Las grandes historias de Cuchi Leguizamón y Manuel Castilla: Balderrama, Eulogia Tapia, Dios y El diablo
Gustavo "Cuchi" Leguizamón y Manuel J Castilla fueron dos de los personajes más inspirados y prolíficos del folclore argentino durante las décadas del sesenta y setenta. Tanto que algunas de sus composiciones en dupla creativa trascendieron al género musical y su entorno. "Donde iremos a parar, si se apaga Balderrama", decía la frase inmortalizada en la voz de Mercedes Sosa .
Castilla supo ver la cultura popular y ciertas tradiciones a través de algunas personas que convirtió en personajes. Muchas veces esas canciones fueron dedicatorias o agradecimientos. En la "Zamba de Lozano" menciona a la "niña" Yolanda (Pérez). En la "Zamba de Juan panadero" habla de Juan Riera, que por las noches dejaba la puerta de su panadería abierta para que la gente pobre que no tuviera qué comer pudiera, al menos, llevarse un poco de pan. "Como le iban a robar, / Ni queriendo, a Don Juan Riera./ Si a los pobres les dejaba, / de noche, la puerta abierta".
Las famosas carpas de Salta, esas que se impusieron en el Valle de Lerma hacia fines de siglo XIX (aunque nacieron un siglo antes) y hoy siguen teniendo vigencia, son bailes que alcanzan su punto más alto de convocatoria en época de carnaval. Cuando se habla de una zamba carpera es justamente la que se escucha en esos espacios; suele ser más alegre y rápida que el resto de las zambas. Además, tienen otra característica que le da el toque especial. Muchas zambas carperas incorporaron el bandoneón. De ahí que se hicieran populares personas como el Fiero Arias, mitificado por artistas como Cuchi y Castilla: "Esta es la zamba de un bandoneonista, carpero de antes: el que la baila machao, se compone con picantes", dice el tema dedicado a este personaje de pilchas de tanguero, que había elegido el folclore, la soltería y las fiestas eternas, en las carpas y boliches de Salta.
Y si hay que hablar de boliches, el lamento "Donde iremos a parar", refiere al almacén fundado en 1954 por tres hermanos Balderrama (Daría, Celestino y Juan), hijos de Antonio y Remigia, que años antes habían abierto un negocio familiar de ramos generales. Sus hijos, guiados por los signos de los tiempos, abrieron un nuevo local que con los años se transformó en una peña por la que pasaron trasnochadores de todas las clases sociales. Ya en los sesenta, el folclore vivía su época dorada y el boliche de Balderrama era epicentro salteño de la bohemia local. El lugar para pasar la noche, hasta que llegara el día. Así lo dice la zamba:
A orillitas del canal, cuando llega la mañana,
sale cantando la noche, desde lo de Balderrama.
Adentro puro temblor; el bombo con la baguala.
Y se alborota quemando, dele chispear la guitarra.
Lucero, solito; brote del alba.
Donde iremos a parar, si se apaga Balderrama.
La ciudad y el campo; todo cabía en el universo de esta dupla. El boliche de Balderrama y la historia de un chileno que pasaba sus días en el medio del monte, volteando quebrachos. Cuenta la leyenda que Leguizamón y Castilla fueron en busca de un chileno llamado Maturana por el río Lavayén, en Jujuy. No habrían ido a buscar inspiración para hacer canciones sino atraídos por los asados memorables que hacía este hachero. Cuando llegaron a su casa, la esposa de Maturana les contó que el hachero añoraba su tierra chilena, pero cuando iba a Chile extrañaba el noroeste argentino. Ese dato fue el que inspiró a don Manuel para escribir la letra que tiempo después Cuchi musicalizó.
"El que canta es Maturana, chileno de nacimiento, anda rondando la tierra, con toda su tierra adentro", dice la primera frase de esta zamba, sin duda lo que más llamó la atención a Castilla de la historia de este obrero.
En el segundo verso hay una curiosidad. Si bien la vida había convertido en hachero a Maturana, Castilla deja, en una época en la que no se hablaba de ecología ni de tomar consciencia por el cuidado del medio ambiente, una frase llamativa: "si va a voltear un quebracho, su sangre llora primero".
También de territorio jujeño es la historia de "Cantora de Yala". Cuando el "Barba" Castilla escribió "Santa Leoncia de Farfán", en el primer verso, se refirió a la coplera Leoncia Santos Farfán, de la zona de Termas de Reyes. De algún modo santificó e inventó un personaje (Santa Leoncia) para hablar de alguien muy real: una criadora de cabras y ovejas, analfabeta, que enviudó joven y crió a sus tres hijas sola. Castilla incluso inventó palabras que, lejos de parecer ridículas, embellecieron sus versos. "La harina del carnaval le pensamienta las sienes. Cuando sobre el mujerío, su canto finito crece". La palabra "pensamienta" es un hallazgo y el uso de "mujerío" seguramente se refiera a un encuentro de copleras.
Hacheros, bandoneonistas, panaderos y copleras. Sin duda la historia de Cuchi Leguizamón y Manuel Castilla que más ha trascendido es la que suena en "La pomeña". Habla de una joven llamada Eulogia Tapia.
Castilla había ido a visitar a un primo a La Poma y paró en un boliche llamado La Flor del Pago. Ese día entró la coplera Eulogia Tapia y se armó un contrapunto de coplas. Esa noche Castilla perdió el duelo con la joven cantora. Y se puede decir que Eulogia ganó dos veces porque su vida quedó inmortalizada en "La pomeña".
"Eulogia Tapia, en La Poma / Al aire da su ternura / Si pasa sobre la arena / Y va pisando la luna".
Cuchi, Tata Dios y el Diablo
Dios y el Diablo también son personajes que no faltan en la construcción idiosincrática de Leguizamón. En letra y música Cuchi se despacha con los versos de "Coplas de Tata Dios": "Pobrecito Tata Dios, cuándo aprenderá a ser gaucho. Qué sabrá el pobre de amores, sin mujer y sin caballo. Si nada hay, tras de la nada iré; cantando, siempre cantando. Qué pena me dará el cielo al fin, con su sordera, durando."
Luego, Cuchi expresa un desencuentro en la "Zamba del carnaval" y le pide al Diablo que meta la cola: "Me anda faltando plata, chicha, coraje; y un empujón del Diablo, pa' enamorarte. Carnavales carperos: la copla y la albahaca, llorando en el vino".
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