Locos pensamientos sobre los shows vespertinos del Lollapalooza 2019
En algunos casos más que en otros, de los shows que se ven sobre los escenarios en la franja vespertina del Lollapalooza 2019 de Argentina , se nota que no es lo mismo tener carisma al momento de pararse frente a la cámara del celular para un video que se subirá a YouTube y que luego tendrá millones de visitas, que subir a un escenario de gran magnitud. No es lo mismo. La situación del vivo es totalmente diferente y la mayoría de las veces necesita un tiempo de maduración.
En su última visita a la Argentina, el saxofonista Brandford Marsalis dejó unas cuantas frases interesantes sobre el mundo de la música actual. Una fue: "Ser nuevo parece mejor que ser bueno"; la otra: "A los jóvenes les enseñan a pensar que el suyo es el mejor momento de la historia".
En cuanto a la primera, se podrá concluir que efectivamente la novedad tiene un valor extra desde que la decisión de quien sube al escenario de un festival puede estar dada por algún dato famoso de la persona que canta o toca o por la cantidad de vistas que tienen sus canciones en YouTube o escuchas en plataformas de música. De todos modos eso no es sinónimo de calidad. La calidad se construye con talento pero, también, con tiempo; con desarrollo y madurez.
Por cierto, un festival como Lollapalooza debe ser inclusivo y seguir las tendencias; esa es una de las claves de su popularidad. En un festival variopinto, de más de doce horas diarias de programación durante tres días, se podrá ver a músicos con muchísimas horas de vuelo y a otros que recién están dando sus primeros pasos en la música. Y si bien es cierto que los consagrados suelen tener los escenarios más importantes en horarios centrales, y los nuevos van en los iniciales, vale preguntarse si tienen la madurez como para plantarse sobre esos tablados que son gigantes, más allá de la hora.
Si la selección es tan democrática como el voto y ese voto está determinado en la mayoría indicada por la cantidad de "views", pues bien, habrá que decir que de ese modo es el camino correcto. Porque un festival también funciona como la vidriera de la escena musical de una época. Y sirve casi como documento. Basta con ver la grilla del primer Lollapalooza para darse cuenta de que todo empezó a principios de los noventa. Fue en 1991 e incluyó a bandas como Jane's Addiction, Siouxsie and the Banshees, Living Colour, Nine Inch Nails, Ice T y FishBone, entre otras. Claro que si un festival apunta a la curaduría de un espectáculo que responde a determinada estética, habría que dejar de lado por un rato ciertos vectores cuantitativos y prestarle más atención a las cuestiones artísticas.
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