La estrategia de Lalo Schifrin para volver al país a través de su nueva música
Se trata de dos cuartetos de cuerdas y una nueva versión de su “Tango al atardecer” que tendrán su estreno mundial en diciembre, en el CCK; también forma parte de esta producción una pieza que le dedicó a su padre, Luis Schifrin
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Con sus joviales 89 años, en la casona de Beverly Hills donde vive hace décadas -esa que alguna vez perteneció a Groucho Marx- Lalo Schifrin tiene el mismo tiempo para apasionarse que para aburrirse. Y elige lo primero. Este año terminó de darle forma a dos cuartetos de cuerdas, un arreglo (también para cuarteto clásico) de su “Tango del atardecer” y una pieza para violín solo que le dedicó a su padre (Luis Schifrin, violinista), en la que le dice, con música, cuánto lo extraña. Todo esto tendrá su estreno mundial en el Centro Cultural Kirchner de Buenos Aires, a principios de diciembre.
Estudió música con Juan Carlos Paz y con Olivier Messiaen. Se fue a los Estados Unidos hace más de medio siglo de la mano de Dizzie Gillespie. Se consagró como compositor para el cine y la televisión desde que escribió la música de Misión Imposible. Hace unos años recibió un Oscar por su trayectoria de manos de su amigo Clint Eastwood. Pero no baja los brazos y cuando nadie se lo espera, quiere estrenar obras.
Quizá, aquí la teoría de los seis grados de separación sirvan para hablar de esta historia. O quizá haya que pensar que muchos caminos que en su madurez ha tomado Schifrin lo devuelven a su Buenos Aires natal. Cuando comenzó a pensar en quiénes podrían grabar e interpretar esos cuartetos, de algunas charlas telefónicas que cruzaron el Atlántico de los Estados Unidos a España, donde vive su amigo Daniel de Quesada, surgió la idea de que su obra se terminara de cocinar en la Argentina. De Quesada se comunicó con Eugenio Scavo, un referente en la producción de música académica, especialmente en su años como director de cultura de Comunidad Amijai, para transmitirle el pedido de Schifrin. Se necesitaba a un músico, un violinista, preferentemente, formado en la música académica pero con conocimiento de la popular. Y en este caso 2 + 2 = Gintoli. Rafael Gintoli junto a músicos de la orquesta que dirige, Estación Buenos Aires.
Mediodía en Buenos Aires
Es sábado y el cuarteto que integran Rafael Gintoli y Gabriela Olcese (violines), Ricardo Bugallo (viola) y Siro Bellisomi (violoncelllo) se encuentran grabando en los estudios Fort Music los dos últimos movimientos de la segunda obra que envió Schifrin. Sus nombres no son llamativos. Simplemente los tituló “Modern String Quartet 1 y 2″.
El envió inicial de don Lalo (y que ya está grabado) incluyó el primer cuarteto, con cuatro movimientos de gran complejidad y de unos 40 minutos de duración. Además, una versión para arcos del “Tango del atardecer”. “Schifrin quedó encantado con la grabación -cuenta Scavo, encargado de la producción de estas grabaciones-. Tanto que decidió mandar un segundo cuarteto”.
En una pausa que se hace en esta grabación entra la voz especializada de Gíntoli: “Todo tiene un tinte muy popular; de tango y de música americana. Pero no solo de eso. Evidentemente fue buscando cosas muy típicas de la música argentina. Realmente es muy bonito”. En cuanto al otro tema, se trata de aquel que Schifrin escribió para la película Tango de Saura. “Me lo mandó porque quería tener esta versión. Tiene algunos giros diferentes y nosotros le ponemos lo que sabemos para tocar tangos. Digamos que el cuarteto fue ‘llevado’ a una ejecución típicamente tanguística”.
Luego de esta sesión de unas cinco horas de grabación habrá que comenzar a poner la vista en el estreno en vivo de todas estas obras, el 2 de diciembre, en el C. C. Kirchner. El programa incluirá los dos cuartetos, el tango y, se espera que, como bis, Gintoli interprete esa obra para violín solo que Schifrin le dedicó a su padre, que era violinista en el Teatro Colón: “Surgió como un proyecto de amigos”, dice Scavo, con una gran sonrisa en el rostro.
Para las costumbres profesionales de la música clásica, si no se tratara de un proyecto de amigos no habría sido posible, ya que los cuartetos, especialmente el primero, demandaron cuarenta ensayos. “El primero es complejo y difícil. Tiene dificultades técnicas notables. En este caso, al compositor le interesa más la música que el instrumento, entonces aplica su trabajo sobre eso, como lo han hecho los grandes compositores -señala Gintoli-. A Stravinsky nadie le iba a preguntar si algo de lo escrito se podía tocar en una octava más alta o más baja. Además, tal vez la dificultad también haya estado relacionada con el lenguaje de Schifrin. Si bien uno en las películas se va a encontrar con un lenguaje muy ‘entendible’ o muy ‘Schifrin’ los desarrollos no lo son tanto. ‘Mire Gintoli -me dijo un día cuando hablamos por teléfono-. Quiero un cuarteto de argentinos porque hay bastante música argentina. Y sé lo que pasa cuando toca gente que no es del país. Porque lo veo con música de los Estados Unidos. Piense que tendrá por momentos la dificultad que requiere un Beethoven o incluso un Schönberg’. me dijo. Bueno, nos tiramos a la pileta. Nos pusimos a trabajar. Fue arduo. Se van a dar cuenta cuando lo escuchen. Se lo hice escuchar a un exalumno mío que es un grande: Xavier Inchausti. ‘Esto te debe haber llevado mucho’, me dijo. Sí, le respondí. Cuarenta ensayos. Los tengo contados. En el primer movimiento se pueden encontrar cosas típicas del jazz. Pero de golpe se pira y empieza a navegar en otros mares. Hay movimientos que tienen que ver con la música escénica, de films, y cuando se supone que ya imaginamos por donde la obra va a seguir, aparece un rearmado diferente. Todo eso lo hace muy interesante. Un día me llamó al mediodía, que eran las 8 de la mañana en su casa. ‘Trabajé en las correcciones toda la noche, se las mando y me voy a dormir’, me dijo”.
Las partituras no requirieron técnicas extendidas para aplicar en los instrumentos. Gintoli explica que todo está escrito sobre la base instrumental clásica. “Sin embargo escribe cosas que uno no imagina y con mucha polirritmia. Cuatro instrumentos tocando [en compases distintos] en 2, en 3 en 5 y en 6. Todo eso en el mismo valor. Lo hace interesante pero, a la vez, muy difícil”.
Una tarde en Beverly Hills
Cae la noche en Buenos Aires pero en California el sol todavía entibia el otoño que avanza en el hemisferio Norte. Al teléfono, la voz de Schifrin suena amable y serena. “Tengo dos obras muy grandes para la orquesta sinfónica de Chicago que se tienen que estrenar. Pero por la cuestión del virus [Covid-19] por ahora no es posible. Por eso me puse a escribir estos cuartetos. Al principio no escribí esta música pensando en que debían ser músicos argentinos los que la toquen y la graben. Pero hoy es una suerte que lo sean. Hay malambo y chacarera. Y también está el “Tango del atardecer” que es una especie de tango sofisticado”.
-¿Es verdad que durante este proceso hubo un día que lo sorprendió la mañana, luego de hacer correcciones de estas obras durante toda la noche?
-Sí, es cierto. Tengo la ansiedad de escucharlo por ellos. Es un cuarteto buenísimo.
-¿Las referencias a músicas argentinas tienen que ver con una necesidad de reconectarse con este país?
-Por supuesto. Nostalgia y también el conocimiento que tengo de la música argentina. En Buenos Aires no solamente escuchaba jazz. Muchos amigos me introdujeron al folklore. Todo eso forma parte de lo mismo.
-¿Qué me puede decir de “Carta a mi padre”?
-Mi padre era músico del Colón. Tocaba el violín muy bien. Cuando falleció no tuve la oportunidad de hacerle saber la admiración que tenía por él.
-¿Y qué dice esa carta?
-Bueno, es muy difícil traducirlo en palabras. Creo que no podría hacerlo. Lo que le digo es musical. Es respetuoso, es sobre la amistad que tuve con él y cuanto lo extraño. Pero no lo puedo decir con palabras. La música es un lenguaje universal que no necesita palabras.
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