La increíble aventura de Expreso Imaginario
Pensar hoy que en 1976 aparecía una revista que, desde la cultura rock, tratara los más diversos temas con una mirada alternativa, parece un cuento chino. Pero fue así. Para agosto de ese año, Jorge Pistocchi ya había reclutado una interesante lista de jóvenes inquietos que se habían subido a ese Expreso Imaginario que se proponía llevar a esa generación por estaciones donde la curiosidad abría cualquier puerta.
Pipo Lernoud, Horacio Fontova, Alfredo Rosso, Fernando Basabru encabezan la lista editorial de lo que fue la primera publicación de periodismo alternativo, donde el rock era apenas una parte (que entonces aparecía en la sección Mordisco, nombre heredado de la publicación que hasta entonces dirigía Pistocchi) para entrar en mundos que por entonces no ocupaban espacio en otras publicaciones. De hecho, el primer afiche que anunciaba su lanzamiento, prometía: "Viajes, cuentos, sorpresas, rock".
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En tiempos tan oscuros, el Expreso Imaginario abría una nueva y distintiva posibilidad de comunicación; proponía temas que hasta entonces parecían insólitos: desde ecología hasta la antimateria; el I Ching, John Cage y los incas eran encarados por esos jóvenes avezados y curiosos. Todo era material apto para replantearse un nuevo mundo, una nueva forma de vida, una nueva manera de relacionarse con la cultura. Un trabajo grupal completo; tanto, que el primer número (del que se imprimieron 15.000 ejemplares), fue abrochado por los hacedores de la revista con ayuda de amigos y familiares.
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El vínculo que creó el Expreso con los lectores fue único, y el correo de lectores se convirtió rápidamente en un espacio de debate y comunicación cuando no se podía debatir. El Expreso representa un momento muy particular, en el que la cultura joven se movía por carrilles alternativos tan amplios como disímiles, que sin embargo podían convivir según un concepto unificador.
Por eso, también, los intentos por hacer renacer la publicación se disolvieron en charlas de café. Los tiempos son muy distintos, y toda esa amplitud temática que concentraba en sus páginas hoy tiene otro valor. Cambiaron los conceptos, cambió la cultura, cambió el mundo.
De todas formas, cada vez que se piensa en el rock como gesto contracultural, el Expreso Imaginario está en la primera línea. Y por eso mismo no puede repetirse. Es tan de su tiempo, que hacerla renacer con los mismos preceptos sería un gesto incomprensible para los adolescentes de hoy que, seguramente, estarán en este momento inventando una nueva forma de comunicación, una manera de decir "presente" y dejar atrás la increíble aventura del Expreso Imaginario. Es necesario subirse a un nuevo tren.