
Loable realización de Orfeo y Eurídice
Destacado trabajo de la soprano Mariana Mederos, en un elenco muy parejo y muy bien dirigido
Orfeo y Eurídice . De Gluck. Libreto de Ranieri Da Calzabigi. Versión francesa de 1774. Elenco: Sebastián Russo (Orfeo), Mariana Mederos (Eurídice), Damián Ramírez (Amor). Idea escénica: Marga Niec. Régie: Yamil Ostrovsky. Coral Ensamble y Orquesta. Director musical: Gustavo Codina. Asociación Ensamble Lírico Orquestal. Teatro del Globo.
Nuestra opinión: muy bueno
Con Orfeo y Eurídice , la ópera seria alcanza una de sus cumbres más significativas. Para Gluck, su autor, es el haber dado forma a un drama musical que podía ser comparado con la tragedia griega, superando plenamente la antinomia entre el recitativo y la construcción musical. Al mismo tiempo, proclama en ella varios principios elementales; unidad dramática, eliminación de acciones secundarias como la ornamentación vocal y el recitativo seco. Asimismo, incorpora al coro como un personaje omnipresente y concibe una sobria realidad escénica. Desde el punto de vista musical, elimina el bajo continuo, releva las posibilidades poéticas de los instrumentos a soplo y valoriza la técnica de la orquestación, detalles que en su conjunto parecen haber deslumbrado a Weber y a Wagner.
Y en esta nueva presentación de la asociación (se recuerda que este titulo se había ofrecido en la temporada de 2006), que motoriza con loable y positivo empeño el músico Gustavo Codina, pudo apreciarse una versión signada por el noble postulado de servir al autor, quien fuera artífice de varias premisas fundamentales referentes a la función de la música y del canto como elementos expresivos en equilibrio a la acción dramática. Y ya desde la sencillez de la puesta escénica en todas sus facetas, la ausencia de divismo en los personajes solistas y en el alto nivel musical de una masa coral de casi ochenta integrantes, se palpó un noble trabajo de preparación, indudablemente llevado a cabo sólo por amor y vocación a la lírica.
Intérpretes
En esta nueva versión, Orfeo fue el joven tenor Sebastián Russo, de voz realmente poderosa, bien timbrada y de color parejo a lo largo de todo el registro, y como Eurídice se desempeñó la soprano Mariana Mederos de llamativa soltura en la faz teatral y poseedora de un canto matizado y musical, detalles que hacen vislumbrar una incipiente y destacada evolución. Como Amor, el contratenor Damián Ramírez sumó por su aplomo y seguridad vocal otro personaje poco menos que ideal de su amplia galería.
Como el director de escena Yamil Ostrovsky aportó el sabio criterio de la mesura y el equilibrio entre música y teatro, nada perturbó el gozo de un espectáculo musical que se valora en su justa medida cuando el oyente puede, como en este caso, escuchar y observar sin nada que interrumpa su placidez y distensión espiritual. Y como la escena final fue deslumbrante, y la orquesta se había desempeñado con muy buen nivel de ejecución y Gustavo Codina, en su rol de concertador general de modo impecable, fue lógico que el público se mostrara tan efusivo como agradecido, logrando la reiteración del final de la gran escena, un broche poco frecuente y, al mismo tiempo, emotivo y justo.
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