Mente, corazón y piernas: la historia de los nuevos campeones mundiales de Tango Pista
Cristian Palomo y Melisa Sacchi se conocieron hace cuatro años bailando D'Arienzo en una milonga de San Telmo y formaron una pareja que suele trabajar en el circuito de milongas
“Estoy en el aire", balbucea Melisa Sacchi en estado de shock mientras camina como sonámbula, llevando el ramo de flores de un lado a otro. Su compañero Cristian Palomo está tirado en el escenario, abrazado a su madre Irma, que le extiende los brazos desde abajo, en una postal más cercana a la de una tragedia. Acaban de ganar la final del Mundial de Baile en la categoría de Tango Pista, la más preciada por los milongueros. Cristian y Melisa se conocieron en una milonga de San Telmo hace cuatro años y pegaron onda bailando unas tandas de D'Arienzo. “A los dos nos gusta D'Arienzo y nos sentimos cómodos bailando. A partir de ese día nos mandamos un mensaje, nos juntamos a ensayar y llegamos hasta acá ” cuenta Palomo.
En 2015 salieron subcampeones. “Fue una final reñida y muy intensa. Aprendimos muchas cosas de esa final y nos sirvió de experiencia. Cuando entrás al Luna Park te podés distraer porque la gente te grita cosas. Tenés que mantenerte neutral, concentrado en la música, en tu pareja y dejarte llevar", dice el bailarín, que todavía lleva colgado el número de la suerte: 506.
"Acá no hay técnica que valga. Es todo improvisación”, resume Melisa, que tiene un aire de bailarina de los años 40: rubia, con tocado y un vestido negro estrecho que le marca la silueta. Los bailarines son opuestos y complementarios. Melisa parece tener los nervios de acero. Cristian no para de llorar, abrazado al premio.
La trastienda del festejo es puro éxtasis. Los finalistas abrazan a los ganadores. No parecen competidores, ni rivales sino viejos amigos del barrio del tango, incluidos los que llegaron de Moscú, Bogotá o de Ushuaia. “¿Te acordás lo que dijiste Negro? ¿Que el campeón pagaba el asado para todos?”. Cristian "El Negro", con su corte a la navaja y pelo engominado, sobrio traje negro, pantalones amplios –como lo que usaba Virulazo– simplemente se abraza y llora como un niño. Es el sueño del pibe y de la piba cumplidos.
En tres tandas de tangos bailados se definió su futuro. “Yo me vengo preparando para esto toda la vida –confiesa Melisa–. En el tango arranqué hace tantos años que es mucho el tiempo que vengo trabajando para llegar acá”. Tiene 34 años, es de Banfield y empezó a bailar a los 19 con maestros como Humberto Iglesias, que le enseñó todo lo que sabe en la pista. “Me enseñó no solo a bailar, sino que me contaba todo lo que vivió en su época de milonguero. Tome mucho de él para el baile”, relata.
Cristian Palomo, en cambio, empezó hace cuatro años con el tango. Tiene 32 y es de Villa Ballester. Venía de una larga experiencia como bailarín del folklore, pero cuando se sumergió en las pistas de baile del tango no lo largó más. “Me metí en el ambiente de las milongas y conocí a varios maestros que me decían que tenía que bailar con esto” y se toca el corazón con la mano.
Apenas se conocieron, con Melisa comenzaron a bailar juntos en el circuito de las milongas. “Venimos trabajando pura y exclusivamente del baile. Después de tantas horas de sacrificio y tanta plata invertida hoy creo que trae todos estos frutos y es como que... no tengo manera de explicar lo que estoy sintiendo”. Melisa lo toma del brazo. “Tenemos mucha conexión cuando bailamos”, dice, casi en secreto la bailarina. Palomo vuelve a tomar la palabra y continúa el relato de una de las noches más intensas de su vida, con la voz temblorosa, “El año pasado fuimos subcampeones mundiales y nos ganaron unos amigos que son unos bailarinazos. Cuando bailás en un lugar así hay muchas emociones. Los aplausos desde arriba del escenario lo sentís como una explosión”.
Melisa lo mira, como cuando bailan, directo a los ojos. No son pareja, aunque cuando entran en el ensueño del baile parecen discretamente enamorados. “Tuve muchos maestros, pero creo que mi gran maestra fue mi compañera”, dice el bailarín, mientras se dirige al lugar donde lo esperan los fotógrafos y las cámaras de televisión para inmortalizar el momento.
Antes explican el secreto del baile. La fórmula de los campeones. “Cuando bailás no hay que pensar. Es dejarse llevar. Es lo que al hombre se le ocurre y la mujer solo tiene que seguirlo” dice Melisa con timidez. Palomo amplía la idea: "Un gran maestro nos decía que para bailar tango se necesitan mente, corazón y piernas. Y es así. Pensar, sentir y trasladar todos esos sentimientos a la danza. Bailar lo que se siente. Realmente sentirlo, ese es el secreto de bailar un hermoso tango”. Anoche, frente a siete mil personas en el Luna Park, se olvidaron de todo, se dejaron llevar y simplemente bailaron con el corazón.
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