1. Rosalía
‘El mal querer’
Después de Los Ángeles, su debut de 2017 con el que culminó una década de formación en el canto flamenco, Rosalía se salió de los márgenes del género para una obra que la estableció como la revelación internacional de 2018. El mal querer está coproducido junto a El Guincho y coescrito con el rapero madrileño C. Tangana, pero Rosalía y su voz aterciopelada están al mando.
El disco es una mezcla de tradición y presente tan singular que, incluso trazando puentes con el trap español y el R&B experimental, no suena a ningún otro lanzamiento del año. Samples de motores que rugen como toros bravos, palmas sincopadas sobre sintetizadores oscuros, cajas de ritmos haciendo las veces de castañuelas, armonías vocales intrincadas y guiños generacionales (interpola a Justin Timberlake en el highlight "Bagdad", trae de invitada a Rossy de Palma para el interludio "Preso") forman un paisaje melodramático para una historia conceptual de un romance fallido.
El relato está basado en Flamenca, una novela occitana anónima del siglo XIII sobre una doncella atrapada en una torre por el hombre que ama, pero el subtexto –acaso una exégesis de las nociones arraigadas del amor romántico y la noción de género– pertenece al de una mujer actual en control de su narrativa. Su poético correlato visual incluye algunos de los mejores videoclips del año –a cargo de la productora barcelonesa Canadá– y presentan a Rosalía con una propuesta estética afilada y moderna. Es la manifestación multimedia de la impronta de una popstar de ambiciones globales.
2. Travis Scott
'Astroworld'
Bienvenidos al fascinante parque de atracciones de Travis Scott, el artista más ambicioso del rap moderno. Este año, Astroworld le subió la vara al trap en temas impredecibles, que pueden cambiar de beat hasta cuatro veces (el hit "Sicko Mode", con Drake) o facilitar una combinación inesperada entre la armónica de Stevie Wonder, el fraseo hipnótico de Kid Cudi y un puente instrumental de James Blake ("Stop Trying to Be God"). En sus primeras dos semanas, el disco destronó a Drake del Número Uno, un gran logro para una obra de vanguardia tan alejada de los lugares comunes.
3. Drake
'Scorpion
Así como en este 2018 nos asomamos al abismo del Enigma Kanye, también fue el año en el que conocimos en profundidad a Drake, quien dejó de ser la proyección de lo que podría llegar a ser para simplemente ser, con todo lo bueno y lo malo. Scorpion recibió casi tantas críticas negativas como Views, de 2016 (ahora se encarnizaron en especial con el altruismo del video de "God’s Plan"), pero el rapero-celebridad canadiense hizo todo lo que se esperaba de él y más: estrenó el disco en Instagram (la red social que cita al menos una vez cada diez minutos en el disco), recogió el guantazo de Pusha-T acerca de su paternidad velada y fue todo lo indulgente, obsesivo y brillante que pudo en un álbum doble de 25 canciones con un Lado A más rapero y directo ("I’m a bar spitta/I’m a hard hitta", rima en "Nonstop"), y un Lado B inclinado más al R&B, con puntos altos como "Sandra’s Rose" y "Nice for What", dos caras de la música de Drake tan inseparables de él como su signo del zodíaco.
4. Indio Solari
'El ruiseñor, el amor y la muerte'
Alejado de los escenarios por tiempo indeterminado desde el accidentado show en Olavarría de 2017, el Indio Solari editó el mejor trabajo discográfico de su etapa solista. Intimista, personal y despojado de cualquier exceso de artilugios electrónicos, el mensaje llega directo: desde la portada hasta las letras de las canciones, el Indio, bajo el seudónimo Protoplasman, se encargó de homenajear a las personas que lo influenciaron en su vida. Sus padres, Eva Perón, Leonard Cohen, Artaud y Albert Hoffmann (padre del LSD), entre otros, conviven en un álbum con sabor a despedida. En ese contexto, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado se plantan en una zona de equilibrio, privilegiando arreglos simples por sobre arrebatos virtuosos. Entre baladas mid-tempo, melancolía y ecos de Los Redondos, el Indio les canta al amor, la desolación y la muerte, que indudablemente acecha.
5. Arctic Monkeys
'Tranquility Base Hotel & Casino'
¿Qué les pasó a los Arctic Monkeys? Miles de seguidores se hicieron esa pregunta después de escuchar Tranquility Base Hotel & Casino, el disco en el que la banda de Sheffield, Inglaterra, cambió las camperas de cuero por los sacos clásicos de los 50, y la distorsión de guitarras por los teclados vintage. Poco le importó a Alex Turner la grieta que esa decisión abriría entre sus fans: guiado por sus propias inquietudes, el líder del grupo compuso un álbum de canciones lounge-pop, en las que adopta el rol de crooner sombrío que aprendió de Leonard Cohen. De alguna manera, el rumbo inesperado que tomó el grupo pone de manifiesto el proceso de retirada que parecen estar viviendo las guitarras, y al mismo tiempo funciona como una muestra de que en el rock queda lugar para la renovación y la creatividad, incluso en 2018.
6. Cardi B
'Invasion of Privacy'
A los 26, Cardi B se transformó en una estrella pop global con un disco de trap que logra lo que pocas obras de 2018: esa necesidad acaso anacrónica de escucharlo en su totalidad, sin lugar para el aburrimiento ni la distracción. Invasion of Privacy le permite a esta pandillera del Bronx de ascendencia dominicana usar y abusar de su lengua karateca (asistida por Migos y su equipo de colaboradores). Cardi cuenta su historia (su pasado stripper sobresale en la oscura "Get Up 10"), cita a Lauryn Hill ("Be Careful") y resignifica el "I Like It Like That" de 1967 (de Pete Rodríguez) con un sample irresistible que además reúne a J Balvin y Bad Bunny, los dos titanes del trap latino.
7. Robyn
'Honey'
Ocho años después de Body Talk, el disco triple que la consagró como una artista de culto para los fanáticos del pop, Robyn volvió con Honey, un álbum íntimo de apenas nueve canciones, en el que les hace frente a sus días oscuros. En "Because It’s In the Music", una balada cálida de electro-pop ochentoso, habla de cómo una canción se compone de todos los recuerdos que le agregamos. En "Honey" suena más sensual que nunca, envolviendo su voz en misterio y moviéndose suavemente sobre un ritmo de pulsaciones. "Between the Lines" y "Beach2k20" (con la colaboración de Joseph Mount de Metronomy) forman un exquisito tándem de chill house en el año en que varios productores pop abordaron el género sin éxito. Son algunos ejemplos perfectos de cómo funciona el groove sanador de la pista de baile.
8. Andrés Calamaro
'Cargar la suerte'
"Grabé el mejor disco en 40 años de grabaciones", le dijo Andrés Calamaro a Rolling Stone antes de la salida de Cargar la suerte. Y, aunque las canciones de su decimoquinto álbum solista todavía no cumplieron su debido proceso de maduración, el paso del tiempo seguramente las ubicará cerca de las de Alta suciedad y Honestidad brutal, por sus dosis parejas de incorrección y romanticismo. Conocedor de fórmulas perfectas para instalar temas en los rankings, Calamaro volvió a ponerse el traje de compositor formidable y, de la mano de una banda de sesión notable junto a la que grabó en tomas directas y sin correcciones al estilo Miles Davis, confirmó su vigencia de cantautor estelar con letras confesionales, encaje hi-fi y melodías elegantes.
9. Jack White
'Boarding House Reach'
Jack White procesa en Boarding House Reach su obra más freak, caótica y expansiva, lo cual no es poco tratándose de uno de los mayores innovadores del rock contemporáneo. A cuatro años de Lazaretto, el cantante y guitarrista de Detroit toma distancia de su idilio reciente con Nashville, y suena como un Frankenstein sobreestimulado que ensambla un puñado de tracks ruidosos y experimentales en algún sótano oscuro. Enfocadas en la construcción del ritmo y la fusión de texturas, canciones como "Ice Station Zebra" y "Over and Over and Over" marcan el rumbo, mezclando hip-hop, free-jazz y funk metal, entre percusiones, pianos, bronces y guitarras procesadas. De semejante trip mental se sale con la vitalidad renovada.
10. Marilina Bertoldi
'Prender un fuego'
"Quiero avisarles algo: estaba enojada y ahora estoy preparada", canta Marilina Bertoldi en "O no", una frase que resume a la perfección la esencia de Prender un fuego. Por primera vez, Bertoldi decidió encargarse de la producción del álbum por su cuenta (lo grabó en el estudio Unísono, de Gustavo Cerati), y el resultado es la mejor música que hizo en su carrera. Se trata de once canciones de funk oscuro y groove bailable, que combinan la orquestación zeppeliana con la precisión ágil de Nile Rodgers, en un cóctel que musicaliza su batalla por la igualdad de género mientras le da la seguridad que necesita para seguir pateando puertas.
11. Noname
'Room 25'
El segundo disco de la rapera de Chicago Fatimah Warner es una de las grandes noticias musicales de 2018. Con un flow suave, métricas complejas y una vocalización que define su expresividad sobre la base de sutilezas (respiraciones, susurros, sonrisas y aceleraciones cortas), Noname compone una narración personal, sensual y política que se expande en la producción de Phoelix, un lienzo preciosista donde se mezclan el jazz espacial y el soul siglo XXI. Bases como las de "Regal" llevan la vara musical del hip-hop contemporáneo a un nivel muy alto, y todo el disco suena como si alguien se propusiera pintar la Capilla Sixtina al levantarse de una siesta, así de ambicioso y así de fácil.
12. The Carters
'Everything Is Love'
Como una suerte de culminación de Lemonade –la obra maestra de Beyoncé– y 4:44 –el momento más introspectivo de Jay-Z–, Everything Is Love junta las dos mitades de la mayor power couple de la música. Confesional pero menos descarnado que estos antecesores, el disco es una celebración de su triunfo conjunto. Con los dos al máximo de sus habilidades (y Queen B postulándose como una rapera virtuosa en "Apeshit"), mezclan sus paletas sonoras integrando beats que pasan por el reggae ("Summertime"), el R&B ("Heard About Us") y el boom-bap ("713").
13. Babasónicos
'Discutible'
Discutible es la actualización del discurso y el sonido de Babasónicos para esta era de algoritmos. Después de "La pregunta", el álbum se abre paso entre baladas androides ("Ingrediente"), power-pop ("Trans-algo") y epopeyas modernas como "Adiós en Pompeya". Quizás no llega a colarse entre lo mejor de su catálogo, pero demuestra que la banda sigue siendo capaz de desafiar al rock en sus propios términos.
14. Ariana Grande
'Sweetener'
Esquivando el bodrio solemne, Ariana enfrentó su derrumbe personal (marcado por el atentado terrorista en su concierto de Mánchester de 2017 y su separación de Mac Miller) con un disco extraño que ella definió como "mi corazón sangrante sobre un beat de trap". Sweetener es un salto de maduración, con singles definitivos como el house "No Tears Left to Cry" y el himno feminista centennial "God Is a Woman".
15. Hinds
'I Don’t Run'
Puede ser que las guitarras estén desapareciendo del Top 40, pero las madrileñas de Hinds no se van a ir sin dar pelea. I Don’t Run es una gema de revivalismo slacker con guitarras surf, baterías tipo Moe Tucker y otros flashes neoyorquinos cortesía de Gordon Raphael, productor de los Strokes. Acá están las guitarras más burbujeantes de 2018, coronadas por un inglés muy tosco que les da a las Hinds un carisma adorable.
16. Kali Uchis
'Isolation'
En su debut, Kali Uchis se revela como una chica libidinosa y audaz. La colombiana se pasea por géneros como el funk, el soul, la bossa nova y el reggaetón, bajo un filtro de lisergia luminosa y sangre latina que se amalgama con el peso liviano de su voz. El dancehall aletargado de "Tyrant" y el aire Motown de "After the Storm" (con gran feat de Tyler, the Creator) son puntos altos de esta obra de pop expansivo.
17. Judas Priest
'Firepower'
Ante la adversidad, Judas Priest recordó lo que cantaba en British Steel ("Unidos nos sostenemos") y lo puso en práctica. Alejado de las giras por su párkinson, el guitarrista Glenn Tipton ajustó la sociedad con Rob Halford y el joven Richie Faulkner, y juntos parieron un álbum inspirado. Los riffs funcionan, y Halford canta casi como a los 30: nada podría hacer más feliz a un metalero.
18. Mitski
'Be the Cowboy'
Historias de corazones frágiles cantadas al oído, pero con un aura de peligro latente: ese es el espíritu del disco de Mitski. Los temas son breves y de lenguaje elástico: el synthwave de "Washing Machine Heart" convive con el country de "Lonesome Love". La bellísima "Two Slow Dancers" ofrece un final como para quedarse en silencio, haciendo un racconto de lo que salió mal.
Textos de: Juan Ortelli, Pablo Plotkin, Gabriel Orqueda, Lucas Garófalo, Yamila Trautman, Juan Barberis, Juana Giaimo, Bruno Larocca, Diego Mancusi, Manuel Buscalia.
LA NACION