Liliana Herrero: "Este es un disco de amor hacia Fito Páez, una celebración de la amistad"
Liliana Herrero muestra los diarios de grabación y las anotaciones de todas las canciones que escuchó durante días enteros para abarcar la discografía completa de Fito Páez. Después de editar su último álbum, Imposible, el proyecto dedicado a las canciones de su amigo le empezó a rondar en la cabeza. "Hace muchos años que tenía esa idea, pero algo me decía que no era el tiempo hasta que me surgió la necesidad de hacerlo".
El álbum Canción sobre canción, dedicado íntegramente a la obra de Fito Páez, es el resultado de esa intervención sonora de la cantora entrerriana sobre diferentes períodos del pianista y compositor rosarino. El tratamiento es camarístico y de una belleza radical. Aparecen clásicos como "Giros", con una cita a "Adela en el carrusel", de Charly García; "Del 63", "Tres agujas" y versiones que suenan definitivas, como las de "Dejarlas partir", "Ámbar violeta", "DLG" y "Mariposa tecknicolor", con la participación del cantor uruguayo Fernando Cabrera.
"Los temas que elegí son de cuando estuvimos muy cerca en Rosario. Otras canciones me estimulaban para pensarlas musicalmente y otras tengo un vínculo emocional fuerte como "Dejarlas partir". Ese fue un momento donde conversamos largamente, acompañándolo en etapas muy difíciles de su vida. Al mismo tiempo hay frases y fragmentos que para mí son fundamentales de su obra. En "Dejarlas partir", si bien conocía la historia de la canción, aparecen preguntas claves como ¿por qué hizo todas estas canciones? y la frase: "Si pudiera explicar..." es extraordinaria".
El disco de once temas en total, que se presentará esta noche en el espacio Xirgu Untref, es también la evocación del comienzo de ese vínculo emocional entre los dos artistas, los discos que escuchaban juntos -desde Joni Mitchell al Dúo Salteño- las primeras grabaciones compartidas y la atmósfera efervescente de la primavera democrática como telón de fondo.
"Los ochenta fueron una época de espera que terminó bien después de la dictadura. La gente empezaba a reunirse, a buscar, armar y te encontrabas con compañeros y compañeras que volvían del exilio. Era todo un hervidero extraordinario. En esa época conocí personajes maravillosos gracias a Fito, como Alejandro Urdapilleta y Luis Alberto Spinetta, por nombrar algunos de los tantos. Para mí ese fue un mundo que yo tal vez esperaba, una irreverencia, un mundo desarmado que se empezaba a armar, con ese 'poder hacer cosas juntos' que finalmente es lo que uno desea y quiere".
La relación de amistad entre Liliana Herrero y Fito Páez lleva más de tres décadas. Ella era una profesora de filosofía que daba clases en la universidad, con amigos músicos como el Chacho Müller y el Cuchi Leguizamón. Fito era un cachorro de artista, pianista y compositor nóvel que empezaba a formar parte de la incipiente trova rosarina. "Nos conocimos azarosamente porque Juan Carlos Baglietto estaba de novio con la hija del Chacho, que era amigo mío y Fito andaba con ellos. Enseguida nos hicimos muy compinches. Yo tenía un piano en casa y venía a tocarlo seguido".
Fito Páez ya se había mudado a Buenos Aires y empezaba a dejar su marca con discos clave como Del 63 (1984), Giros (1985) y La la la (1986) con Luis Alberto Spinetta. Cuando volvía a Rosario su cable a tierra era Liliana Herrero. "Se quedaba en casa cuando iba a Rosario, porque yo me mudé mucho tiempo después a Buenos Aires. Una vez cayó con Luis Alberto Spinetta y pasamos una noche hermosa. En esa época seguía dando clases y cantando. No pensaba en hacer esto profesionalmente. Fito me convenció de grabar mi primer disco, que lo grabamos en una sala de ensayo que tenía en Buenos Aires, donde a veces se quedaba a dormir".
Los tres primeros discos de Liliana Herrero, su debut, en 1987; Esa fulanita, de 1988 y La isla del Tesoro, de 1995, fueron producidos artísticamente por Fito Páez. En muchas casos tocaba los sintetizadores o ponía voces."En esa época hay muchos temas cantados a dúo. Fue un lindo combo que hicimos juntos en esos tres discos. Después Fito percibió que podía seguir sola, aunque siempre me acompañó con mucho amor. No fue un padrinazgo como se decía, sino que se trataba de compartir la invención y la búsqueda juntos".
Esa ligazón se mantendría de forma constante, incluso en los períodos de máxima popularidad del rosarino. A veces era de forma directa o indirecta. Por ejemplo, aportó los equipos para grabar en vivo El diablo te anda buscando y brindó su estudio de grabación Circo Beat, cuando Liliana Herrero grabó con Juan Falú el monumental Leguizamón-Castilla, donde Fito también puso el piano en la zamba "Me voy quedando".
Esta vez Liliana Herrero mantuvo una distancia amorosa con su colega. Le envió el disco cuando ya estaba terminado. "No le dije ni los temas que iba a grabar. Le mandé el disco y lo escuchó solo. Me llamó y me dijo que estaba shockeado y contentísimo con lo que hicimos. El dice que este disco es puro laboratorio y amor. Podría no haberle gustado y hubiera defendido mi idea de cómo lo hice y él también, pero no fue necesario. El sabía que siempre hice discos escandalosos, donde tomo a los autores para producir otro horizonte sonoro. Entonces no esperaba otra cosa de mí. Yo no iba a hacer covers. Este es un disco con mucho amor hacia Fito. Es una celebración de una amistad que continúa como si el tiempo no pasara y donde seguimos hablando de lo mismo: la vida, la Argentina, el cine, la música y la escritura. Eso me alegra y me estimula a seguir. Fito es alguien que sigue, siempre sigue".
–¿Como fueron recibidas estas versiones de Fito Páez?
–Fue muy graciosa toda la situación posterior al disco porque como yo tengo una relación tan familiar con Fito no me había dado cuenta que era tan famoso. Y pasó esto. El disco tuvo una repercusión mayor de lo que me esperaba, porque es Fito y son las canciones de Fito. Incluso hay conciertos donde se producen cosas extrañas cuando escuchan "Del 63", que es una canción del 84 que quizás los más jóvenes no escucharon demasiado, o en el coro final de "Mariposa tecknicolor", donde hago intervenir a la gente. Pero yo abordé el disco de la misma manera que abordé al Cuchi Leguizamón, Ramón Ayala o Juan Falú. No pensé en la repercusión, sino en abrir otra puerta para entrar a la obra, y en ese vinculo amoroso y antiquísimo de nuestra amistad
–¿Ahora que escuchaste todos sus discos, cómo dimensionás su obra?
–Es una obra que se sostiene por sí misma. Incluso permite la intervención más radical sobre esa obra que es la que a mí me gusta realizar. En el pensamiento musical de Fito hay algo poderoso, que lo noto en la capacidad que tiene con el instrumento y en esa actitud para lanzarse. Es difícil pensar el arte sin estar lanzado y yo veo a un Fito lanzado al mundo como en los ochenta. Eso lo mantiene vivo y lo hace un buscador. No estoy de acuerdo con esa idea en general que hay sobre él que hasta determinado disco fue una cosa y después fue otra. La marca Páez está en todos sus discos y eso es maravilloso para él y para todos nosotros.
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