Las damas del blues: historias de madres, reinas, prostitutas, emperatrices y asesinas
La película de Netflix, La madre del blues trajo al presente la figura de Ma Rainey, pero no fue la única mujer que reinó en el blues en las primeras décadas del siglo pasado
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El tiempo demostró que para descubrir cuáles son los orígenes de la música es preciso adentrarse en la comunidad afrodescendiente. Por eso, esta expresión artística fue ocio, fue protesta y fue libertad, y así acompañó a sus protagonistas -y a su público- a transitar por los distintos vaivenes de la vida. Tal es así que los estilos y referentes más fundacionales están marcados por la opresión, el racismo y la discriminación, en un período en el que, si bien la libertad regalaba sus primeras melodías con la sanción de la ley de abolición de la esclavitud, el ruido de las cadenas aún sonaba fuerte desde los cimientos de cada escenario. Allí, en medio de todos los aplausos, la voz de una mujer negra invertía por unos segundos el paradigma para conquistar (ella también) a todos los presentes. De un lado: la sonrisa de quienes disfrutaban su música. Del otro: los ojos de una soñadora con anhelos de igualdad. Un deseo que no debería haber existido. Un deseo que, de algún modo, sigue vigente.
Un tocadiscos empieza a sonar con los mejores blues de la historia, mientras el pintor Max Hoeffner, el máximo coleccionista de este género en la Argentina, completa el viaje en el tiempo con su relato. “Es la expresión musical más fuerte del siglo pasado y el género más importante porque de él se desprende el soul, el rock y la música popular”, define al conversar con LA NACION desde su casa: un tesoro de discos, vinilos y obras de arte. Y lanza: “Hasta que la sociedad negra no es libre, el blues no aparece”.
Mamie Smith: “La reina con corona” que le puso voz al primer blues e invirtió la matrix
Cuando el compositor y músico de jazz Perry Bradford soñaba con la grabación de su emblemático tema “Crazy Blues” imaginaba que la voz era la de una mujer afroamericana. Por eso, cuando hablaban de que lo interprete Sophie Taker, una cantante blanca de vodevil, él aprovechó su influencia para sellar la historia y sugirió que la encargada fuera Mamie Smith, una artista que estaba en los teatros de Harlem, en Nueva York. De fondo, una banda de jazz completaba la fórmula de este éxito que vendió un millón de ejemplares y fue un hito de las race series, dado que en aquel entonces los blancos todavía no consumían blues.
Así fue que, en agosto de 1920, el sello Okeh Records registró esta canción, considerada -por su estructura de 12 compases- el primer blues grabado de la historia. Toda una ironía considerando que se hizo con una banda de jazz, un compositor de jazz y una cantante de vodevil. Pero marcó tendencia: desde ese entonces, y hasta 1926, el blues siguió esa estructura. Con las mujeres al frente y los músicos de jazz, detrás. Una de las que surgió fue Ida Cox, conocida como “la reina sin corona”. La corona ya tenía dueña: Mamie Smith. De todos modos, el poderío de las mujeres duró poco. “Cuando irrumpe el blues, el hombre no tenía chances, pero después la mujer quedó relegada”, sintetiza Hoeffner.
Ma Rainey: la mujer que llevó el blues a Netflix
Una de las bluseras que apareció en la etapa en la que las mujeres predominaban fue Gertrude Pridgett, conocida como Ma Rainey. “Es la más grande y la mejor porque con su voz puede hacer lo que las demás no: cantar blues clásico, blues de vodevil y country blues. Es como el blues mismo”, subraya este pintor al referirse a la artista a la que Netflix le dedicó la película La madre del blues (Ma Rainey’s Black Bottom). De hecho, si bien hay quienes dicen que el primer tema de country blues lo grabó Ed Andrews, en 1924, ella se le había adelantado junto al dúo de guitarristas de los gemelos Miles y Milas Pruitt.
“La madre del blues” brindó una entrevista donde contó que uno de sus caballos de batalla era una canción que había tomado de una cantante folklórica rural a la que había escuchado en uno de sus viajes como artista itinerante (algo muy común entre los bluesingers). “¿Ma, qué es eso?”, le preguntaron, y ella respondió: “Esto es blues”, siendo esta una de las primeras veces en las que se la escuchó referirse al género.
Una de las características que más resuenan en esta figura es su apertura sexual y osadía. Por eso, el sello Paramount ilustró el tema “Prove it to me” con una imagen de ella -vestida con saco, sombrero y corbata- seduciendo a otra mujer. En ese entonces, la comunidad afroamericana mostraba gran aceptación a la diversidad, al punto de que la cantante Gladys Bentley es la primera mujer negra en hacer una defensa abierta del lesbianismo. Este es otro de los puntos en común entre Ma Rainey y Bessie Smith, de quien fue la “madrina” musical y con la que algunos sostienen que tuvo un romance, aunque no hay información certera para sostenerlo. A pesar de que algunos creen que el apodo Ma Rainey se debe al vínculo con ella, lo cierto es que surgió luego de que, a los 15 años, se casara con el empresario Pa Rainey.
Bessie Smith: “La emperatriz” sin lápida y el misterio de su muerte
“La mejor cantante de blues de todo el mundo nunca dejará de cantar. Bessie Smith (1895-1937)”, reza la lápida de esta “emperatriz” a la que, como predijo en su canción “Down Hearted Blues”, “los problemas la siguieron hasta la tumba”. A pesar de que fue la cantante negra mejor paga (dicen que llegó a ganar 2000 dólares por semana) y a que rescató financieramente al sello Columbia, su familia no había podido afrontar los costos, por lo que su tumba -ubicada en el cementerio de Mount Lawn- no tuvo nombre hasta que Janis Joplin se encargó de llenar ese vacío, junto a una enfermera de Filadelfia.
Smith nació tres décadas después de la abolición de la esclavitud. De todos modos, no hay precisiones al respecto porque los afrodescendientes no tenían actas de nacimiento. Ni otros derechos. Por eso, su infancia es un misterio, como varios puntos en su historia, aunque algo es seguro: se crió en un contexto de gran pobreza. Sin embargo, todo cambió cuando tenía tan solo 9 años, cantaba en la calle y Ma Rainey la descubrió. Así pasó a formar parte de T.O.B.A (Theatre Owners Booking Association), un grupo que nucleaba a artistas negros en el que comenzó a bailar y cantar. “Tenés que dejar que tu alma cante”, le decía su mentora.
Esta artista llevó una vida de excesos, marcada por las drogas y el alcohol; tuvo muchas parejas (hombres y mujeres), un primer marido (Jack Gee) que la maltrató y fue catalogada por algunos como “adicta al sexo”. Además, víctima del racismo -que era aún más cruel en el sur de Estados Unidos-, se compró un tren para poder viajar con sus músicos y tener donde dormir en las giras, el cual debió vender con la crisis de 1929.
La blusera con el perfil más jazzístico de su generación murió en un accidente vial junto a su última pareja, Richard Morgan, cuando viajaban a Mississippi para hacer un show, y un gran misterio envolvió su muerte: algunos dicen que pasó sus últimos momentos en la sala de espera del hospital afroamericano Clarksdale; pero el productor John Hammond contó que una clínica para blancos se negó a atenderla y que esa pérdida de tiempo fue crucial. “Si hubiera sido blanca habría sobrevivido”, se expresa en la obra teatral de Edward Albbe “La muerte de Bessie Smith”.
Memphis Minnie: la mejor guitarrista de la historia
En 1926, se impusieron los hombres en el blues y se dejó atrás ese formato “armado” de mujer junto a bandas de jazz para volver a los orígenes y revindicar el blues clásico, que sonaba alrededor de 1905 de la mano de cantantes rurales y sus guitarras. En este contexto, apareció Memphis Minnie quien, por su talento único para tocar este instrumento, era la fuente de su propio sonido de acompañamiento.
Independiente, empoderada y libre, esta mujer también vivió entre excesos. Por eso, una de las anécdotas que más reflejan la personalidad de esta artista de country blues -que se casó tres veces- revive un concurso de guitarristas bluesingers en el que le ganó la final al mítico Big Bill Broonzy, con quien se batieron a duelo para obtener el gran premio: un cajón de botellas de whisky que terminaron aquella noche.
Memphis Minnie murió en 1973. De todos modos, para ese entonces ya no tocaba: invadida por la meningitis, había quedado paralítica y estaba en silla de ruedas.
Geeshie Wiley: el tesoro más escondido, ¿descubierto por una traición?
Hace unos años, un grupo de coleccionistas se reunió para definir cuál era el mejor blusero de todos los tiempos y decretaron que se trataba de Garfield Akers, un artista que grabó solo 4 temas. En el universo de mujeres se repite la historia y la favorita es Geeshie Wiley. “Es el eslabón perdido”, define Hoeffner.
No se conoce ninguna foto de la dueña de la mejor voz femenina del blues, que también grabó solo 4 canciones en tiempos en que los hombres ya habían irrumpido en la escena. De la que sí se filtraron retratos es de la artista Elvie Thomas, que había cantado con ella. Esta mujer es una pieza clave de su descubrimiento porque fue la que le reveló su existencia al investigador Robert “Mack” McCormick.
Este hombre le concedió una entrevista a The New York Times cuando estaba muy mal de salud. Allí develó todo lo que tenía sobre Wiley y Thomas, incluida una foto de esta última a sus 90 años. “La hija de McCormick les hizo juicio alegando que fue una extorsión. Según dice, se valieron de la debilidad mental que tenía para sacarle las cosas. Creo que tenía demencia senil”, cuenta el coleccionista, que espera que esta mujer de a conocer el resto del material que recabó su padre.
Moanin’ Bernice Edwards: secretos revelados por una prostituta
Una de las piezas más preciadas que tiene la familia de McCormick es acerca de Moanin’ Bernice Edwards, que comenzó a grabar cuando tenía entre 20 y 21 años y, por ser considerada una artista, cobraba el doble que el resto de las prostitutas en el sitio donde trabajaba. Esta es una profesión que, según expertos, compartió con otras bluseras como Lucille Bogan o Bessie Tucker, porque la prostitución era vista por muchas mujeres afroamericanas pobres como el único escape.
Tal como le contó a “Mack”, en 1935, el sello Vocalion había juntado a distintos músicos de Texas en la ciudad de Fort Worth para que hicieran una sesión y registraran varios temas juntos, pero el ingeniero de grabación, que era un hombre de la radio, no sabía grabar discos de pasta y se arruinó la cinta. Decepcionada, dejó las grabaciones después de esa experiencia. Por eso, cuando él la contactó, ella le dijo que estaba dedicada a la iglesia y le cortó el teléfono.
Sin embargo, el investigador insistió y, en el 60, la convenció de que grabe algunos blues y una serie de canciones de gospel con el piano que ella tenía en su casa. Moanin’ aceptó, aunque con una condición: no las podía editar hasta su muerte. Pero ambos murieron y ahora que se conozcan esos registros depende de la hija de McCormick.
Otra historia que le contó al investigador es que en una oportunidad viajó con el emblemático blusero “Blind” Lemon Jefferson y, cansada de que él la intentara seducir, le sugirió que componga un tema relacionado con un campo de duraznos por el que estaban pasando con el tren. Así surgió el famoso tema “Peach Orchard Mama”.
Hattie Ellis: la asesina que le dio vida al blues desde la cárcel
Otros de los encargados de eternizar las joyas más valiosas del blues fueron John Lomax y su hijo, Alan, quienes recorrieron el sur estadounidense y registraron toda clase de expresiones musicales afroamericanas. Con este espíritu, también grabaron en las cárceles y así, en 1934, descubrieron a Hattie Ellis: una prisionera de la Penitenciaria del Estado de Texas que había sido condenada a 30 años de prisión por matar a un hombre, aunque ella se declaró inocente.
Esta mujer, que se destacó principalmente por el vibrato de su voz, conducía todos los miércoles un programa radial desde la cárcel, en el que cantaba y leía las cartas que le enviaban sus seguidores: en un solo día recibió 3000.
Cabe la pregunta de qué reinado es más fuerte: si el de la emperatriz o el de la madres del blues; aunque lo cierto es que, más allá de quién se eleve más en el podio, lo verdaderamente importante es la reivindicación de la comunidad afrodescendiente porque, si el blues es en cierta forma el género madre, la conclusión es sencilla: les debemos buena parte de la música.
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