La historia de “Paranoid Android”, de Radiohead: un lugar de “mala fama”, unas voces que no dejan dormir y el “anti hit” más exitoso de fin de siglo
La canción movió las estructuras de la industria discográfica y desafió a propios y extraños; sin embargo, su impensada onda expansiva produjo un sabor agridulce en la banda capitaneada por Thom Yorke, que decidió radicalizar aún más su música, su discurso y sus actos
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Entonces algo sucede, algo estremecedor y vital. La canción que se vuelve, de inmediato, un himno. En 1997, cuando “Paranoid Android” se expandió melancólica y velozmente por las radios, en una época donde internet y los celulares no dominaban aún la escucha musical, muchos jóvenes habrán sentido algo estremecedor y vital en esos seis minutos y medio de canción donde Thom Yorke, el también joven nacido en 1968, el cantante que había estudiado arte y lengua y trabajado como DJ, dice cosas como: “¿Podrías por favor parar el ruido, que estoy tratando de descansar? o “¿qué es eso? Puedo ser paranoico, pero no un androide”. La puesta en escena de una voz estrambótica irrumpe bajo unas guitarras espesas, oscuras: todo un síntoma de época. Un mundo digital tan extraño como arrollador que comenzaba a llenarse de pantallas -y de pastillas-.
“Paranoid Android”, un hit inesperado del álbum OK Computer sobrevolando entre subjetividades alienadas y a la vez excitantes, sensibles y algo desconcertadas. Estados de ánimo alterados en una misma canción, que divaga desde las guitarras espesas a samples y programaciones, una melodía áspera que anuncia visionariamente a unos “yuppies trabajando en línea”: esa maquinaria del trabajo que nunca frena en la contemporánea sociedad del cansancio y del control.
Una duración de seis minutos y medio que ahora, en tiempos de las canciones brevísimas y las audiciones cada vez más fragmentadas bajo el reino de los algoritmos, quizás resulte impensable. “Se sintió como si fuéramos alumnos irresponsables que están haciendo esta cosa traviesa, porque nadie hace una canción de seis minutos y medio con todos estos cambios. Es ridículo”, declaró la banda en una entrevista, asumiendo la aventura que rompió varios esquemas.
Aquellos días en los que una pléyade de fans agotó las bateas de las disquerías, donde la edición importada se diferenciaba notablemente de la nacional en el arte de tapa, en sus gamas de colores, en la sofisticación del papel y en la calidad de la grabación sonora. Un universo analógico que el grupo defendió como idea de trascendencia: el disco como apuesta estética e ideológica, y las canciones como su campo de batalla. Radiohead, con el magnífico OK Computer, sigue brillando en la cumbre de los temas rockeros con “Paranoid Android”, que además ostenta uno de los videos más bizarros de la historia. OK Computer: el disco del éxito descomunal -con otras gemas como “Karma Police”, “Lucky” y “No Surprises”-, con el que la banda británica del grupo de jóvenes de clase media alta de Oxford se consagraría, a decir de algunos críticos, como “la mejor banda del mundo”.
Según reconstruyó Eduardo Fabregat, en un primer momento, OK Computer sembró pánico. La representante norteamericana del sello Capitol lo consideró un “suicidio comercial” y redujo sus previsiones de venta de dos millones de unidades a medio millón. Cuando el grupo lanzó como primer single a “Paranoid Android” (que originalmente duraba ¡14 minutos!, con un interludio del guitarrista Jonny Greenwood tocando el órgano) sin estribillo reconocible, los ejecutivos caminaron por las paredes. Algunos meses después debieron retroceder sobre sus pasos: el disco no sólo trepó en todos los rankings e hizo resonar las cajas registradoras de un mundo aún consagrado al formato físico, sino que además acumuló una secuencia de elogios por parte de la prensa especializada. El single “impasable” pasaba una y otra vez por las radios y por MTV. Los periodistas de todo el mundo querían entrevistarlos. Y la alabanza llegó a tal punto que el grupo empezó a odiar su propio éxito.
¿Qué habrá sentido Yorke a la hora de componerla, antes de transformarse en una estrella de rock? “La mayor parte de los compositores considera que la característica más importante de la música es su capacidad para comunicar a la humanidad una idea de lo que existe más allá y por encima de la vida cotidiana”, escribe Jonathan Harvey en el ensayo Música e inspiración. De acuerdo a la leyenda, las primeras letras surgieron de una mala noche que el cantante experimentó en un bar de Los Ángeles. Tiempo después, el propio Yorke confesaría haberse sentido rodeado por “demonios de otro planeta”, los que crearon una sensación íntima de claustrofobia, paranoia y ansiedad. Explicó: “Todo el mundo intentaba sacar algo de mí. Sentí que mi propio yo iba derrumbarse en cualquier momento”.
“Se trata sobre sentirse expuesto a Dios, no sé”, filosofó el cantante más tarde acerca de la letra de “Paranoid Android”. “Llevábamos meses ensayando la canción, pero la letra se me ocurrió a las cinco de la mañana. Intentaba dormir cuando escuché literalmente esas voces que no me dejaban en paz. Eran las voces de la gente que había escuchado en el bar. Resultó ser un lugar de mala fama y de consumo de cocaína, pero yo no lo sabía. Básicamente se trata del caos, de un caos total”.
Siguiendo la línea de la leyenda, Thom al parecer se aterrorizó con una imagen que lo dejó paralizado: una mujer inhalando cocaína en un rincón mientras alguien le tiraba una bebida encima. “Había una mirada en los ojos de esta mujer que nunca había visto antes en ningún sitio. No pude dormir esa noche por ello”, dijo, admitiendo que eso inspiró la frase “Kicking, squealing, Gucci little piggy” (”Pateando, chillando, pequeño cerdito Gucci”). Tanto el título del álbum como el de la canción procedían de la clásica novela de ciencia ficción de 1979, The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy, de Douglas Adams, que la banda leyó durante la gira de su disco The Bends. La propia canción, además, lleva el nombre del personaje del libro, “Marvin, el Androide Paranoico”, aquel robot que parece deprimido porque las infinitas posibilidades de su mente se frustran en actividades repetitivas y triviales.
Como en su momento había ocurrido con Abbey Road de The Beatles, los críticos estudiaron que “Paranoid Android” estaba compuesta por pedazos de otros temas inconclusos. Se la comparó en su procedimiento con “Hapiness Is A Warm Gun”, como también con canciones de larga duración como “Bohemian Rhapsody”, de Queen, y en la conocida fórmula del “verso tranquilo y estribillo fuerte” de los Pixies. “Paranoid Android” se grabó en una mansión del siglo XV del pueblo de St. Catherine, que perteneció a la actriz Jane Seymour y la cual se creía que estaba embrujada. “Cuando empezamos a tocarla en directo era tan chistoso. Había una sección de rave down con un órgano Hammond y nos orinábamos de la risa mientras tocábamos. Sacábamos el glockenspiel y era muy, muy divertido”, dijo la banda en otra entrevista, que disfrutaban como adolescentes del alocado videoclip representado por unos raros personajes en dibujos animados, que aparecían bajo una trama delirante y retorcida. Se divirtieron aún más cuando el video fue censurado por MTV, ya que salían escenas nudistas.
“Paranoid Android” como uno de esos complejos laboratorios sonoros, en este caso formateado en una progresión armónica de acordes no diatónicos. Una calma iniciática, en tono de balada, que va dando paso a una paulatina aceleración hacia un pasadizo secreto, poblado de aullidos, riffs y una temperatura instrumental que llega a un clímax casi metalero para luego volver a la letanía, a un cerrar los ojos con York susurrando la melodía de un alivio. Un epílogo de un último minuto frenético, con secuencias de caos electrónico. Y al fin, el silencio.
En palabras de su coproductor histórico, Nigel Godrich, OK Computer fue el último disco “convencional” de Radiohead. Lo definió como un clásico del art-rock. “Esencialmente era un disco de guitarras que se aventuraba en otras dimensiones”, explicó, a diferencia de Kid A o In Rainbow, a los que la crítica ubicó entre dance electrónicos, crípticas máquinas de ritmos y sintetizadores, baladas mordaces y violentas dinámicas de guitarras. Desde OK Computer, en efecto, Yorke se encargó de marcar una diferencia en el instrumental y en la grabación con cualquier banda de rock de su talla y prestigio, y así fue haciendo realidad su sueño de bases rockeras completamente transformadas por los componentes electrónicos.
Después del sismo de “Paranoid Android” y de ganar un Grammy con el disco, en efecto York empezó a pelearse con las melodías rockeras y decían que no quería escuchar más su voz multiplicada por el fenómeno. Por esos tiempos circularon rumores de una disolución de la banda. OK Computer los consagró, pero los creadores estaban en tensión con la industria cultural: se aburrían en las giras y en las entrevistas, se sentían contradictorios por estar ganando fama en el mismo mundo que criticaban, aturdidos de ver sus nombres alrededor de grandes marcas.
En su búsqueda por un lugar en el rock para seguir experimentando musicalmente, uno de los integrantes del quinteto, Ed O´Brien, dijo que Radiohead era “un grupo de conspiradores más que de amigos” obsesionados por hacer canciones. “Me encantaba OK Computer. Pero la idea de quedarnos pegados a esas canciones por años, de la misma manera, sin cambios, sin nada, me costaba. Terminábamos una canción y yo me quedaba ahí parado, congelado”, había concluido un Tom Yorke agobiado por las giras.
Todo lo que vendría después se reinventaría bajo la órbita de las grandes canciones de OK Computer, sobre todo el gesto revolucionario de lanzar Kid A (2000) por streaming cuando decidieron poner sus discos en internet influenciados por el libro No logo, de Naomi Klein -bajo la crítica del poder de las marcas y el colapso ambiental- creando sus propias reglas creativas y comerciales. “No había chance de que Kid A sonara como OK Computer. Estaba harto de la melodía. Solo quería ritmo”, decía Yorke después del lanzamiento del cuarto álbum de Radiohead, donde cambiaría la creación de las letras mediante cut-ups dadaístas y el uso de breves piezas audiovisuales en lugar de videoclips, como bien explicó Marvin Lin en el libro Radiohead: Kid A.
Con sus clásicos y sus innovaciones, Radiohead se sigue escuchando como una banda que unió las últimas generaciones. Con una rica gama de capas sonoras, OK Computer selló un álbum introspectivo, lírico y sofisticado, alejado del brit-pop, el álbum que dio un quiebre y rubricó una marca de identidad musical, “un hilo conductor invisible que lo vincula con el rock progresivo de la era pre-punk”, según una reseña de época de la revista Rolling Stone. Considerado hoy como una especie de Dark Side of the Moon de la era informática, segundo después de Nevermind (1991) en la lista de los 100 discos que marcaron los 90 -el de Kurt Cobain la abrió, el de Yorke la cerró-, el disco que profundizó los violentos cambios de humor de su época, como en “Paranoid Android”. Esa angustia creciente en la voz de Thom Yorke, que en aquel momento predijo que la fascinación por el progreso tecnológico ocultaba una sinfonía de destrucción.
No hay tantas versiones musicales de “Paranoid Android”, como esas melodías que son imposibles de versionar por el aura intransferible de sus creadores. Tal vez por eso se destacan las instrumentales. Bestial y demoníaca, allí está la de solo piano de Brad Mehldau, imposible de concebir en sus teclas en llamas, algo así como veinte minutos de pura entrega física y emocional de su disco en vivo en Tokio. En el plano local, la del pianista argentino Marco Sanguinetti deslumbra por sus matices expresos, tema incluido en su disco Cómo desaparecer completamente. En 2017, el grupo británico lanzó OKNOTOK, una reedición de OK Computer a la que agregaron canciones inéditas. Y “Paranoid Android” volvió a sonar como nunca.
Un Thom Yorke que, en sus novísimas creaciones, volvió a la cuestión persecutoria con la banda The Smile, la que comparte con otro ex Radiohead. “Es el infierno auto-infringido de los paranoicos: un muro lleno de ojos donde podés elegir tu propio filtro de vigilancia”, apuntó el periodista Martín E. Graziano sobre su último disco, Wall of Eyes. York y una estela de Radiohead que, más allá de su desaparición o no como maravilloso quinteto con sus músicos desperdigados -con The Smile de gira, Ed O’Brien haciendo otro disco en solitario como las aventuras personales de Phil Selway, Colin Greenwood tocando el bajo con Nick Cave- y la banda en pausa, ya es parte de los placeres de la música contemporánea.
Es York bromeando con un “Oh, qué deprimido que estoy”, con la sensación de no encajar en la creciente deshumanización. A 27 años de la proeza de una de las obras más complejas e influyentes del rock, “Paranoid Android” como las grandes canciones que anticiparon el siglo XXI con su mirada profética sobre la alienación tecnológica. Una melancolía agridulce e hipnótica que inauguró un mito, aquel que los fans argentinos escucharon por primera vez en vivo en el ya legendario recital que la banda británica dio en Buenos Aires en 2009.
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