Después de 10 años, la banda de Mataderos volvió a presentarse en la ciudad. “¡Al fin, mi Buenos Aires querido!”, dijo Chizzo luego de tocar los primeros temas
Para cualquier fan de La Renga, como los casi 40.000 que colmaron el Estadio de Huracán el sábado 29, fue una noche soñada. Y para la banda también: su regreso a la Capital Federal después de diez años, en la primera de las cuatro fechas anunciadas en el Tomás Ducó, los mostró en la cima de sus poderes, desgranando a lo largo de dos horas y media un resumen de su historia, con canciones extraídas de todos sus álbums, incluyendo los clásicos consagrados por su público.
La comparación no es nueva, pero hay que decirlo: la liturgia Renga es sólo comparable a la de los Redondos, con un público que escucha y participa con un fervor casi religioso, cantando –mejor sería decir declamando– todas las letras con la convicción de un converso recitando el evangelio.
Como es habitual, hubo dos bandas amigas calentando la previa, en este caso, Veteranos del Pánico y La Carga, hasta que a las 21. 30, con un escenario de corte setentista que mostraba paredes de equipos de guitarra y bajo a ambos lados de la batería, comenzó La Renga con “Corazón Fugitivo” y “Nómades”, dos temas de su último disco Pesados Vestigios, en lo que sonó a demorada presentación oficial de este trabajo (que fue a fines de 2014) para el público porteño.
Luego Chizzo abrió el juego, aludiendo a la particular situación del grupo. “¡Al fin, mi Buenos Aires querido!”, dijo. Y agradeció, “después de tantas idas y venidas”, a los medios, redes, músicos, artistas, y por supuesto el público, por el apoyo que determinó que al fin pudieran volver a Huracán, agradecimiento que volvería a reiterar a lo largo de la noche. Para remarcarlo, arrancó con “A tu lado”, que suena como un tributo a sus fans, con aquello de “sentirte a mi lado me hará mucho mejor”.
El sonido de la banda es apabullante. El trío, que a veces se torna cuarteto con el aporte de Manu Varela en el saxo, tiene una solidez a toda prueba, y su sonido expansivo, cargado de distorsión y frases que claman por ser coreadas, encuentra en un estadio su ámbito propicio. Chizzo, que usó durante la mayor parte del show una guitarra Ibanez Iceman (modelo que fuera popularizado por Paul Stanley, de Kiss), ha evolucionado como guitarrista, y sus fraseos veloces encuentran un complemento ideal en la batería de doble bombo de Tanque y el bajo de Tete, que como es habitual, no paró de moverse y correr de un lado a otro del escenario.
“A la carga mi rocanrol” fue el primero de los clásicos cantados por un público encendido, al igual que “San Miguel”, tema dedicado a Miguel Ramírez, víctima de una bengala en el recital que el grupo realizó en La Plata en 2011.
Con el aporte de “las Cucarachas de Bronce”, la sección de vientos que acostumbra acompañar al grupo, el sonido adquirió una solidez aplastante. Uno de los grandes momentos del show llegó con la presentación del único invitado, Nacho Smilari, “una leyenda de los comienzos del rock nacional”, explicó Chizzo, ya conocido por el público de la banda. El violero, que pasó por La Barra de Chocolate, Vox Dei y Cuero en los 60 y 70, se sumó a La Renga para “Poder” y “Panic Show”, creando grandes pasajes a dos guitarras. Otro momento emotivo fue cuando interpretaron “Pole”, un tema del último disco dedicado a Víctor Poleri, fallecido actor y videasta que realizó los primeros videos de la banda, en lo que era el día de su cumpleaños, evocó el guitarrista.
“Balada del diablo y la muerte”, “El rito de los corazones sangrando”, “Bien Alto”, “Oscuro diamante”, “Desnudo para siempre” y el extraordinario “En los brazos del sol”, donde la combinación de la banda con los vientos alcanzó su punto culminante, fueron algunos de los highlights de la recta final del recital, que arrancaron la exclamación del guitarrista: “Me parece que estamos rockeando un poco. ¿Si esto no es el rock, el rock donde está?”. El final fue con los clásicos “La razón que te demora” y “El final es en donde partí”.
Pero faltaban los bises. Chizzo dedicó “Ser yo” al hijo de Tete, su ahijado, para seguir con “Reíte” y esa especie de reggae rengo que es “El viento que todo empuja”, en una versión poderosa. Culminaron con el tema que cierra sus conciertos, “Hablando de la libertad”. Su estribillo, “y ahora solo un camino he de caminar, cualquier camino que tenga corazón”, puede ser una buena síntesis de la filosofía de La Renga, la banda más convocante del rock argentino.
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