León Gieco ensayó a puertas abiertas, junto a su público
Sonaba "Hombres de hierro" y el chico, con su mejor sonrisa y cara de no lo puedo creer , miraba a la cámara y abrazaba a León Gieco, para que salieran juntos en la foto. El santafecino ya se había bajado del escenario para cantar entre los asistentes privilegiados que disfrutaron de esa celebración íntima con el cantautor en El Desalmadero, el fin de semana último.
Como en una guitarreada para los amigos, León Gieco se mostró de entre casa, en una peña para 400 personas, al alcance de la mano. Algunos fieles no sólo se sacaron fotos. Marilú fue a festejar su cumpleaños, llevó hasta su propia torta y ligó un ramo de flores. "Antes de que termine el show algunos de mis asistentes tiene que ir a comprarle unas flores", mandó Gieco desde el escenario. El gesto se cumplió con un beso, otra foto y un pedazo de torta para el intérprete.
Así lo vivieron los seguidores que se acercaron a este ensayo a puertas abiertas, donde abordó temas viejísimos de su cosecha, como "Soy un agujero" o "Pensar en nada" y tocó -ensayó- con su banda los temas de "Bandidos rurales" que presentará en diciembre en un teatro. También presentó a una voz nueva, que fue toda una revelación: Duende Garnica, a quién señaló como los nuevos folkloristas que seguían su camino, y quizá no se equivoque. El recital del compositor santiagueño dejó al público extasiado de chacareras y canciones, demostrando ser una de las mejores voces autorales de este tiempo.
Cerca de la gente
Gieco comenzó el concierto solo, sentado como en una rueda de fogón esperando que le recordaran temas y algunas letras. Cuando el músico cantaba un coro espontáneo -como un murmuro- surgía del público. Entre ellos, muchos chicos que fueron invitados por León al escenario para recibir un disco gratis. "Es una inversión a futuro -se excusó a la hora de regalar el nuevo material- aunque hoy nos quedamos cortos porque vinieron muchos pibes." Cuando el músico se quiso acordar ya tenía un nutrido grupo de niños rodeándolo y haciendo cola para recibir "Bandidos rurales". Gieco, como un tío piola, charlo informalmente con ellos y después los invitó a bajar antes que le agarrará el mismo ataque de llanto que le agarró a una admiradora jovencita.
El músico mostró la cocina de las canciones, recordó anécdotas y su itinerario por causas y luchas en las que se compromete con su música. Todo mechado con los flamantes temas "Viejos amores" o "La guitarra", el poema de Yupanqui que musicalizó para el disco tributo "Yo tengo tantos hermanos" y que puso en su último trabajo, donde lo grabó con el cuarteto de guitarras de Zitarrosa. "Una vez tuve la oportunidad de conocer a Yupanqui y él me habló de su admiración por Zitarrosa, así que me pareció una buena manera de homenajearlo", contó.
Las versiones fueron en un formato más unplugged, pero con toda su banda: Luis Gurevich (teclados y arreglos), Eduardo Rogatti (guitarra), Aníbal Forcada (bajo), Marcelo García (batería) y Tancredo (mandolín y violín). Cada tanto les preguntaba: "¿Ahora, cuándo entramos?" y se permitió bromear sobre el uso de las máquinas: "Estamos re Ceratti, vistes ".
Cada una de las nuevas canciones que sonaban por primera vez en vivo tuvo su explicación, como "La memoria", que describe la historia trágica de la Argentina. Gieco contó su admiración por Montevideo antes de tocar "Uruguay, Uruguay" y confesó cómo había surgido una de las frases del tema "De igual, a igual", de "Bandidos rurales": "En un diario que hacían unos inmigrantes colombianos, estaba la frase "si vos me pedís que me vaya de aquí, quiero que tu empresa se vaya de mi país", que puse después en la letra porque me impactó mucho".
El repaso por el disco siguió hasta el leitmotiv de la nueva placa "Bandidos rurales". El final fue Gieco solo con la guitarra, mientras el Duende Garnica y su banda preparaban los instrumentos. Juntos cantaron el tema dedicado a Don Sixto Palavecino y después el santiagueño siguió con un set contundente que dejó impresionado a un público que prácticamente no se movió tras el recital de León.
Con canciones certeras el cantautor ofreció un repertorio absolutamente nuevo, sin clásicos (posiblemente lo serán en el futuro) que encendió a un público que nunca lo había visto. La vidala "La plañidera", "Chacarera del milenio" (con Claudio Sosa), "Hijos del viento", de Mota, otro joven santiagueño, "Aguante bailecito" y otras más eléctricas, como "Náufrago en la Capi", "Flores y ayuno", o la chacarera "El olvidao" (cuando sea descubierto será cantado por todos los grupos de folklore) fueron el mejor cierre para una noche inusual y reveladora, que el público agradeció quedándose hasta el final, tras cuatro horas de concierto.
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