La actriz escribió la dramática letra del tango que lleva música de Héctor Stamponi y lo inmortalizó con una grabación de 1960
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Duelo y catarsis. Grito desgarrado ante el amor trunco, colapsado antes de tiempo. En 1960, Tita Merello grabó “Llamarada pasional” con la orquesta típica de Héctor Stamponi, compositor de la música que acompañó con carácter esos versos escritos por Laura Ana Merello, tal el verdadero nombre de la estrella. Tita, que había conocido la lectoescritura recién a sus veinte años, encontró en el padecimiento irreparable, la inspiración para derramar lágrimas sobre el papel. A diferencia de cancionistas como Azucena Maizani, Tita no se dedicaba a escribir, pero sus propias heridas la llevaron a hacerlo.
La Merello interpretaba ese tango apelando a la profundidad de una voz que emergía sangrante desde lo más profundo de su ser. Esa voz que fue instrumento para aullar esas ideas que fueron vehículo para exorcizar los fantasmales ecos de ese amor con Luis Sandrini, el hombre que más amó y que, paradójicamente, dejó ir casi absurdamente.
“Llamarada pasional” es la síntesis perfecta de ese despecho del que nunca se pudo sobreponer. Se trata de un tango canción, registrado por el sello Odeón, de dos minutos y veintinueve segundos de duración. Acaso, por lo íntimamente trascendente de su relato, no fue uno de los títulos más abordados por La Merello, quien tenía como caballito de batalla a clásicos como “Se dice de mí”, “La milonga y yo”, “El choclo”, “Cambalache” o “Yo soy del ´30”, por citar solo algunos títulos del enorme repertorio de la artista, la gran dramática del cine argentino y la escena nacional.
“La voz de un hombre me persigue en el recuerdo, en el recuerdo tormentoso del ayer. Era una voz que suplicaba mi conciencia, que fuera buena, que lo quisiera bien. Son mis sentidos que te gritan que regreses, es mi tormenta la que aflora con tu voz. Es llamarada el quererte y no tenerte, saber que late para ti mi corazón”.
Naipe marcado
Luis Sandrini era la pareja de la actriz Chela Cordero cuando compartió el rodaje de la película Tango con Tita Merello. La atracción fue mutua e irrefrenable. El 27 de abril de 1933, cuando se estrenó el material, Merello y Sandrini prometieron volver a encontrarse. Así fue. En los sets del rodaje de aquella película, la primera sonora de nuestro país, germinó ese vínculo que ninguno de los dos pudo reprimir. Lo prohibido del comienzo trocó en la alineación de una de las parejas más llamativas del ambiente. Por aquellos tiempos, Tita contaba con mucho más cartel que él. Sandrini, que ya era muy conocido, aún no había explotado su estelaridad.
Pasaron unos años hasta que se formalizó el vínculo. Ella tomó la iniciativa. Había mucha piel, sexo perfecto y la indecisión de Luis. “Nos vamos a vivir juntos”, lo apuró ella y él aceptó. Deseaba y gozaba con Tita, pero su debilidad por las mujeres lo hacía dudar de un vínculo asfixiante dado el temple de la protagonista de Mercado de Abasto.
En 1942, Tita y Sandrini se mostraron públicamente de manera formal. Podría caerse en el lugar común y cursi de decir que “eran el uno para el otro”, pero lo cierto es que la aseveración kitsch confirma aquella realidad. En ellos se conjugaba lo pasional y carnal de ella con el aire naíf y bonachón que siempre irradió él.
Para la mujer de Sandrini, la aparición de Tita en la vida de su marido significó una puñalada de la que jamás se pudo reponer. Se dijo que la Merello, cuando Chela Cordero enfermó gravemente, se acercó para decirle: “Señora, mis disculpas por todo el daño que le he causado”. Tita y Sandrini lo compartían todo. Aunque la fama arrasadora de ella, las fortunas que ganaba por sus películas y discos vendidos, generaban ciertos roces en la relación. Aquel viaje a México, país donde él fue contratado para filmar tres películas, equipararía el desbalance a costa de la carrera de Tita, quien, por acompañarlo durante un par de años, relegó su protagonismo en Argentina.
“Llamarada, es oír desde las sombras, esa voz que a mí me nombra, que la busco y que no está. Llamarada, es sentir sobre mi boca todo el fuego de tu boca que me quema y que se va. Llamarada es oír la que me nombra y es correr tras una sombra imposible de alcanzar”.
Los caprichos del final
A Sandrini le había ido muy bien en México, su regreso a la Argentina tenía el sabor del triunfo. Para Tita era el momento de volver a plantar bandera y de elegir entre decenas de proyectos. Su público la aclamaba, era la Actriz de la Nación, aunque aún no había filmado los grandes títulos que la consagraron en cine como Deshonra, Morir en su ley, Arrabalera, Guacho o Amorina.
Eran tiempos de alegrías y tristezas. En alguna ocasión, ella se enteró por terceros de ciertas infidelidades de él. Una noche, la cantante se topó con un colega en el foyer de un teatro: “Tita, ¿cómo estás?”, la saludó el hombre que quedó atónito con su respuesta: “Para la mierda”, respondió Merello, fiel a su estilo cabrón, aunque no sabía que estaba a punto de oír lo que no hubiese querido escuchar jamás. “Y sí, Tita, me imagino. Vos sabés cómo es Luis, las mujeres lo pierden”. Ahí mismo, Merello se enteró de una nueva infidelidad de su hombre. Sin embargo, el amor y la atracción de los cuerpos era tal que todo se subsanaba entre cuatro gritos, algún portazo y el amor en la cama.
En 1948, Tita recibe una oferta tentadora: protagonizar en teatro durante el verano siguiente, una obra neorrealista del autor italiano Eduardo de Filippo. En simultáneo, Sandrini recibió un suculento contrato para rodar, en España, la película Olé, torero de Benito Perojo, protagonizada por Paquita Rico. “Nos vamos a España”, le confirmó él, suponiendo la alegría que la noticia generaría en su mujer. Pero Tita tenía otros planes: “No puedo, Luis, me ofrecieron hacer Filomena Marturano”. Sandrini se ofuscó y menospreció el proyecto: “¿Qué es eso? ¿Quién conoce esa obra? Y en verano no te irá a ver nadie. Nos vamos a España”. Sabido es que la Merello no era mujer de aceptar imposiciones, ni siquiera de él. “Si no venís conmigo, lo nuestro se termina”. Sandrini no soportaba el éxito ni la independencia de ella.
Tita lloró, gritó, pero eligió a su carrera, acaso sin imaginar que las palabras de Luis no tendrían vuelta atrás. Pensó que él volvería luego de filmar y todo seguiría igual. No fue así. El viaje a España de Sandrini implicó el final definitivo de la relación.
Tita convirtió a Filomena Marturano en uno de los grandes papeles de su vida y tanto la versión teatral como la cinematográfica fueron un suceso. Luego vendrían las grandes historias de su filmografía que la convertirían, de a poco, en un mito nacional. Sin embargo, Tita era una estrella que escondía bajo los oropeles a una mujer abatida, deprimida, que jamás superaría la perdida de ese hombre del que estuvo enamorada por el resto de su vida.
Al tiempo, Luis Sandrini construyó una familia con la actriz Malvina Pastorino, con quien tuvo dos hijas y fue la mujer que lo acompañó hasta 1981, cuando falleció el 5 de julio de 1980.
“Estoy pagada con castigo al recordarte, mi sangre grita que me quieras otra vez. Temor de vida que se escapa con el tiempo y no tenerte de nuevo como ayer. Es llamarada recordarte con la sangre, saber que nunca, nuca más, ya te veré. Mirar mis sienes que blanquean y detienen con mil recuerdos esta angustia de querer”.
El que te dije…
Cuando Merello le acercó a Héctor Stamponi la letra de “Llamarada pasional”, habían pasado 12 años desde aquel día en el que Sandrini había abandonado el piso que compartía con Tita. El músico, rápidamente aceptó el convite para darle una vida tanguera al llanto poético de la actriz. Tita no debió explicarle demasiado. La letra era clara. En la grabación original del tema, la intérprete no derramó una lágrima, pero, al abandonar el estudio, le dijo a Stamponi: “Necesitaba hacerlo, gracias por ayudarme a llorar con música”.
Stamponi, que participó en orquestas como las de Miguel Caló y había estudiado armonía con Alberto Ginastera, fue autor de clásicos como “El último café” o aquel querible vals “Pedacito de cielo”. El maridaje entre la letra de la autora y la partitura del músico fue perfecto para darle entidad dramática y poética a “Llamarada pasional”. El tema fue editado en cinco discos diferentes de la artista, algunos de ellos a modo de compilados de sus grandes éxitos.
Ana Laura Merello jamás se repuso del dolor de aquella separación. No hubo otro hombre que lograra lo que Sandrini significó para ella. Algunos intentaron seducirla, algún beso por ahí. Sin embargo, de a poco, Tita se fue ensimismando en una vida monacal, aunque nunca llegó a los extremos de Ada Falcón, que se recluyó en un hospicio de Córdoba para nunca más salir. La Merello siguió con su carrera estelar, pero abatida por dentro. Camuflaba sus pesares con un humor arrabalero: “De los que están aquí, no me falta nadie”, dijo al entrar a un restaurante, haciendo gala de su poder de seducción. Mito y figura. Algo de fantasía en esa mujer que se construyó corazas ante el hambre, el analfabetismo y, después, el desamor.
Lo llamaba “el que te dije”, para no mencionarlo con nombre y apellido. En su departamento de la calle Rodríguez Peña casi Marcelo T. de Alvear, una silla arrinconada tenía prohibido el uso propio y ajeno. Si alguna de las escuetas visitas que recibía amagaba con sentarse, ella, rápidamente, evitaba tal cosa. “Ahí nadie se sienta, en esa silla se sentaba él”.
Tita se convirtió en una profunda devota de la fe católica y entregó su vida a la solidaridad, daba más de lo que recibía y, por eso, su fortuna se acotó significativamente. En su vejez, el director Enrique Carreras la convocó para filmar Las barras bravas y protagonizar la revista musical Para alquilar balcones junto a Mercedes Carreras en el teatro Odeón de Mar del Plata. Justamente fue la familia Carreras quien acompañó a una anciana Tita, quien solía almorzar los domingos en el piso de la avenida Santa Fe donde residía el clan artístico que completaban María, Marisa y Victoria, las hijas del matrimonio conformado por Mercedes y Enrique. En el documental Merello x Carreras, dirigido por Victoria, se observa la intimidad de Tita junto a la emblemática familia del espectáculo argentino.
Tita solo se atrevió a referirse a Sandrini en una extensa entrevista que le realizó el gran locutor Antonio Carrizo en el ciclo Los grandes, emitido por Canal 11. Susana Giménez también la entrevistó en reiteradas oportunidades, debido a la admiración que la diva siempre sintió por Tita. Una de esas charlas frente a las cámaras tuvo un sabor muy especial.
Por esos azares del destino, Merello y Malvina Pastorino jamás se habían cruzado personalmente, a pesar de compartir el medio artístico. Susana Giménez fue quien logró el encuentro en un su show televisivo para conmemorar el Día del Amigo. Con el público como testigo, los dos grandes amores de Luis Sandrini conversaron animadamente y Tita, rápida de reflejos, se animó a concluir: “El que te dije está contento”.
Internada en la Fundación Favaloro, Tita murió con los ecos del tiempo ametrallando con esas imágenes de la felicidad que ya no era, como una llamarada impúdica y pasional.
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