“Loco un poco”, el último hit rockero, que sorprendió con su éxito en el verano de 2002
La canción de Turf tomó por sorpresa esos meses agitados que vivía el país y nadie pudo dejar de escucharla
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A un verano raro (más que encendido, prendido fuego), el de fines de 2001 y comienzos de 2002, le tocó en suerte el último hit rockero, que surge como una fantasía a mitad de camino entre el pop art y Argentina Sono Film: “Loco un poco”.
“Cuando escuchés esta canción, te va a explotar el corazón”, prometía Joaquín Levinton, cuya voz de stone bacán se había colado en la radio y en las cortinas de los programas de la tarde que intentaban simular una temporada que era puro espejismo del turismo de masas argentino. “Loco un poco” no tenía nada de lo que suele pedir el verano para darle a una canción estatus de hit. No era la adaptación kitsch de un ritmo folclórico (“Lambada”) ni el diseño premeditado de un ritmo (“Tirate un paso”) o la importación de un frente de tormenta tropical. No hablaba de las olas y el viento (“Tiritando”, hit del verano 68) y, sin embargo, todo en el sonido y en el cromatismo Kodak del video era una apelación profunda al mito aspiracional de unas vacaciones a pata ancha. Editada en noviembre, la canción terminó de pegar un pleno en ese enero desteñido de 2002. El sonido de una caricatura casi irresponsable para el devenir argentino.
“Loco un poco” que tendía puentes con Madness y Supergrass era más Bristol-pop que Brit-pop. Sí, una suerte de tributo a todas las fantasías proyectadas sobre Mar del Plata desde la mímesis aristócrata con los balnearios europeos (Brighton, Biarritz) al desembarco masivo pos peronista y la idealización del jet set de cabotaje. Sin decir una sola palabra sobre la ciudad que se arroga el cofre de la felicidad de la Nación, lo decían todo. El estribillo es una de las más logradas tautologías del rock argentino: en efecto, cuando se escucha la canción hay un inmediato efecto de alegría. Que es a la vez una construcción colectiva, un pliegue de capas de sentido en la memoria popular. “Loco un poco” está hecha de aquellos hits como el de Donald (o el más específico de Juan & Juan), pero también del cine de Héctor Olivera (Sexoanalísis) y la saga de Los Superagentes (Emilio Vieyra, Enrique Carreras); de las tapas de las revistas con las diosas del verano y los balcones trágicos de Alberto Olmedo y el campeón femicida Carlos Monzón.
Como la marea, el hitazo de Turf se llevaba todo puesto y lo devolvía a la playa en un sedimento confuso de recuerdos rotos. Rompió en el momento justo y con el descaro propio de un grupo que había bombardeado la sensibilidad indie desde adentro: covers de Charly García y Ratones Paranoicos como granadas de mano para sacudir a un público somnoliento. Como habían hecho Los Auténticos Decadentes con “Loco (tu forma de ser)”, los Turf eran capaces de abrevar en esa música que los pioneros consideraron pasatista o complaciente ya sin la ironía de Los Twist. “Loco un poco” parece salida de la factoría de hits del productor Francis Smith, el Rey Midas de los 60 y primeros 70 y leyenda bon vivant de la música popular. Acá también los Turf son nac & pop sin hacer alarde de “pueblo”: en el álbum Turf Show le deben más a nuestro Smith que a The Smiths (“Cuatro personalidades”, “Yo no me quiero casar, Y Ud?”).
“No te arrepientas de nada y no pidas perdón”, decía el coro en plan Beach Boys, la única alusión playera, que introducía esta semblanza de un loco lindo (¿Levinton?), que la escenografía en ruinas del país resignificó en los pocos días que fueron de su lanzamiento a la consumación como hit. El vértigo la puso en el lugar menos pensado, recordarnos en su aire triunfal y desvergonzado (cuando todo el rock quiso ser Patoruzú, ellos eran Isidoritos) aquel verano casi inadecuado en el que una sombrilla, una lona y una pelopincho se habían vuelto objetos de un set de protesta.
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