Harry Styles no está vestido como para ir a almorzar. Tiene un sombrero blanco que Diana Ross podría haberle ganado a Elton en un partido de póker en la mansión de Cher en 1974, anteojos Gucci, un suéter de cachemir, y jeans oxford. Tiene las uñas pintadas de rosa y verde menta. También tiene una cartera –no hay otra palabra para definirla–, un bolso de marco duro con el logo CHATEAU MORMONT. Las rigurosas señoras mayores que atienden este deli en Beverly Hills lo conocen bien. Gloria y Raisa lo miman, le dicen "amor" y le traen su ensalada de atún y su café con hielo habituales. Llama la atención, por decir lo mínimo, pero nadie se acerca porque las mozas circulan alrededor de él de manera protectora.
Era apenas un muchacho británico de una ciudad pequeña de 16 años cuando se transformó en el ídolo pop de su generación con One Direction. Cuando el grupo entró en una pausa indefinida, se cortó solo con su audaz debut de 2017, cuyo single principal era la balada al piano magníficamente exagerada de seis minutos "Sign of the Times". Incluso la gente que se había perdido One Direction estaba sorprendida: este modelito era, en su corazón, una estrella de rock.
Un rápido repaso a los momentos destacados de Harry en lo que va de 2019: condujo la Met Gala con Lady Gaga, Serena Williams, Alessandro Michele, y Anna Wintour con un sorprendente look con encaje negro. Es la cara oficial de una fragancia unisex de lujo, Mémoire d’une Odeur, de Gucci. Cuando James Corden organizó un partido de quemado de estrellas en The Late Late Show, Harry recibió un pelotazo de un saque de Michelle Obama, lo cual lo transformó en el primer británico en haber recibido un golpe en los genitales de una primera dama en televisión.
Lo que es más importante para él, la rompió en la ceremonia del Salón de la Fama del Rock & Roll de este año con su homenaje a su amiga e ídola Stevie Nicks. "Ella está siempre ahí para uno", dijo Harry en su discurso. "Ella sabe lo que uno necesita: consejos, algo de sabiduría, una blusa, un chal". Agregó: "Ella es responsable de haber corrido más maquillaje –entre ellos el mío– que todas las malas citas de la historia juntas". (En el camarín, Nicks accidentalmente se refirió al antiguo grupo de Harry como "‘NSync". Hey, a una diosa se le aceptan esas cosas).
Harry ha sido el It Boy mundial por casi diez años. ¿Lo más raro de él? Le encanta serlo. Si los caminos rápidos hacia la fama suelen dejar secuelas implacables en la personalidad, la creatividad y la salud mental de los artistas, Harry está desconcertantemente tranquilo. Logró crecer en público con su entusiasmo juvenil intacto, por no hablar de sus modales. Salió con varias mujeres de perfil alto, pero nunca lo vas a escuchar mencionando ninguno de sus nombres en público, ni mucho menos criticándolas. En lugar del derrotero típico de la superestrella de pop –productores de moda, duetos con celebridades, beats impactantes para la discoteca– hizo su propio camino, y se volvió más popular que nunca. Está dándole los últimos toques a su nuevo disco, plagado de las canciones más duras y conmovedoras que jamás haya compuesto. Como explica él: "Se trata sobre tener sexo y sentirse triste".
El Encanto de Harry es una fuerza de la naturaleza, y puede ser atemorizante verlo en acción. El ejemplo más impactante quizás sea una foto en un backstage en febrero que se sacó con uno de sus héroes, Van Morrison. Jamás viste una foto de Van como esta. Lleva 50 años posando para fotos, y en casi todas se negó a sonreír. Hasta que conoció a Harry: por alguna razón, Van sonríe radiante como una estudiante atolondrada. ¿Qué le hizo Harry? "Le estaba haciendo cosquillas en la espalda", confiesa Harry. "Alguien me mandó esa foto, creo que nos la sacó su manager. Cuando la vi, me sentí como John Travolta en Pulp Fiction abriendo la caja con el brillo dorado. Pensé: ‘Mierda, quizás no debería mostrarle esto a nadie’".
En entrevistas, Harry siempre tendió a aprovechar ese encanto, simplemente porque puede. Cuando era adolescente, estaba en público absolutamente todo el tiempo, y se volvió experto en proteger su privacidad. Pero en estos días, está descubriendo que tiene cosas para decir. Está más tranquilo pensando en voz alta, y viendo lo que pasa. "Más suelto", según dice. "Más abierto. Estoy descubriendo que me hace sentir mejor ser más abierto con amigos. Sentir esa vulnerabilidad, en lugar de guardármelo todo".
Como mucha gente de su edad, está haciéndose preguntas sobre la cultura, el género, la identidad, pensando ideas nuevas sobre masculinidad y sexualidad. "Me siento afortunado de tener un grupo de amigos que pueden hablar de sus emociones y ser muy abiertos", dice. "El papá de un amigo me dijo: ‘Ustedes son mucho mejores que nosotros en nuestra época. Yo nunca tuve amigos con los que pudiera hablar. Es bueno que ustedes se tengan los unos a los otros, porque pueden hablar de cosas de verdad. Nosotros simplemente no lo hacíamos’".
Eso cambió cómo encara sus canciones. "Eso no significa que me voy a sentar a decir: ‘Esto es lo que ceno, acá es donde como todos los días, y esto es lo que hago antes de irme a dormir’", dice. "Pero puedo contar que soy muy patético cuando estoy celoso. O que me siento más feliz que nunca, o más triste que nunca, o que tengo pena de mí mismo, o que estoy enojado conmigo mismo, o que me siento ruin o despreciable. Me siento diferente cuando comparto eso".
Por momentos, Harry suena como un tipo de 25 años cualquiera, que está tratando de entender quién es, porque justamente eso es lo que es. (Harry y yo nos conocimos el año pasado, cuando me contactó luego de leer uno de mis libros, aunque yo llevaba años escribiendo sobre su música). Es raro escucharlo hablar acerca de desmenuzar sus ansiedades y sus dudas, puesto que siempre pareció uno de los tipos más confiados del planeta. "Cuando estaba en la banda", dice, "estaba todo el tiempo asustado de desafinar una nota. Sentía mucha presión de no hacer las cosas mal. Me acuerdo cuando firmé mi contrato discográfico, y le pregunté a mi manager: ‘¿Qué pasa si me arrestan? ¿El contrato queda invalidado?’. Ahora siento que los fans me dieron un espacio para que yo sea yo mismo, y para que pueda madurar y crear un ambiente seguro en el que aprender y equivocarme".
Salimos por la puerta de atrás, y pasamos una tarde de sábado paseando por Los Ángeles en su Jaguar E-Type de 1972 plateado. La radio no funciona así que cantamos "Old Town Road". Se sorprende: " ‘Bullriding and boobies’[‘Monta de toros y tetas’]... esa probablemente sea la mejor letra de canción de la historia". Harry solía ser el niño misterioso del pop, muy diplomático y reservado. Pero a medida que se abre, y cuenta su historia, llega al punto de proponer titulares para su nota. El mejor: "Sopa, Sexo y Saludos al Sol".
¿Cómo llegó a esta nueva situación? Parece que el viaje incluye algún corazón roto. Algunos consejos de David Bowie. Algo de Meditación Trascendental. Y más de un puñado de hongos alucinógenos. Pero sobre todo, se trata de un chico curioso que no puede decidir si quiere ser la estrella de pop más ardientemente adorada, o un artista freak. Así que decide ser ambas cosas.
***
Hay dos cosas acerca de las estrellas de rock británicas que no cambian nunca: les encanta el sur de California, y les encantan los autos. Un par de días después de que Harry proclamara la genialidad de "Old Town Road", estamos en otro auto –un Tesla–, atravesando la Pacific Coast Highway mientras Harry canta junto a la radio. "¡Californiaaaaaa!’", grita sentado al volante, mientras pasamos por Zuma Beach. "¡Es horrible!". Hay una sorprendente cantidad de parejas en la playa que parecen estar discutiendo. Especulamos acerca de cuáles estan cortando y cuáles están simplemente teniendo la charla. "Ah, sí, la charla", dice Harry de manera soñadora. "La vieja y querida charla".
Harry hoy anda con ganas de escuchar yacht-rock de los setenta, y pone Gerry Rafferty, Pablo Cruise, Hall and Oates. Cuando le menciono que Nina Simone hizo una versión de "Rich Girl", necesita escucharla en el momento. Responde volándome la cabeza con la versión de Donny Hathaway de "Jealous Guy", de John Lennon.
Harry se entusiasma hablando de un fenómeno absolutamente californiano que acaba de probar: un "sauna frío", un proceso que incluye que te encierren en una cámara de hielo. Se le congelaron las pestañas. Paramos para tomar un licuado ("es básicamente un helado") y su shot preferido de hierba de trigo con pimienta. Baja como una dosis de ácido de batería. "Eso te va a agregar años de vida", me asegura.
Vamos de camino a los estudios Shangri-La en Malibú, fundados por The Band en los setenta, y ahora propiedad de Rick Rubin. Ahí es donde Harry hizo parte de su inminente nuevo disco, y cuando estamos entrando, sonríe ante un recuerdo. "Ah, sí", dice. "Tomé muchos hongos acá".
Las drogas psicodélicas empezaron a jugar un papel clave en su proceso creativo. "Tomábamos hongos, nos acostábamos en el pasto, y escuchábamos Ram de Paul McCartney a la luz del día", dice. "Llevábamos los parlantes al jardín". Guardaban chocolate con porro en la heladera del estudio, junto a la licuadora. "Escuchabas la licuadora y pensabas: ‘OK, vamos a tomar margaritas heladas a las 10 de la mañana’". Señala un rincón: "Ahí es donde estaba parado cuando tomamos hongos y me mordí la punta de la lengua. Estaba tratando de cantar con sangre brotándome de la boca. Muchos lindos recuerdos en este lugar".
No es mero desenfreno de estrella de rock, es emblemático de su nuevo estado mental. Tenés la sensación de que es por eso que disfruta tanto de los estudios. Después de tantos años haciendo discos de One Direction durante las giras, siempre a las apuradas, finalmente puede tomarse su tiempo y disfrutar de la locura. "Estuvimos seis semanas acá en Malibú, sin ir a la ciudad", dice. "La gente traía los perros y los hijos. Hacíamos pausas para jugar torneos de cornhole. ¡Valores familiares!". Pero también es el lugar en el que sangró orgullosamente por su arte. "Hongos y sangre. Ahí tenés el título para un disco".
Se acercan algunos ingenieros a escuchar los chismes. Harry señala por la ventana hacia las olas del Pacífico, donde acaso hayan tenido lugar algunas fiestas desnudo, y donde quizás se haya perdido algún pantalón. "Hubo una noche en la que estábamos un poco de fiesta, y terminamos bajando a la playa y perdí todas mis cosas, básicamente", dice. "Perdí toda mi ropa. Perdí la billetera. Más o menos un mes después, alguien la encontró y me la mandó por correo, anónimamente. Creo que apareció en la arena. Pero lo más triste es que perdí mis pantalones de corderoy color mostaza preferidos". Hacemos un momento de silencio por sus pantalones de corderoy.
Hoy en el estudio está grabando Brockhampton, la autoproclamada "mejor boy band del mundo". Harry saluda a todos los chicos de Brockhampton, lo cual toma bastante tiempo, puesto que parece haber un par de docenas de integrantes. "Estamos juntos todo el tiempo", le dice uno a Harry en el jardín. "Nos vemos todo el día, todos los días". Hace una pausa. "Vos sabés cómo es".
Harry sonríe con amargura. "Sí, yo sé cómo es".
One Direction hizo tres de los mejores y más exitosos discos de pop de este siglo uno atrás del otro: Midnight Memories, Four y Made in the A.M. Pero grabaron esos discos durante giras, metiéndose en el estudio más cercano cada vez que tenían un día libre. 1D era una mezcla singular de cinco personalidades musicales diferentes: Harry, Niall Horan, Louis Tomlinson, Zayn Malik, y Liam Payne. Pero ese ritmo les pasó factura. Malik renunció en medio de una gira, inmediatamente después de un show en Hong Kong. El grupo anunció su hiato en agosto de 2015.
Para los cantantes de boy bands es tradición, cuando se vuelven maduros y solistas, renunciar a su pasado pop. Todo el mundo se acuerda de cuando George Michael prendió fuego su campera de cuero, o cuando Sting dejó The Police para hacer discos de jazz. La mentalidad de Harry Styles no es esa. "Yo sé que es lo mismo que pasa siempre. Cuando alguien se va de una banda, dice: ‘Ese no era yo. Me estaban limitando’. Pero yo sí era ese. Y no siento que me estuvieran limitando. Fue muy divertido. Y si no lo hubiera disfrutado, no lo habría hecho. No era que estaba atado a un radiador".
Cada vez que Harry menciona One Direction –nunca por su nombre, sino como "la banda" o "la banda en la que estaba" –, usa el tiempo pasado. Es mi obligación preguntarle: ¿Piensa que 1D ya está terminado? "No lo sé", dice. "No creo que diga que jamás lo haría de nuevo, porque no me siento así. Si hay algún momento en el que todos realmente queramos hacerlo, entonces solo ahí lo haríamos, porque yo no creo que deba pasar por otra cosa que por decir: ‘Hey, esto era muy divertido. Deberíamos hacerlo de nuevo’. Pero hasta que pase eso, yo estoy disfrutando mucho de hacer música y experimentar. Disfruto demasiado de hacer música así como para hacer un cambio total, como para volver a hacer eso otra vez. Porque también pienso que si volvemos a hacer las cosas del mismo modo, igual no sería lo mismo".
Cuando el grupo paró, ¿conservó esas amistades? "Sí, creo que sí", dice. "Definitivamente. Por sobre todas las cosas, nosotros somos las personas que atravesaron todo eso. Siempre vamos a tener eso, incluso si no somos amigos cercanos. Además, no es que por haber estado en un grupo con alguien tenés que ser su mejor amigo. No funciona así. El hecho de que los Fleetwood Mac se pelearan no significa que no fueran maravillosos. Creo que incluso en los desacuerdos hay respeto mutuo. Hicimos algo muy bueno juntos, y siempre tendremos eso. Es demasiado importante como para que yo diga: ‘Oh, esto ya se terminó’. Pero si vuelve a ocurrir, tendrá que ser por buenas razones".
Si la intensidad del fanatismo por Harry Styles alguna vez te parece misteriosa, tenés que investigar un video en vivo, del verano de 2018. Buscá la frase: "Tina, she’s gay". En San José, una de las últimas noches de su gira, Harry ve a una fan con un cartel hecho a mano que dice: "Voy a decirles a mis padres que soy gay gracias a vos". Él le pregunta el nombre a la fan (ella dice que es Grace), y el nombre de la madre (Tina). Le pide silencio al público porque tiene un anuncio importante que hacer: "¡Tina! ¡Ella es gaaaaay!". Después hace que todo el público grite la frase. Miles de extraños empiezan a gritar: "Tina, ella es gay", y todo el mundo claramente lo dice con sinceridad. Es un momento pesado, un sonido que, si lo escuchás, no te lo olvidás fácil. Después Harry canta "What Makes You Beautiful". (Por supuesto, tal como funcionan las cosas ahora, el video se viralizó al instante. Al igual que una foto que le sacó Grace a Tina con el pulgar arriba acerca de su hija adolescente declarada lesbiana. Grace y Tina fueron juntas al siguiente show de Harry).
A Harry le gusta cultivar un aura de ambigüedad sexual, tan abierta como el esmalte rosa de sus uñas. Durante toda su vida como figura pública salió con mujeres, pero se ha negado conscientemente a ponerle cualquier clasificación a su sexualidad. En su primera gira solista, muchas veces levantaba las banderas del orgullo gay, bi y trans, junto con la bandera de Black Lives Matter. En Filadelfia, agarró una bandera con los colores arcoíris de un fan en primera fila y la levantó; decía: "Make America Gay Again". Uno de los temas preferidos de los fans en los recitales es "Medicine": una zapada de guitarras que suena un poco como los Grateful Dead de Europe ‘72, pero que tienen un estribillo abiertamente pansexual: "Los chicos y chicas están bien/Yo juego con ellas y ellos/Y estoy bien así".
Siempre tuvo una inclinación por arreglos así, desde la época de 1D. Un clip icónico de noviembre de 2014: Harry y Liam están en un programa de televisión británico. El conductor hace la pregunta más vieja del manual de preguntas para boy bands: "¿Qué buscan ellos en una pareja?". "Feminidad", bromea Liam. "Es un buen rasgo", dice Harry despreocupado. "No es tan importante". Liam se queda duro. El conductor se queda duro. Durante la gira por Estados Unidos ese año, se puso una remera de fútbol americano de Michael Sam, en apoyo al primer jugador abiertamente gay en jugar para un equipo de la NFL. Elogió a artistas queer anteriormente desconocidos como King Princess y Muna.
¿Qué significan para él esas banderas en el escenario? "Quiero que la gente se sienta cómoda con lo que quiera ser", dice. "Quizás en un recital podés tener un momento de saber que no estás solo. Yo soy consciente de que, como varón blanco, no me pasan las mismas cosas que mucha gente que viene a los recitales. Yo no puedo decir que sepa lo que es, porque no lo sé. Así que yo trato de no decir: ‘Yo entiendo lo que es’. Lo que yo trato es que la gente se sienta incluida y vista".
En la gira, tenía una calcomanía de TERMINEMOS CON LA VIOLENCIA DE ARMAS en la guitarra; agregó un sticker de BLACK LIVES MATTER, al igual que la bandera. "No pasa por mí como defensor de la causa, porque yo no soy la persona para eso", dice. "Pasa por no ignorarlo, supongo. Me daba un poco de nervios hacerlo, porque lo último que quería era que pareciera como si yo dijera: ‘¡Mírenme! ¡Soy un tipo bueno!’. No quería que ninguna persona involucrada realmente en el movimiento pensara: ‘¿Qué mierda sabés vos?’. Pero cuando lo hice, me di cuenta de que la gente lo entendió. Todo el mundo en ese lugar está en la misma página, todo el mundo sabe lo que yo defiendo. No digo que entienda lo que se siente. Yo sólo quiero decir: ‘Te veo’".
***
‘No se puede vivir sólo de café", dice Harry. "Pero sin dudas lo intento". Le da un sorbo a su café americano con hielo, ni el primero ni el último de su día. Está manejando otra vez, camino a otro estudio, pero en este caso para trabajar. Hoy graban cuerdas. Harry está vestido de Gucci de pies a cabeza, excepto por un ítem: una remera andrajosa de los setenta que encontró orgullosamente en una tienda vintage. Dice COMMANDER QUAALUDE.
En el viaje, pone al pianista de jazz Bill Evans, "Peace Piece", de 1959, que además es su tono de alarma en el teléfono. Empezó a interesarse por el jazz durante un largo viaje por Japón. Le gusta encontrar lugares en los que esconderse y ser anónimo: para su primer disco, se estableció en Jamaica. El último año, pasó meses recorriendo Japón.
En febrero, se pasó su cumpleaños número 25 sentado solo en un café en Tokio, leyendo Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, de Haruki Murakami. "Me encanta Murakami", dice. "Es uno de mis preferidos. Antes leer no era lo mío. Tenía un rango de atención muy corto. Pero salía con alguien que me pasó algunos libros; sentía que tenía que leerlos porque si no los leía ella iba a pensar que era un tonto".
Una amiga le dio Norwegian Wood, de Murakami. "Fue el primer libro, quizás de mi vida, en el que lo único que quería hacer era leerlo", dice. "Tuve un cumpleaños muy Murakami porque terminé quedándome solo en Tokio. Desayuné pescado a la parrilla y sopa miso, después fui a un café. Me senté a tomar té y leer durante cinco horas".
En el estudio, está supervisando el cuarteto de cuerdas. Hace que los ingenieros pongan "Cosmic Dancer" de T. Rex para que la escuchen los músicos, e ilustrar el estilo que busca. Podés ver que disfruta de estar de este lado del vidrio, sentado en la consola, dándoles instrucciones a los músicos. Tras un par de pasadas, apreta el botón del intercomunicador y dice: "Sí, es bastante T. Rex. Las mejores cuerdas que haya escuchado". Lo toca de nuevo y agrega: "Y ustedes son personas maravillosas".
Curó su propio enclave bizarro de espíritus afines con los que colaborar, como los productores Jeff Bhasker y Tyler Johnson. Su guitarrista Mitch Rowland estaba trabajando en una pizzería de Los Ángeles cuando Harry lo conoció. Uno de sus colaboradores más cercanos también es uno de sus mejores amigos: Tom Hull, también conocido como Kid Harpoon, un viejo colaborador de Florence and the Machine. Hull es un británico efusivo con una personalidad extrovertida. Harry lo llama "mi roca emocional". Hull le dice "Gary".
Hull fue el que lo convenció de tomar un curso de Meditación Trascendental en el instituto de David Lynch, empezando cada día con 20 minutos de silencio, lo cual no es para nada natural para ninguno de los dos. "Él tiene una gran sabiduría para su edad, un carácter como atemporal", dice Hull. "Es por eso que se metió en una exploración emocional con sus canciones". Él tiene 12 años más, tiene esposa e hijos en Escocia, y habla sobre Harry como un hermano mayor irreverente pero complaciente.
El año pasado, Harry salió en la prensa amarilla por salir con la modelo francesa Camille Rowe; se separaron el verano pasado tras un año juntos. "Atravesó una separación que tuvo un gran impacto en él", dice Hull. "Me aparecí el Día Uno en el estudio, y yo tenía unas pantuflas muy lindas. Me las había regalado su ex novia, por la que él estaba muy triste, me había regalado pantuflas para toda mi familia. Sigo siendo muy amigo de ella. Pensé: ‘Me gustan estas pantuflas. ¿Las puedo usar? ¿Te parece raro?’.
"Así que me aparecí en Shangri-La el primer día y literalmente en la primera media hora, me mira y me dice: ‘¿De dónde sacaste esas pantuflas? Están buenas’. Le tuve que decir: ‘Oh, eh, me las regaló tu ex novia’. Me dijo: ‘¿Quéééé? ¿Cómo te las vas a poner?’. Tenía todo un viaje emocional con ella, con la relación. Pero yo le dije: ‘La mejor manera de lidiar con esto es ponerlo en las canciones que estás componiendo’".
Como corresponde a su discreción galante, Harry no dice su nombre en ningún momento. Pero admite que las canciones salen de un desamor personal. "No es que haya aparecido en una entrevista diciendo: ‘Estaba en una relación y esto fue lo que pasó’", dice. "Porque, para mí, la música es el lugar donde dejo que eso aparezca. Es el único lugar, extrañamente, donde siento que está bien que eso aparezca".
Las canciones nuevas están claramente cargadas de dolor. "Las estrellas no estaban alineadas para que fuera una relación para siempre", dice Hull. "Pero yo le dije esa cita famosa de Iggy Pop, donde dice: ‘Yo sólo salgo con mujeres que me van a arruinar, porque ahí es donde están las canciones’. Le dije: ‘Tenés 24, 25 años, estás en la categoría del soltero codiciado. Salí con mujeres fantásticas, o con hombres, lo que sea, con gente que te vaya a arruinar, y explorá, y tené aventuras, y dejá que te afecte y escribí canciones sobre eso’".
Su banda está repleta de rockeros independientes barridos por el Huracán Harry. Antes de transformarse en su diosa baterista icónica, Sarah Jones tocaba en New Young Pony Club, un grupo londinense recordado con cariño por una docena de personas. Rowland y Jones no sabían nada sobre One Direction antes de conocer a Harry. La primera vez que escucharon "Story of My Life" fue cuando él les pidió que la tocaran. Sus conversaciones están llenas de referencias a Big Star o Guided by Voices o el solo de guitarra de Nils Lofgren en "Speakin’ Out" de Neil Young. Es un grupo de desvergonzados nerds del rock, a salvo del profesionalismo de la industria.
En el estudio, mientras hacía el disco, Harry no paraba de mirar un viejo video de Bowie en el teléfono, una entrevista de fines de los noventa que yo no había visto antes. Cuando me la muestra, la recita de memoria. "No seas presumido", aconseja Bowie. "Nunca trabajes para otras personas en lo que vos hacés". Para Harry, esta fue una charla inspiradora, un recordatorio de no ir siempre a lo seguro. Como dice Bowie: "Si te sentís cómodo en el área en la que trabajás, no estás trabajando en el área adecuada. Siempre andá más profundo de lo que te sientas cómodo. Salí un poco de donde hacés pie. Y cuando sentís que tus pies no tocan el fondo, ahí estás en el lugar adecuado para hacer algo estimulante".
Tras un par de horas, se abre una botella de tequila Casamigos. El Commander Quaalude sirve los tragos, después decide que lo que la canción necesita ahora son un par de cantantes no profesionales gritando el estribillo. "Voces estilo Muppets" es como lo describe. Reúne a todo el mundo a amucharse alrededor de los micrófonos. Entre tomas, se pasa al piano a tocar "Gotta Get Up". Uno de los miembros del coro, la directora creativa Molly Hawkins, es la amiga que le dio la novela de Murakami. "Creo que todos los hombres deberían leer Norwegian Wood", dice. "Harry es el único hombre al que se la pasé y la leyó".
Es el anochecer de un día agitado en el estudio, pero al final, todos se dirigen a un bar al otro lado de la ciudad para ver a Rowland tocar en vivo. Toca el bajo junto a un grupo local. Harry da vueltas en el auto buscando el lugar, disfrutando los paisajes del downtown de Los Ángeles. ("Sólo una ciudad tan narcisista como Los Ángeles puede tener una calle llamada Los Angeles Street", dice). Entra y se apoya en la barra del fondo del lugar. Es un público más viejo, y nadie tiene idea de quién es él. Está totalmente cómodo dando vueltas de incógnito en un bar con luz tenue. Después del recital, cuando la banda hace un brindis con cervezas PBR, se acerca un tipo con una gorra de baseball y le da un abrazo de oso a Rowland. Es su jefe de la pizzería.
***
Un par de días después, estamos al otro lado del mundo: el departamento de Harry en Londres es lujoso, pero también como la guarida de cualquier tipo soltero. Por acá: la tapa de un disco de los Sex Pistols enmarcada en tamaño gigante. Por allá: una copia en vinilo de The Other Side of the Mirror, de Stevie Nicks, apoyado en el piso. Está tomando un té con su mamá, Anne, la viva imagen de su hijo, pura gracia y elegancia. "Vamos al bar", le dice él. "Vamos a hablar de trabajo". Ella sonríe con dulzura. "Van a hablar mierda, probablemente", dice Anne.
Nos vamos a su bar local, chapoteando bajo la lluvia. Él tiene un buzo con capucha de Spice World y disfruta el aspecto londinense del día. "Ah, ¡Londres!", dice con grandilocuencia. "Extrañaba este lugar". Quiere sentarse en una mesa afuera, aunque llueva a cántaros, y hablamos toda la tarde con un pote de té de menta y un enorme plato de pescado y papas fritas. Cuando pido el tostado, la moza me trae un pedazo de pan del tamaño de una carretilla. "Bienvenido a Inglaterra", dice Harry.
Siempre tuvo una apasionada base de fans mujeres y, admirablemente, nunca sintió la necesidad de simular que no le gusta. "Son las más honestas. Especialmente las adolescentes, pero las más grandes también", dice. "Tienen un detector de boludeces. Yo quiero que el público sea honesto. Hace mucho tiempo que ya pasó esa vieja narrativa estúpida de decir: ‘Oh, son chicas, así que no saben de lo que hablan’. Ellas son las que mejor saben de lo que hablan. Son las que escuchan con obsesión. Ellas son las dueñas de esta mierda. Ellas son las amas".
Él no tiene el aspecto nervioso que tiene otra gente acerca de la política de género, o acerca de identificarse como feminista. "Creo que al fin de cuentas el feminismo es pensar que los hombres y las mujeres deberían ser iguales, ¿no? La gente piensa que si decís: ‘Soy feminista’, significa que pensás que los hombres deben arder en el infierno y las mujeres deben pisarles el cuello. No, es que pensás que las mujeres deben ser iguales. Eso no me parece algo loco. Yo me crié con mi mamá y mi hermana. Cuando te criás entre mujeres, tu influencia femenina es mayor. Por supuesto que los hombres y las mujeres deben ser iguales. Yo no quiero que me den crédito por ser feminista. Es simple. Creo que los ideales del feminismo son bastante directos".
Su público tiene la reputación de ser intenso, y es una reputación merecida. En el show del verano pasado en el Madison Square Garden, el piso tembló durante "Kiwi". Veo recitales ahí desde los 80, pero nunca había visto eso. (¿La otra vez que pasó? Su segunda noche). Los miembros de la banda admiten que temieron por sus vidas, pero Harry lo disfrutó. "Para mí, lo mejor del show es que el lugar se volvió el show", dice. "No soy solo yo". Sorbe el té. "Yo soy simplemente un muchacho, parado frente a una sala, pidiendo que le tengan paciencia".
Esa noche, Fleetwood Mac toca en vivo en Londres, un recital con entradas agotadas en el Estadio Wembley, el último show británico de su gira. Obviamente, Harry, su fan más devoto, va a verlos. Harry llevó a una acompañante: su madre, el primer show de Fleetwood Mac de ella. También está su hermana mayor Gemma, los compañeros de banda Rowland y Jones, y un par de amigos.
Él está en modo anfitrión híper activo, dando vueltas por su cabina VIP, asegurándose de que todas las copas de champagne estén llenas. Cuando empieza el recital, Harry se pone de pie, canta ("tell me lieeeees!") y hace chistes. Podés darte cuenta de que se siente libre, como si su radar le dijera que no hay paparazzi mirándolo. (Tiene razón. Esta es una extraña aparición pública en la que nadie lo ve ni se filtra ninguna foto en Internet). Es una noche en familia. Su amigo Mick Fleetwood se vuelve loco en el solo de batería. "Imaginate ser así de cool", dice Gemma.
En la mitad del show, el comportamiento de Harry cambia de repente. Se pone extrañamente solemne y silencioso, sentado solo, enfocándose de lleno en el escenario. Es la primera vez en toda la noche en la que se sienta. Está en otro lugar que hace un par de minutos. Pero él ha visto varios shows de Fleetwood Mac, y sabe dónde están en el set. Es hora de "Landslide". Está sentado con el puño en el mentón, y los ojos apuntando a Stevie Nicks. Como es habitual, ella introduce su canción más famosa con la historia de cómo la compuso cuando era una muchacha de 27 años.
Pero Nicks tiene otra cosa que quiere compartir. Le dice al público del estadio: "Me gustaría dedicarle esto a mi pequeña musa, Harry Styles, que trajo a su mamá esta noche. Su nombre es Anne. Y yo creo que hiciste un gran trabajo criando a Harry, Anne. Porque él es un verdadero caballero, dulce y talentoso, y eso me gusta. Así que esto es para todos ustedes".
Cuando Nicks empieza a cantar "Landslide" – "tuve miedo de cambiar, porque construí mi vida alrededor de vos" – Anne se acerca a donde está sentado Harry. Se agacha atrás de él, y lo abraza fuerte. Ninguno de los dos dice una palabra. Escuchan la canción juntos, abrazados hasta el final. Todo el mundo en Wembley canta con Stevie, pero estos dos están en su propio mundo.
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