El caso Paulo Londra, que sigue luchando por liberarse de un contrato firmado y que cuenta con el apoyo de sus colegas, no tiene nada de nuevo en la historia de la música; acá repasamos once casos emblemáticos: The Rolling Stones, Divididos, Prince, Taylor Swift, Litto Nebbia, Miles Davis, Courtney Love y Luis Alberto Spinetta, entre otros
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La trastienda de la música como entretenimiento puede tener más anécdotas (felices o desagradables) que las que dejan dos horas de concierto sobre un escenario. El problema que enfrenta el trapero cordobés Paulo Londra, al sentirse afectado por un contrato artístico que firmó y luego se arrepintió, es otra historia que se suma a las grandes peleas entre artistas y sellos discográficos, productoras o plataformas digitales de reproducción de música. Se podría hacer una larga lista de casos en los que, la mayoría de las veces, los artistas aparecen como víctimas en el relato y las empresas de la industria musical como victimarios. En realidad, esto no es una regla sino una primera lectura que se hace al ver una pelea que parece desigual y que no se ajusta a la secuencia bíblica de David y Goliat. Aquí, la mayoría de las veces, David no tiene honda ni piedras para abatir al gigante.
Primero, el contexto que genera estas líneas, la situación de Londra, que ya lleva más de un año, aunque vuelve a visibilizarse por el apoyo que recibió en los últimos días de muchos colegas. En mayo de 2020 publicó una carta en la que habló de sus problemas, después de varios meses de rumores que circulaban en redes sociales. Había dejado la Argentina para abrazar el éxito mundial. Se había asociado con Big Ligas, con los productores Kristo (Cristian Salazar) y Ovy On The Drums (Daniel Oviedo), quienes lo habrían engañado y le habrían hecho firmar un contrato.
“Al día siguiente se presentaron por videollamada Stephanie Chopurian y Matt Greenberg y me explicaron sobre números que nunca entendí y sobre un contrato que es difícil de entender hasta para un abogado”, según las palabras de Londra que aparece en su carta. En lo firmado, hubo cláusulas que mantenían la dependencia de Londra a Big Ligas hasta 2020, sin embargo, con acciones legales en curso los tiempos para que Londra pueda quedar absolutamente liberado, para cualquier acción comercial o referida a propiedad intelectual, pueden extenderse. Mientras tanto, durante las últimas semanas el cordobés recibió el apoyo de muchos colegas (incluso de aquellos que se sintieron identificados con su problema), del mismo modo que a mediados de 2020 lo hizo Duki.
Caso 1: George Michael vs. Sony
La demanda de George Michael a Sony en 1992 fue una pelea en dos frentes. Primero, lo de siempre: dinero, adelantos, contratos leoninos. Pero algo más profundo estaba en juego: el ex Wham! luchaba por su derecho a ser quien era y no ese personaje que el departamento de marketing de la compañía le exigía que fuera para sostener sus ventas.
Faith, el debut solista de Michael, salió en 1987 y vendió 14 millones de copias. El disco tuvo hits como “I Want Your Sex”, “Kissing a Fool” y el que le da nombre, pero buena parte del éxito tenía que ver con el status de sex symbol del cantante. Las mujeres lo amaban y él vivía su verdadera sexualidad a escondidas.
Ya desde el título de Listen Without Prejudice Vol. 1 (1990) daba pistas de que no estaba interesado en seguir escondiéndose. En ese plan, eligió no aparecer en la portada ni en los videos promocionales, buscando romper con la explotación que su sello hacía de su imagen. Sus canciones tenían un carácter más contemplativo, en sintonía con el clima que vivía la comunidad gay por aquellos años ante el avance del SIDA (su novio Anselmo Feleppa falleció por la enfermedad en el 93). Los números no fueron los esperados: el disco vendió apenas cinco millones de copias.
Michael culpó de esto a Sony, acusó al sello de boicotear la promoción y entabló demanda para liberarse del contrato que había firmado en 1988 y renegociado dos años más tarde. La justicia británica desestimó su caso y le dio la razón a la discográfica, por lo cual se declaró en estado de “esclavitud profesional”, suspendió sus giras y no volvió a grabar hasta el 96, cuando Sony vendió su contrato a Virgin y salió Older.
Caso 2: The Rolling Stones vs. Decca
La liberación de los Stones de su sello Decca -el que editó todos sus discos y singles de los 60- vino con paso de comedia incorporado. En 1970, el grupo pretendía empezar con su propia discográfica pero Decca argumentó que todavía le debían un tema más. La respuesta del grupo fue grabarles “Schoolboy Blues”, más conocida como “Cocksucker Blues”, una canción impublicable que consiste en Mick Jagger tocando la guitarra como puede, las risas del resto de la banda y una letra que hace referencia al sexo anal y oral.
Como era de esperarse, Decca no lanzó el single (hoy puede encontrarse en Internet) y se vengó publicando un compilado llamado Stone Age, una especie de greatest hits de los 60. Los Stones denunciaron públicamente la recopilación porque a su juicio le restaría ventas a su siguiente disco: Sticky Fingers (1971). ¿El resultado? Stone Age fue número 4 en el chart británico y Sticky Fingers (el de la portada diseñada por Andy Warhol) llegó al primer puesto.
De todos modos, la banda la pasó aún peor con Allen Klein, su manager de los 60, quien aprovechó una renegociación de contrato con Decca para comprar los derechos de publicación de todo lo que hicieron los Stones en ese período y registrarlo para su compañía ABKCO. Así, el grupo perdió el dominio sobre discos clásicos como Beggars Banquet (1968) o Let It Bleed (1969), no sin antes despedir y demandar a Klein, que tuvo problemas similares con los Beatles.
Caso 3: Taylor Swift vs. Scooter Braun
Más allá del consabido trasfondo económico de todas estas situaciones, la de Taylor Swift es una pelea conceptual, una disputa para que los artistas sean los verdaderos dueños de su trabajo a perpetuidad.
La autora de “Blank Space” firmó en 2005 con el sello Big Machine Records, que editó sus primeros seis discos. El contrato terminó en 2018 y la artista fichó para Republic Records, subsidiaria de la multinacional Universal. Como es práctica habitual, Big Machine se quedó con los masters de aquellos seis álbumes y Swift, en su nuevo trato, negoció quedarse con los derechos de todo lo que grabe en el futuro.
El problema surgió cuando Big Machine le vendió aquellos masters al empresario musical Scooter Braun. Swift denunció que había intentado comprarlos durante años pero que el sello le imponía condiciones desfavorables, al tiempo que llamó a Braun “un matón incesante y manipulador”.
La posesión de los masters le aporta a Braun regalías por reproducciones y el derecho a disponer de ese material a voluntad. La solución que encontró la artista fue volver a grabar esos seis discos para recuperar el dominio de esas canciones y opacar a las versiones anteriores. Así, en abril de este año lanzó la recreación de su segundo disco, Fearless (con el agregado Taylor’s Version al nombre) y tiene previsto hacer lo mismo con el cuarto, Red, en noviembre.
Caso 4: Litto Nebbia vs. Sony
A principios de 2017 se había encendido una alarma. “Melopea celebra los 50 años del rock argentino con la edición remasterizada de la discografía completa de Los Gatos”, anunciaba Litto Nebbia, dueño del sello discográfico independiente, exintegrante de Los Gatos y autor de muchas canciones de aquel grupo que marcó el comienzo del rock de nuestro país. Además, envió una carta documento informando a Sony Music Entertaiment Argentina S.A. que por tratarse de un material que no está disponible, porque llevaba un cuarto de siglo sin ser publicado, él tomaba esta decisión de hacerlo, para que estuviera a disposición del público en formato físico.
La respuesta no se hizo esperar: “Usted es autor, intérprete o co-intérprete, pero no es el productor fonográfico ni es el titular de la propiedad intelectual sobre los fonogramas que pretende comercializar como si fueran suyos (y, definitivamente, no lo son). Por ende, intimamos se abstenga de disponer de y/o comercializar fonogramas de propiedad intelectual de Sony Music Entertainment Argentina S.A. y para el caso que ya lo estuviera haciendo, intimamos al inmediato cese en dicha conducta ilícita”. Con esa respuesta la empresa puso fin al intercambio epistolar y comenzó acciones legales para proteger los derechos sobre los fonogramas. El conflicto, además, continuó cuando Nebbia pidió que varias de sus canciones en litigio fueran retiradas de plataformas digitales de música.
Caso 5: Soledad vs. César Isella
César Isella fue el padrino artístico de Soledad Pastorutti, pero, también, el que le indicó el camino a seguir, contrato de por medio, en la industria de la música. Cuando la Sole quiso darle un giro a su carrera se desvinculó de Isella, quien era un reconocido referente del folklore, desde su participación, en los sesenta, en grupos como Los Fronterizos. Isella le hizo juicio por incumplimiento de contrato. La batalla legal duró varios años. Llegó a su fin recién en 2011. La justicia le dio la razón a Isella.
A punto de cumplir 40 años, así veía Soledad algunas de las situaciones que le tocaron vivir en su carrera, durante una charla con LA NACION. “Me separé de Cesar Isella y de Norberto Baccon, mis primeros representantes, con juicios de por medio, y tuve otro con una banda musical. Pero no lo tomo como tropiezos sino como parte del camino y del aprendizaje. Como cosas que suceden cuando sos artista y famoso, cuando querés lucharla. Sufro y sufrí un montón porque soy la crítica número uno de lo que hago, pero creo que mi carrera se ha sostenido por ser consecuente conmigo, por no haber dejado de trabajar nunca y porque siempre siento que cada disco y cada escenario es una oportunidad o un volver a empezar”.
Caso 6: Divididos vs. CBS/Polygram/Interdisc/BMG
“¿Le pasó a los Beatles, por qué no va a pasarnos a nosotros? Como lo dijo Paul, eso pasa por firmar los contratos en un cuarto sin luz”. Con esa metáfora, Ricardo Mollo buscó explicar en una entrevista radial en Salta el motivo por el que Divididos no era dueño de su propia obra. A lo largo de su carrera, “La aplanadora del rock” fue parte de distintas compañías y, de acuerdo al guitarrista, solo tuvo los derechos de Amapola del 66, que la banda publicó de manera independiente.
En 2018, cuando se cumplieron 30 años de su fundación, Divididos dio marcha a algo con lo que había amenazado varias veces: regrabar su discografía para poder ser así dueños de su obra. Con el aniversario como motivo válido, Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella entraron a estudio para dar forma a Haciendo cosas raras, una versión actualizada de su álbum debut, 40 dibujos ahí en el piso. Para evitar cualquier tipo de aspereza legal, la banda no solo cambió el nombre al disco, sino que reordenó su lista de temas, actualizó varios arreglos y hasta se permitió ponerle letra al instrumental “La foca”, que fue rebautizado como “Caballo de la noche”.
Caso 7: Prince vs. Warner
La prolificidad de Prince siempre tuvo un enemigo: los sellos discográficos. Para un artista capaz de producir una cantidad de música abismal como él, las estrategias de marketing de los sellos, muchas veces mirando más el propio bolsillo que el desarrollo libre de sus talentos, atentaban directamente en su contra. Desde inicios de su carrera, Prince había fantaseado con grabar todo tipo de música, desde hits como “Purple Rain” hasta discos experimentales que podía incluso hasta firmar con otro nombre. Las trabas que le ponía Warner, sello en el que permaneció durante los primeros 18 años de su carrera y al que volvería eventualmente, iban desde cajonearle proyectos hasta escatimar en gastos de promoción en otros casos. Warner quería hacer foco en lanzamientos precisos y Prince deseaba expandir su creatividad al infinito. A modo de reclamo, Prince salía en las entrevistas promocionales con la palabra “Slave” (Esclavo) pintada en su cara; realizó el famoso cambio de nombre que redujo a un símbolo intraducible y le entregó a Warner el material adeudado para salirse del contrato: discos a las apuradas y cintas con carácter de demo. El último disco que grabó para Warner en ese período, de hecho tuvo un título bien alegórico: Chaos and Disorder (Caos y desorden). Prince se negó a promocionar el disco y fue su álbum menos vendido hasta el momento. El trabajo siguiente, ya por fuera de Warner también hacía referencia a su presente, esta vez a modo de celebración: Emancipation (1996).
Caso 8: Michael Jackson vs. Motown
El sello Motown guarda un récord que hasta hoy forma parte de su emblema: en los 60 consiguió más puestos #1 en el ranking de Billboard que los propios Beatles. En los estudios de Detroit se fabricaban hits al ritmo que General Motors fabricaba autos a unas cuadras de distancia. Stevie Wonder, Diana Ross, Marvin Gaye, The Temptations y The Supremes (entre una larguísima lista) le pusieron voz a clásicos del soul y el funk. Para entender buena parte del sonido y la estructura de la canción pop actuales es imprescindible rastrear los procedimientos del sello y los artistas que hicieron escuela. De hecho, los Jackson 5, la banda de Michael Jackson y sus hermanos que era unas de las grandes gemas de Motown, pueden verse hoy como el arquetipo perfecto de boy band: 5 hermanos capaces de bailar y cantar en un nivel superlativo.
Pero el costado polémico del sello fundado por Berry Gordy Jr. tenía que ver con los contratos, que eran leoninos para los músicos estables y también para las estrellas. Motown tenía absoluto control sobre sus artistas, desde los créditos de autoría hasta decisiones sobre la imagen y las estrategias de publicación. Como si se tratara de una cadena de montaje en la que cada cosa tenía que darse de un modo preestablecido. A medida que Michael Jackson creció y con él sus intereses artísticos, vio que Motown le ponía un techo. Había pasado horas viendo cómo se mezclaban sus canciones y quería usar ese conocimiento para expandir su música. Así fue que los Jackson 5 se mudaron a Philadelphia, excepto Jermaine, que se había casado con Hazel Gordy, la hija de Berry (fundador de Motown). Como represalia, Berry Gordy se negó a liberarles el nombre del grupo y por eso los hermanos firmaron sus últimos discos como The Jacksons, lanzados casi al mismo tiempo que Michael desarrollaba su carrera solista como Rey del Pop con Off The Wall (1979).
Caso 9: Luis Alberto Spinetta vs. RCA
Tras la separación de Almendra, Luis Alberto Spinetta emprendió algunos proyectos que no llegaron a buen puerto, hasta que decidió grabar un álbum solista acompañado por Pappo, Miguel Abuelo y Héctor “Pomo” Lorenzo”. Registrado en treinta horas de corrido, Spinettalandia y sus amigos es una obra compleja y experimental que no cayó bien a su sello discográfico, que seguía demandándole al Flaco el tercer disco que por contrato Almendra le debía a RCA.
Una vez que Spinetta entregó el material para su publicación, el sello se tomó la libertad de publicarlo bajo el título Almendra, e incluso de poner una foto del grupo en su portada. El músico demandó al sello por considerar que, a pesar de que figuraba su nombre y apellido en la portada, se estaba atribuyendo falsamente el álbum a su anterior banda, y logró que el disco fuese retirado del mercado. Para dejar en claro que quien ríe último ríe mejor, una vez que finalizó el contrato entre ambas partes, RCA volvió a editar el disco en 1972 y 1976, bajo los nombres Luis Alberto Spinetta y La búsqueda de la estrella. Recién con la llegada al CD en 1993, Spinettalandia... llegó a las bateas con su título original, y un arte de tapa nuevo.
Caso 10: Courtney Love vs. Universal
Luego de que Courtney Love pusiera fin a su banda Hole, en 1999, su sello discográfico intentó demandar a la viuda de Kurt Cobain por no cumplir con un contrato que estipulaba cinco trabajos de estudio que nunca habían sido entregados. Lejos de dejarse intimar por la discográfica, Love redobló la apuesta y contraatacó por la misma vía judicial aludiendo una asimetría en la distribución de regalías: de acuerdo a sus cálculos, Universal había ganado cuarenta millones de dólares con los discos de Hole, mientras que los integrantes de la banda solo habían recibido dos millones.
Tras varios años de litigios que impidieron que la artista publicase nueva música, ambas partes llegaron a un acuerdo en el que Love pasaría a ser dueña en su totalidad tanto de los futuros trabajos de Hole, como también de todo el material inédito que nunca había entregado al sello y que había generado la disputa. La maniobra no resultó tan fructífera para la cantante, que desde ese entonces solo publicó un disco solista y otro bajo el nombre de Hole con nuevos integrantes, lo que le valió un nuevo pleito legal, esta vez con sus excompañeros de banda.
Caso 11: Miles Davis vs. Prestige
La historia de dominación (o intentos de) por parte de los popes de sellos discográficos hacia músicos de jazz puede leerse como una extensión de la historia civil de los Estados Unidos. Blancos explotando el trabajo de negros. Y la disputa entre Prestige y Miles Davis bien vale como ejemplo de varios. El trompetista firmó con el sello a principios de los 50 y se mantuvo allí hasta 1957, cuando la tensión entre ambas partes no daba para más y decidió partir hacia Columbia, donde permanecería hasta mediados de los 80 para luego, otra disputa mediante, mudarse a Warner.
Allá por la década del 50, el sello Prestige, dirigido por Bob Weinstock, tenía un catálogo envidiable: Thelonious Monk, Sonny Rollins, Stan Getz y el propio Coltrane fueron parte del plantel en algún momento. Los contratos, sin embargo, eran casi extorsivos. Además de exigirles exclusividad a muchos de ellos, les pagaban el mínimo y hasta les descontaban el costo de las horas de grabación que demandaba cada disco. Para 1956, Miles Davis le debía, según el contrato, cuatro discos a Prestige, y eso incluía hacerse cargo de la grabación. Para sacarse de encima el asunto, Miles Davis reunió un quinteto que incluía a Paul Chambers, Red Garland, Philly Joe Jones y John Coltrane. En apenas dos sesiones (el 11 de mayo y el 26 de octubre) grabaron la música de cuatro discos, que titularon en serie: Cookin’ With The Miles Davis Quintet, Relaxin’ With The Miles Davis Quintet, Steamin’ With The Miles Davis Quintet y Workin’ With The Miles Davis Quintet. Con tanto profesionalismo como urgencia, dieron forma a una tetralogía que aún hoy es considerada un clásico del jazz y referencia obligada para cualquier estudiante de música improvisada. Lo más importante: consiguieron su libertad.
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