Lana del Rey, más íntima y despojada en Chemtrails Over the Country Club
En su séptimo álbum de estudio, la neoyorquina retoma su universo para seguir expandiéndolo en la delicada “Wild At Heart”, reversiona a Joni Mitchell y habla de sus miedos y fracasos
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Álbum: Chemtrails over the country club. Temas: “White Dress”, “Chemtrails over the Country Club”, “Tulsa Jesus Freak, “Let Me Love You Like a Woman”, “Wild at Heart”, “Dark but Just a Game”, “Not All Who Wander Are Lost”, “Yosemite”, “Breaking Up Slowly” (featuring Nikki Lane), “Dance Till We Die”, “For Free” (con Zella Day and Weyes Blood). Edición: Interscope Records y Polydor Records. Nuestra opinión: muy bueno.
A primera escucha, Chemtrails Over the Country Club es el disco perfecto para acompañar un día de home office. Ambienta, es sutil, la voz de Lana del Rey se expande e inunda los espacios mientras los instrumentos aparecen como terciopelo de fondo. Después, la melancolía y las eternas historias de desamor se suceden de forma intempestiva y el viaje cambia de tono. Pasa de un celeste a un ocre y otra vez la chica pop, que va por el costado de la cantautora y no cambia de rumbo, se presenta e interpela. Desde la nostalgia de no poder volver a ser una persona más, alejada de la fama, a historias de amor con final triste, su séptimo disco sigue la línea del anterior, Norman Fucking Rockwell! (2019) [fue reconocido como uno de los mejores del año y el mismo Bruce Springsteen habla de ella como “uno de los mejores compositores del país”] pero no lo alcanza.
En medio de la promoción de la tapa del disco, Del Rey se defendió luego de que las redes sociales se encargaran de asegurar que no estaba ilustrada con una imagen inclusiva [en la misma aparece ella rodeada de otras mujeres, todas blancas]: “En 11 años de trabajo siempre he sido extremadamente inclusiva sin siquiera intentarlo. Mis mejores amigos son raperos, mis novios lo han sido. Mis amigos más queridos han venido de todas partes, así que antes de que vuelvas a hacer comentarios sobre un problema con personas de color o mujeres de color, tené en cuenta que no soy yo quien asaltó el Capitolio. Estoy literalmente cambiando el mundo al poner mi vida, mis pensamientos y mi amor sobre la mesa. Respetalo”, escribió en su cuenta de Instagram y generó aún más confusión.
Lejos de estas torpes palabras, cuando suena su voz causa un efecto envolvente y capitanea el barco por diferentes cielos, entre bruma, lluvia y, lejos, solo desde el recuerdo, un día soleado, cuando ella tenía 19 años y sonaban The White Stripes. La añoranza de esos tiempos mezclada con los destellos de la vida en Hollywood asoman en cada una de las 11 canciones, también el homenaje a Joni Mitchell, a quien reversiona junto a Zella Day y Weyes Blood en “For Free” y le dedica una estrofa anticipando el cover en “Dance Til We Die” (Estoy haciendo un cover de Joni”).
Más intimista, con una percusión a base de bongos suaves, sintetizadores y platillos de batería que parecen desvanecerse, su voz sobresale sobre colchones de guitarra y piano. Y se mete de lleno en temas mundanos sin abandonar su costado “delicado”, el mismo que imprimió en el disco el productor Jack Antonoff. El silencio se rompe con “White Dress”, donde la neoyorquina cambia el tono de su voz para dar algunos flashbacks de su vida antes de la fama: “En Orlando, yo solo tenía 19 años”. Sigue con “Tulsa Jesus Freak”, que funciona como un pequeño entretenimiento más electrónico para después retomar la introspección. Más tarde llega “Dark but Just a Game”, donde habla abiertamente de sus miedos (“Los mejores perdieron la cabeza / Así que no voy a cambiar / Me quedaré igual”), sigue con “Wild at Heart” (el punto más alto del disco, donde logra hacer romántico lo imposible y se imagina dejando Los Ángeles para envejecer con un niño y dos gatos), para darle lugar al folk en “Yosemite”. Llega esa balada country donde se junta con Nikki Lane y hacen la hipnótica “Breaking up Slowly” para preparar el tributo final a Mitchell y bailar con Joan Baez en “Dance Till We Die”.
Lana del Rey vuelve a hacerlo, con su tenue propuesta y lejos de la cara más mainstream del pop, irradia su personalidad en cada una de sus pistas.
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