Lisandro Aristimuño, en el Luna Park: un viaje sonoro entre la naturaleza y el espacio
Lisandro Aristimuño se para en el escenario con una sonrisa. Sonríe durante casi las dos horas y media que dura el show, el segundo que tiene lugar en el Luna Park en su carrera. El trovador sureño explica que a él le gusta cantar, no hablar ni dar a conocer los orígenes de cada una de sus canciones. Su música habla por él: entre su folklore experimental y sus loops genera diferentes climas que pueden ir desde un viaje por el espacio -como en "En mí"- a una conexión con los sonidos de la naturaleza -como en "Plug del Sur"-. El chico de Viedma juega con diferentes texturas, hace algunos pasajes de charla simpáticos, en donde su timidez termina convirtiéndose en su mejor arma, y da, en el ex Palacio de los Deportes, una celebración a su estilo: con matices contrapuestos y su característica voz, entre canciones de amor, temas folk con aportes electrónicos hasta momentos más rockeros. Aristimuño hace convivir sus facetas de forma orgánica y conceptual, su show no parece simplemente un show, sino una travesía sonora que se expande como una orquesta y se sostiene prolijamente por su virtuosa banda. Lisandro se está despidiendo, de alguna manera, de Constelaciones, su último disco que presentó un año atrás en el mismo espacio. Sin visuales, solo en el escenario con una puesta lumínica (a cargo de Patricio Tejedor) que se impone y acompaña la odisea entre lo sideral y lo anfibio, Lisandro, sin perder su espíritu autogestivo ni su mirada de humilde cantautor del Sur, se erige como un músico consagrado que logró encontrar su propia identidad.
Pasadas las 21:30, el trovador empieza su recorrido. Solo, con la guitarra, espera la llegada del resto de los músicos. Entre ellos, su hermana y su primo (Rocío Aristimuño, en percusión, y Carli Aristide, en guitarra). Se suman los violines de Pablo Jivotovschii y Tano Díaz Pumará, los teclados de Ariel Polenta, el bajo de Lucas Argomedo y la batería de Martín Casado. Elige arrancar con "Me hice cargo de tu luz" para continuar con una setlist de 25 canciones que incluirá temas de su 6 discos, ( Azules turquesas, Ese asunto de la ventana, 39º,Las crónicas del viento, Mundo Anfibio y Constelaciones). El Luna Park pasa de azul a amarillo, Lisandro saluda a su público y sigue con "How Long", donde invita a su hermana a zapatear, Rocío es la encargada de poner con las congas el tinte latinoamericano. "Vamos a flotar, vamos a darle un poco de amor a este lugar. Entre tanta cosa fea que hay, vamos a disfrutar de la música y el amor. De corazón, muchas gracias por haber concurrido a este lugar para escuchar", dice. Y llega uno de los temas de su último trabajo, "Una flor". "Quiero besar sin tener que matar", canta mientras hace un duelo de guitarras con su primo.
Y ahí comienza la travesía onírica, habrá sonidos tribales, suspenso, recreación de la naturaleza. Lisandro con su pedalera y su guitarra parece un viejo cacique: dirige a su tribu desde el escenario, los violines lo acompañan. Mientras hace tiempo para recibir a sus invitados, saca de la ensoñación a su público para contar que de chico le llevó una bandeja con gaseosas en un club del Sur a Lito Vitale. Junto a él y a Juan Carlos Baglietto llega una inolvidable versión de "Tu nombre y el mío". Vitale, en el teclado, y Aristimuño y Baglietto, en voz. Pero ellos no son los únicos que se unirán al fueguino. Minutos después sube El Zorrito Von Quintiero, con quien hacen un tema para celebrar el cumpleaños de Gustavo Cerati ("Séptimo día"). "Voy a hacer una canción que ojalá que Gustavo la escuche donde esté", dice antes de hacer la metamorfosis de cantautor a rockero. Más tarde, Elena Roger sube al escenario para hacer juntos un dueto de "Tres estaciones", donde una bola giratoria desde el techo llena de colores y matices el espacio. Emmanuel Horvilleur es el último invitado con quien, como con Elena, hace un tema de Constelaciones, "Tu corazón". "Aguante IKV y Emma", dice Aristimuño.
Pasan sus clásicos más sensibles, donde su dulce voz es protagonista como "La última prosa", "El beso", y su canción "más romántica", "Vos" para darle lugar al folk en "Anochecer" y "Ázucar del estero". También les dedica un tema a "las abuelas de plaza de mayo" y aprovecha para mostrar su apoyo por la legalización del aborto con "Green Lover", "green significa verde", dice. "Aborto legal en el hospital", se escucha desde el público. Lisandro sigue entre contrastes pasa de un viaje trascendental con "Anfibio" a una ambientación atmosférica con "Good morning life". Después de casi dos horas, el fueguino vuelve a conectarse con su costado más rockero, eso que le sumó a su música cuando aterrizó en Buenos Aires con "Hijo del sol" y "Voy con vos" para despedirse del escenario con "Es todo lo que tengo". El público sale de su hipnosis generalizada, se para, aplaude.
Y sin dejos de cansancio, la banda sale otra vez y se sumerge en "Pozo" para finalmente terminar su viaje con la épica "Elefantes". Lisandro no solo conmueve con su visceral propuesta, sino que resignifica su obra en el vivo y le otorga a sus canciones una nueva sonoridad.
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