Lollapalooza 2018: The Killers encendió al público, Lana del Rey lo adormeció
En sintonía con la primera jornada, el tramo final del día dos de Lollapalooza ofreció una seguidilla de experiencias disímiles para esa multitud que deambula de uno a otro escenario buscando su festival ideal, en esta quinta edición del encuentro creado por Perry Farrell. Con la amenaza de tormentas eléctricas para la madrugada, los organizadores adelantaron todos los shows con fecha límite para las 22 horas y así se sucedieron, en los dos escenarios principales, las actuaciones de Liam Gallagher , Lana del Rey y The Killers . Mientras que el menor de los Gallagher mostraba cuánta agua ha corrido bajo el puente desde que subió por primera vez a un tablado argentino -ayer casualmente se cumplían exactamente veinte años de su debut en el país, con Oasis en lo más alto de la ola, en 1998, con una bola de sonido punk en el Luna Park-, Lana del Rey llegaba para confirmar que lo suyo no son los festivales -su debut en la Argentina fue un anodino show en Tecnópolis, en 2013- y los chicos de Las Vegas, con Brendan Flowers bien al frente se llevaban la gloria festivalera sin despeinarse, sin más armas en la mano que descarada actitud y buenas canciones.
Lo de The Killers es cosa seria y su show de una hora y media hizo olvidar la modorra cool que propuso Lana del Rey minutos antes, con un sonido contundente, un cantante entregado cien por ciento, una performance impecablemente profesional -excepto el gafe del fan baterista que soñaba tocar con ellos y se lo hizo saber con un cartel que el mismo Flowers leyó y que ampliaremos más adelante- y un timing festivalero como pocos han tenido por estos días en el Lollapalooza.
"The Man" en plan disco abierta y la iniciática "Somebody Told Me" abrieron la noche casi como si se tratara de agua bendita para quienes venían de un show de Lana del Rey fuera de lugar -solo su voz merece tener una tercera oportunidad en un espacio más íntimo, mucho más íntimo por cierto- y de allí en más la banda norteamericana regaló una lección de cómo hacer un espectáculo para todas y todos en estos tiempos.
Lejos de aquellos años en los que se definían como la banda más británica de los Estados Unidos, hoy el alma de The Killers está en su tierra, en el desierto californiano y en esas luces de neón que, con la imagen de un icónico Lucky Strike, marcan territorio desde el inicio. Sin respiro, Flowers sube y baja el tono de su extraordinaria voz mirando a cada uno de sus fans, guiando a sus seguidores de "Spaceman" a "Run for Cover" y "Jenny Was a Friend of Mine" -aquí sí, con su tono más inglés en plan Robert Smith-. Hasta allí un sin parar que rectifica por qué The Killers es uno de los números más buscados en los festivales de rock del mundo entero en la actualidad.
Pero llega "For Reasons Unknown" y Flowers quiere salir del libreto e invitar a escena a un muchacho que entre la multitud extiende un cartel con la consigna: "Tengo un sueño: tocar la batería con ustedes". Okey, dice Flowers, vos, sí, ¿querés tocar la batería con nosotros? Dale, vení, tocá... Entonces hay que esperar hasta que llegue el muchacho y pasa el tiempo y la energía del primer cuarto de hora comienza a bajar, y entonces el muchacho llega y sube y se sienta en la batería y resulta que no, que no sabía tocar, y rápidamente el batero Ronnie Vannucci vuelve a su lugar para seguir con el show. Y cuando todo parecía un mal viaje, llega el verdadero joven del cartel que soñaba tocar la batería con The Killers y resulta que el otro había sido un farsante y Flowers se ríe de la situación y, como mago con su galera repleta de conejos, hace subir al joven argentino que soñaba tocar con The Killers y el público argentino, ese que se autocelebra como el mejor del mundo, estalla de emoción y alegría. En un abrir y cerrar de ojos Flowers se tiró a una pileta vacía y al caer salpicó agua para todos lados. Talento que le dicen.
De ahí en más, hit tras hit, con una remarcable versión soulera de "All These Things That I´ve Done" -con especial lucimiento del trío de coristas-, justo antes de los bises que cerraron la faena con "When You Were Young" y "Mr. Brighstside" y un Flowers que sabe cómo ganarse a su público y también al ajeno vestido de Elvis Presley de última generación.
Antes, Lana del Rey volvió a marcar su territorio, entre el pop operístico y el trip hop desaliñado, con su habitual desgano escénico para clásicos de su repertorio como "High By The Beach", "Born To Die" o "Blue Jeans", con una lista de temas que hasta la llevó a lanzar un "happy birthday Mr. President" fuera de tiempo y lugar. La chica de los labios carnosos y el caminar sensual tuvo su momento festivalero, vaya la paradoja, cuando dejó de cantar y bajó del escenario para darse un largo baño de fans, que le ofrendaron rosas, besos, banderas y vinchas.
Promediando el show, mientras el grupo fundamentalista de seguidores de Lana insistía en que podía bailar, saltar y cantar las canciones con un ánimo muy superior al de la gélida cantante, muchos festivaleros comenzaron su éxodo ya sea para acomodarse para The Killers o Wiz Khalifa o para cerrar la noche con una comida al paso.
Liam Gallagher siempre juega de local
Después del traspié que significó su sideshow en el DirecTV Arena, Liam Gallagher tenía poco margen para errores en su show en el Main Stage 1. Sin mediar palabra, el ex Oasis y su banda se basaron en la misma lista de temas que en Tortuguitas para evitar riesgos. Así, "Rock ‘N’ Roll Star", "Morning Glory" y "Greedy Soul" se sucedieron sin continuidad y con la distorsión como estandarte. Pero, al igual que en Tortuguitas, las cosas se pusieron un poco difíciles en "Wall of Glass" y se empantanaron aún más en "Bold" y "For What It’s Worth", donde la voz de Gallagher dio señales inequívocas de fatiga.
Pero al final no fue más que una falsa alarma: aun cuando en "Some Might Say" los agudos vocales parecían una utopía, a la hora de "Slide Away" la balanza se había equilibrado. El glam de barrios bajos de "You Better Run" fue la última incursión en su álbum solista, As You Were, y lo que siguió fue un continuum de canciones de Oasis de efecto inmediato y acción prolongada. A exactos veinte años del debut porteño de la banda de Manchester, "Be Here Now" y "Wonderwall" aportaron intensidad e intimismo respectivamente. Sobre el final, tres canciones del primer disco de Oasis ("Supersonic", "Cigarettes and Alcohol" y "Live Forever, todas de Definitely Maybe, de 1994) ayudaron a borrar el recuerdo del mal trago de hace un par de días. Liam apenas pudo empatar de local, pero en el festival ganó de visitante.
Wiz Khalifa aportó su cuota de rap
Mientras The Killers apostaba al pop de efectos grandilocuentes en el escenario principal, en el otro extremo del Hipódromo, Wiz Khalifa le dio al comienzo de su set una cuota de misterio con una voz en off que parecía narrar las imágenes de las pantallas. Una vez que la introducción terminó, el rapero nacido como Cameron Jibril Thomaz copó el escenario y, mientras sonaban los primeros compases de "Captain", encendió el primero de los varios cigarrillos de marihuana que se fumó durante su set. Se sabe: Khalifa es un fuerte militante, capaz de titular a su tercer disco Rolling Papers (papel de armar) o bautizar a una gira "Under the Influence" (bajo los efectos).
"Quiero contarles algo: estoy re fumado", aclaró a mitad de su set, por si algún desprevenido no había entendido cómo venía la mano. Acompañado por un tecladista, un baterista y un DJ, Khalifa echó mano a su flow filoso en "Letterman", "Taylor Gang", "Black and Yellow" y "Something New", con el feat de Ty Dolla Sign disparado desde una pista pregrabada. Mientras de fondo, Brandon Flowers y los suyos aportaban pirotecnia, láseres y lluvias de papelitos, el rapper de Dakota del Norte cerró su segundo show en la Argentina con "See You Again", la canción dedicada a Paul Walker, el fallecido protagonista de la saga Rápido y furioso.
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