Regresan las "realidades animadas" de ayer y hoy de Gorillaz
La banda de Damon Albarn acaba de publicar Humanz
Humanz es una bebida fresca, para calmar la sed, pero también para sentirse vivo. A medida que se la consume sus ingredientes parecen revelarse y esconderse con la misma rapidez de un sorbo. La voz de ese genio que es el señor Damon Albarn es la encargada de mantener la calma para que el líquido no se derrame solo. Pero en su interior hay mucha efervescencia. Si se apura el trago sólo se conseguirá un eructo estruendoso. Así que más vale beber con moderación. Y disfrutar con locura.
El quinto disco del proyecto musical y visual multicolaborativo que capitanea Albarn no sólo supera con creces a su predecesor, The Fall (2010) sino que está a la altura de aquella novedad que fue el debut de 2001, Gorillaz . Y ahí está entre las voces y las participaciones Noel Gallagher para cerrar una suerte de parábola no exenta de ironía.
Dieciséis años atrás el ex Oasis decía que el proyecto que involucraba personajes animados, músicos ocultos y una cosmovisión a la altura -o incluso un paso adelante- de la tan mentada globalización era música para niños de 12. Hoy, mientras ese supuesto y acotado público ya está en edad de pasar a dirigir los destinos de este planeta, el bueno de Noel se suma al proyecto en el último capítulo del álbum. "Tenemos el poder de amarnos... mis sueños no conocen el miedo" ("We Got the Power"), puede escucharse entre coros, la voz masculina de Gallagher, la femenina de Jehnny Beth (Savages) y los teclados de Jean-Michel Jarré.
"Ascension" es el primer golpe certero de Humanz (el primero en realidad es cuando extraemos el CD y vemos, en el interior de la cajita, la frase "aquellos que le temen a la música son peligrosos"). El rapero californiano Vince Staples se luce en este fresco que pinta el recrudecimiento de la discriminación racial en los Estados Unidos (y en la locación que quieran "colgarla"). "Nos odian desde los tiempos de Moisés... quieren que seamos como marionetas en una cuerda, colgando de un puto árbol")".
Si el rap es un ingrediente fundamental de cada uno de los tragos-discos que preparan Albarn y compañía, el soul es uno bien importante en este menú de 20 tracks en el que se distinguen gemas de largo aliento, separadores y temas para la pista de baile. Todo revestido con una fina película de banda de sonido de esos brillantes clips que los tienen a 2-D, Noodle, Russel Hobbs y Murdoc Niccals como protagonistas.
El soul según Gorillaz huele a ese dejo retrofuturista que tienen las producciones de Daft Punk. En "Strobelite", capitaneada por la voz de Peven Everett, la música navega con la proa en estos tiempos y la popa en los 70.
Si hay algo que no puede hacerse con Humanz es intentar domesticarlo. Cuando creemos que lo hemos escuchado lo suficiente para decodificarlo emergen otros sonidos, otras capas. Incluso interludios que aportan su cuota al pensamiento de un artista -de Mr Albarn hablamos- que no ahorra energía a la hora de transmitir su mensaje. Por caso, en "The Non-Confirmist Oath", la voz de Steve Martin emerge con un histórico monólogo del comediante del mismo nombre: "Prometo ser diferente, prometo ser único, prometo no repetir las cosas que otras personas dicen". Es el "juramento del inconformista" que a Gorillaz le viene "al pelo" para recordar su genesis.
De los múltiples aportes con los que cuenta Humanz uno que llama la atención es el de la "extinguida" Grace Jones. Como una sombra, La Jones conversa con 2-D (Albarn, claro) en el track "distinto" del álbum, una especie de lado B que esconde su encanto en un sonido y unas guitarras que remiten al pospunk. Si algo sabe hacer y muy bien D. A. es elegir a sus colaboradores. Dirigirlos como a actores que deben salir a escena. Así es como el inglés Benjamin Clementine puede interpretar a un Elvis negro y futurista en el pasaje gospel de "Hallelujah Money". Incluso en el cocoliche resiste el encanto de este proyecto animado de ayer y hoy.
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