La hermandad de Beckett y Feldman
Quién hubiera pensado que la nieve cae. Espectáculo con las obras That Time, de Samuel Beckett, y Three Voices, de Morton Feldman. Interpretaciones a cargo de Alfredo Arias y Donatienne Michel-Dansac.
Nuestra opinión: Muy bueno
"La cualidad del lenguaje es más importante que cualquier sistema de éticas o estéticas […]. La forma es la concreción del contenido, la revelación de un mundo". La frase corresponde a un temprano ensayo de Samuel Beckett sobre Proust, pero sustituyendo las palabras lenguaje por música la frase bien podría atribuirse a Morton Feldman. Para ambos, la forma es la revelación de un mundo, y la importancia del dramaturgo irlandés en el pensamiento de Feldman (la repetición, el silencio, la muerte) quedó plasmada en dos colaboraciones (la ópera Neither y la obra radiofónica Words and Music) así como en la dedicatoria de una de sus últimas obras, For Samuel Beckett (1987). Del mismo modo, cuando el hombre de la New York School escribió "La tragedia de la música es que empieza por la perfección" (en un artículo para Art News, 1967), uno puede pensar en el creador del Teatro del absurdo. Porque las relaciones, en la música como en la vida, son tenues, cambiantes, inacabadas. "Si la música empieza por la perfección", escribió el crítico Art Lange, completando la insinuación de Feldman, "la tragedia es que permanece artificial, algo falsa, al no poder reflejar las múltiples realidades de la vida".
Los astros y el nuevo ciclo 4’33’’, dirigido por Martín Bauer, se alinearon en el Teatro Margarita Xirgu para volver a reunir a Beckett y Feldman. El espectáculo llamado Quién hubiera pensado que la nieve cae se inició con la pieza audiovisual Soneto LXXIII, de Minou Maguna, sobre el texto homónimo de Shakespearse; las líneas de ese soneto y del Soneto XLIX se repitieron en un loop irascible y cacofónico, con imágenes igualmente recortadas de un video que remitía a los años sesenta, de estridentes colores y asociaciones con el pop art. La breve pieza fue la introducción para que el actor Alfredo Arias, vistiendo saco y sombrero, se acercara al escenario.
That Time (1975), de Samuel Beckett, es una obra profundamente evocativa. Arias sólo responde con gestos a la narración, que alterna entre dos altavoces (pero son muchas más voces), donde se escucha la voz grabada del actor. El narrador alude a sí mismo en tercera persona, y ahí es donde funciona la performance, siendo el actor pasivo el objeto de sus recuerdos.
El recurso del tiempo tiene una filiación claramente proustiana, pero el contenido del texto conserva ideas y connotaciones que remiten a la cultura británica. La narración al borde del flujo de consciencia, los recuerdos de la niñez congelados en imágenes que se repiten (la frase "estabas escondido") y la evocación de escenarios que son marcas de otros tiempos (el tranvía, el ferry) revelan una raíz emparentada con la imaginería de James Joyce en Dublineses (en particular, el relato "The Dead") y la poesía evocadora de Philip Larkin. Arias usó diversos recursos gestuales para marcar la narración. Se quitó el sombrero al inicio de la obra y se lo colocó en el final, del mismo modo en que se abre y cierra la tapa del piano para marcar los movimientos de 4’33’’; emitió sonidos de su garganta en los pocos momentos en que hubo silencio entre las varias voces; entrecerraba los ojos cuando los pasajes eran particularmente emotivos y los abría cuando causaban alarma. El mismo atuendo de Arias era revelador de ese otro tiempo, uno de neblinas y herrumbre, paisajes no precisamente pictóricos pero que el tiempo (como con cierto arte figurativo) vuelve dolorosamente hermosos.
Precedida por el estreno local en 2008 a cargo de Joan La Barbara, esta versión de Three Voices (1982), de Morton Feldman, fue un verdadero tour de force para la soprano francesa Donatienne Michel-Dansac. Escrita sin una duración específica, Michel-Dansac sumergió al auditorio en una extensa performance de hora y cuarto, en diálogo permanente con cantos pregrabados en los dos altoparlantes que la flanqueaban.
Feldman escribió Three Voices en homenaje a dos de sus mejores amigos, el poeta Frank O’Hara y el pintor Philip Guston, representados en las voces que salen de los parlantes. Si la intención del compositor era retenerlos en un eterno presente, la larga versión de la francesa estuvo más que justificada. Vistiendo una suerte de miriñaque dadaísta, Michel-Dansac alternó su canto en tiempo real con sus voces pregrabadas, interpretando dos vocales fuertes (la a y la o), y a menudo mezclándose con sus otras dos voces, generando una hipnótica pared de sonido. La performance incorporó con buen tino la proyección de dos videos de Claudio Caldini sobre los parlantes y el vestido de la cantante, haciendo foco en la potencialidad surrealista de la pieza. Recién hacia el final, la soprano sacó a luz el fragmento del poema de O’Hara, "Wind", central en la composición de Feldman. "Snow that falls, that snow falls", intercalaba en su canto la francesa, en un vórtice vocal que por momentos hizo ilusaria la imagen de lluviosos copos de nieve.
Si bien la versión de Michel-Dansac fue algo desmedida (lo que provocó sonidos adicionales, un coro de murmullos y chistidos a lo largo de la sala), Three Voices se mostró en todo su esplendor, un réquiem profano, un conducto entre los vivos y los muertos que en ningún momento ocultó su artificialidad. Tal es la tragedia de la música según Morton Feldman.
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