a golpear a un grupo de chicos que no estaba molestando a nadie”, expresó el músico al periodista Ben Edmonds, autor del libro What’s Going On. Marvin Gaye and the Last Days of the Motown Sound. “Cuando vi eso empecé a preguntarme qué carajo estaba pasando. ¿Qué está pasando aquí? Una pregunta llevó a otra. ¿Por qué estamos enviando a chicos a luchar a otro continente? Y así continué”. Con la ayuda del letrista Al Cleveland, Benson escribió una canción que se refería al clima de violencia que veía a su alrededor. Sin embargo, su propio grupo rechazó la composición porque entendió que era una canción demasiado política que no cuajaba con su estilo.
Durante la década del 60, cuando los Estados Unidos recién empezaban a dejar atrás las leyes de segregación racial, los productores y artistas negros aspiraban a integrarse al mucho más opulento mercado blanco y alcanzar el milagro del “crossover”, es decir, que una canción logre salir del gueto de la música negra para convertirse simplemente en pop, apta para el consumo de los blancos. En esta búsqueda, cualquier tópico abiertamente confrontativo, como la exposición de diferencias políticas o de problemas raciales, era considerado el peor veneno. Desde luego que existen muchos ejemplos, incluso en los 60, de artistas negros pioneros que se atrevieron a reflejar cuestiones sociales en su música y lograron un éxito masivo, como el extraordinario Curtis Mayfield con la hoy clásica “People Get Ready”, que tiene cantidad de versiones de músicos blancos, aunque ninguna se acerca al intocable original de los Impressions. Ese derrotero, sin embargo, era una rarísima excepción.
Por ello, Benson hizo su siguiente ofrecimiento a una artista blanca especializada en canciones de protesta, pero Joan Baez también rechazó el tema. “Marvin era un rebelde y una persona de una gran espiritualidad” dijo Benson a Edmonds. “Le mostré la canción en mi guitarra, él me acompañó al piano y me di cuenta de que era el artista ideal para interpretarla”. En un primer momento, Gaye pensó en ceder la composición a The Originals, un grupo vocal con el que había colaborado como productor, pero Benson insistió en que Gaye debía ser el intérprete. A tal punto estaba convencido que le ofreció un porcentaje de los derechos autorales si grababa la canción. Gaye se ganó esos puntos con trabajo, ya que contribuyó en la creación de la melodía final e incorporó versos a la letra: mientras más se involucraba con la canción, más la iba haciendo propia. Para el momento en que la grabó, declaró que por primera vez en su carrera sentía que tenía algo para decir.
Gaye entendió que esta canción era algo distinto de todo lo que había hecho antes de modo que decidió tomar distancia de la línea de montaje de la fábrica Motown, el legendario sello de Detroit que lo tenía bajo contrato y que había ensamblado a las Supremes, a los Jackson 5 y a buena parte de los artistas de soul más exitosos de los 60. En lugar de utilizar a los sesionistas habituales que dominaban sin esfuerzo el sonido característico de la marca, buscó a músicos relegados, generalmente de más edad y que ya no eran regularmente citados para grabar, como el baterista Chet Forest, veterano de la era de las big bands o el saxofonista William “Wild Bill” Moore, sesionista veinte años mayor que Gaye y que había tocado junto a Dexter Gordon. También convocó al arreglador David Van De Pitte, un músico formalmente entrenado que se ocupaba de poner sobre el papel las ideas del autodidacta e intuitivo Gaye. Además de hacer arreglos para la sesión de cuerdas y algunos instrumentos no tradicionales, el aporte de Van De Pitte fue tan decisivo que recibió el crédito de arreglador en la portada del disco, un poco como el orquestador Nelson Riddle en los discos de Sinatra, algo que estaba en el horizonte de las ambiciones de Gaye pero que era absolutamente inédito para un lanzamiento de Motown.
Como a veces pasa con las obras maestras, la grabación de What’s going on estuvo plagada de accidentes afortunados. Uno de los rasgos más originales y luego más imitados del tema central es el multitracking de la voz principal: Gaye grabó dos versiones de sus partes vocales, que se complementan y quedan entrelazadas en una danza ritual como dos aves que buscan aparearse. Esto fue producto de un error del técnico de grabación, dado que Gaye quería escuchar las dos versiones en tracks separados pero, por accidente, ambas voces quedaron en el mismo. El error no solo permaneció sino que se volvería una técnica a utilizar en el resto del disco.
Acostumbrado a grabar baladas románticas, esta vez Gaye quiso tomar absoluta distancia de su imagen de seductor y “desexualizar” completamente su disco. El mito dice que antes de cada sesión de grabación se masturbaba hasta extenuarse para desterrar cualquier rasgo de erotismo en la interpretación. También cambió su aspecto. Durante los 60 fue un galán atildado: delgado, lampiño y siempre de traje. En esta nueva etapa se dejó crecer la barba, abandonó definitivamente los trajes y hasta cambió su cuerpo: comenzó a entrenar con jugadores de fútbol americano y ganó varios kilos de músculo. También tuvo la idea disparatada de dedicarse profesionalmente a esta actividad, que no había practicado hasta pasados los 30 años, algo que da idea de la gran confianza que tenía en sí mismo, tal vez cercana a la megalomanía.
Esta misma confianza lo llevó a convencerse de que el trabajo que estaba realizando en el estudio era algo que nunca se había hecho antes. En 1972, dijo a Rolling Stone: “Hay espacio entre las teclas de un piano y estoy seguro de que hay música en ese espacio. Esa es el área desconocida en la que quiero ingresar”. A pesar de lo rimbombante de sus ideas y declaraciones, seguramente estimuladas por la cantidades industriales de marihuana que consumía, en este caso los cronistas de la época parecen darle la razón y relatan que, en el estudio, músicos avezados y acostumbrados a tocar como sicarios cualquier cosa que les pusieran enfrente levantaban los ojos hacia la cabina de control con sorpresa. Entre progresiones de acordes características del jazz, coros que remiten al gospel de su infancia, la textura de las cuerdas y una ocasional estructura de llamada y respuesta que hace pensar en una apelación que enfatiza el contenido político, esta era una música sofisticada que hoy es irresistible porque sus innovaciones fueron reprocesadas muchas veces, pero hace 50 años sus primeros oyentes la encontraron desconcertante.
Cuando Gaye le llevó el resultado a Berry Gordy, el faraón del imperio Motown, éste dijo que se trataba de “la peor basura que había escuchado en su vida”. Gordy era un exboxeador profesional y exobrero de ensamblado de la fábrica Ford que montó su sello gracias al apoyo financiero de su familia con el objetivo excluyente de hacer hits y ganar dinero: producir canciones tal como Ford producía automóviles. Gordy solía mantener a sus artistas dentro de un régimen que demostró que el capitalismo negro podía ser aún más despiadado que el blanco. Mientras vivía como un magnate en una mansión histórica de Detroit por la que había pagado millones, Diana Ross, interprete de varios de los mayores éxitos de su compañía, recibía una compensación de apenas 50 dólares a la semana. Evidentemente, aquello que horrorizó a Gordy del track “What’s going on” no tenía que ver con méritos o deméritos musicales sino que vislumbró que su contenido político podía destruir la carrera de uno de sus artistas más lucrativos.
Gaye, sin embargo, creía firmemente en lo que estaba haciendo y, a espaldas del mandamás del sello que en ese momento estaba concentrado en la producción de Lady Sings the Blues, una biopic de Billie Holiday protagonizada por Ross, hizo imprimir 100 mil copias del single, una decisión osada dado que hasta ese momento ninguno de sus lanzamientos había pasado la marca de las 50 mil unidades vendidas. La tirada se agotó en un día. La canción llegó al número 2 en el chart pop y se convirtió en el mayor éxito de Motown. Estas cifras cambiaron radicalmente la apreciación de Gordy, que ahora le exigía a Gaye que entregue un álbum completo de la misma “basura” en menos de un mes.
Para completar el LP, Gaye apeló a la misma estrategia colaborativa con la que grabó su single, recurriendo a viejos músicos de jazz y sesionistas marginados. En grabaciones maratónicas surgió la idea de crear un ciclo de canciones unidas por temáticas y motivos musicales en común. Motown, como buena parte de los sellos de la era, se interesaba sobre todo por singles, que se vendían individualmente en el formato de vinilo de 7 pulgadas. Un LP no era más que la aglomeración de varios singles y algunos temas de relleno. Si bien la idea de un “disco conceptual” no era nueva porque los Beatles ya habían editado Sgt Pepper algunos años antes, What´s going on, el disco, fue el primer álbum conceptual de Motown y también el primero de la historia del soul.
El disco puede ser entendido como la mirada de un veterano de Vietnam que regresa a casa y se encuentra con un mundo tan caótico y peligroso como el que acaba de abandonar. Si bien se puede decir que en los 50 años que pasaron desde su lanzamiento nuestra calidad de vida se incrementó, es un testimonio de la sensibilidad de Gaye el hecho de que los problemas que describe en su disco no solo no desaparecieron sino que muchos empeoraron. La falta de integración, la violencia y el consumo de drogas son temas esperables para un disco de la época, sin embargo las crisis económicas y ecológicas (un término tan poco habitual para 1971 que hubo que explicarle a Berry Gordy qué significaba) no se discutían normalmente en la música popular. Hasta Marvin Gaye ningún músico había cantado sobre “peces llenos de mercurio” y probablemente tampoco estuviera al tanto de porqué son un problema.
El éxito de este disco político y personal abrió la puerta para que otros artistas rompieran con las imposiciones comerciales y expandieran su creatividad. Tras la salida de What’s Going On, Stevie Wonder, uno de los pocos músicos que apoyaron esta obra desde el principio, empezó a pensar en álbumes en lugar de canciones e hizo Talking Book, acaso su mejor trabajo, el primero de una serie de trabajos monumentales que atraviesan la década. Por este disco de Marvin Gaye, el soul, en especial el de Motown, abandono su infancia y se convirtió en la banda sonora del movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos. Smokey Robinson, otra de la grandes plumas de Motown escribió: “Nadie había escuchado algo como esto antes. Las cosas de las que hablaba Marvin en ese momento -la guerra, el medio ambiente, la pobreza material y la pobreza espiritual- son más relevantes ahora que entonces. Encuentro inspiración cada vez que escucho esta música. Es el mejor álbum alguna vez grabado”.