Lo nuevo de Duki, Desde el fin del mundo: sus mejores rimas, su mejor versión
El líder de la escena trap local está de vuelta con un muy buen disco, Desde el fin del mundo
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Duki. Álbum: Desde el fin del mundo. Canciones: “Sudor y trabajo”, “Pintao”, “Chico estrella”, “Volando bajito”, “Cuánto”, “Rápido”, “I Don’t Know”, “Sol”, “Luna”, “Malbec” y otras . Productores: Yesan, Asan, Marlku, Club Hats, Orodembow, Zecca, Percii, Evar, Bizarrap, Hide Miyabi, Smash David y RulitsTMB . Edición: SSJ de Atuanoriisno / Dale Play Records. Nuestra opinión: Muy bueno.
“Todos preguntan cómo se siente, nadie me pregunta cómo me siento”. Apenas entrado el primer minuto de su nuevo disco, Duki se permite bajar la guardia para reclamar un poco de atención por detrás del brillo. El tema, “Sudor y trabajo” es una declaración de principios desde el título y también desde las formas: en cuatro años, el autor de “Rock Star” tuvo que surfear entre altos y bajos mientras se convertía en el más alto exponente de la música urbana local. Lo que en otro momento hubiera sido un recorte transicional de una etapa a la siguiente, ese lapso significó para Duki la construcción y el reseteo de una obra que encuentra en Desde el fin del mundo sus formas más logradas.
En tiempos en que la playlist se volvió la versión superadora de cualquier formato físico para el oyente centennial promedio, Duki apeló al concepto de disco como obra integral, con dieciocho canciones que, aún en los momentos más dispares, ayudan a dar forma a un corpus robusto que funciona como estado de situación. En poco menos de una hora, Duki y su elenco amplísimo de invitados desgranan la música urbana en todas sus expresiones con el norte puesto en una Santísima Trinidad de sexo, sustancias y posesiones materiales. El ego como factor diferencial es justamente lo que define a “Pintao”, donde Duki, YSY-A y Rei se turnan para pasar la posta y también para marcarse la cancha con discreción y elegancia.
Desde el título, “Chico estrella” traza una continuidad conceptual con “Hitboy”, de 2019, aunque ahora la música tiene una raíz latina para edificar una alabanza a su joyero personal, su productor y sus consumos de alta gama. ”Volando bajito”, con su beat ornamentado por una guitarra acústica y una flauta traversa, suma estupefacientes a la ecuación. A la manera de Queens of the Stone Age en “Feel Good Hit of the Summer”, Duki enumera los químicos que ha tenido a mano, y de a poco el mismo audio del tema muta de manera abrupta para convidar de alguna manera el trance de su autor. Dentro del ego trip constante del disco, “Cuanto”, con Lucho SSJ y Farina, es un repaso a la austeridad de los comienzos en pos de no dejar que la arrogancia le gane al hambre de gloria (“¿Cuántas noches tuve que pasar yo sin saber qué iba a ser de mi vida? ¿Cuántas noches tuve que ir a la plaza a rapear con la panza vacía?”).
La urgencia y lo efímero son la matriz de “Rápido” y su flow acorde al título del tema, un recordatorio de que tanto lo malo como lo bueno pueden desvanecerse en el aire de un momento a otro. A contrapelo, “I Don’t Know” es una balada en la que Duki le da a su voz un matiz áspero y robótico para extenderle a una mujer un pedido de auxilio entre tanta vorágine (“Me piden que me calme pero no les hago caso, me cansé de llamarte, ya no aguanto el rechazo”). El juego de diferencias se profundiza con “Sol”, donde la tracción a sangre se abre paso entre un trap lento edificado en una PC, en la que Duki y Lara91k lamentan la pérdida del mismo objeto de afecto. En continuado, “Luna”, a dúo con Asan, hace borrón y cuenta nueva, con otra celebración de nocturnidad y excesos de los materiales y también de los otros, un recurso que recrudece poco después en “Mi diablo”.
La certeza del disco como unidad conceptual hace que la esperada colaboración con Bizarrap aparezca recién en su segunda mitad con “Malbec” y su arreglo de flautas barrocas. La idea de las alianzas de peso cobra más relevancia en “Fifty Fifty”, con Neo Pistea, Pablo Chill-E y Obie Wanshot sumándose como unos Avengers del trap que enaltecen su estilo de vida, pero también el altruismo con su círculo más cercano. Y si el exceso de posesiones era un dilema a resolver, “Valentino” elimina toda duda con el deseo manifiesto de vivir con los lujos a mano, el “Tony Montana Way of Life”.
Sobre el final, Desde el fin del mundo profundiza sus matices, y también sus contradicciones. “Cascada” es trap distópico, como si el Duki del futuro le batiese al del presente lo que supo cosechar más adelante en el tiempo, mientras que “Ticket” presenta una inesperada referencia británica tanto desde su título (¿ticket to ride?) hasta en su instrumentación, con una guitarra acústica de acordes noelgallagherianos. En el último tramo, Khea hace su entrada triunfal en “Muriéndome”, un tema rockero de aire nü metal con el flow como plataforma de lanzamiento, mientras que “Ella es mi bitch” permite el otro junte del disco, esta vez con Pekeño 77, Mesita, Franux BB y 44 Kid.
En el cierre, Ca7riel aporta vuelo y mutación en loop en “Muero de fiesta esta noche”, un manifiesto personal de poco más de tres minutos. Con una duración y una cantidad de canciones atípicas para su género, Desde el fin del mundo es una apuesta al riesgo, un despliegue de matices que bien podrá servir para que Duki desactive falacias repetidas de manera automática al momento de intentar desacreditar al trap en 2021. Argumentos le sobran, herramientas también.
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