Lalo Schifrin: "Teniendo en cuenta que tenemos este virus alrededor y que tengo casi 88 años, estoy bastante bien"
"From Arshintina?", se escucha de lejos la voz de Lalo Schifrin cuando su esposa le acerca el teléfono. Lo que sigue es en castellano y con acento porteño. La vida de un argentino que lleva más de medio siglo radicado en los Estados Unidos. La chispa llamada Misión: imposible, que encendió la mecha (también hace más de medio siglo) y que hizo de este músico una celebridad que no deja de recibir reconocimientos. Personalidades como Groucho Marx y el creador de la música de La Guerra de las galaxias, su amigo, John Williams. Los recuerdos de infancia y juventud en Buenos Aires. El estudio, en Argentina, de la mano de Juan Carlos Paz, y en París, a principios de los cincuenta, cuando tomaba clases con figuras como Olivier Messiaen.
Cuesta pensar que aquel repiqueteó en ritmo irregular sobre las notas graves del piano que dieron comienzo a la música de Misión imposible no fueron escritas frente a un piano. Cruzaron como un refucilo por la cabeza del compositor y llegaron directamente al papel, un ejercicio que ahora, siendo un hombre octogenario, sigue practicando.
"Mi vida no ha cambiado mucho con la cuarentena. Teniendo en cuenta que tenemos este virus alrededor y que tengo casi 88 años, estoy bastante bien. Tengo un estudio muy grande en casa", dice Lalo Schifrin, al otro lado del teléfono, con un timbre de voz que con el paso de los años se ha vuelto borgeano. "Tengo todo aquí. Asistentes, tengo una secretaria y un escritorio muy lindo para escribir. Porque no uso mucho el piano", dice desde Beverly Hills.
La celebración y los reconocimientos también se mantienen vivos. Tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Obtuvo cuatro premios Grammy y un Premio Max Steiner de música para cine. En noviembre de 2016 fue nombrado por el Ministerio de Cultura de Francia Commandeur des Arts et des Lettres y recientemente pasó a integrar el Comité de Honor de la Union des Compositeurs de Musiques de Films (U.C.M.F.) junto a colegas como Ennio Morricone, Jean-Michel Jarre y el pianista Jean-Michel Bernard.
Además de haber sido nominado varias veces por la Academia del Cine de Hollywood, en 2018 recibió un Oscar honorario por su trayectoria, de manos de Clint Eastwood. También en los Estados Unidos, a principios de este año, le hicieron un concierto de homenaje ("Jazz Across The Americas: Argentina - A Tribute To Lalo Schifrin"), a instancias del pianista y compositor Arturo O'Farrill y con la participación de varios argentinos, como Pablo Aslán, Leo Genovese, Sofía Rei y Gabriel Senanes, entre otros.
Allá por la década del cincuenta, cuando el célebre trompetista de jazz Dizzy Gillespie visitó la Argentina, conoció al veinteañero Schifrin y le propuso que escribiera una suite (la que llamó Gillespiana) y que fuera a los Estados Unidos para trabajar con él. Cosa que hizo, entre 1960 y 1962. Schifrin vio que allí estaría su destino, pero con algunos cambios de viento que luego lo llevaron desde aquel primer desembarco, en Nueva York, hacia la costa Oeste. La música para las series de TV y para el cine (la mencionada Misión: imposible, Mannix, Starsky y Hutch, The Cincinnati Kid, Bullitt, Harry el sucio o Tango, de Saura) fue su campo de acción, que también le dejó tiempo para escribir música de cámara y sinfónica.
De hecho, aunque no tiene la misma intensidad, en los últimos años recibió varios pedidos, como el del director Riccardo Muti, que le comisionó una obra orquestal para la Sinfónica de Chicago y un nuevo arreglo, también para orquesta, de su mayor éxito.
-Lalo, ¿Qué premio le falta ganar?
-Lo que me falta es tiempo para seguir escribiendo música.
-¿Hay algo que extrañe después de tantos fuera de la Argentina?
-Lo que pasa que Argentina fue el puntapié inicial. No solo nací allá. Es donde tuve mi educación. Una buena primaria, después el Colegio Nacional Buenos Aires. De ahí hice cuatro años de derecho hasta que gané una beca para estudiar en el Conservatorio de París. No me recibí.
-Y lo bien que hizo. ¿No? A los 32 escribió la música que lo hizo trascender, para Misión imposible.
-Y no me va a creer pero me han pedido una orquestación de Misión imposible, para la Orquesta Sinfónica de Chicago, que dirige Riccardo Muti. La querían como bis de otra obra que me encomendaron, un Concierto para tuba y orquesta. Esta sinfónica tiene un gran solista que se llama Eugene Pokorny.
-Vea que curioso Lalo: de los pocos conciertos que hay para tuba, uno lo escribió su colega John Williams y otro el inglés Ralph Vaughan Williams, que también escribió para cine ¿Tuvo algún sentido programático su concierto?
-No, es música, entre comillas, pura. Pero John Williams es un amigo íntimo. Mire que es un hombre ocupado pero cuando me hicieron un homenaje en un teatro de Los Angeles tuvo tiempo de venir a darme un abrazo. Comenzamos juntos, casi al mismo tiempo. Mi vida siempre es una coincidencia. Dio la casualidad que cuando vine a Los Angeles él ya vivía acá. Nos hicimos amigos y coincidimos en los estudio Universal donde nos dieron oficinas una al lado de la otra. Solíamos ir a almorzar juntos.
-¿Fue casualidad también que la casa donde usted vive perteneció a Groucho Marx?
-Sí. Porque cuando yo iba a comprar una casa aquí [en Beverly Hills] los agentes de propiedades me mostraron varias. Recién cuando la compré me dijeron que había sido la primera casa de Groucho aquí. En un momento comencé a hacer giras dirigiendo orquestas, con un programa que se llamó Jazz Meets Symphony. Con mi mujer tuvimos un hijo y como no lo podíamos llevar a una gira, mi suegra vino de Oklahoma a cuidarlo. Cuando volvimos nos dijo que había ido a nuestra casa Groucho Marx, porque quería visitar su antigua casa. Pero no lo dejó entrar. Aunque luego visitó la casa y me habló de sus hermanos. Una casa grande, con varias habitaciones. También me invitó a una gran reunión donde hubo muchos guionistas y grandes actores, muy conocidos de su época. Recuerdo que fue una noche impresionante. Cuando nos íbamos le dije que la habíamos pasado muy bien. Y él me dijo que yo era fácil de entretener [se ríe].
-Al recordar esa gira donde el jazz se encuentra con la orquesta sinfónica. ¿Cómo se ve a sí mismo y a la distancia? ¿Músico académico, de jazz, de cine y televisión?
-Mi padre, Luis Schifrin, fue primer violín de orquesta Filarmónica de Buenos Aires, en el Teatro Colón. Y mi primera educación fue muy clásica. Mi maestro fue Enrique Barenboim, el padre de Daniel. En la adolescencia escuché discos de jazz. Me encantó aunque a mi padre no le gustaba porque pensaba que eso era ruido. Cuando Enrique partió de Argentina para acompañar la carrera de su hijo, un día que yo estaba en la casa de música Ricordi de la calle Florida, probando un piano, me preguntaron con quién estudiaba. Les conté que me había quedado sin maestro y me recomendaron a Andreas Karalis, que había sido director del conservatorio de Kiev. Se vino a la Argentina porque, según me contó, Stalin era peor que Hitler. Por eso buscó Buenos Aires, porque quería estar en un lugar que estuviera lo más lejos posible de las guerras. No era fácil ser alumno de este maestro porque tuve que dar un examen antes para que me aceptara. En el fondo, creo que fue más difícil ese examen que el que di para la beca en el Conservatorio de París.
-¿Cómo llegó a París?
-Por Juan Carlos Paz, yo estudié composición con él. Me dijo que estaban dando becas y me dio la dirección del consulado francés en Buenos Aires. Le pregunté si creía que yo tenía chances y me respondió: "No tenés nada que perder". Juan Carlos Paz me daba lecciones en un café de la calle Corrientes. "Para escribir música tenés que estar bien lejos del piano", me decía. En serio.
-¿Por qué sin instrumentos?
-Bueno, quizás tenga familia que no vive, como usted, en Buenos Aires y si les quiere escribir, ¿necesita un piano para eso? No. La gramática y la sintaxis del idioma español usted la tiene en su cerebro. La música es un lenguaje universal. Con estos maestros yo estudie la gramática y la sintaxis de la música.
-¿Por las características de cada uno, los instrumentos son demasiado condicionantes para componer?
-Es ajustado lo que dice. Cada instrumento tiene su particularidad. Componer al piano me lleva mucho tiempo, es una carga, pero lo uso para probar si hay algún error en lo que escribí. En el Conservatorio de París estudié con un fenómeno que había estudiado orquestación con Maurice Ravel. Le recomiendo el "Bolero", de Ravel, que parece tan simple con ese comienzo pianissimo, con una flauta, es un verdadero estudio de orquestación. Hay que ver todos los pasos que Ravel va dando, lo que hay que evitar, las cosas con las que hay que tener cuidado.
-¿En algún momento pensó que se equivocó con alguna música escrita?
-Con El exorcista. Pero fue un mal entendido. El mismo director reconoció que las guías que me había dado tuvieron que ver con el mal entendido. Era una película de horror. Me pidió que fuera hacia la música estocástica [con un fuerte componente aleatorio]. Él quería eso. Pero cuando probaron la película con mi música la gente comenzó a sentirse mal, con ganas de vomitar. Pero uno sigue adelante.