La noche de las peñas, una regreso a la música del interior que pervive en Buenos Aires
Folklore en suelo porteño: fue furor en las décadas del sesenta y del setenta, tuvo un notable resurgimiento en los noventa y con el comienzo del nuevo siglo; los locales nocturnos fueron, con shows y pistas dedicadas a danzas como la zamba y la chacarera, responsables de este fenómeno
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Noche de folclore y, al decir de “La sachapera”, con chacareras dobles que curan todas las penas. Este sábado, el Gobierno porteño impulsa La Noche de Las Peñas, a imagen y semejanza de sus otras noches dedicadas al teatro, los museos o las disquerías.
¿Por qué las peñas folclóricas comienzan a formar parte de este calendario anual? Seguramente porque tienen mucho que ver con la historia de la noche porteña. Y además de la construcción de un presente (se seleccionaron 21 espacios que recibirán al público, desde las 20 hasta la medianoche, con entrada gratuita) podrá ser una evocación de esas épocas en las que Buenos Aires era un fuerte punto de atracción de la música telúrica, especialmente por todos esos artistas que llegaban del interior del país para grabar discos, promocionar su trabajo y, también, crear espectáculos que se veían los fines de semana.
Peñas con historia
Hubo distintas épocas en las que el folclore estuvo “de moda” en la noche porteña. Desde 1942, cuando los Hermanos Ábalos ponían en marcha sus espectáculos de música nativa en un local de Santa Fe y Paraná, hasta el auge peñero de finales de los noventa y principios de este nuevo siglo, siempre hubo zambas para olvidar y chacareras curadoras de penas, entreveradas en la escenografía porteña.
Las primeras manifestaciones de este estilo datan de finales de siglo XIX y eran conocidas como “centros criollos”. Con una valorización de lo nativo (la danza, las comidas y la música) por estos lugares pasaron voces que luego se hicieron famosas, como las de Carlos Gardel o Mercedes Simone. Achalay era el nombre que los Hermanos Abalos eligieron para la primera peña que fundaron en Buenos Aires, ochenta años atrás. ¿De donde viene? De la expresión de alegría de la madre de los muchachos, cuando vio el lugar donde instalarían su peña. Achalay es un vocablo quechua que significa: ¡Qué lindo! Y ese nombre quedó, según recordaba Vitillo Abalos, el último de los integrantes originales de este famoso grupo santiagueño.
La vida del migrante –en distintas épocas de los últimos cien años– que llegó desde el Interior a Buenos Aires “con lo puesto” en busca de un futuro laboral trajo consigo una cultura. Los que eran artistas subían al escenario; los que no, iban a las peñas, los fines de semana, para reencontrarse con aquello que habían dejado tantos kilómetros atrás. En esos escenarios crecía tanto la tradición divulgada por Andrés Chazarreta y los Hermanos Ábalos, para el deleite de los porteños, como la nostalgia del que venía de tierra adentro. Por eso una chacarera como “Añoranzas” -se publicó hace ocho décadas, el 5 de mayo de 1942- es un emblema de la música telúrica, especialmente del acervo de Santiago del Estero. “Cuando salí de Santiago todo el camino lloré...”.
De Cosquín a Buenos Aires
El boom del folclore de la década del sesenta también hizo lo suyo. Porque todo lo que explotaba en la gran vidriera que era el Festival Nacional de folclore de Cosquín terminaba en Buenos Aires, donde estaba la mayoría de las compañías discográficas y los estudios de grabación. Algunos de los artistas que se afincaban aquí abrían locales de música. Luego, algunas décadas después, otros tomaron la posta, como Cuti y Roberto Carabajal, con la peña Sonckoy. Ya a finales de los noventa se generó un florecimiento peñero urbano que en algunos casos tomaba como referencia los encuentros folclóricos universitarios de Córdoba y peñas hoy legendarias, como la de Ica Novo y la del Dúo Coplanacu.
Claro que había una impronta local. Hubo una peña llamada La Flor, producida por Omar Chabán -dueño de Cemento y más tarde de República Cromañón- donde antes había funcionado el local punk Die Schule. Rarezas de esa época finisecular. Aunque, al mismo tiempo, era un recambio lógico. Las peñas de la década del sesenta ya no tenía nada que ver con esos tiempos ni con los códigos de la juventud que entraba en el nuevo siglo. Así nacieron otros espacios, que apuntaban a darle lugar a las propuestas que no eran tan difundidas en los medios y en los grandes escenarios, como las del denominado “folclore joven”.
La Peña del Colorado fue un proyecto de “El Colorado” Estaban López, que se convirtió en un lugar ineludible de la noche porteña peñera. Su precuela fue un boliche creado a instancias de una franquicia salteña que, con los años, y muchas guitarreadas, se convirtió en un magnífico lugar de encuentro y de programación artística con nuevas voces, primero en Salguero y Figueroa Alcorta, y luego, desde 1998, en Güemes y Salguero. El boca a boca hizo que para finales de la década del noventa todos quisieran ir “a lo del Colo”.
La Eulogia funcionó en el local Megafón de San Telmo, entre 1999 y 2003, impulsada por músicos de dos agrupaciones folclóricas, María y Cosecha de Agosto y El Tierral. La programación artística era un lujo de esos años y cada encuentro, a pura zamba y chacarera, mostraron ese terreno propicio que también se manifestó en el ámbito estatal. El festival realizado por el Gobierno de la Ciudad Músicas de Provincia tenía algo de ese espíritu, pero ampliado a todo público: las expresiones más nuevas surgidas en el interior de la Argentina subidas a la vidriera porteña, con ese plus marcado por el encuentro y el baile.
Luego de La Eulogia, los músicos de El Tierral se instalaron en la zona norte con su Peña de la Ribera, que generaba multitudinarios encuentros a cielo abierto, en la costa de San Isidro, con un pequeño escenario, algunas guirnaldas de luces de colores y cientos de jóvenes entregados al baile, a las empanadas, a las copas de vino y los vasos de fernet y cerveza. Sin duda, esa primera década del siglo XXI mostró una buena agenda peñera donde la programación artística confluía con la espontaneidad de encontrarse en la danza o en el solo hecho de compartir un rato con amigos. El Desalmadero, de Scalabrini Ortiz, tuvo mucho que ver con esas noches. Mientras tanto, cada fin de semana abrían sus puertas Los Cardones, La Paila (que este fin de semana será parte de La Noche de las Peñas), La Señalada, Sonckoy Carabajal, La Baguala, La Resentida, Los Cumpas, La de Pueyrredón y La Peña del Abasto entre otras.
Ya en la segunda década del nuevo milenio el movimiento peñero se amplió con las itinerantes. En algunos casos, tuvieron un lugar fijo todos los fines de semana, pero habían pasado innumerables mudanzas. Punta Tacuara, impulsada por la incansable Liliana Ramírez, fue una de esas. “Era una de las primeras peñas itinerantes de acá -decía Ramírez, años atrás-. Pasamos por unos diez locales hasta que nos afincamos”.
Ciudad Cultural Konex fue uno de esos espacios que abrió sus puertas a mundo peñero. Allí arribaron Peteco Carabajal y, más tarde, el Dúo Coplanacu. “Nosotros viajamos constantemente, por suerte, y el país es grande; no podríamos tener un lugar fijo -decía siete años atrás Roberto Cantos, uno de los integrantes del dúo-. Cuando empezamos, alimentamos nuestro camino de esa manera. Íbamos en auto con un equipo de sonido. Donde se podía, bajábamos nuestras cosas y cantábamos. Ahora la infraestructura es otra”, explicaba hace algo más de un lustro. En los noventa, Los Copla instalaron su peña durante los días de festival en la ciudad de Cosquín y luego quisieron emular ese clima en el Comedor Universitario de la capital cordobesa, lugar donde ya habían ofrecido algunos recitales. Desde entonces, sus presentaciones se convirtieron en grandes celebraciones para ese público estudiantil. “Ese lugar es una especie de templo con una historia intensa y profunda. Nuestra intención era formar parte de eso con la peña.”
El siguiente paso fue trasladar ese espíritu a Buenos Aires. “Estuvimos mucho tiempo buscando un espacio acorde con lo que necesitábamos y apareció el Konex, que es un ámbito bárbaro, con movida cultural intensa. Nuestra peña cabe ahí perfectamente -recordaba el cantor-. Es un placer hacerlo de tanto en tanto. Y aunque en cada lugar la idiosincrasia es diferente, el ámbito es parecido porque nuestra idea es la misma. Nos interesa hacer de la peña un evento lo más participativo posible. No es un show nuestro. La gente baila, canta y escucha. En ese sentido, es muy parecido en todas partes”, aseguraba.
Con esa agenda itinerante sigue funcionando una vez al mes la Peña de los abrazos, en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHI), de Avenida del Libertador 8151. Para agosto (el sábado 6), propone la celebración de la Pachamama, con una ceremonia colectiva que comenzará a las 19. Luego habrá talleres de danzas populares y recitales. También una vez al mes se organiza la peña La Resentida, en el local de Defensa 571. El 5 de agosto, desde las 22, estarán David Veliz, El Tierral y La Casimiro Brass, con Laura Albarracín como invitada especial.
Agenda de sábado
Ya en la tercera década del siglo XXI, Buenos Aires no vive el boom peñero de aquellos años. Y no hay que olvidar que el circuito nocturno quedó diezmado por la pandemia. Pero La noche de las peñas puede servir como un recordatorio de aquellos tiempos en los que todos los folclores de la Argentina coincidían en la noche porteña o para que otra vez se pueda poner en marcha el regreso a las pistas y los escenarios de esa cultura “del interior” que nunca ha dejado de estar presente, de un modo o de otro, en la vida de los porteños.
Con un perfil tradicional La noche de las peñas se realizará este sábado, con entrada libre, desde las 20 hasta la medianoche, en 21 espacios porteños.
En Café Vinilo (Estados Unidos 2483) se presentará Hernán Robledo. En Páramo Cultura (Carlos Calvo 3974) se recreará la Peña Achalay con Lxs Abalos, Latidos de Adolfo; habrá clases de danzas nativas, prácticas, shows y baile. En Pista Urbana (Chacabuco 874) estará El Rejunte con Jorge Sábato, Rodolfo Farías y Cristian Santibáñez. En La Paila (Costa Rica 4848) actuarán Celeste Taboas y Federico Ochoa.
También integran el circuito Luzuriaga Club Social (Luzuriaga 348), el Espacio Cultural Julián Centeya (San Juan 3255), Chimera - arte para el buen vivir (Tres Arroyos 402), Folklorazo Queer (Boedo 830), la Peña de Ricardo (Lavalle 3073), Espacio 350 (Billinghurst 350), Taconeando (Balcarce 725), Pal que le Guste (Talcahuano 949), Peña Pulpera (Defensa 1344), Bargoglio (Bacacay 2414). Como anticipo, el mismo sábado, en la Exposición Rural habrá un espectáculo de anticipo de La Noche de las peñas. En www.buenosaires.gob.ar/cultura/nochedelaspenas se puede encontrar la programación completa.
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