Mientras maneja solo por alguna carretera de las afueras de Madrid, serpenteando con su auto entre camiones que zumban, Roberto "Pulpul" Gañán Ojeda, el cantante y guitarrista de Ska-P, busca el volumen exacto del manos libres, intentando alcanzar el nivel ideal que le exigen sus oídos insoportablemente sensibilizados. De alguna manera, la escena es una representación bastante fiel de sus últimos años, en los que tuvo que forzar algunas maniobras para seguir adelante. "Este último tiempo ha sido así: una verdadera lucha", dice Pulpul, antes de volver a Argentina para tocar en el estacionamiento del Estadio Único de La Plata el 8 de este mes y también en Córdoba, en una nueva edición del Cosquín Rock . "No fue fácil, pero al final logramos alcanzar nuestra versión más madura. Estamos muy bien, con muchísimas ganas de volver a tocar."
Dentro del círculo íntimo de Ska-P, un nuevo regreso a los escenarios –el segundo en sus 25 años de carrera– significa un movimiento de sanación tras un pasado reciente convulsionado, cargado con algunas peleas internas y problemas de salud. Game Over, el octavo disco de estudio del grupo, editado en septiembre pasado, condensa los últimos cimbronazos dentro de la historia de la banda vallecana. En esas doce nuevas canciones de tono festivo y contenido combativo resuena fuerte la ausencia de Pipi, cantante y showman que no se sumó a esta nueva etapa. "Llegó un momento en que se acabó la química, así que era mejor romper que fingir", dice Pulpul. Unos días después de la confirmación de su salida, Pipi dio su versión de los hechos en un comunicado difundido por redes sociales. "Viéndome a un palmo de la muerte hace año y medio por una inesperada enfermedad, solo recibí la llamada de un miembro del grupo", dijo ofuscado, haciendo alusión a una trombosis pulmonar que sufrió a mediados de 2016. Después confirmó que seguirá tocando al frente de The Locos, su grupo desde hace una década.
Pero, con Pipi a un lado, los problemas siguieron. Además del infarto que sufrió Luismi, el baterista, durante la grabación de Game Over (Iván Pozuelo lo reemplazó en algunas sesiones), la última etapa del grupo estuvo condicionada por el cuadro de salud de Pulpul, que desde hace dos décadas sufre de tinnitus –un padecimiento en el oído todavía sin cura que consiste en la percepción de zumbidos sin ningún estímulo externo–, y que en el último tiempo se vio intensificado, obligándolo a mantenerse alejado de la música. "Tenía mucho miedo de quedarme sordo", dice. "Hice tres tratamientos, en uno casi me queman el cerebro con láser." Sin embargo, su último contacto con una profesional fue clave para que volviera a tocar. "Me dijo: ‘Lo que estás escuchando es tu propia actividad cerebral: no tienes por qué quedarte sordo’." Ahora, por precaución, Pulpul tiene que tocar en vivo con auriculares in ear, algo que le parece "una mierda", pero que acepta con resignación. "A mí me gusta sentir la conexión con la gente; me voy a tener que acostumbrar", dice.
Más allá de todos estos contratiempos, el nuevo regreso de Ska-P parece estar justificado por el estado de las cosas. "Lamentablemente, el mundo está peor que cuando empezamos a tocar", dice Pulpul. "El auge del fascismo no ha crecido solo en Europa, sino que llegó a Brasil con Bolsonaro y, bueno, ustedes tampoco están muy bien con Macri... Todo eso me hace sentir útil."