Probablemente no sea uno de sus mejores álbumes ni esté a la altura de A Night at the Opera (1975), A day at the Races (1976) o incluso Queen II (1974). Sin embargo, The Game ocupa un lugar destacado dentro de la discografía de Queen, no sólo por ser una de sus obras más vendidas y haber alcanzado de manera simultánea la primera colocación en los rankings de Estados Unidos y el Reino Unido sino también, y fundamentalmente, por elevar los ya enormes niveles de popularidad del grupo a una escala planetaria, potenciada además a partir de su primer e histórico desembarco en tierras latinoamericanas, con especial énfasis en Argentina y Brasil.
Lanzado el 30 de junio de 1980, el octavo trabajo discográfico de estudio del cuarteto británico marcó un punto de inflexión en su carrera en cuanto a lo musical, ya que, aún sin alejarse del todo de su personal estilo y ADN grupal, se inclinó por canciones más simples, directas y sin tantos ornamentos. "Ya estamos cansados de esa onda de álbumes de pistas múltiples", explicó Freddie Mercury en aquel momento. "Queremos algo diferente aunque soy consciente de que hay temas que no se pueden simplificar porque requieren adorno y pomposidad".
Si bien en News of the world (1977) y Jazz (1978) dio indicios de querer alejarse de su probada y rendidora fórmula de rock operístico en pos de actualizarse, estar más acorde a las nuevas tendencias y no sonar anticuado, fue recién con The Game que esa tan anhelada reinvención tomó cuerpo de un modo categórico y definitivo. Mientras Brian May y Roger Taylor abogaban por un cambio paulatino y que conservara siempre el componente rockero, Mercury y John Deacon apostaban por algo igual de contundente pero con una dirección más bailable. El vocalista estaba fascinado por el espíritu que se vivía en la escena de los clubes nocturnos neoyorquinos de la época y deseaba trasladarlo a la música de Queen. En tanto, el bajista nunca ocultó su debilidad por el soul de Motown, el funk y el groove de la música negra en general. De la conjunción de esa disparidad de miradas surgió el concepto del disco en cuestión.
A pesar de que la banda había adquirido recientemente un estudio de grabación en Montreux (Suiza), decidió no utilizarlo para el proyecto y se instaló en los Musicland Studios de Munich (Alemania) con el objeto de trabajar más relajada. Allí ocurrieron dos hechos que marcaron a fuego la nueva sonoridad de Queen. En primer término, y después de años de compartir grabaciones junto al histórico y experimentado Roy Thomas Baker, la agrupación decidió contratar a Reinhold Mack, un joven productor e ingeniero de sonido alemán que ya había colaborado en álbumes de Sweet y Electric Light Orchestra, entre otros artistas, y que, como coproductor del álbum, le otorgó a Mercury y compañía un soplo de contemporaneidad. Y en segundo lugar, la incorporación del sintetizador Oberheim OB-X, sin dudas toda una sorpresa tratándose de un grupo que, hasta ese momento, se jactaba de prescindir de dicha herramienta en su música.
La grabación de The Game tuvo dos etapas. Las sesiones iniciales se desarrollaron entre junio y julio de 1979 donde registraron cuatro temas: "Crazy Little Thing Called Love" (un rockabilly compuesto por Freddie Mercury mientras se daba un baño), "Save Me", "Coming Soon" y "Sail Away Sweet Sister". Y tras regresar de una intensa gira, la banda volvió al estudio desde febrero hasta mayo de 1980 para plasmar el resto de las canciones: "Play the Game", "Dragon Attack", "Another One Bites the Dust", "Need your Loving Tonight", "Rock it (Prime Jive) y "Don´t try Suicide".
"Crazy Little Thing Called Love", "Save Me" y "Play the Game" fueron los primeros cortes de difusión lanzados previo a la salida del álbum y dieron una pauta del nuevo rumbo emprendido. No obstante, todo tuvo una forma más acabada cuando The Game vio la luz a fines de junio. Las críticas, como solía ocurrir con cada disco que Queen lanzaba al mercado, fueron dispares. La prensa especializada y los fans más ortodoxos se mostraron escandalizados y colocaron el grito en el cielo ante la postura más simple y bailable del cuarteto. E incluso muchos se preguntaban exaltados: "¡¿qué hace Queen grabando un rockabilly?!". Pero, por otro lado, una camada de nuevos medios y periodistas sumado a un público más joven recibieron con beneplácito el flamante y fresco material de la banda y la colocaron en la cima del mundo. La célebre portada (de color gris en su edición local y plateada en la importada) con la renovada imagen de sus cuatro integrantes luciendo camperas de cuero negro y el cabello más corto (Mercury pronto estrenaría su afamado bigote), más la alta rotación de sus videoclips en la cadena MTV, convirtieron a The Game en un álbum icónico e infaltable en la discoteca de cualquiera que fuera adolescente (y no tanto) en los inicios de los años ochenta.
A propósito de las opiniones antagónicas que generó el disco en aquel momento y del éxito de los simples, Brian May le comentaba a la revista Pelo en su edición número 125: "No somos un grupo de simples ni estructuramos nuestra reputación alrededor de ellos. Jamás lo hemos hecho pero creo que gracias a los cortes de difusión que editamos hemos atraído a mucha gente joven a nuestros conciertos. Cada simple que sale atrae a público nuevo y los de este disco no se parecen a nada de lo que hicimos hasta ahora. Es muy probable que mucha de la gente que aceptó con entusiasmo nuestro último trabajo no simpatizaba con nuestro material anterior. Por otra parte, están los que odian lo nuevo y siguen aferrados a lo que hicimos en el pasado. Pero pienso que eso ocurre casi siempre con todo lo nuevo que se edita, a menos que se trate de una banda muy predecible en su estilo. Siempre se gana público y también se lo pierde aunque en vivo no desilusionamos a nadie".
Uno de los miles de admiradores, tanto de Queen como de The Game, era nada más ni nada menos que Michael Jackson. Y se dice que fue él quien le sugirió con insistencia a Mercury que el siguiente corte de difusión del álbum debía ser "Another One Bites the Dust". Sin dudas, el creador de Thriller estaba en lo cierto: el tema, de irresistible pulso funk, no sólo se transformó en uno de los más grandes hits del grupo sino que fue considerado por algunos como "el mejor tema de música negra compuesto por un músico blanco", amén de aumentar la cotización de John Deacon (también autor del quinto y último simple, "Need Your Loving Tonight") como avezado compositor.
Hoy, a cuatro décadas de su lanzamiento y más allá de éxitos posteriores como "Radio Ga Ga", "I Want to Break Free", "Hammer to Fall", "A Kind of Magic" y "The Show Must Go On", entre otros, y del impacto mundial del celebrado (aunque polémico) film Bohemian Rhapsody, el material que conforma The Game mantiene intacta su vigencia, ya sea en los playlists de las tiendas digitales, en la programación actual de muchas radios alrededor del mundo y, principalmente, en la memoria colectiva del público, Eso es lo que suele suceder cuando una obra trasciende el paso del tiempo, adquiriendo la categoría de auténtico clásico. Y eso es lo que representa The Game.
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