La era del pop 2.0. El hip-hop y la promoción en redes destronaron a la fórmula tradicional
Con Drake como ícono de una nueva manera de producir y difundir su música, el género más comercial empieza a volverse más rico en estilos, combinaciones sónicas y formatos
NUEVA YORK.- El significado de "música pop" cambia dependiendo del ángulo desde el que se lo mire: puede referirse a la magnitud del público de un fenómeno muy popular o puede ser una etiqueta de género artístico, específicamente, de un tipo de sonido. Pero durante gran parte de las últimas tres décadas, esos dos significados casi siempre han coincidido. Ya saben: la alegría de cotillón de Katy Perry, los gorjeos livianos como pluma de Justin Timberlake, los desbordes de teatralidad de Lady Gaga, las ingenuas artimañas de Taylor Swift. Música que se esfuerza por transmitir brillo, energía, éxtasis y espectáculo. Durante un tiempo, en la década de 1980, ese tipo de música -piensen en Michael Jackson y Madonna- fue efectivamente un monocultivo, por eso los dos significados del pop han estado tan imbricados y son tan difíciles de separar.
Pero en estos últimos pocos años, ese marco de referencia ha quedado prácticamente desmantelado, debido en gran parte al uso generalizado del streaming. Lo que antes era visto meramente como un subgénero del pop -el k-pop, el latin trap, el hip-hop melódico y otros- ahora acapara la atención y las conversaciones. No se trata de una aglomeración de estilos al azar. Es el pop 2.0: música que proviene de varias escenas diferentes, pero que sigue un conjunto de normas que le son propias. Es la primera vez en décadas que el pop actualiza su manual para el éxito, y esa actualización ha cambiado radicalmente el sonido que se escucha en los Estados Unidos.
Antes, cuando se decía que ciertos músicos del hip-hop, de la música country o del rock pesado eran artistas pop, eso implicaba que habían sacrificado algo esencial de sí mismos a cambio de algo artificial y transitorio. Decir "pop" era decir "fácil": habían hecho concesiones.
Ahora, gracias a las libertades que permite internet y a la evolución en el modo en que Billboard calcula sus rankings -que considera tanto el flujo de datos por streaming como las ventas y las reproducciones por radio-, esos estilos musicales lideran los rankings sin filtro alguno. El hip-hop, por ejemplo, tiene un dominio casi absoluto del streaming. El latin trap y el reggaeton son los que mandan en YouTube. El k-pop, sonido predominante de la juventud surcoreana, bate récords de shows en vivo y es un fenómeno online increíblemente popular en todo el mundo. Por todas esas razones, el Billboard Chart actual es tan abismalmente diferente al de hace una década, y sirve de guía para pensar cómo sonará la música pop de aquí en adelante.
La más emblemática muestra de ese nuevo orden sónico puede verse en el ranking de discos de la última semana de agosto 2018. "Love Yourself: Answer", de BTS, el dinámico grupo de k-pop, debutó en el primer puesto y se convirtió en el segundo primer lugar de los lanzamientos de la banda durante 2018. El siguiente debut más alto de esa semana fue "Aura", de la superestrella del post-reggaeton Ozuna, que arrancó en el puesto 7. Ozuna también fue el cantante con más reproducciones en YouTube durante todo 2018. El resto del Top 10 fue ocupado por diversas variantes del hip-hop: Drake, padre de la actual generación; el maximalismo de laberinto de espejos de Travis Scott; el rap-folk de Post Malone; la atrevida colisión de emo y rap de los egresados de SoundCloud, XXXTentacion y Juice WRLD, y el hip-hop listo para los memes de Cardi B.
Por más que son emergentes de diferentes escenas musicales, en muchos casos estos artistas trabajan con una gramática común. Suelen alternar rap y canto, alternando uno y otro en función de cada situación. Su sonido es melancólico y rara vez frenético. Y sus producciones suelen abrevar en el trap, el rap negro sureño de la última década. En algunos casos son esporádicamente bilingües, y en otros toman sus ideas musicales de cualquier parte del mundo. Se trata de artistas que son tan efectivos cuando interpretan canciones de otro como cuando presentan sus propios temas. Y son, en su gran mayoría, artistas extremadamente dotados para autopromocionarse en las redes sociales, que aprendieron a inventarse a sí mismos tanto online como en el estudio de grabación.
Lo que parece el triunfo simultáneo de varios sonidos paralelos -el hip-hop blando orientado al streaming; el rap-punk de SoundCloud; el pulposo latin trap; el caótico k-pop; la música country futurista y mucho más- es, en realidad, el auge de un conjunto de ideales que definen en qué se ha convertido la música pop: en tanto género, el pop ya no es pop. Ahora hay que pensar la música pop -Katy Perry, Justin Timberlake, Britney Spears y sus variantes- meramente como un subgénero, como uno de los componentes del pop. Hasta los premios Grammy parecen haberse puesto al día: Swift, Ariana Grande, Pink y Shawn Mendes, todos ellos fueron nominados a mejor álbum de pop, aunque ninguno para mejor disco del año. En lugar del pop tradicional, ahora hay un nuevo pop ultramoderno y cada vez más globalizado, resultado final de una evolución de los géneros que desde hace más de una década se vienen acercando infinitamente entre sí como líneas asíntotas.
El terreno para esta transformación lo dejó preparado el auge del pop-rap del hip-hop a fines de la década de 1990 y principios de la de 2000. Mientras que los músicos de otros géneros exprimían hasta la última gota la antigua forma de hacer negocios, el hip-hop apostó incansablemente hacia adelante: distribución online de diversos temas, tonos de llamada, videos con coreografías y un desinterés general por el ciclo tradicional que debían cumplir los discos. Prácticamente todas las innovaciones significativas de música por internet de los últimos 15 años primero se dieron en el hip-hop.
Si hay una estrella que orienta el rumbo del pop 2.0 es Drake. Casi todas las estrellas importantes o innovadoras del género en la última década pueden rastrearse hasta Drake, ya sea como herederos o por oposición. Efectivamente, Drake rehízo el hip-hop a su propia imagen, algo que puede constatarse en artistas más jóvenes que combinan sin esfuerzo el canto con el rapeo. Y un solo tema en el que participe Drake puede cambiar el destino comercial de un disco. Si bien el pop puro tiene sus propias estrellas jóvenes y exitosas, como Mendes y Grande, en los hechos, esos artistas ocupan un nicho específico dentro de un panorama más amplio. Y las viejas estrellas 1.0, como Perry y Timberlake, básicamente se han ido apagando. Tal vez sigan funcionando en giras y recitales en vivo, y sigan cobrando regalías, pero están haciendo rendir su fama anterior. Dentro de poco, también serán reemplazados en esos ámbitos, y hay superestrellas que directamente son outsiders, como Adele, que existe en su propio ecosistema y casi no dialoga con el resto del pop, o Bruno Mars, tan abocado a ser un homenaje perfecto al pop clásico que de hecho está solo en su propio espacio. También es cierto que hay mucho de pop 2.0 en la música de Rihanna, la más moderna de todos los cantantes pop: canta, rapea y se siente tan cómoda en baladas de R&B como en temas bolicheros de EDM. Y Beyonce también es muy flexible, pero como es una cantante tan formidable, cada vez que se aparta de lo suyo parece solo una gracia pasajera.
Porciones de la nueva torta
54%
Hip hop
Las variantes de este subgénero urbano y localista terminó transformándose en la música más escuchada en los EE.UU. con una mayoría de consumo a través de streaming.
19%
Pop
La fórmula de canción pop clásica tipo Madonna o Michael Jackson ya no representa al mercado global y todavía la mayor parte del público elige el formato físico para escuchar.
13%
Rock
El género más escuchado en el mundo post-Beatles hoy representa una porción más chica y la mayoría prefiere el CD a la escucha por streaming. El restante 14% son otros géneros.
Traducción de Jaime Arrambide
Jon Caramanica
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