La noche soñada de Joss Stone en el Teatro Colón dentro del ciclo LN Cultura
Joss Stone aparece por el centro del escenario como una princesa soul de los sesenta. La ovación reverbera en una de las salas con la mejor acústica del planeta. Se pone colorada de la emoción por el recibimiento y empieza por una plegaria con tempo de r&b y un sonido de hammond sobre el que flota su voz "negra", como si fuera la reencarnación de Janis Joplin y Aretha Franklin.
La cantante británica inaugura el concierto del ciclo LN Cultura con "The chokin' kind", una de las gemas de su emblemático disco debut The Soul Sessions, que la convirtió en una estrella adolescente. De ahí en más repasa canciones de su amplia discografía a lo largo de dos horas, en las que demuestra junto a su banda de cuatro músicos y dos coristas por qué es considerada una de las voces de referencia del género en el siglo XXI.
La británica tiene un swing natural para el soul que pone los pelos de punta. Cuando Joss Stone canta parece que todo un coro gospel la estuviera acompañando. Nació para tocar esa fibra del soul y el r&b. Su voz decididamente brilla con particular belleza en esa tónica. El público queda extasiado de solo escuchar esas inflexiones vocales que van de los susurros graves a los sobreagudos.
Joss Stone está lejos de la pose de diva. Se sienta al borde del escenario en "Big ol game" para hacer canturrear a la gente y traspasarle los trucos del soul. Luego baja al pasillo central de la platea y camina leve. Nadie se mueve frente a su imagen etérea. Los sonidos negros y el swing le pasan por el cuerpo y baila con la libertad de una chica hippie de los sesenta. No es difícil imaginársela a Joss Stone cantando en Woodstock o en una iglesia de Harlem.
Sin embargo, la cantante pueda pasearse por distintos géneros con la misma fluidez, desde una balada folk como "Newborn" hasta el reggae "Love me". Eso sí, la relectura que hace del soul y el r&b tienen el toque original de aquellos artistas británicos que se enamoraron de la música negra americana para transformarla en el audio del siglo XX desde los Rolling Stones para acá, como refleja en canciones como "Landlord", "Music" o la balada "Then you can tell me goodbye", del disco Soul Sessions Vol 2, donde la voz de Joss Stone fluye con suavidad buscando tocar el alma. El fraseo de su voz resplandece en ese soul a su medida, que suena a despedida en el verso final.
De la platea le piden temas. Ella se ríe. Canta un blues. El clima se vuelve más explosivo. El público se para. Los chicos y las chicas quieren rock en el Colón. Joss Stone dosifica el combustible del grupo entre baladas y temas con un groove más intenso. Mira la lista de las canciones (alrededor de la veintena) y hace los principios para entusiasmar al público. Una chica le pide que le cante el "Feliz cumpleaños" y ella le regala su propia versión soul. Luego dispara uno de sus hits "Super doper love", un afiebrado rythm and blues, que calienta la sala y pone al público de pie.
En cambio, su voz vuelve a sonar como una plegaria en "Right to be wrong". El coro repite esas vocales del soul tan características como una alabanza. La gente enciende sus celulares que brillan como luciérnagas en la semipenumbra del teatro. Joss Stone les saca fotos, tira flores al público y gira con los brazos abiertos. Dice que es una noche especial. Su voz entonces vuelve a elevar al público. Es el soul en estado puro, que suena en la catedral de la música. No hace falta más.
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