Laurie Anderson, a puro talento
"Life on a string" es su nuevo trabajo discográfico
Maga de los sonidos y las palabras. Poetisa y artista multimedia. Laurie Anderson. Pionera en combinar, en sus espectáculos, música y videos, computadoras, diapositivas y palabras.
Una contadora de historias, y de las buenas. Para ello, capaz de usar la palabra, pero también el cuerpo. Literalmente, ha sido mimo, ha danzado, ha conectado su piel a máquinas de ritmos. Ha tocado su violín con cintas de audio como cuerdas. Se ha puesto luces en la boca para que sus mejillas se vieran como iluminadas o tocado en medio de fosforescencias azuladas que la hacían ver como una alienígena (y que, dicen algunos, inspiró a George Lucas para el look del Darth Vader de su "Star Wars").
Sus espectáculos siempre fueron apuestas serias. "United States", de 1983, un retrato contemporáneo de la vida americana, en el que permanecía cuatro horas en escena. "Empty places", de 1989, fue un ataque directo a la política de la era Reagan. "Voices from beyond", de 1991, se ocupó de la censura y la intolerancia. "Stories from the Nerve Bible", de 1992, era un viaje autobiográfico por su vida y su obra y, en 2000, presentó "Songs and stories from Moby Dick", su personal lectura de la novela de Melville, aquella que, como todo gran cuento, tiene un prometedor comienzo: "Pueden llamarme Ismael", dice el que buscará, por los mares, a la ballena blanca.
Del libro al disco
Del libro al show y del show al intento de un disco. Pero que, finalmente, fue más que ello. Tomó otro camino. El propio (el del disco, el de ella) y se convirtió en "Life on a string", su primer álbum de estudio desde "Bright red", de 1994. Y muestra que está a la altura de siempre, de una verdadera artista.
Aquí, Laurie Anderson, buscó lo chico. Lo mínimo. El disco es oscuro y melancólico, pero con mucho aire. En muchos de los tracks, a su voz confidente y espectral sólo se suman violín y cello, algunas máquinas de ritmos y samplers.
Quizá la ballena blanca tome aquí toda su potencialidad metafórica. Porque de lo que va a hablar-cantar es de los grandes temas de siempre: del amor y la soledad, de la muerte, de la confusión.
Así, en "Slip away" canta desde el duro lugar de alguien parado frente a la cama de alguien (su padre, dicen) que espera la muerte. Y, luego, el después, la nada, los recuerdos pegados a los ojos, las pesadillas. "Salgo a la playa de estacionamiento/monedas de agua en la vereda... El gran edificio blanco/donde tu cuerpo yace."
La ballena, sí, está presente en el tema que abre el disco, "One White Whale", donde cuenta que puede encontrársela por el "rastro de sus extrañas notas en el agua".
Pero ya se aleja en el segundo track, siguiendo ese rastro en otras partes, en las que el sonido es el de aquellos que sólo hablan para escuchar el sonido de sus propias voces. "The Island Where I Come From" es, además, la canción más pop del disco (y su trabajo más accesible desde aquel "O Superman (for Massenet)", que le dio pasaporte masivo a comienzos de los 80) y que, con su ritmo reggae con algo de máquina de relojería, pero a la que no le faltan trompeta ni saxo, debería poder sonar en las radios si hubiera oídos dispuestos a escuchar.
En la vida y en el arte
Toma clima de cabaret en "Dark Angel", con arreglo de cuerdas de Van Dyke Parks (músico, productor y arreglador que ha trabajado con una gama de artistas tan amplia que va desde The Byrds, Beach Boys y Tim Buckley hasta Fiona Apple) que encaja a la perfección con las idas y venidas de su voz.
Se para, luego, en "Statue of Liberty", lugar de privilegio en Nueva York para mirar lo que se fue, lo que se espera. Cuento de puerto: "Ahora sos sólo una mancha en el horizonte, sólo una mancha más en el mar. Frío en el agua. Frío en mí". Tonos menores, claro.
Para "One Beautiful Evening" cuenta con Lou Reed, su compañero en la vida, en guitarra, y en beats y teclados el músico electrónico Mocean Worker. El tema, anclado en los mitos, comienza hablando del jardín del Edén y llega en el viaje por la historia y las palabras a encontrar la belleza en todas sus formas. "Es extraño cómo el odio puede también ser algo bello."
El guitarrista Bill Frisell es el invitado en "Washington Street", una perfecta y minuciosa descripción de una calle bajo una larga lluvia que se hace noche lluviosa.
Habla de relaciones (fallidas o por serlo) en "Broken" y en "My Compensation", un tema electrónico, down tempo, melancólico y oscuro.
La esclavitud se vuelve tema en "Pieces and parts", la historia de unos esclavos que, en 1842, en una plantación en Alabama, desentierran el esqueleto de una ballena gigante. "Un leviatán de los tiempos en que el mundo estaba cubierto de agua." Y los esclavos mirando los enormes huesos dicen: "Deben ser los huesos de un ángel caído".
Alma errante
Para el final, el tema que da nombre al álbum y la confesión de su alma errante. "Alguna gente sabe perfectamente adónde va. Los peregrinos a La Meca, los escaladores hacia la cima. Pero yo estoy buscando el momento único, así puedo deslizarme a través del tiempo."
Posiblemente ya lo haya encontrado, ya lo esté haciendo. Su deslizar es el de la buscadora incesante. "Trata de quebrar la mayor cantidad de reglas que puedas -dijo en una entrevista para la Rolling Stone, en 1995-. No sólo por el gusto de hacerlo, sino por esa sensación de libertad que conseguís cuando das un pequeño paso más allá. Y funciona."
Life on a string
Laurie Anderson
OneWhite Whale, The Island Where I Come From, Pieces and Parts, Here With You, Slip Away, My Compensation, Dark Angel, Broken, Washington Street, Statue of Liberty, One Beautiful Evening, Life on a String (Nonesuch/Warner)
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