Es el emblema del tango argentino, nació como tema de carnaval y no estuvo exento de litigios en torno a su autoría; un himno popular nacido en ambas orillas del Río de la Plata
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Es el símbolo acabado del tango argentino. Con sólo escuchar sus primeros acordes, surge en el inconsciente colectivo el universo de ese género tan porteño como el Obelisco y tan rioplatense como el chivito uruguayo. “La Cumparsita” es el tango más famoso e internacional de esa música que se acompasa en el dos por cuatro.
Y, acaso porque nació en las recurrentes turbulencias del Cono Sur, su historia no estuvo exenta de polémicas y hasta litigios legales. Y, aunque “La Cumparsita” tiene envergadura de himno y es reconocida en buena parte del mundo, también supo de miserias, ostracismos y olvidos. Su éxito se hizo realidad cuando un tal Carlos Gardel le dio voz a esa letra de poesía sublime que evitó que naciera y muriera como un tema instrumental.
En el 2009, la UNESCO declaró al tango de tradición argentina y uruguaya como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Seguramente, la melodía de “La Cumparsita” colaboró a enaltecer, difundir y engrandecer a esa música que juega de local de una orilla y otra del Río de la Plata, pero también en buena parte del mundo.
“Si supieras, que aún dentro de mi alma, conservo aquel cariño que tuve para ti, quién sabe si supieras, que nunca te he olvidado, volviendo a tu pasado, te acordarás de mí”
A ambos lados del río
El uruguayo Gerardo Matos Rodríguez era un joven estudiante de arquitectura cuando compuso una partitura con aspiración de marcha a la que denominó “La Cumparsita”. Corría 1917 y el autor, en realidad, lo que buscaba era una canción para la comparsa de carnaval de la Federación de Estudiantes. Sin embargo, de la primera a la última nota, la canción tiene la idiosincrasia de un tango, lejos de la estética de un tema con reminiscencias de murga.
Si bien Matos Rodríguez deseaba bautizar al tema como “Comparsita”, la bandera de la murga de los estudiantes tenía impresa la leyenda “Cumparsita”, que era como uno de los estudiantes había deformado, en un cocoliche mezcla de español e italiano, aquella palabra con la que definían a la agrupación.
Más allá de esta “historia oficial”, también circula la versión que el compositor escribió la partitura estando enfermo y el objetivo era interpretarla en los bares para recaudar fondos para su grupo estudiantil.
Los acordes de la canción resuenan bien profundos, aguerridos, con toda la esencia del desgarro rioplatense de su música orillera, pero Matos Rodríguez tenía tan sólo veinte años cuando la compuso.
“Encierra un mundo de ilusiones y de tristezas, de sueños y de nostalgias que sólo se viven a los veinte años”, le confesó el autor a su sobrina Rosario Infantozzi Durán en un volumen dedicado a su vida y obra. Para Matos Rodríguez fue su mejor creación, a pesar de que aún le restaba mucho por vivir y madurar.
Más allá de los prolegómenos en torno a su proceso creativo, lo cierto es que “La Cumparsita”, el tango de los tangos, se estrenó en 1916 en el café La Giralda de Montevideo, con la interpretación de la orquesta dirigida por el maestro Roberto Firpo, quien también realizó la primera grabación. En la actualidad, el tema lleva alrededor de 3.000 versiones registradas.
Pero aquella primera interpretación en público no estuvo exenta de polémicas, ya que Firpo, que era argentino, sostuvo que a la partitura original le agregó algunos tramos de dos tangos suyos que no habían tenido éxito. Según su versión, “La Cumparsita” tendría acordes de “La gaucha Manuela” y de “Curda completa”, dado que la partitura original no era cien por ciento en tiempo de dos por cuatro, aunque nada de esto puede ser corroborado fehacientemente.
En ese tira y afloje por las inspiraciones, también se dijo que Firpo pretendía figurar en la coautoría del tema, pero Matos Rodríguez se negó. Luego del controvertido estreno, la canción quedó cajoneada debido a la falta de repercusión en el público. No es erróneo afirmar que el tango más icónico y representado en el mundo comenzó como un fracaso.
El Zorzal que le dio voz y éxito
“La Cumparsita”, a pesar de su excelsa partitura, no era interpretada por las grandes orquestas. Es que en la década del 20 del siglo pasado, el tango canción era lo que imperaba y el público bramaba por sus cantores preferidos. Uno de ellos era Carlos Gardel.
En aquellos tiempos, era muy usual que, en las obras de teatro de corte popular, como el varieté o la primera revista porteña, estrenasen tangos en sus programas. Esta modalidad se extendió hasta la década del cincuenta. Consecuentes con esta costumbre, Pascual Contursi y Enrique Pedro Maroni, en la obra Un programa de cabaret, de rango menor, estrenaron con la voz del cantante Juan Ferrari la letra que habían escrito sobre la melodía del tema.
A pesar de la belleza de aquella creación, como la pieza teatral fue un fracaso, nuevamente el tango quedó confinado al anonimato, aunque, esta vez, como Carlos Gardel había escuchado la versión, decidió grabarla para Odeón.
Desde ya, todo lo que interpretaba el “Morocho del Abasto” se convertía en un gran éxito. “La Cumparsita” no fue la excepción y rápidamente pasó a conocimiento del público masivo y a cosechar los elogios de todo el ambiente musical.
“Los amigos ya no vienen ni siquiera a visitarme, nadie quiere consolarme, en mi aflicción. Desde el día que te fuiste siento angustias en mi pecho, decí percanta: ¿Qué has hecho, de mi pobre corazón?”
Ardió Troya
Claro que, en medio del suceso del nuevo tema que escuchaban todos, del novísimo “caballito de batalla” de Gardel, apareció en escena un personaje olvidado: Gerardo Matos Rodríguez, quien fue anoticiado por Francisco Canaro, en una tertulia que compartieron en París, del buen destino de su música y de la letra que le habían adosado sin su consentimiento. Ni lerdo ni perezoso, Matos Rodríguez inició las acciones legales correspondientes y ardió Troya.
El proceso del litigio llevó a que Matos Rodríguez le quitase a una compañía llamada Hnos. Breyer, la posibilidad de seguir manejando los destinos de la canción, tal como había quedado estipulado en acuerdo previo. Además, el autor prohibió que se ejecutase el tema sin aquella letra que él mismo había escrito y que casi nadie conocía. En 1926, esas estrofas fueron puestas en reparo y custodia de la Biblioteca Nacional.
Con todo, aquellos versos jamás resultaron del gusto del público. Finalmente, y sin la trascendencia de las letras del primer autor, cuando, en 1932 muere Pascual Contursi, su viuda y Enrique Maroni iniciaron acciones legales contra Matos Rodríguez por daños y perjuicios que les había causado el no poder difundir la versión del tango con letra propia.
Cuando el proceso legal culminó, también Matos Rodríguez había fallecido y el entuerto terminó resolviéndose entre sus herederos, la viuda de Contursi y Maroni.
Lo curioso es que en el arbitraje que se dispuso, además de los porcentajes por los derechos intelectuales de cada parte, que sólo se podrían interpretar las letras de Matos Rodríguez y la de Contursi y Maroni, ya que había, por lo menos, un par de poesías más circulando en torno a “La Cumparsita”.
El desgarro del abandono
“La Cumparsita” es un lamento varonil por la mujer que se fue. En aquella sociedad patriarcal, también los caballeros se permitían sollozar el fracaso amoroso y el amor no correspondido. Eran tiempos de “los hombres no lloran”, pero si podían bramar su mufa y la angustia desconsolada por esa mina que se fue.
A pesar de lo doloroso de su historia, el tema es de una poderosa energía que subyuga a quien lo escucha. La versión instrumental es tan soberbia como aquella en la que la voz de Gardel irradia esa plegaria de dolor.
No hay milonga en el mundo en la que no se baile “La Cumparsita”. El tema cuenta con adeptos en lugares tan disímiles como Inglaterra, Turquía, Portugal o Dinamarca. Es el himno por excelencia de un género que se irradió a lugares impensados como Japón, donde los artistas del tango argentino son venerados.
Incluso, el tema fue utilizado en obras de teatro, ficciones radiales y hasta en el cine. Orson Welles apeló a “La Cumparsita” en la transmisión de La guerra de los mundos, la bailó Gene Kelly y se escuchó en el film Una Eva y dos Adanes, con Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon.
Más acá en el tiempo, Pedro Almodóvar la eligió para Kika y Mora Godoy la danzó ante el entonces presidente de Estados Unidos Barack Obama. Y no se privó de bailarla Susana Giménez con Julio Bocca en uno de los musicales de su programa, con la letra cambiada que decía algo así como: “‘La Cumparsita’ bailaré, con este rey”. También la cantó Julio Iglesias y la versión de Bajofondo Tango Club es insuperable.
“Al cotorro abandonado, ya ni el sol de la mañana asoma por la ventana como cuando estabas vos. Y aquel perrito compañero, que por tu ausencia no comía, al verme solo, el otro día, también me dejó”.
El pasado 11 de diciembre se celebró el Día Nacional del Tango, recordando el nacimiento de Carlos Gardel, el prócer más simbólico de la música argentina que hizo de “La Cumparsita” un himno. Nació con el talento argentino y uruguayo. No podía ser de otra manera. “La Cumparsita” es la partitura que mejor representa al tango y a la cultura del Río de la Plata.
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