Lalo de los Santos: a 20 años de la partida de uno de los grandes cantautores de la trova rosarina
Escribió canciones como “Tema de Rosario” y “No te caigas, campeón”, que son parte del acervo musical de su ciudad natal
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Su aparente timidez (aunque quizá la palabra aparente esté demás en este caso), quizá no le haya permitido pararse en lugares más protagónicos de la música popular argentina. Pero como sucede en algunos casos, la obra sobrevive al artista cuando es de buena factura y tiene consistencia y peso propio. La muerte temprana del cantautor Lalo de los Santos (tenía 44 años aquel 25 de marzo de 2001 cuando el cáncer le ganó el último round). “No te caigas, campeón, falta el último round”, decía una de sus canciones más famosas, con un estribillo decorado por banderines auriazules de su amado Rosario Central.
A Lalo lo sobrevivieron sus canciones y un estilo que es absolutamente icónico de lo que se conoce como “La trova rosarina”, esa corriente artística que nunca se reconoció como tal, que tuvo líderes pero no patrones, pero que definió un sonido muy característico dentro del rock nacional. En esa construcción, la música de Lalo es absolutamente reconocible y se sintetiza en canciones como “Tema de Rosario”, “No te caigas, campeón”, “Duérmase mi amor” y “Aquella niña en soledad”.
Desde su manera de cantar, con ese parecido con la modulación de Litto Nebbia, que quedó rubricado en temas como “Será canción”, hasta en su manera de componer, Lalo fue una pieza fundamental de un rompecabezas que arma esta estética rosarina, hasta ahora irrepetible. Del nacimiento al ocaso (de ”Tibio brote de amor” a “Pequeño Tango Escrito en Invierno”), sus discos transcurren en universos amplios con temas propios o de algunos colegas poetas, aunque estén mensurados en el sonido de una época, la lírica ochentista, los sintetizadores de aquellos años y las guitarras con efecto chorus. Aunque no será fácil encontrarlos, en El final de cada día (1984), Hay otro cielo (1987) y Canciones rosarinas (1996) son sus producciones en solitario.
Lalo nació en Rosario, el 17 de enero del 56 en una casa con mucha música. Estudió guitarra y a los 13 comenzó a darle forma al sueño adolescente de la banda de rock. En 1973 integró Pablo el Enterrador, una formación con los sonidos del rock progresivo de la época, pero tamizada por la cultura local. En 1980 Lalo se mudó a Buenos Aires para probar suerte con la música. Aunque sus años de mayor exposición recién fueron para él a mediados de esa década cuando Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré y las canciones de Jorge Fandermole, Adrián Abonizio y Rubén Goldín ya estaban instaladas en Buenos Aires y amplificadas hacia todo el país. Pero Lalo, que había sido un baluarte llegado a la estación de Retiro antes que el resto, hasta supo darle espacio en su casa a otros recién llegados, como Fito Páez.
Como bajista tocó en la banda de Silvina Garré y fue sesionista de solistas como Nebbia, León Gieco, Fito Páez, entre muchos otros. En los noventa cantó a dúo con Adrián Abonizio y en 1997 creó el proyecto Rosarinos, junto a Abonizio, Rubén Goldín y Jorge Fandermole, que, sin usar la palabra trova, condensó la poética de esa música popular que había surgido a orillas del Río Paraná. Juntos dieron varios recitales y grabaron un disco con sus mejores canciones.
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