Lollapalooza: volvió el festival y 100.000 personas vibraron en el primer día
El carisma de Mily Cyrus, la pontencia de Wos y la convocatoria de Duki, entre otros momentos destacados del primer día de festival; los barbijos fueron los grandes ausentes
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Mediodía de lluvia, tarde de sol, noche de luna; día de música. Después de tres años, el Lollapalooza volvió a abrir sus puertas en la Argentina. Y lo hizo en su clásico predio del Hipódromo de San Isidro, con miles de jóvenes que recorrieron sus escenarios y todos los espacios recreativos que propone este festival internacional.
Miley Cyrus fue la figura central de este reencuentro entre el festival y su público. Diez minutos antes del horario programado ganó el escenario Flow vestida con un traje negro de película galáctica (de los 80) y gafas negras. El primer tema sirvió para entrar en calor, incluso se tomó unos minutos para quitarse la campera inflable gigantesca que llevaba. Recién después, con la temperatura de la música y de las luces del escenario dejó el abrigo y comenzó a pasear su esbelta figura. Abajo, su público deliraba con las primeras canciones, que incluyeron “Mother’s Daughter” y el clásico de Blondie “Heart Of Glass”.
Antes del cierre, que estaba reservado para Bizarrap, Miley dio uno de los shows más ovacionados de un día que tuvo mucho para contar. Por la tarde, el barro pegado en algunas zapatillas diferenciaba a los que habían llegado temprano, cuando la lluvia todavía era una amenaza y el ingreso estaba lleno de charcos. Era el detalle que no ostentaban quienes ingresaron al predio cuando el césped había absorbido toda el agua y su verde era la zona franca que comunicaba cada sector del festival.
Porque los festivales de música de este siglo son parques de atracciones y, en ese sentido, el Lollapalooza es un baluarte que marcó tendencia, al tiempo que se adaptó a las necesidades de cada momento. La vuelta al mundo (como la de los parques de diversiones), el vip central, los sectores de comida, el espacio para los chicos (Kidzapalooza), los stands de distintas marcas y los cuatro escenarios son parte de un todo que, en esta primera jornada, cumplió su finalidad.
Artistas y fans
Cada artista tuvo su fan. Los tuvo 070 Shake, proyecto de la empoderadísima norteamericana Danielle Balbuena que cruza, de ida y de venida, los límites de su oscuro hip hop hasta terrenos más pop. Los tuvo A Day To Remember, banda estereotípica del pop-punk y metalcore de la primera década de este siglo. Hasta hubo pogo en esta tierra de centennials, aunque adaptado a costumbres de estos tiempos (más corridas en rondas y brazos en alto que empujones del punk rock).
Por supuesto que también hubo fans para todos aquellos artistas sub-30 y para los de treinta y pico, que componen hoy mayoritariamente la escena actual, con algo del indie, mucho pop en diversas formas y el ascendente trap. De Chita a Airbag, de La Joaqui a Natalie Pérez, de Louta a Emilia. Del esperado Wos a la fuerza de Duki. Y de los que llegaron desde lejos como Marina, A$AP Rocky, Turnstile, Alesso, todos con estilos tan diferentes, a Bizarrap, el crédito local que estaba programado para después de la medianoche.
El atardecer de Wos
La frase de Natalie Pérez, que subió pasado el mediodía, al escenario Alternative, puede ser una buena síntesis de esa primera jornada festivalera. “Qué bueno que la lluvia bendijo esta mañana y que ahora se fue”. La lluvia la dejó cantar y hacer bailar a muchos que fueron a verla. Y también permitió a otros artistas, como Wos, desmarcarse un poco de una escena trapera homogeneizada para bajar línea desde el rap, que es lo suyo, cuando llegó el momento del freestyle, una de las perlitas de su actuación y, quizá, de este primer capítulo de festival: “¿Somos buenos, somos malos? No sé, la acomodamos, estamos acá. La cultura es mucho más de lo que puedo tirar en un compás (…) el talento está aquí (…) El talento es mucho más que el que suena en la music del top ten”, largó como una ametralladora, mientras el sol lo golpeaba en la cara.
Como en cada festival, hay quienes fueron convencidos por sus gustos y se acercaron a los artistas que querían escuchar. Otros eligieron su propia aventura en el momento. Una de las primeras propuestas extranjeras que cautivaron a esos madrugadores que llegaron al hipódromo apenas pasado el mediodía fue la de Tai Verdes, banda que comanda el californiano Tyler Colon. Tras su show, el público se bifurcó en dos senderos que lo llevaron a los escenarios Samsung y Alternative. Cada uno eligió una propia aventura: ¿Seven Kayne o Louta? El que más llamaba la atención era el escenario que tenía globos celestes gigantes. Minutos después ese espacio se convirtió en un parque de atracciones en sí mismo. Una ballena franca inflable, un globo lleno de papelitos, el propio Louta in vitro, cantando desde allí sobre una escalera de obra. Un preludio de música noise e interludios con canciones de Nirvana, Technotronic, John Lennon y Lou Reed.
Con el paso de las horas, las mudanzas de un sector a otro fueron cada vez más intensas. Muchos llegaron al trote para ver el show de Duki. “La gente más vieja no nos entendía”, decía el cantante, en medio de su show y en clara referencia a la gente de su generación que tenía enfrente. Minutos después recibió a la cantante Emilia, su novia, con un beso en los labios, antes de comenzar un idilio de un par de canciones, compartido con miles de fans. Y más tarde no dudó ni un instante cuando sintió que debía detener su show para que se pudiera asistir a chicos y chicas que estaban muy cerca del escenario y comenzaron a sentirse mal. “Esperemos que lleguen a ayudarlos”, dijo, sin ningún tipo de apuro. Tratemos de no empujarnos porque si no va a haber gente lastimada. Más que nadie quiero que esto termine bien y que nadie se lastime. Cantamos estas dos que quedan y después tenemos shows de Rocky, Miley y Biza”, dijo antes de despedirse con sus dos últimos temas, “Malbec” y “Goteo”.
Un recorrido por la pista
Entre el último festival y este que acaba de comenzar pasó una pandemia y eso, de algún modo, quedó representado. Si bien los barbijos fueron los grandes ausentes (a pesar de que la recomendación de la producción fue usarlos en espacios con mucha aglomeración de público), el arranque de Lollapalooza 2022 mostró en la gente looks menos estridentes. Y, tal vez, cierto alivio en los músicos que subieron a los escenarios y miraron de reojo ese milagro de tener a personas amontonadas, sin burbujas, bailando. Y así desde que se abrieron las puertas, el mundo volvió a girar y esta séptima edición mostró lo que traía. La vuelta al mundo, la calesita, las esculturas de Marta Minujín y muchos puestos de descanso, entre bancos de madera con diseños modernos, amplios pufs y el clásico lounge. Lejos de ahuyentar a la gente, la lluvia de la mañana trajo un aluvión de jóvenes que desde temprano hicieron largas filas para ingresar.
Para madrugadores
El sol se iba asomando después del mediodía. Ainda se imponía el escenario Alternative mientras que, en paralelo, se escuchaban los primeros acordes de Limón en el Samsung. Media hora después Rosario Ortega inauguraba el Flow y Bianca Lif sonaba en el Perry’s. Pequeños grupos de amigos iban de un lugar a otro, casi en plan de reconocimiento del lugar, aunque ya tuvieran toda la información del predio y la app del festival actualizada en sus celulares. Como para algunos el acontecimiento tiene valor en sí mismo, no estaban demasiado al tanto de la grilla. “Me regalaron las entradas para mi cumpleaños de 15, hoy tengo 17. Vengo con mis amigas del colegio, es como una salida más. Hoy vengo a ver a Miley y a Emilia. A Bizarrap no creo que llegue porque vinimos muy temprano”, contaba a LA NACION Bella.
Como ella hubo muchas otras adolescentes que crecieron y que esperaban vivir la experiencia dos años atrás (por la pandemia, la primera suspensión fue la del festival de 2020). “Lo bueno es que ahora podemos venir solas”, agregaba.
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