Lali en Vélez: un show histórico y arrasador de la diva indiscutida del pop argentino
La artista se consagró como la primera mujer en llenar el estadio José Amalfitani y brindó un espectáculo de más de dos horas sin fisuras, con artistas invitados, presentación de un nuevo hit y una catarata de canciones con la diversidad como bandera
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“¿Cómo te explico a Lali?”, se le escucha decir a una joven a su amiga que estaba a su lado con el rostro absorto, como quien acaba de presenciar una seguidilla de canciones a puro vértigo, intentando seguirle el ritmo a esa joven de 31 años de Parque Patricios que terminaba de bailar su más reciente single, “Comprame un brishito”, con una energía admirable. La pregunta, podemos asumir, tenía varias respuestas implícitas. Lali contiene multitudes, no es una sola cosa. De hecho, ella misma desafía sus propios límites y es notable la liberación que se produjo una vez editado su último trabajo discográfico hasta la fecha, Libra, en el 2020, y lo que es hoy, una mujer que es puro pop porque sabe que una de las bases del género es la satisfacción.
Lali hizo historia este sábado al convertirse en la primera artista mujer en llenar el Estadio de Vélez Sarsfield como parte de su Disciplina Tour y el recital estuvo a la altura de ese enorme logro que también pudo disfrutarse a través de la plataforma de streaming, Star+. “Me van a escuchar decir una misma palabra muchas veces esta noche”, adelantó la artista. “Me van a escuchar decir ‘gracias’ muchas veces”, expresó con lágrimas en los ojos luego del potente inicio que fusionó “Eclipse” con “Asesina”. Espósito, en efecto, agradeció de muchas maneras.
En primer lugar, con una fuerza arrolladora que se abre paso en un cuerpo de bailarines que la acompaña y la potencia. En segundo lugar, con momentos en los que no necesita ser apuntalada porque ella sola puede comandar un tema como “2 son 3″ en el que confiesa que se aburre del singular, que hay que probar “la suerte del impar”. Asimismo, Lali representa el barrio, el crecer con la motiveishon como su unívoco motor. “Cuando era chica jugaba frente al espejo a que cantaba y bailaba, era mi hobby favorito”, confiesa ante una audiencia que se queda en silencio, en cierta medida rememorando los pasos de todas esas Lalis que fueron viendo en televisión, en películas, en series y, claro, en la pisada firme arriba de un escenario. “Desde cero, todo lo que tengo es mío desde cero”, expresa en canción en la que hace una retrospectiva de su vida y su carrera para llegar a una misma conclusión: la única forma de “comerse el mundo entero” es si realmente lo deseás lo suficiente.
Lali es también sinónimo de disciplina. Desde sus inicios, bajo el ala de Cris Morena hasta la actualidad, con la resignificación de una palabra tan fuerte que surgió de la colaboración con el productor y compositor Martín D’Agosto para el tema homónimo que se reserva para el tramo final del show, la palabra resuena mientras las visuales rojas contrastan con otras igual de llamativas como “atención”, “firme”. Lali se pone esa corona a la que también le da otra vuelta de tuerca, aquella que es el símbolo de esta nueva era y cuyos extremos punzantes también ofician de parábola de algo más: del deseo que cobra no solo una forma sino varias.
En “N5″, el público secundaba a Lali en esa súplica rabiosa, el “te quiero encima, nada encima, solo el 5 de Chanel”; en “Somos amantes” se bailaba mientras la artista aludía a una relación en la que prometía “dar todo sin pedir nada a cambio”; y en “Tu novia” destacaba cómo el “mejor momento” es aquel en el que hace lo que quiere, notablemente suelta en el viento. “Me fluye el sentimiento”, enfatiza Lali en dicha canción y podemos trasladar esa declaración de principios a cada minuto vivido en un show de más de dos horas donde, si nadie dejó de moverse, fue porque la creadora de esos hits estaba completamente entregada a brindar un verdadero espectáculo en el que no quedara detalle librado al azar, uno en el que rompió todas las cadenas (otra imagen incorporada al recital, desde el micrófono hasta las visuales).
Por lo tanto, cuando en un momento “de reposo” interpretó, en medio del estadio, una canción tan cándida como “Amar es presente”, la gente empezó a gritarle espontáneamente: “Te lo merecés”. Las tres palabras quebraron a una artista que, en ese mismo tema, sampleó “El amor después del amor” de Fito Páez, porque es una mujer que sabe que la música es comunión, que está en permanente diálogo con historias, influencias, épocas, géneros. De nuevo, Lali es enorme porque no se limita. Su onda expansiva se refleja en los gritos extasiados de un público que abraza la diversidad, las múltiples formar de amar, la sensación de que hay alguien, una bestia pop que habla su mismo idioma. ¿Qué es la música si no una forma de llegar al otro para hacerlo sentir menos solo?
Una diva sin cadenas
El sábado, en Vélez, en su noche consagratoria, Lali obtuvo algo grandioso. No fue solo la gente que estaba allí quien se sintió acompañada, ya sea al interpretar el himno de la artista (“Ego”) como al recibir con los abrazos abiertos a Miranda! para cantar “Yo te diré”, a Rels B para “cómo dormiste?”, y a Mau y Ricky Montaner in absentia para “Sin querer queriendo”. Quien recibió el abrazo, el “estamos acá con vos”, fue la propia Lali. Lo que primó el sábado fue una sensación de comunidad que estaba genuinamente feliz por ver a una joven que, desde ese primer disco pop hecho a pulmón como lo fue A bailar, estaba destinada a grandes cosas en un género donde brilla con un carisma que salpicó cada decisión estética de un show monumental. Las visuales que repasaron el impacto que tuvo el Disciplina Tour, la presencia de sus amigos en el escenario para fogonear la fiesta (beso con su colega Nicki Nicole incluido), la bravura de Malevo sobre el final del show, todo estuvo concebido en función de esa diva en estado de gracia.
En 1996, la periodista Jane Pauley entrevistó a Cher en lo que se convertiría en un momento icónico para la comunidad queer y también para las mujeres de la música que buscan, de a poco y con sacrificio, el lugar que merecen, el que reclaman sin pedir permiso. De esa charla se desprende la anécdota de cómo la madre de Cher le preguntó si no se quería casar “con un hombre rico”. La respuesta de la artista trascendió décadas y figuras de la música que irrumpieron luego. “Mamá, yo soy un hombre rico”. Lali pasó ese fragmento en el momento perfecto de su recital, en la previa a la interpretación de “Diva”, una de las mejores canciones de su discografía. Con un catsuit dorado, Espósito se llevó todo a su paso y, aunque el tema tenga frases irónicas, cada una de ellas termina representando a Lali, quien efectivamente viene “de otra galaxia”. Mientras se veían constantes fuegos artificiales, el abrazo de colegas, esas coreografías destinadas a extasiar, un vestuario que se paseaba por varios modos, podía suceder que las 45.000 personas que estaban allí se distrajeran fácilmente con lo que rodeaba a la estrella de la noche. Pero es difícil distraerse cuando Lali interpreta, baila, siente y demuestra que no es necesario comprarle ningún brishito. Ya nació con varios de sobra.
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