La historia de The Matrix, el “antro” en el que se desarrolló el sonido de la generación “flower power”
En San Francisco, a mediados de los 60, algo estaba por estallar; The Matrix le dio lugar a la incipiente escena, con Jefferson Airplane y Grateful Dead a la cabeza
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En la imprescindible Miedo y asco en Las Vegas, Hunter Thompson define con inesperada ternura eso que se palpitaba en San Francisco hace varias décadas: “A mediados de los sesenta esa ciudad fue una época y un lugar muy especial del que formar parte. Quizá significase algo, quizá no. No hay ninguna explicación, ninguna combinación de palabras, música o recuerdos que puedan rozar esa sensación de saber que vos estabas ahí, vivo, en aquel rincón del tiempo y del mundo. Significara lo que sea que significara”.
Eso que describe el padre del periodismo Gonzo era lo que se palpitaba en esas calles. La juventud decidida a rebelarse contra ese poder invisible pero contundente representado por el estado, cuyo pecado mayúsculo era asesinar generaciones y generaciones de chicos sumergidos en una guerra absurda. El sueño de una sociedad alternativa estaba en su apogeo, y como esas pesadillas anti comunistas plasmadas en películas como Los usurpadores de cuerpo, los hippies parecían multiplicarse ante la aterrorizada mirada conservadora. Y la revolución fue breve, pero existió, y dejó como testamento una decena de bandas excepcionales que reinventaron el rock desde el escenario de un bar llamado The Matrix.
Marty Balin: prender la mecha
San Francisco era la cuna de la contracultura norteamericana, y los cimientos de esa fama se remontaban a los beatniks. Frisco, como le decía con cariño Jack Kerouac, era donde la juventud le gritaba en la cara al sistema, o al menos, le dejaba flores en la boca de sus fusiles. No era casual que en 1965, Allen Ginsberg eligiera esa ciudad para dirigir una masiva marcha en contra del reclutamiento a Vietnam.
A mediados de los sesenta, Marty Balin era un entusiasta músico de poco más de veinte años, que sabía que esa ciudad necesitaba una trinchera, un punto de encuentro para los jóvenes y referentes de la época. Él era el líder de Town Criers, y tocaba en clubes como Hungy i o Purple Onion, sitios pequeños apuntados a un nicho. Sobre ese período, Balin recuerda: “Cuando tocaba con los Town Criers quería usar guitarra eléctrica y batería, pero esos bares no nos dejaban porque nos decían que íbamos a hacer demasiado ruido”.
Una noche después de tocar, Balin se sentó junto a un grupo de parejas a tomar algo. Durante la charla, tres hombres cuentan que tenían algo de dinero que no sabían en qué invertir, y en ese momento el músico les propone: “Dénmelo a mí. Podemos abrir un club y poner un grupo a tocar. Ustedes se quedan con el lugar y yo con la banda”. Los que recibieron la propuesta eran Elliot Sazer, Ted Saunders y Paul Sedlewicz, y confiados en la seguridad de Marty, aceptaron la propuesta. A los pocos días compraron por doce mil dólares una vieja pizzería llamada Syndicate y comenzaron a reformarla. Balin estuvo al frente de las reformas, y le prestó especial atención al escenario: “Lo construí para que se ajustara a lo que yo buscaba con mi grupo. Tenía que tener espacio para dos guitarristas, una pareja de cantantes, y una sección rítmica”.
Eran pocos metros cuadrados en los que cabían unas pocas mesas. Solo una cosa podía convertir ese lugar en un éxito, la promesa de Balin de presentar una banda nueva que se convirtiera en emblema de la casa.
La cuna del sonido
En el 3138 de Fillmore, esa vieja pizzería se convertía poco a poco en un bar, ante la mirada de un barrio conservador, que no mostraba demasiado entusiasmo. En el local había unos afiches que llamaron la atención de Sazer, y que lo llevaron a pensar el nombre The Matrix: “Es una referencia a un término matemático. Una pared tenía un collage armado con páginas de libros de álgebra. Y bajo los efectos del LSD, se quedaban todos mirando ese mural intentando descifrar qué significaba eso”. Durante julio comenzaron a circular los afiches de un bar que reuniría a las nuevas voces del rock, bandas que simbolizaban esa lucha pacifista que aún no tenía un sonido que la identificara. Nada se hablaba en esos afiches de Jefferson Airplane, el bombazo que preparaba Balin y que, como se lo prometió a sus tres socios, sería el grupo que potenciaría la fama del lugar. Finalmente, el 13 de agosto de 1965, The Matrix abrió sus puertas.
Esa noche inicial fue un éxito absoluto, el lugar colmó su capacidad y en la puerta quedó una fila que daba vuelta la cuadra. Durante esa velada se presentó oficialmente Jefferson Airplane, la banda liderada por Balin y eventual embajadora del flower power. Sobre esa jornada, Balin le comentó al San Francisco Chronicle: “The Matrix fue un éxito desde su primer día. En la noche inaugural vinieron representantes de varias disqueras. Todos me dieron sus tarjetas, y me pedían que firmara un contrato por un disco. La verdad es que todavía no teníamos demasiadas canciones, pero ya nos querían”. Entre el público de esa velada se encontró Grace Slick, que pocos meses después se convertiría en socia de Balin, cantante fija de Jefferson Airplane, y madre (junto a Janis Joplin) de la psicodelia.
El club no tardó en consolidarse como la expresión más acabada del sonido típicamente asociado a San Francisco, un rock experimental que flotaba entre el LSD y las encendidas críticas al sistema. Balin había logrado sus objetivos, construir un bar que triunfó al darle espacio a bandas que se integraban a una corriente musical, impulsada por el éxito de su propio grupo, Jefferson Airplane. En los meses posteriores, nombres clave de la escena psicodélica tocaron en The Matrix, entre los que se destacó a Big Brother and the Holding Company, Flamin´ Grooves, Quick Silver Messenger Service, The Charlatans, Country Joe and the Fish, y obviamente, Jerry Garcia a la cabeza de Grateful Dead, el otro buque insignia de esa corriente.
Vuelta al nicho
Ante el crecimiento desmedido de Jefferson Airplane, Balin decidió vender en 1967 su parte de la sociedad y desentenderse de The Matrix. Eso no impidió que el club siguiera firme como núcleo del rock psicodélico, pero el limitado espacio y el desmedido interés del público por esas bandas, pronto terminó por jugar en contra. En su libo Got a Revolution!, Jeff Tamarkin describe así el comienzo del fin: “Irónicamente, a medida que la música hippie se expandía, la primera baja importante fue The Matrix. Si bien el lugar permaneció abierto hasta 1971, bajo las órdenes de distintos encargados, su importancia se redujo a medida que aparecieron salones más grandes. Con su baja capacidad y su reducido espacio para bailar, The Matrix no podía competir con clubes más grandes. Cuando Jefferson Airplane empezó a convocar a más y más gente, raramente se dejó ver por ahí”. En sus últimos años, el público dejó de frecuentar el bar, y el escenario se convirtió en centro de pequeñas zapadas improvisadas para un reducido número de espectadores. Eso sí, dichos números musicales solían estar a cargo de próceres del género como el ya mencionado Jerry Garcia, o Jack Casady, bajista de Jefferson Airplane.
Poco a poco, The Matrix comenzó a apagarse. El club cerró sus puertas en 1971, irónicamente, poco después del infame recital de Altamont de los Rolling Stones en el que asesinaron a un espectador y que simbolizó el amargo fin del sueño pacifista. En apenas seis años, The Matrix fue cuna de grandes bandas, y con Marty Balin y Jefferson Airplane a la cabeza, en las paredes de ese bar nació un sonido que redefinió al rock y que aún hoy es recordado como uno de los períodos más libres de la música.
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