La voz, arma de seducción
Cómo es el show que Sade dará hoy en el anfiteatro de Vicente López
SANTIAGO, Chile.- "Este es un hecho muy importante en la historia de nuestro grupo. Estamos tan pero tan felices de estar aquí". Las palabras de Helen Folasade Adu -o, en rigor, su particular manera de decirlas- se transformaron en un saludo cargado de sincera y profunda emoción. El hecho al que se refería Sade (así la conoce a ella todo el mundo y así se llama la banda) era sin dudas significativo: nunca antes una gira los había traído hasta América del Sur. Hace dos días, con la presentación de Soldier of Love , empezaba por fin en Chile este postergado recorrido que los lleva también a la Argentina (actúa hoy en Anfiteatro Vicente López) y más tarde a Brasil.
Elegante y sensual, vistiendo pantalones negros y tacos altos, la cantante nigeriana/inglesa abrió el show casi 30 minutos más tarde de lo previsto. Al público local la espera le importó poco: ya desde el primer tema, Sade los tomó en un puño y nunca más los soltó. Sin dudas fue su voz el arma de seducción primera y permanente (a veces casi llevándola al susurro, otras veces casi explotando de potencia), pero todo lo demás, todo aquello que rodeó a esta mujer ícono de los años 80, estuvo durante dos horas a la altura.
La puesta es sencilla pero potente, y visualmente muy cuidada. Son pocos los elementos que entran en juego (luces, algunas telas, excelentes proyecciones y una enorme pantalla de leds al fondo del escenario), pero sobran creatividad y buen gusto. El resultado es un espectáculo que, además de apoyarse claramente en la sugerente voz de la cantante de soul, resulta muy lindo de ver. El repertorio, por supuesto, incluye casi todos los clásicos que la hicieron famosa ("No Ordinary Love", "Your Love is King", "Smooth Operator", "The Sweetest Taboo") y varios temas de este último disco, un álbum que vino a aparecer después de una década de silencio. Incluso, puestos a contar, la banda tampoco es tan prolífica: en los últimos 23 años sacó sólo tres discos de estudio. En el tour la acompañan ocho músicos que de a ratos intercambian roles. Hay coros, batería, percusión, guitarras, saxo y chelo. Y hay, cómo no, mínimos fragmentos a capella de Sade y, tal vez demasiados, prolongados y repetidos solos de saxo.
En un show que de a ratos es intimista y de a ratos espectacular, Sade no para de bailar durante toda-toda la noche. Su ritmo, distinguido, contagia. Hay sillas para todos los asistentes pero son largos los ratos en los que absolutamente nadie permanece sentado. "La reina de soul", como alguna vez la bautizaron, arrastra al público siempre, tanto cuando mueve las caderas suavemente como cuando presenta coreografías ensayadas. Es el mismo público que, también, se rinde a sus pies por cada cambio de vestuario que presenta: cuatro durante toda la noche, desde un masculino look con camisa, traje, chaleco y peinado rodete, hasta un vestido al cuerpo, descalza y el pelo al viento.
Quien la recuerde o conozca desde hace diez o quince años la reconocerá fácilmente: se la ve igual que entonces. Nadie diría que ya cumplió 52 años.
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