En el Bafici se estrenará una película que pone en diálogo a la gran leyenda de los montes del Noroeste argentino con la creación musical
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“De donde vienen tus sones, antigua voz de mi tierra. De donde traés tu hechizo, de noche salamanquera. Junto a qué viejos fogones te improvisaron cuartetas. En que montes de Atamisqui, te encontraron, chacarera. Que lunas de Salavina te incendian las polvaredas. Cuando al son de tus mudanzas, el arenal se despierta. Que salitrales y esteros vienen creciendo en tu fiesta. Que salamancas te nombran, en Loreto, Chacarera” (”Chacarera santiagueña”, Dalmiro Coronel Lugones).
“Socavón donde el alba muere al salir, Salamanca del cerro natal. En las noches de luna se suele sentir, a Mandinga y a los diablos cantar” (“La salamanca”), Arturo León Dávalos.
La salamanca y la chacarera son dos pilares de la idiosincrasia santiagueña. El misterio de un pacto con el diablo que de tan lejano se convierte en leyenda y un espíritu vivo que suena con guitarra, bombo y violín, y que expresa sus alegrías y pesares en el canto y en la danza. Tanto en la Salamanca como en la chacarera hay, además, un gesto de rebelde resistencia cultura. Y hay mestizaje, por supuesto, porque toda tradición debe dejar nacer, a partir de la mixtura, a una nueva tradición. Probablemente, si se sigue desarrollando la idea se pueda llegar a la conclusión de que hay a una conexión entre una y otra y, a la vez, cierto antagonismo. Porque ya lo ha dicho el poeta Lugones: “Chacarera, chacarera: alabanza santiagueña. Destino de rezabailes, de carnaval y trincheras”.
Misterio milenario
“Las salamancas son cuevas situadas en la espesura de un monte, en el brazo de un río seco o en el caudal profundo. Generalmente cerca del agua y del monte. La creencia es introducida por los conquistadores españoles, durante la colonia, que traían consigo la idea original del aquelarre vasco; aque: macho cabrío; larre, prado. El macho cabrío en el prado era la transfiguración del demonio. Y se las llama salamancas porque se dice que había cuevas en las afueras de la ciudad de Salamanca, donde se hacían pactos con el demonio”.
Esto que cuenta con tanta claridad la socióloga Carolina Saganías se puede ver en un pasaje de Salidos de la Salamanca, documental de Josefina Zavalía Abalos, que se estrenará en la Argentina el próximo fin de semana, en el marco del Bafici. “La idea de pactos con el diablo no era propia de las culturas de los pueblos originarios”, continúa la socióloga. “Lo que había en sus creencias eran espíritus destructores y protectores. Pero no había un diablo que tuviera esa significación cristiana. Mas bien, el Supay tenía una concepción neutral”.
En ese contexto, el historiador Luis Garay completa la idea: “El diablo es una figura mestizada entre el Supay y el diablo que trajeron los españoles. Y la Salamanca misma es un lugar donde se juntan las dos tradiciones”. El hombre para poder acceder debe dar cuenta de su valor. “Incluso pasar por ritos como el desprecio de la virgen o de cristo”, asegura.
Por otro lado, “la chacarera es un misterio, es algo que une –según la voz del sacha filósofo Julio Rodríguez Ledesma–. Porque une a los tres elementos que conforman el criollismo: el nativo reducido, el africano esclavizado y el europeo inquisitorial. Los une con la música, con la danza, con la canción, con el amor”.
En todo caso, ya comenzada la tercera década del siglo XXI y a falta de testigos directos de pactos en salamancas, el mito se sostiene como proyección de tradiciones, de diversos saberes: “Has de llevar, para siempre, prendida como una estrella, el embrujo de esta tierra como una de sus virtudes. Serán las noches azules con patios de chacareras”, escribió el músico Peteco Carabajal en una de sus más famosas canciones.
Lo mágico, lo místico, lo esotérico se funden en la idea de monte. Y a partir de allí se crea una idea de belleza, que se resiste a los mandatos habituales y más convencionales. En esa tierra no hay exuberancia de colores, grandes montañas, glaciares ni cataratas. Hay “monte” de llanura, hay polvaredales, verdes amarronados, escasez de agua y el embrujo que Peteco menciona en su chacarera.
En el documental, el poeta e investigador santiagueño Bebe Ponti lo explica de manera certera: “La música, como la belleza, nace las carencias. De modo que la única manera de exorcizar la tristeza, la soledad, era a través de la música, de la copla, de la poesía. La salamanca encarna el sueño santiagueño: el hecho poético santiagueño más importante porque es el lugar donde el Supay va a bendecir al que tendrá un destino venturoso en el arte, en la música, en la copla, en la danza. No en la riqueza. Sí en la riqueza cultural.
Y Peteco, hijo y nieto de una dinastía de folkloristas, agrega: “Considero a la casa de mis abuelos una salamanca porque desde ahí ha nacido una idea (...) y yo sigo en conexión con lo que ocurre ahí. Para mí [la salamanca] son los patios, la casa de uno. Ahí es donde se aprende todo.”
Josefina Zavalía Abalos puedo haber buscado para su relato fílmico un camino historicista acerca de la salamanca. Tiene expedientes centenarios que hablan de cuevas, de mujeres endemoniadas y voladoras. Ya lo dice aquella zamba de Dávalos: “Y en las noches de luna se suele sentir a Mandinga y a los diablos cantar (...) Adentro, jineteando una escoba, cruzaba el añil de los cielos la bruja mayor (...)”
Nieta de Roberto, uno de los integrantes del conjunto Los Hermanos Abalos –y también directora del documental Ábalos, una historia de cinco hermanos– Josefina cuenta que hasta los 7 años vivió “en clan”, visitando en Santiago todos los veranos a la familia. “Evidentemente esa idea del patio como cada uno lo conciba interiormente está ligado a mi. Y esa salamanca que puede ser una especie de origami, desde un papel plano a tener muchos pliegues. Puede ser el patio, puede ser la cueva y su misterio, puede ser un lugar de verdadera resistencia cultural, con un saber anclado y oculto. Puede ser una realidad o una ficción. Hay expedientes de 1700, en época de la colonia, que dan cuenta de que ese lugar existió. Hablan de la salamanca y de brujas que volaban de una salamanca a otra. De eso se hablaba en juicios a mujeres”.
Por otro lado dice que, de manera mística y poética, la salamanca la lleva a la música. “A la idea de este espacio donde un iniciado va al encuentro de ese lugar a pedirle un talento a un diablo que tampoco sabemos qué tipo de diablo es. Y acá es donde, en esto de decidir qué contar esa relación de la salamanca con la chacarera, dos universos que se abren y se unen. La música tiene una manera muy particular de contar Santiago del Estero. Yo era muy compañera con mi abuelo Roberto. Y cuando era chica, el me decía: “‘Jóse’, en Santiago no hay nada, no crece nada, solo el espíritu”. Por un lado, con la tala de bosques se secaron los ríos, se murieron los animales y dejaron de crecer las flores. Por otro, los espíritus que están allí, que quedaron de aquellos bosques perdidos. Y hay otro tipo de belleza, no convencional. Todo eso quedó en la música. ¿Cómo puede ser que en Santiago del Estero todos sean músicos? Eso está en el aire. Por eso no elegí quedarme, para la película, solo con la salamanca. Quería contar sobre esta conexión entre la chacarera como espíritu del lugar y la salamanca como su origen mítico. Y también hay otra idea: ¿qué da origen a qué?.”
Cuándo se puede ver la película
Para quienes tengan curiosidad por esta película, la podrán encontrar en la agenda del festival Bafici. Sábado 22, a las 20.30, en el Cine Multiplex Monumental Lavalle, Sala 4; Domingo 23, a las 16.30, en Arthaus (allí primero habrá un minirecital del excepcional pianista Víctor Simón); lunes 24, a las 15.40, en el Museo del Cine.
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