La historia de “Loser”, el primer gran hit “negativo” de Beck y el juicio que logró evitar
Después de intentar sin éxito tener una carrera musical tanto en Nueva York como en Los Ángeles, Beck empezó a componer canciones absurdas para comprobar si alguien le prestaba atención, hasta que llegó “Loser” y todo cambió
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Si cada década se define en parte por desarrollarse en oposición a la anterior, los rasgos culturales de los noventa no pueden entenderse sin ver lo que se promovía diez años antes. Después de que la cultura yuppie promoviese al éxito y al triunfo como única moneda de intercambio, las cosas fueron bastante distintas dos lustros más tarde. De un momento al otro, el recambio generacional entendió que había hasta un cierto encanto romántico en el fracaso, y de alguna manera Beck canalizó esa mirada del mundo cuando tomó esa palabra para darle forma a “Loser”, su primer gran hit.
Beck ya había intentado ganarse la vida como músico callejero en la escena anti folk de Nueva York entre finales de los ochenta y principios de los noventa, hasta que su malestar económico lo hizo regresar a su hogar en Los Ángeles, en 1991. Atado a trabajos mal pagos para poder subsistir, Beck solía tocar en un circuito de cafeterías, la mayor parte de las veces ante un público indiferente, y la solución era atacar por medio del absurdo. Mitad por desesperación, mitad por aburrimiento, el cantante solía improvisar canciones ridículas, principalmente para comprobar si había alguien prestándole atención o no. En una de esas composiciones impromptu nació el germen de “Loser”.
Un par de años después, Tom Rothrock, dueño de un sello independiente llamado Bong Load, fichó a Beck después de escuchar sus dos primeros discos, y lo puso en contacto con Carl Stephenson, un productor de hip hop. A pesar del interés que el músico tenía en el género, Stephenson no creía que tuviera un conocimiento siquiera básico, por lo que decidió darle una mano. El productor tomó un fragmento de guitarra de una canción de Beck, lo sampleó, agregó una base de batería tomada de un disco de Johnny Jenkins y grabó una melodía con un sitar. Sobre ese pastiche sonoro, el músico empezó a improvisar una letra tratando de imitar el flow de Chuck D, el líder de Public Enemy, pero el resultado no estuvo a la altura de las expectativas.
Cuando Beck y Stephenson escucharon el resultado de esa jornada de creación libre, el cantante entendió que su desempeño estaba lejos de ser el ideal. “Soy el peor rapero del mundo, soy un perdedor”, dijo, y tras recurrir a una palabra que era moneda corriente entre cualquier persona que se considerase joven. de repente entendió que tenía entre manos el estribillo bilingüe que su canción estaba necesitando (“Soy un perdedor / I’m a loser baby, so why don’t you kill me?”). La dupla salteó con tanta rapidez el bloqueo creativo que, de acuerdo a Rothrock, la canción estuvo terminada en poco más de seis horas. Para Beck, el éxito de la canción era que podía trazar un puente válido entre dos culturas al cruzar al hip hop con el blues del delta del Mississippi.
Dentro del juego de interpretaciones que ofrecía su letra absurda, “Loser” fue entendida como una parodia de la cultura slacker, en tiempos en que el grunge era una banda de sonido omnipresente. Aunque la interpretación estaba lejos de la realidad, sí había algo innegable en la canción: una irreverencia de un veinteañero desencantado con su propio tiempo. A pesar de que se volvió un éxito de manera casi inmediata, ninguno de los involucrados pudo proyectar que el tema se iba a convertir en un himno de sus tiempos, e incluso el propio Beck llegó a admitir: “Las voces son todas grabadas en primeras tomas. Si hubiera sabido el impacto que iba a tener, me hubiera encargado de ponerle algo un poco más sólido”. Incluso el propio productor se lamentó, al sentir que había ayudado a darle forma a un éxito tan “negativo”.
Con una expectativa módica, “Loser” se lanzó en vinilo en 1993 con solo 500 ejemplares disponibles, pero el éxito del tema fue tan repentino que el sello agotó la tirada en muy poco tiempo. La demanda también abrió la puerta para que Beck firmase contrato con DGC, un sello discográfico dependiente de Universal. Con su nueva discográfica, pudo lanzar al año siguiente su tercer disco, Mellow Gold, a través de una multinacional con “Loser” como caballito de batalla. Para promocionar su flamante adquisición, DGC financió la filmación de un video promocional del tema, que también terminó volviéndose icónico. El cineasta Steve Hanft se encargó de unir varias cintas de 16mm registradas en distintas locaciones y con un espíritu tan libre como en el que fue creada la canción.
En sus casi cuatro minutos de duración hay referencias a Black Sabbath y a Luis Buñuel, y una disputa por derechos de autor logró un efecto visual icónico de manera involuntaria. En la primera escena del video puede verse a Beck caminando por un parque con su rostro difuminado como en un acto de censura, hasta que se lo quita de encima para empezar a cantar. Lo que para el público desinformado podría pasar por algo planeado desde el vamos, fue en realidad una decisión de último minuto: lo que el cantante llevaba puesto era un casco de stormtrooper de Star Wars y, por miedo a un juicio con George Lucas, el cantante y el director decidieron evitar cualquier tipo de litigio.
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