La reconocida cantante y compositora mexicana se presentará en el Cosquín Rock, en el teatro Coliseo de Buenos Aires y hará funciones en Rosario y Neuquén; LA NACION conversó con la artista ganadora del Grammy que se enfrenta al mainstream con la defensa de sus raíces étnicas y culturales
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Su mirada aún es vidriosa. Apenas pasaron dos meses del fallecimiento de Paul Cohen, el prestigioso músico que fue marido por casi tres décadas y Lila Downs está atravesando su duelo. “Estoy un poco mejor, después de pasar los momentos difíciles de la vida y ya planeando la visita a Argentina”, admite.
La cantante mexicana, nacida en Heroica Ciudad de Tlaxiaco, inicia la charla con LA NACIÓN sin pasar por alto el difícil trance que le tocó atravesar, pero sin descuidar su ilusión por su llegada al país para presentarse este sábado 18 en el Cosquín Rock, el 20 de febrero en el teatro Coliseo porteño y luego continuar su Dos corazones tour por Neuquén y Rosario, donde tocará el 22 y el 25 de este mes, respectivamente.
Los conciertos
-¿Cómo serán las presentaciones en vivo en Argentina?
-Habrá algunas canciones nuevas que vendrán con el nuevo disco, que son un poco más norteñas, como llamamos a esa música regional. La banda, numerosa y exquisita, incluye un infaltable tololoche, acordeona, tarola y bajoquinto. Habrá de todo un poco, incluso temas más festivos como los que compuse para el disco Al Chile. Tampoco faltarán esos clásicos como “La llorona” y “La martiniana”, sones muy arraigados en mi tierra Oaxaca. Hablan de la vida, la muerte y la música con la que nos conectamos profundamente.
Lila Downs ha profundizado enérgicamente en los sonidos más autóctonos desde el rincón de México donde nació. Consecuente defensora de las identidades más profundas y de las raíces de los pueblos originarios, ya no sólo como cantante, sino también como compositora y productora y, desde el rol más académico de la antropología.
Su música es, en definitiva, un exhaustivo trabajo de campo que, desde el arte, puede ir tras los pasos de nombres como los de Bronisław Malinowski, en busca de las raíces más profundas de pueblos y comunidades. “Creo que la antropología y mi música se complementan. Si bien no he contribuido con escritos en los últimos años, he estado acercada a la antropología a través de amigos y colegas, y muchos temas que forman parte de nuestras charlas, luego los incorporo a las canciones que compongo”, revela.
Consciente que su gran capital es la coherencia con la que desarrolla su talento artístico, sostiene que “el éxito verdadero es sentir orgullo de ser quien se es, sentirse bien en la propia piel”. “No sentir arrepentimiento, ya que se vivió como se decidió vivir, rodeado de las cosas que son importantes para cada vida. En definitiva, vivir una vida con significado. Con Paul coincidíamos en eso, aunque luego se fue al camino del jazz y ya no me acompañaba a las giras”, suma.
Canta en español y en inglés, pero también su voz se impone en los idiomas nativos de México como mixteco y zapoteco. Y también el mayo, purépecha y náhuatl. La música regional de Oaxaca encuentra en ella una referente insoslayable.
Downs es una activista social comprometida con diversas causas. Las raíces de su México y de las comunidades minoritarias se encuentran entre sus intereses. Tampoco ha eludido involucrarse en diversas campañas internacionales, como la que compartió con la actriz Salma Hayek en torno a la preservación del agua como recurso natural.
Con ella se da una particularidad especial. Fiel a sus raíces más profundas, sin claudicar en ideales ni ser sometida a las leyes de la industria discográfica y el mercado, tantas veces caprichosas, ha desarrollado una carrera internacional que la ha consagrado no sólo en toda Latinoamérica, sino también en Estados Unidos y Europa.
Podría decirse que la artista forma parte de ese circuito denominado mainstream (donde todo suele sonar más o menos parecido), pero revelada ante las imposiciones y sin que esa masividad desvirtúe el sentido profundo de su arte. Enhorabuena, Lila Downs es una indómita. Ganó el premio Grammy y el Grammy Latino, en varias oportunidades, repercusión que fue muy bien capitalizada para irradiar su folklore.
-En estos momentos, en Argentina y Chile se vive un momento de planteos de la comunidad Mapuche en la Patagonia austral. ¿Qué sucede con las comunidades originarias en tu país?
-Hay algunos enfrentamientos de pueblos mestizos con pueblos indígenas. Se da con respeto a la montaña, a no saquear toda la madera de esos lugares. En el pueblo de mi madre, el Consejo de Ancianos es el que decide, aunque se elige a las autoridades en un tipo de asamblea. Debo decirte que, en las “rayas”, que son las colindancias, han aparecido personas muertas. Pero si uno estudia el tema, es algo que sucede ancestralmente, así que no es solo con la parte mestiza, sino que ya venía en torno a los delineamientos territoriales.
Lila Downs vive en Oaxaca, al sur de México. La imagen de la pantalla de la videoconferencia que permitió esta entrevista permite observar parte de su hogar. Techos altos de cálida madera, paredes sembradas por instrumentos y techos abovedados. Si alguien la recorriese, desconociendo la identidad de su moradora, rápidamente concluiría que se trata de la casa de un artista.
Una epifanía llamada Mercedes
-¿Tu vocación te acompaña desde siempre?
-Yo no quería ser música, no respetaba mucho a las y los cantantes.
-¿Por qué?
-Veía que no había como respeto, ese era mi cuestionamiento.
-¿Qué cambió?
-Cuando conocí a Mercedes Sosa me di cuenta que se podía hacer algo diferente con la música y sí tenía claro que quería conocer más mi mundo, mi historia, mi entorno de mujeres. Como, desde jovencita, me enfrenté a discriminación, sexismo y machismos terribles, pues pensé que debía haber una manera de contar las historias desde la perspectiva que me tocó vivir. Eso fue muy importante en mi época de la universidad.
-¿Cómo sucede esa epifanía a través de Mercedes Sosa?
-En la época de la universidad conocí a la nueva trova de Latinoamérica, conformada por gente como Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Vicente Feliú, pero todos eran hombres. Por algún motivo, no me había tocado escuchar a Mercedes, hasta que me tocó trabajar sobre mi tesis sobre el textil indígena de una etnia cercana a la mía, en las montañas de mi región, y un amigo tocó esta música. Allí escuché, por primera vez, “Gracias a la vida”, y me cambió la vida. Recuerdo que pensé “ahora todo cambió”.
-Una revelación.
-¿Verdad que sí? La música te puede cambiar así, es impresionante.
-Ahí mismo se produce el quiebre.
-Es que había dejado de cantar, me había alejado de la música. Ahí mismo me dije que debía volver para decir las cosas a mi manera.
Reconoce que la ópera la ayudó en lo técnico, pero que optó por hacerlo desde su punto de vista.
Duelo
-Un duelo es complejo para cualquier ser humano, tener que subir al escenario, ¿lo hace más difícil o el trabajo artístico resulta una herramienta para atravesarlo con mayor paz?
-Es curioso, pero la personalidad mexicana lleva los duelos muy bien.
Lila se sonríe, como lo hará una y otra vez, demostrando que la vida continúa, sin que ello opaque el recuerdo, la emoción y la tristeza: “Nuestra manera de ver la muerte es muy particular. Con Paul hemos hablado mucho sobre que se iba a ir. Se miraba en el espejo y me decía ´qué raro, un día ya no voy a estar aquí´. Y yo le respondía, ´Paul, tienes que venir a verme, en Día de los Muertos te quiero aquí, prométemelo, ahorita mismo´”. Otra vez se sonríe ante su propia ocurrencia, al recordar aquellas charlas con su marido, cuando la finitud era una certeza.
-¿Te lo prometió?
-Me prometió que vendría. Esa es la relación que tenemos con la muerte, pero también cuando lloramos, caemos bajo. Tenía el temor a perderme en eso, porque tiendo a ser muy oscura.
-¿Cómo lograste no caer?
-Me aferré a las fuerzas de mi madre, que vive muy cerca. ´Cálmate, hija, cálmate´, y todo cambió. Se trata de ver cómo esquivas los golpes que esta vida nos manda.
Paul Cohen convivió con su dolencia durante una década y la conciencia de un final no era un tema tabú: “Supongo que, si te dicen que te queda un tiempito de vida, te largas a vivir con todo”.
-¿Cómo fue la última charla entre ustedes?
-Ese día, él estaba muy feliz, porque había tocado mucho. Los médicos ya le habían prohibido el saxofón, pero él pudo cumplir con eso unos seis años y luego volvió a tocar, como abrimos un restaurante en Oaxaca, llamaba a los músicos y se iba a su toquín de jazz. Esa tarde ensayó mucho, se armó su set list, escrito por él, que aún conservo. “Estoy muy contento, todo va saliendo increíble”, me dijo. Lo escuché tocar durante tres horas, fue un ensayo largo. Pero esa tarde no tomó el café, cosa que me extrañó, porque era un apasionado de esa bebida, y a la noche estaba muy cansado, porque había hecho mucho ese día. Me preguntó si había algo para comer, comió muy bien y se fue a acostar. A los diez minutos, le dio un paro.
-¿Estaba consciente?
-Sí, me dijo “viene algo muy fuerte” y se espantó. Fue lo único que pudo decir. Se contorsionó y se notó de inmediato lo que sucedía, fue muy fuerte. Mi madre me decía “que bueno que comió bien”, porque la creencia en México es que uno se va de camino, entonces es importante irse bien comido, así se puede cruzar el río y uno se encontrará con los perritos a los que se trató bien en la vida, porque ellos ayudarán a cruzar el río.
-No es poco poder hacer lo que uno más desea en sus horas últimas.
-Verdad que sí, estoy satisfecha con eso. Creo que vivió muy feliz su último año.
Fraternidades
Lila Downs ha compartido experiencias con numerosos artistas del mundo. Fusión de almas y de poéticas para decir aquello que se quiere decir. Tan variado ese abanico que incluye a nombres como Juanes, Juan Gabriel, Natalia Lafourcade y la argentina Soledad Pastorutti: “Con La Sole, hace unos años, hice un proyecto que se llama Raíz, donde también estuvo la Niña Pastori de España. Cada quien aportó un tema, fue muy divertido, hemos aprendido mucho y hasta ganamos un Grammy Latino”.
De ese proyecto, Soledad hace en sus conciertos, una bella versión del tema “La cumbia del mole”: “Ella es un torbellino”, remarca Downs.
-¿Qué lugar ocupan los premios?
-Para los músicos es importante sentir que estamos apoyados por nuestra propia comunidad. En los Grammy y los Latin Grammy hay un sistema de votación, eso hace que uno se sienta reconocido por las labores que uno hace. Desde ya, es importante no clavarse en eso y no pensarlo todo el tiempo, ya que son buenos los créditos, pero también hay que seguir haciendo cosas y ver qué más falta hacer, yo soy de esas, me gustan los retos.
Durante el 2023, verá la luz un nuevo disco, y, así como desde este fin de semana circulará por Argentina, su tour también la llevará a diversas ciudades de México, Estados Unidos, Colombia y España. “Mucho de todo esto lo habíamos generado con mi marido”. Otra vez sus ojos se humedecen y es momento de hacer una pausa. Ya llegará el momento en el que el duelo transmute en la celebración amorosa del recuerdo.
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