La Fusa, un refugio para artistas
Tras la partida de su impulsor, Coco Pérez, vuelve el recuerdo del legendario local
La memoria enlaza los nombres según las leyes del corazón. Así quedaron asociados para siempre La Fusa y Vinicius (el nombre de pila basta cuando se trata de alguien que es como de la familia). Aunque al poeta carioca, padre de la bossa nova y amigo entrañable de los argentinos, se lo conociera desde bastante antes de la noche de 1969 en que apareció sobre el pequeño escenario, sentado a la mesa que le servía tanto para apoyar la botella de whisky, el vaso y el balde de hielo indispensables como para ocultar, siempre un poco coqueto, las señales que los tragos habían ido dejando a la altura de la cintura. Y aunque también antes de esa noche fuera familiar y prestigioso el nombre de La Fusa: la inaugural, en la Parada 10 de Punta del Este; la que hizo historia en Buenos Aires en la época de oro del café concert, o la que protagonizó en Mar del Plata del 71 un verano musical memorable.
En realidad, no fueron tantas las temporadas del creador de "Garota de Ipanema" en ese local casi legendario que volvemos a evocar ahora, al enterarnos de la muerte de Coco Pérez, impulsor y sostén de la sala junto a su esposa, Silvina Muñiz. Pero en el recuerdo de los rioplatenses -los relativamente pocos que tuvieron la suerte de presenciar algún show o los muchísimos más que disfrutaron de la versión grabada de aquel que Vinicius, Toquinho y Maria Creuza presentaron en 1970- los nombres parecen inseparables. Quizá porque el clima amigable e íntimo que imperaba en el acogedor boliche proponía, como la delicada poesía de Vinicius y el seductor balanceo de la bossa nova, un refugio cálido en tiempos en que la discordia empezaba a adueñarse de la calle.
Encuentros
"La vida, amigos, es el arte del encuentro", decía el poeta. Y La Fusa, al fin, también fue el fruto de un encuentro. O de varios. Primero, el de Silvina y Coco, cuando él -Felipe Oscar, nacido en marzo de 1927 según constaba en los documentos- atendía su librería de arte justo enfrente de la casa de ella. Después, el de los dos, ya casados, con la gente de la música: al principio en Montevideo, donde Coco armó un grupo, el Oriental Jazz Quartet, a comienzos de la década del 60; más tarde en Buenos Aires, en el caserón de la calle Montevideo donde había un piano disponible para que ensayaran Alberto Favero o Marikena Monti y por donde desfilaron gran cantidad de artistas, incluidos Dizzy Gillespie y el Modern Jazz Quartet en pleno.
La ocurrencia de abrir un café concert nació una noche -recuerda Silvina-, a la salida de un espectáculo de Osvaldo Bonet cuyos arreglos musicales había hecho Coco, pianista desde siempre, enamorado del jazz y de la música brasileña. Estaban Norma Aleandro, Perciavalle, Gasalla, Alcón; de la charla surgió la idea de La Fusa, que pudo concretarse pronto en Punta del Este porque Silvina, dedicada ya entonces a los negocios inmobiliarios, tenía un local en la Parada 10. Era el verano de 1968 y entre las primeras voces que se hicieron oír desde ese escenario figuraban Amelita Baltar y Susana Rinaldi. Más tarde pasarían por allí muchísimos otros, de Les Luthiers a Mercedes Sosa y de Chico Novarro a, por supuesto, Vinicius.
El éxito fue tan grande que ese mismo invierno La Fusa desembarcó en Buenos Aires, exactamente en la galería Capitol de Santa Fe entre Callao y Riobamba. Y también aquí el desfile artístico se haría innumerable. Rinaldi, Baltar, Gasalla, Perciavalle, Nana Caymmi, el inolvidable Bonino, María Martha Serra Lima, Horacio Molina, Pedro y Pablo, Jorge de la Vega, Marikena (estos dos últimos con el propio Coco en el piano y la dirección musical) son apenas algunos ejemplos. Allí Federico Peralta Ramos, Marta Minujín y Norman Briski se unieron en un espectáculo y allí también, a pesar de la estrechez del escenario, Marilú Marini se las arregló para componer a la temible maestra de "Señorita Gloria".
El local ya había ganado renombre cuando Vinicius llegó, como espectador -evoca Silvina-, traído por Astrid de Ridder, una amiga de la casa. Lo cautivaron el lugar, el clima hospitalario e informal y el fervor de los anfitriones. Terminaron siendo muy amigos.
La nueva sociedad dio frutos, y muy sabrosos, en poco tiempo. En febrero de 1970, Vinicius actuó en el local de Punta del Este, acompañado por Dori Caymmi. Pronto se les unió Maria Creuza -todavía poco conocida en Brasil-, que estaba en Mar del Plata y a quien el poeta mandó llamar. En junio, ya con Toquinho en la guitarra, hicieron la primera temporada porteña, la que dio origen al álbum publicado por el sello Trova que se difundió por todo el mundo, Brasil incluido, y que no hace mucho volvió a ser editado en CD. En octubre, volvieron, pero con Marilia Medalha como figura femenina. Ya se habían convertido en figuras populares.
Un verano inolvidable
El clima político en el Uruguay -La Fusa cambió varias veces de domicilio en el Este- condujo en 1971 a su temporario "reemplazo" por una sucursal marplatense. El lugar elegido fue una casona de Playa Grande, donde había espacio para la sala de espectáculos y para la residencia de los artistas y sus familias. Un paraíso infantil que incluía las fiestas informales que Vinicius armaba en el parque cuando la trasnoche de los bohemios se confundía con la mañana de los chicos, como recuerdan muy bien Pilar y Belén, dos de las hijas del matrimonio Pérez. La Fusa tuvo ese año huéspedes rutilantes -Maria Beth‰nia y Chico Buarque, entre ellos- y un inesperado anexo, la boite de la avenida Constitución que dirigía Chunchuna Villafañe y en la que actuó Maysa.
La Fusa porteña permaneció activa más de diez años, salvo una interrupción de algunos meses que concluyó en 1980, con Vinicius en el escenario (fue su última actuación en Buenos Aires). La guerra de las Malvinas decretó en 1982 el cierre definitivo. Después, Silvina siguió -lo hace hasta hoy- con los negocios inmobiliarios y Coco prolongó por algunos años su colaboración con Marikena, hasta que la dolencia que padecía lo alejó de la escena.
Pilar y Belén, incentivadas por Vinicius, mostraron sus habilidades para el canto: la segunda acaba de presentarse con buena repercusión en Notorious. La tradición familiar -como se ve- sigue viva. La pasión por la música del Brasil, también. Se comprende.
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